Aunque las sucesivas ordenaciones
de los estudios técnicos en España, se han empeñado en meter a los estudios de arquitectura en el
mismo saco que los de las ingenierías, es evidente la gran diferencia entre
unos y otros.
La arquitectura en su época de
oro era un arte, que exigía conocimientos de estructuras e instalaciones e
incluso legislación pero también de formas y de ornamentación. Luego vinieron
los bloques, los adosados y todo ese marasmo de arquitectura de consumo, que ha
desvirtuado la profesión. Poco se salva hoy en la profesión como arte, quizás
la restauración.
La ingeniería se ha concebido
siempre, como unos conocimientos básicos comunes de matemáticas, física,
mecánica, dibujo y materiales, necesarios para razonar y a partir de estos se
profundizaba en las disciplinas propias de cada especialidad, casi siempre con
mucho aparato matemático. El primer curso era común, con buen criterio. No
había mucho arte en estas especialidades, no era necesario.
La profesión, tal como tuve la
suerte de ejercerla muchos años, permitía desarrollar el arte de proyectar. Un
proyecto tenía una base técnica fuerte, exigía conocer las técnicas de
instalación y mantenimiento, y también la valoración económica, a la hora de
redactar la memoria.
Al pasar a la implementación,
exigía labores de coordinación, de adaptación a los medios y de ejecución en
fases, siendo útiles los PERT y otros sistemas de planificación.
Una vez implantado estaba el entrenamiento
a los usuarios, y el mantenimiento posterior.
Yo he redactado más de 500
proyectos e implantado más de 200 a lo largo de más de 40 años de profesión, y
al final me consideraba un ingeniero de sistemas, feliz de dirigir a un grupo
de compañeros.
El diseño de un arquitecto
prevalece en el tiempo, un edificio tiene en general una larga vida. Eso lo
diferencia de los proyectos de ingeniería que tienen en general una vida útil
más corta. El proyecto que más ha durado, con sus remodelaciones técnicas, de
los que yo diseñé es el de las comunicaciones marinas automáticas (SACOMAR),
que utilizó la marina española durante 22 años. Todos los demás han tenido una
vida más corta, lo que pone de manifiesto la diferencia con la arquitectura.
La nueva ley parece ir en contra
de los Colegios Profesionales. Yo creo que salvo el visado de proyectos ya poca
relevancia tenían estas entidades. Solo para contratar seguros de
responsabilidad civil, pueden ser útiles.
Para mí el nuevo plan Bolonia que
reduce a cuatro años las ingenierías es malo. Yo pienso que se precisarían seis
para una buena formación. Por ello será preciso un master para completar la formación del nuevo
ingeniero.
La situación del país se refleja
en que actualmente no se necesitan arquitectos, y la demanda de ingenieros es
tremendamente baja.
Esto lleva a que las vocaciones
bajan y el alumnado está disminuyendo drásticamente. Escuelas como Minas,
Montes y Navales, probablemente están llamadas a desaparecer.
Ya en pleno siglo XXI, es
probable que se precise un tipo de ingeniero que sea bastante polivalente, y un
poco sustituye a los trabajadores poco cualificados, ya que los trabajos
actuales exigen mucha especialización.
Yo estoy a punto de dejar ya mi
trabajo de ingeniero. Lo hago contento y cuando miro al pasado, veo tantos
proyectos que en su día sirvieron de mucho y hoy ya pocos recuerdan, pues
piensan que siempre hubo teléfonos móviles o TV digital y nada más lejos de la
realidad.
Espero que muchos jóvenes nos
tomen el relevo y que la Administración no les ponga trabas en el ejercicio de
su profesión.
Para los arquitectos hace falta
el que discurran por nuevas vías diferentes de la pura edificación. También
necesitan un tratamiento específico por parte de la Administración, para un
buen desarrollo profesional.
Termino con un recuerdo a mis
profesores del Ramiro, que me dieron la base necesaria para poder embarcarme
con éxito en los estudios de Ingeniería.
Recuerdo el Plan 64 que inauguré y que me permitió obtener en cinco años
el título, con una formación bastante buena para la época.
Foto de la Escuela que tuve la
suerte de estrenar, en 1964, una gran obra de arquitectura funcional, muy
avanzada para la época.
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