El
Ramiro en los años 40 y Luis Ortiz Muñoz, por
Kurt Schleicher
Esto es otro ejemplo de cosas que suceden por casualidad.
Hablando con “nuestra profesora con encanto” Carmina Ortiz, que ya
sabéis es hija del antiguo director del Ramiro D. Luis Ortiz Muñoz, me comentó
que estaba buscando un libro relativamente antiguo en el que colaboró durante
mucho tiempo su padre, cosa que recordaba de cuando era una niña, pues lo hizo
en gran parte en su domicilio familiar.
Yo me ofrecí a buscarlo por internet, pues en el Ramiro no existía
ningún ejemplar.
El título me llamó la atención: “10
años de servicios a la cultura española (1939-1949)” apareciendo como autor
José Ibáñez Martín, nombre que a más de uno le sonará, pues fue el primer
Ministro de Educación tras la época de la Guerra Civil.
Mis pesquisas ayudado por mi hijo, que buscando libros en internet es un
águila, fueron bastante infructuosas; ni rastro del libro. Lo único práctico que
salió de las investigaciones fue que
aparecía en los archivos de la Biblioteca Nacional. Evidentemente, es un libro
que se puede considerar antiguo, pues su edición es de 1950.
De forma que hice lo único que podía hacer: ir a la Biblioteca Nacional
y tratar de ver si podía pedir prestado el libro, para de esta forma poder
enseñárselo a Carmina, que al mismo tiempo seguía tratando de encontrarlo en el
entorno familiar. En la biblioteca tuve
alguna sorpresa; la primera, desagradable, pues me aclararon que solamente
existía un ejemplar y que, al ser un libro clasificado y único, ya podía
olvidarme de sacarlo de ahí (aparte que hay que estar en posesión de un carnet
especial de investigador, con lo que el asunto se complicaba). La segunda fue
casi cómica, pues tras tener que aguardar algún tiempo, apareció la señorita encargada
de buscarlo; la ví venir de lejos, y me pareció muy bajita, pequeña y encima
contrahecha, pero no; era una ilusión óptica, pues ella era muy normal y lo que
era enorme ¡era el libro! , que además la obligaba a andar en una postura que
recordaba a una “Z”. Con algún esfuerzo logró ponerlo en el mostrador, y allí
estaba: aunque no lo medí, a ojo debería ser de casi medio metro de alto, 20
cms de gordo y unos 35 a 40 cms de ancho. El peso debía de rondar los 15 kgs o
más, forrado en piel. Parecía de verdad una biblia de la Edad Media o uno de
esos incunables que se ven en los museos diocesanos.
En fin, que me asignaron un pupitre en la enorme y preciosa sala de
lectura de la Biblioteca llevando el mastodóntico libro (más de un lector
volvió la cabeza mirándome con gesto estupefacto; debía parecer un investigador
de incunables…) y me dispuse a echarle una ojeada.
Lo primero que hice fue buscar algo del Ramiro, y lo encontré, por
supuesto: son las 7 páginas adjuntas al final, de las que encargué naturalmente
copias y las acabo de recoger. Pero el libro es bastante más: es un informe
completísimo y detallado de lo realizado por el Ministerio de Educación en los
primeros 10 años tras la terminación de la Guerra Civil española, con todo lo
que conlleva de esfuerzo por levantar de nuevo el aspecto educacional de los
españoles tras aquél desastre. Se trata de un informe detalladísimo de todas
las Escuelas, Colegios, Institutos y Universidades que renacieron en esos años,
incluyendo hasta presupuestos, evaluaciones, organizaciones, objetivos
logrados, etc, etc. Independientemente de que el entorno político era
obviamente muy especial por las directrices marcadas por el general Franco (y
más en ésos primeros años) y que en consecuencia los matices son obviamente
acordes “con el momento de la historia”, es innegable que el informe es
excelente y exhaustivo. Lo que hay que resaltar es que el mérito no creo que
sea del ministro que aparece como autor del libro, sino de los colaboradores
que lo hicieron posible y muy especialmente de Luis Ortiz Muñoz, sin desmerecer
que la integración se realizara probablemente por el propio ministro Ibáñez
Martín; ya se sabe que “unos tienen la
fama y otros cardan la lana”. Gran parte del contenido del libro se debe a
las largas jornadas restando tiempo a sus horas libres que Luis Ortiz le dedicó
en su casa, cosa de la que es testigo Carmina, naturalmente. (Posteriormente me
volvió a llamar la propia Carmina con la buena noticia: había localizado el
ejemplar del libro que tenían en su familia, para que no tuviera que seguir
buscando y agradeciendo amablemente mi ofrecimiento. Estupendo).
Esto me lleva a pensar en la personalidad de nuestro director del Ramiro
(tras un breve periodo en que lo fueron J. Mª Albareda y Lorenzo Vilas entre
1939 y 1940) entre
los años 1940 y 1975, año en que se jubiló por motivos de salud,
falleciendo poco después en el mismo año. Es decir, nada menos que 35 años de director del Ramiro,
realizando una labor ingrata y poco visible, pues son 35 años de aunar
esfuerzos, gestionar todos los aspectos del Ramiro, encauzar su orientación
(que ya sabemos fue de más amplias miras que en otros institutos) y encima
compaginar todo esto con sus otros cargos, que en esos años ya fueron varios en
el Ministerio y que le permitían mover los hilos a favor del Ramiro desde una
buena posición: Secretario General Técnico del Ministro de Educación Nacional (desde
1939), Consejero Nacional de Educación (desde 1940), Director General de
Enseñanza Media y Universitaria (desde 1942 a 1951), Secretario General Técnico
del Mº Educación Nacional (1942-1951) y Subsecretario de Educación Popular (desde
1946 a 1951). Probablemente, por las fechas, el libro lo desarrolló para el
Ministro entre 1946 y 1950. Los nombramientos y reconocimientos de Luis Ortiz
Muñoz son tantos, aparte de los mencionados, que exceden del ámbito de este
artículo y merecen una semblanza aparte.
Y, repito, todo esto compaginado con su labor de Director del Ramiro,
que aunque no podía contar con su presencia continuada, ejercía un seguimiento
continuo y estricto con su equipo, delegando cuando fuera necesario en el
Vicedirector. De las referencias de
Tomás Alvira y Manuel Mindán en sus respectivos libros sobre el Ramiro, se
reunían muchas tardes para intercambiar información de todo lo que sucedía en
el Instituto, seguido casi siempre de entrañables cenas de trabajo en las que
continuaban esta labor, por cierto, amenizadas a veces por algún concierto de
Leopoldo Querol. Destacan su infatigable labor y el corazón que ponía en su
trabajo. Me pregunto cuántas veces aparece la firma de Luis Ortiz como máximo
responsable de todas las decisiones tomadas en el Ramiro durante 35 años… desde
luego, en mi cartilla escolar aparece siempre, año tras año…
Quiero resaltar que esta oscura (para los alumnos) labor de director no
era deshumanizada en absoluto, pues D. Luis fue una persona de enorme corazón,
que amaba al Ramiro como un hijo más (sacrificando incluso tiempo de estar con
los suyos), que se preocupaba de su evolución desde las diferentes “atalayas”
que le proporcionaban sus múltiples cargos y que mantenía un contacto muy vivo
con los profesores también desde sus responsabilidades en el Ramiro como
miembro del Patronato y del Claustro (que se reunía mensualmente), así como presidente
del Consejo de Administración y de la Junta Económica.
En definitiva, una increíble labor que me da la impresión
que no ha sido reconocida por todo lo que ha supuesto. Ah, y además era el
catedrático de griego, por lo que alguno de “los de Letras” podrá decir mejor
que yo sus experiencias con D. Luis como profesor… (también fué catedrático de
latín, pero como tal solamente ejerció antes de la re-fundación del Ramiro en
1939).
Creo que Luis Ortiz es un ejemplo de sentido de la responsabilidad,
que no es lo mismo que ser responsable; “sentirse” responsable es algo más, que
te lleva a sacrificar mucho de tu vida en aras de conseguir unos objetivos
acorde con unos ideales, que no eran otros que la mejora de la Educación en
España. Todos sabemos que el Ramiro siempre fue considerado como un instituto
modélico, cosa que se lo debemos a la calidad de nuestros profesores y también
en gran medida a su máximo responsable durante tantos años. En cuanto a su persona, a pesar de su aspecto
serio como director, era una persona bastante más cálida, como buen sevillano
de pro, ciudad de la que fue nombrado “hijo predilecto”, donde hay una calle
con su nombre y aún le recuerdan con cariño por sus desvelos por las
tradiciones sevillanas. Andalú… ¡casi
ná!...
Y ya, del libro, recojo la parte dedicada al Ramiro que redactó el
propio Luis Ortiz y que obviamente pertenece al final de los años 40, añadiendo
un toque reporteril de la época de su juventud, en la que también ejerció como
periodista.
Si el libro parece un incunable, estas páginas desde luego que lo son.
KS, Julio 2013
Muy buen trabajo, "investigador de incunables"
ResponderEliminarEn mi opinión, el folleto que encontramos en las librerías de viejo de la Cuesta de Moyano es una traducción al inglés de estas siete páginas. Quien desee ver el citado documento lo encontrará en la siguiente dirección: http://tricente.blogspot.com.es/p/el-documento-que-os-presento.html
Te reitero mi felicitación por este artículo.
Gracias, Vicente.
EliminarDesde luego debe tratarse de una traducción de estas páginas al inglés, pues no hay más que ver el estilo en la traducción inglesa: ... "The Center received his new name at the end of the Glorious National Movement, in honor of Ramiro de Maeztu, the great writer who gave his life for God and Spain"...
Es evidente que esto no lo escribe un anglosajón a las primeras de cambio, ni siquiera en aquella época. Ergo, es una traducción.
Muy interesante la aportación de datos que desconocíamos de nuestro Director. En aquella época sólo le conocíamos por su figura y su firma. El texto, en la línea de los del NODO.
ResponderEliminarCurioso. Yo con ayuda de RM Muro he encontrado otro incunable, que ya he escaneado, que contiene las fotos que habeís publicado, y una aseveración que me deja perplejo de como y por qué se hacia el reparto de alumnos en A, B, C.. atendiendo a su coeficiente intelectual y a su complexión física. Racismo puro sobre el año 42... Increíble. Es muy extenso y no se como hacer para colgarlo.
ResponderEliminarAdemás tenemos novedades del escudo
Manolo
Muy buen trabajo Kurt. Un pequeño detalle, el autor de las inscripciones latinas, como de casi todas las que se hicieron en los primeros años del franquismo, era, precisamente Luis Ortiz.
ResponderEliminarEn 1975 fue nombrado Director Honorario del Ramiro.
Otro detalle interesante de su biografia fue la dirección desde el 63 al 75 del Bachillerato Radiofónico en el que participaron muchos profesores del Ramiro y cuya Secretaría estuvo, los primeros años en el Instituto.
Muchas gracias por la info. No sé dónde he leído que entre otros muchos monumentos, el arco que preside la entrada a la Ciudad Universitaria tiene una inscripción em latín que es igualmente de Luis Ortiz. Tampoco es raro, pues D. Luis fué nombrado Coordinador de la creación de La Ciudad Universitaria de Madrid y además vicepresidente de la Junta Constructora, de forma que no tenía nada más que pedirse permiso a sí mismo...
EliminarTengo el libro de José Ibáñez Martín, por si a alguien le interesa. Mi correo es esterruiz@hotmail.com
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