... por Vicente Ramos
Os informo de la próxima presentación del libro de nuestro compañero Ildefonso Arenas titulado La Hermana Fea.
Lugar de encuentro de los alumnos del 'Ramiro' que comenzaron el bachillerato elemental en 1957 (tras haber pasado o no por la Escuela Preparatoria), o el superior en 1961, o acabaron preuniversitario en 1964
... por Vicente Ramos
Os informo de la próxima presentación del libro de nuestro compañero Ildefonso Arenas titulado La Hermana Fea.
POR ELOY MAESTRE
Éramos muy jóvenes Moncho y yo, diez o doce años calculo; ambos
asistíamos a la misma clase en el Ramiro de Maeztu, nuestro querido Instituto
de Enseñanza Media madrileño.
Inseparables dentro y fuera del Instituto, nos unía la pasión por
el cine. Amábamos especialmente los cines de sesión continua de nuestra época:
dos películas cada tarde, al menos tres horas de cine. Si tenías tiempo y te
gustaba especialmente la primera o entraste a media película y desconocías sus
inicios, podías repetir y verla completa o hasta donde hubieses llegado.
Eso era posible porque las butacas no estaban numeradas. Sólo
constaba en ellas la fecha del día y la ubicación: entresuelo o butaca de
patio. Nosotros y la mayoría de los jóvenes, siempre en entresuelo en el piso
de arriba, más barata que la butaca de patio.
Mi amigo Moncho era vivo como una ardilla e ideó la forma de colarnos en ese cine sin pagar.
La peculiaridad del López de Hoyos era que carecía de bar, o si
lo tenía, que no lo recuerdo, en él no se vendían polos. Así que en los
descansos de cada película se presentaba un polero con su carrito y colocándose
a la puerta del cine confiaba en que los espectadores, avisados por la
costumbre, salieran del cine a comprar sus polos y se reintegraran a sus
butacas después a seguir viendo películas.
Nosotros habíamos ido al cine pagando las entradas otras veces,
pero Moncho pensó ahorrarnos la entrada y a la vez chupar polos. Llamábamos de
hielo a aquellos polos, que aspirabas con fuerza unas
pocas veces y absorbías la esencia: menta, fresa y limón eran las más habituales, dejando la blancuzca masa de hielo a tu
disposición para morderla o chuparla y refrescarte la boca.
Moncho y yo nos apostábamos en la esquina del cine que daba a
otra calle, fuera de la vista del acomodador que salía a la puerta vigilando a
los espectadores consumidores de polos, y en cuanto Moncho percibía la mejor
coyuntura: distracción del acomodador o concentración de espectadores, nos
metíamos a la cola de los polos con los demás, adquiríamos el nuestro y
entrábamos al cine tan campantes, chupándolos junto a los espectadores paganos.
No era necesario mostrar la entrada al acomodador, y de esa forma nos colábamos
mi amigo y yo.
Un fenómeno, Moncho.
Eloy Maestre Avilés
eloymaestremadrid@gmail.com