Lugar de encuentro de los alumnos del 'Ramiro' que comenzaron el bachillerato elemental en 1957 (tras haber pasado o no por la Escuela Preparatoria), o el superior en 1961, o acabaron preuniversitario en 1964
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12 abril 2012
Las Canicas, por Paco Acosta
Me extraña que con todo lo que estamos comentando de nuestros juegos infantiles, empezando por los "muy colectivos": futbol (con
"tropecientos mil" partidos simultáneos, jugados a lo largo - por los
más mayores-, o a lo ancho del campo de tierra, con las porterías en las
vallas delimitadas éstas -las porterías- por los "montones de
abrigos"..., con la forma "democrática" de elección de componentes del
equipo, el "echar a pies, que tan bien nos describe Vicente,.... y...
la adquisición de habilidades en el quiebro y la esquiva.....muy jugoso tu artículo, alfonso, y espero no haber destapado la "sorpresa"), baloncesto (con las "carreras" de los más veloces, para pillar canasta, y "toda" una clase bajo el aro o en la zona), o frontón (donde
también, en "partidos" múltiples, había otro enjambre de críos
intentando alcanzar alguna vez esa pelota (de tenis y gastada en muchos
casos), y darle el "mamporro adecuado" para que superase la franja
metálica y volviese "dentro"), o incluso ese, a modo de "futbol 7",
que jugábamos en el patio de columnas (con menor afluencia de
participantes los días que hacía bueno, y con aglomeración y colapso
absolutos, cuando llovía), y siguiendo por los de Chapas, Tacón (que también se utilizaba en el Ramiro...., Iñaqui), o Clavo, no hayamos profundizado más en el juego del "Guá", o "Canicas" o "Bolas"....., o como quiera que lo llamásemos, que de todo hay. Para mí eran (y son) "las bolas", no se si por alguna otra afinidad.
Mis recuerdos al respecto son muy reducidos. A lo sumo algo en cuanto al
material móvil, es decir las canicas, de las que había vasriedad de
materiales. Las más pobretonas, las de barro, que se partían fácilmente si recibían un buen "cate", de las de acero (procedentes estas de los rodamientos de los coches y camiones), o las de cristal,
que presentaban ondulaciones de diversos colores en su interior, y
aunque eran duras, perdían parte de su brillo con el uso y los golpes.
En cuanto a las reglas del juego, espero que os animéis a contarlas.
Para mí solo queda "alargar el lugar donde se quedó la bola", al estirar
el palmo de la mano izquierda, situando el dedo meñique en el sitio de
partida, y enganchar el dedo pulgar con el puño de la mano derecha, para
lanzar la bola con el pulgar de esa mano...... ¡Con lo fácil que es
hacerlo....!.
Sacado de un comentario por e-mail de Angel Quesada (que aún no conoce "este invento"):
Que no se nos olvide el 2º frontón colectivo situado en la calle a espaldas del internado y cuya pared era el muro de contención de los jardines del Consejo. En el callejón existía un foso a lo largo de todo el internado que daba acceso al sotano del mismo. Mas de uno, reculando para dar a la bola, cayó en el. Las pelotas, las había de tenis y propias de frontón que dejaban la mano hecha unos zorros.
Y este otro recibido de Alberto Portolés (que tampoco lo conoce... ¡pronto, pronto!)
Lo del fronton era, en efecto, una experiencia única, ya que el espacio era muy pequeño y había que convertirse en auténticos expertos para lograr hacer todo tipo de faenas al contrario y lograr vencer. Me estoy refiriendo al frontón de espaldas del internado, como es lógico. Recuerdo muy bien algunas pelotas excesivamente duras, quizá serían de cuero, que te dejaban toda la palma de la mano enrojecidas. No sé por qué tengo en la cabeza la imagen de volver a clase, tarde, cuando ya había sonado una canción (¿Os acordais de cómo en el recreo ponían unas músicas, canciones variadas y que una era la que señalaba el final del recreo?) junto con Pablo Bergia, sudados y mal olientes. Es curioso como la memoria va dejando paso a recuerdos muy parciales, sueltos, pero que entre todos se van complementando.
Sacado de un comentario por e-mail de Angel Quesada (que aún no conoce "este invento"):
ResponderEliminarQue no se nos olvide el 2º frontón colectivo situado en la calle a espaldas del internado y cuya pared era el muro de contención de los jardines del Consejo. En el callejón existía un foso a lo largo de todo el internado que daba acceso al sotano del mismo. Mas de uno, reculando para dar a la bola, cayó en el. Las pelotas, las había de tenis y propias de frontón que dejaban la mano hecha unos zorros.
Y este otro recibido de Alberto Portolés (que tampoco lo conoce... ¡pronto, pronto!)
ResponderEliminarLo del fronton era, en efecto, una experiencia única, ya que el espacio era muy pequeño y había que convertirse en auténticos expertos para lograr hacer todo tipo de faenas al contrario y lograr vencer. Me estoy refiriendo al frontón de espaldas del internado, como es lógico. Recuerdo muy bien algunas pelotas excesivamente duras, quizá serían de cuero, que te dejaban toda la palma de la mano enrojecidas. No sé por qué tengo en la cabeza la imagen de volver a clase, tarde, cuando ya había sonado una canción (¿Os acordais de cómo en el recreo ponían unas músicas, canciones variadas y que una era la que señalaba el final del recreo?) junto con Pablo Bergia, sudados y mal olientes.
Es curioso como la memoria va dejando paso a recuerdos muy parciales, sueltos, pero que entre todos se van complementando.