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30 junio 2013

El puzzle japonés y los límites de la ciencia


El puzzle japonés y los límites de la ciencia, por José Enrique García Pascua.


 

1.- El puzzle japonés.

Mi pasatiempo favorito es este que llaman puzzle japonés. Resulta muy sencillo de entender. Consiste en una retícula, inscrita en un rectángulo, cuyas líneas horizontales y verticales delimitan múltiples casillas o celdillas cuadradas. Rellenando de negro unas celdillas sí y otras no, cabe diseñar un dibujo esquemático, pero perfectamente identificable, de alguna figura o escena.

Quien prepara el puzzle nos ofrece cifrado un dibujo oculto y el que se ejercita con él debe descifrar el código y recomponer la imagen. Toda la diversión está ahí.

El código mentado se escribe en los márgenes del rectángulo.  Al extremo de las filas y columnas se encuentra una serie de números que definen las distintas secuencias de celdillas rellenas correspondientes a cada una de ellas. Así, si leemos 2-3-2, esto quiere decir que en la hilera contigua hay primero una secuencia de dos celdillas, después, una de tres y, por último, otra de dos. Las distintas secuencias sucesivas se separan entre sí por una o más celdillas en blanco.

 

El procedimiento para resolver este pasatiempo no es otro que un análisis metódico que permita discernir qué celdillas hay que rellenar y cuáles hay que dejar en blanco. Dicho análisis se efectúa por medio de unas reglas simples. En la medida de lo posible, tenemos que comenzar por las filas o columnas de los bordes del rectángulo y después localizar las celdillas que necesariamente están rellenas de negro con independencia de que comencemos a contar las secuencias desde un extremo u otro de la hilera. Cuando se consigue completar una secuencia, obtenemos además una o dos celdillas en blanco, las que delimitan dicha secuencia. Estas casillas sin sombrear constituyen puntos de intersección con la hilera perpendicular que permiten determinar en ella espacios más cortos y en los que es más fácil acotar sus concretas secuencias.
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Os rogamos que escribáis vuestros comentarios no en esta entradilla informativa, sino en la página correspondiente de Nuestros Escritos (Textos). De este modo, vuestras interesantes aportaciones serán leídas a continuación del texto completo, enriqueciendo éste. Muchas gracias!! 

 

2 comentarios:

  1. Todo un reto para las mentes mejor preparadas de los miembros de esta promoción. No dejéis de leerlo con mucha atención y de aportar vuestros comentarios. Nos lleva José Enrique a meditar sobre una línea límite entre la CIENCIA (la inteligencia artificial) y la CONCIENCIA.
    Muchas gracias, José Enrique, por tu aportación.

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  2. Acabo de preparar una pequeña contribución, tratando de contestar a Enrique. Allá va...
    Pienso que hay un mundo físico y un mundo mental; el reto es entender el segundo con las herramientas del primero. ¿Es posible? Muy difícil.
    ¿Qué lo que forma parte del mundo físico? Pues todo lo que sea predecible y calculable.
    ¿Qué es lo que pertenece al mundo mental? Pues fundamentalmente la consciencia y sus características o cualidades fundamentales: la emoción, la estética, la creatividad, la inspiración y el arte.- Dentro de éstas y muy relacionadas con ellas, hay otras cualidades muy propias de la consciencia, como podrían ser el sentido del humor, la bondad, el sacrificio y todas las cualidades positivas que nos enseña la religión o la filosofía positiva, por poner un ejemplo. ¿Es imposible o impensable que estas cualidades emerjan como resultado de un tipo correcto de actividad computacional? Si el cerebro al fin y a la postre funciona como un ordenador –y pienso que es así- no debiera ser del todo imposible; la pregunta es entonces si se logrará en algún momento del futuro.
    Es difícil definir la consciencia, pero se podría decir que existen tres tipos: en los extremos, las manifestaciones pasivas de la consciencia (el conocimiento) y las activas (libre albedrío y acciones voluntarias y conscientes), y en el medio, la comprensión y la intuición directa. Tampoco es fácil definir la inteligencia (nos seguimos emperrando en medirla con métodos aproximados y relativos) y no somos capaces ni de definirla en toda su amplitud. Lo que sí hay son relaciones entre ellas: la inteligencia requiere comprensión y ésta a su vez requiere que exista conocimiento.
    Pregunta: ¿existe algún factor en la actividad física del cerebro que esté más allá de la computación?
    Para eso, hay que entender cómo “funciona” el cerebro; de forma simplificada, a base de neuronas que a su vez tienen terminales (axones) entre los que se produce las sinapsis. Éstas son las uniones donde las señales se transfieren desde cada neurona a (principalmente) otras neuronas por medio de sustancias químicas llamadas neurotransmisores. La intensidad de la sinapsis es su nivel de fiabilidad. Si tuviéramos algún tipo de regla probabilista-computacional que nos diga cómo cambian estas intensidades, entonces podríamos simular la acción del sistema de neuronas y sinapsis mediante un ordenador.
    Entre la espina dentrítica y la dentrita en sí existe una red de microtúbulos (pequeños tubos hechos de proteínas llamadas tubulinas). Las proteínas de tubulina parecen tener (al menos) dos estados, o conformaciones, diferentes, y pueden cambiar de una conformación a la otra. Los microtúbulos pueden comportarse como autómatas celulares y a lo largo de ellos pueden ser enviadas señales complicadas. Consideremos las dos conformaciones diferentes de cada tubulina como algo que representa los «0» y los «1» de un ordenador digital; así, un único microtúbulo podría por sí solo comportarse como un ordenador.
    Muy bien pudiera ocurrir que, dentro de los tubos, se produzca algún tipo de actividad cuántica coherente a gran escala, algo parecido a un superconductor. El comportamiento de autómata celular estaría en sí mismo sometido a superposición cuántica.
    Dicho de otra forma, hay actividades de tipo indeterminista (cuántica) que podrían regularse de forma “computacional +”; de ahí a la intuición y a la irracionalidad dentro de lo racional ya hay poco trecho. Y de ahí a las cualidades de la consciencia tampoco demasiado.
    O simplificando todavía más: el día en que dispongamos de un ordenador cuántico, estaremos más cerca de rizar el rizo y ser capaces de regir la consciencia de forma computacional con algún “ingrediente” adicional. ¿Será posible? No lo sé, pero no es impensable…


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