RECUERDOS DE UN ALUMNO DEL NOCTURNO, por Paco Villarín
Buceando
sin rumbo por la red como desocupado
internauta, en uno de esos tiempos libres que la jubilación te proporciona,
recalé en un blog con la siguiente cabecera:
Alumnos del Ramiro de
Maeztu, de 1952 a 1964
Lugar de encuentro de los
alumnos del 'Ramiro' que comenzaron el bachillerato elemental en 1957 (tras
haber pasado o no por la Escuela Preparatoria), o el superior en 1961, o
acabaron preuniversitario en 1964
La referencia al Instituto donde
había cursado mis estudios secundarios me alertó sobre su posible contenido, aunque el hecho de que
los hubiera realizado en el turno Nocturno, así como la distancia temporal
y espacial con los destinatarios de la página, limitaron inicialmente mi
interés. Sin embargo, husmeé por sus apartados y encontré unas semblanzas del
profesorado bastante bien documentadas y
con controvertidos juicios de los autores, que avivaron mis recuerdos por
personas, hechos y momentos cuyas vivencias pudieron ser compartidas. De esta
manera me atreví a presentarme a través de una dirección de correo electrónico
que allí constaba, manifestando mi condición de exalumno y la posesión de
alguna documentación (fotografías y programas de representaciones teatrales)
que podría complementar alguna de las biografías insertadas. Sorprendentemente
rápido recibí respuestas afectuosas, primero de Vicente Ramos y luego de Paco
Acosta, quienes gustosos me aceptaban el material disponible y me brindaban la oportunidad de acompañarla de
algún escrito sobre mi paso por el
Nocturno. Y aquí va.
Cuando en septiembre de 1956
acudía al Instituto “Ramiro de Maeztu” voluntariamente, con 15 años, después de
una jornada laboral, a realizar las pruebas de Ingreso, se cumplía una juvenil
ilusión de intentar acceder a los estudios de Bachillerato. Recuerdo que el
Tribunal lo presidía D. Antonio Magariños, a su lado estaba el P. D. Pedro Álvarez
Soler, profesor de Religión, y también creo recordar que, al menos, lo componía
el Sr. Sales Boli, profesor de Matemáticas. Hubo una serie de preguntas orales
a cada candidato, entre las que predominaban
las razones por las que se pretendía entrar en el Centro, y algunas de las respuestas hacían sonreír
benévolamente a los que ocupaban el estrado.
El sistema educativo de
aquella época mantenía una estructura dual marcada por la situación social,
política y económica del momento. Así, la enseñanza primaria que oficialmente era
la misma para toda la población escolar
entre los 6 y 10 años, tenía una bifurcación real dependiendo del tipo de
Centro educativo en el que hubieras estado escolarizado en este periodo. Unos
daban continuidad iniciando el Bachillerato como fase previa para llegar a la
Universidad, y otros proseguían el nivel hacia el mercado del trabajo, de los
10 a los 12 años, en que se completaba la enseñanza obligatoria y se obtenía el
Certificado de Estudios Primarios. Pero aquí surgía una incongruencia, pues la
legislación laboral no permitía la contratación hasta los 14 años, por lo que
te mantenían “aparcado” en la Escuela dos años más bajo la justificación de
cursos de iniciación profesional.
Mis estudios primarios los
realicé en su totalidad en el Grupo Escolar “Joaquín Sorolla”, sito en el Paseo
del General Martínez Campos, número 14. Estas instalaciones habían pertenecido a
la Institución Libre de Enseñanza, fueron incautadas al término de la guerra
civil y, bastante deterioradas, destinadas a Centro educativo ordinario, sin
que en las mismas existieran vestigios de la inspiración pedagógica de su
pasado institucional.
Los recuerdos de mi primera etapa
de estudios primarios en esta Escuela están envueltos en la bruma de la lejanía
temporal y en la inocencia infantil. Tengo presente al Director, D. Pedro A.
Gómez Lozano, que presidía diariamente el izar y arriar la bandera con el
alumnado formado en el patio y daba los gritos del ritual. También que en
verano dirigía una Colonia Escolar en Olvega (Soria), a la que fui algunos años
y en los últimos cursos como monitor. Un maestro de los que aún guardo un
recuerdo especial era D. Emilio Fernández Abelló, autor de una fantasía pedagógico social,
“Fons laetitiae”, y una novela “La
Capitana”, que conservo con afectuosa dedicatoria. El resto de los maestros
influirían de varias maneras en mi formación infantil, y serían los que también
me enseñarían a leer, escribir, contar, etc., D. Armando, D. Felipe, D. Carlos,
etc. El último maestro que tuve fue D. Antonio Abruña, durante los dos últimos
cursos de propina que llamaban de
Iniciación Profesional. En su pluriempleo daba clases de cálculo y contabilidad
en un Centro de formación para los botones de un banco, y a nosotros nos tenía
gran parte de la jornada escolar haciendo infinitivas sumas o restas en hojas
de papel de libro de contabilidad, cuyas largas columnas algún compañero
previamente había dictado. En el resultado se valoraba el tiempo y los fallos.
Otra actividad prioritaria era la preparación para el Campeonato Diocesano de
Catecismo, consistente en efectuar entre los alumnos preguntas del Catecismo
del Padre Ripalda, con respuestas rápidas y exactas para no quedar eliminado. Cuando ya se
dominaba en este sentido, se hacía el inverso, es decir, se daban las
respuestas y había que contestar con la pregunta. No sé bien si estos
ejercicios mnemotécnicos habrán servido para retrasar el alzheimer a alguno,
pero lo que si recuerdo es haber sentido una liberación al finalizar el último
curso. La inmediatez de la salida de la Escuela y la incertidumbre de la
entrada en el mundo laboral forzaba a una madurez anticipada. Por los alumnos
que ya habían salido sabíamos que los trabajos más comunes eran aprendiz en
algún taller, chico de los recados en farmacias, tiendas, floristerías, etc., y
lo más codiciado era botones de un banco.
Con estas perspectivas,
encontré un precario trabajo de botones en una oficina, aspirante a auxiliar lo
denominaba la ordenanza de Oficinas y Despachos, pero evidentemente era de
chico para todo. Al mismo tiempo, al salir iba a una Academia donde aprendí a escribir
a máquina, taquigrafía y algo de Teneduría de Libros, todo ello enfocado a
completar la formación para el horizonte profesional que se me vislumbraba.
Pero hubo una circunstancia que fue bastante determinante, y era el hecho de
que la mayor parte del personal de la oficina tenía estudios de bachillerato o de magisterio,
lo que me hizo reparar que en ese medio
precisaba elevar mi nivel académico, si quería tener alguna proyección.
Por la prensa me enteré de
que en el Instituto “Ramiro de Maeztu” habían iniciado estudios de Bachillerato
para trabajadores en régimen nocturno, lo que parecía que se me presentaba la
oportunidad que iba buscando. Al estar ya mediado el curso era imposible la
matriculación, por lo que procuré estar al tanto para el siguiente.
Y así, con la experiencia
laboral de un año y la consideración de Apto en las pruebas de Ingreso, me
encontraba matriculado en 1º de Bachillerato. Mi jornada laboral era bastante
larga y para conseguir llegar a tiempo a la primera clase negocié en el trabajo
salir antes, a cambio de llevar la correspondencia a la Central de Correos para
su franqueo y expedición. Esto me permitía tomar en Cibeles el trolebús que me
dirigiría al Instituto en hora.
Alguna de las cosas que más
llamaban la atención en contraste con el Centro de enseñanza primaria de
procedencia era que había “Profesores” a los que se les llamaba Sr. “tal”, salvo
contadas excepciones, en vez de Don “tal”, tratamiento común en la Escuela. También
el hecho de tener un profesor por cada asignatura y un libro por cada materia,
en vez de la Enciclopedia que recogía todas. Este año académico era el segundo
en que el Instituto proseguía la experiencia del bachillerato nocturno iniciada
en el anterior. Se nos explicó que por los “recortes presupuestarios” derivados
de los últimos cambios ministeriales producidos se había tenido que suprimir la
cena que se había servido en el curso precedente, así como la gratuidad de los
libros de texto. En la justificación paternalista de estas medidas se denotaba
mayor preocupación por parte del equipo directivo que en el propio alumnado,
que utilizaba frecuentemente la cantina de Pedro, y los libros se agenciaban en
la calle de los Libreros o por otros medios. Respecto a los libros no hubo
ninguna exigencia sobre una editorial o texto determinado por parte de los
profesores, y algunos recomendaron no utilizar ninguno dado el carácter
infantilizado con que estaban redactados, ofreciendo sustitutivamente sus
apuntes, esquemas y materiales que irían proporcionando.
Respecto al alumnado aunque
predominaban en aquel primero jóvenes de 15 y16 años, los había mayores y
algunos cumpliendo el servicio militar e, incluso, un padre y su hijo. En la
actividad laboral el trabajo en oficinas, bancos, seguros y otros despachos era
lo más común, aunque también había quien lo hacía en alguna editorial y
empresas como Renfe, Standard Eléctrica, etc. El objetivo más común del alumnado era
aprovechar lo máximo el tiempo que pasábamos allí y obtener de la manera más
rápida la titulación que te abriera a otras perspectivas y, planteando un grupo de los de más edad el
deseo de hacer, al menos, dos cursos en uno. D. Antonio descartó esta
posibilidad en el Nocturno, por considerarlo contrario a los fines educativos
perseguidos, señalando como camino alternativo los exámenes libres y la
preparación en academias, determinación que llevaron a cabo algunos. Consciente
de mis lagunas y limitaciones personalmente opté por continuar paso a paso y procurar
el mayor aprovechamiento e integración en el Centro.
Un hecho que causó extrañeza
y preocupación a unos y satisfacción y alegría a muchos era que no había Latín.
Los menos llevamos esta inquietud a D. Antonio que nos manifestó su
comprensión, apuntó las razones superiores que lo habían propiciado, su
desacuerdo personal, y el convencimiento de que para el futuro se remediaría.
Más tarde, planteado el asunto a D. Tomás Alvira, la respuesta fue algo agria y
tajante amparada en la norma. La
concepción paternalista y utilitarista del Bachillerato Nocturno destinado a
trabajadores había sido diseñado aligerándolo del Latín, y el horario liberado
se traspasaba a la asignatura de Dibujo. Se entendía con ello que los
destinatarios desembocarían en estudios de Grado Medio, como Peritajes y
carreras Técnicas de este nivel, a los que les favorecería la intensidad del
Dibujo, especialmente lineal. El resto del Plan de Estudios venía a ser
semejante al del Diurno.
Y así fui realizando los
cuatro primeros cursos del Bachillerato Elemental con normalidad, procurando no
desaprovechar el escaso tiempo disponible, robando algunas horas al sueño, y
participando en el máximo de actividades que se ofrecieran, en las que veía un
valor formativo e integrador.
Del profesorado en general
recuerdo su entrega profesional, la
comprensión de nuestras limitaciones de tiempo, el aprovechamiento del horario
y la generosidad en facilitar los apuntes o materiales que nos pudieran
convenir. Era común que manifestaran, creo que sin paternalismo, el gusto de
darnos clase, donde no había que mantener el orden y la atención, como ocurriría
en el Diurno, por las evidentes razones de la edad.
Entre los profesores que aún recuerdo
estaban los siguientes:
. Sr. Sales
Boli, de Matemáticas. No siendo ésta una de mis materias preferidas, tengo
presente su preparación y la circunstancia de que en sus clases oí por primera
vez y conocí la existencia de los quebrados y el álgebra, lo que evidenciaba
mis carencias y el nivel adquirido en la Escuela de procedencia.
Sr. Navarro Ramos, de Lengua y
Literatura. Prescindiendo del libro de texto como hacían otros profesores, las
primeras semanas las dedicó a dictar unos completos apuntes con lo esencial de
la Gramática, que luego preguntaba aleatoriamente mientras se movía por toda la
clase y hacía que todos estuviéramos inquietos por si nos tocaba responder.
Cuando consideró que esta parte teórica era comúnmente dominada se pasaba a los ejercicios, análisis
y comentarios, sobre textos literarios. He de reconocer que con su método
adquirí aceptables conocimientos de la Morfología, la Sintaxis, y las bases
para interesarme por la Literatura,
estructurar mi incipiente afición por los libros, e iniciar la
conformación de mi biblioteca. En ella
encuentro ahora unos libritos de una colección titulada “Clásicos Castilla”,
posiblemente adquiridos a bajo precio en la época, en el que el número 22
contiene varias obras de teatro de Leandro F. de Moratín, y en el pie de la
anteportada se lee “Colección dirigida
por Enrique Navarro Ramos” y en el encabezamiento de la página legal “Primera
edición: Octubre 1952” (Aporto este dato por si le puede resultar útil a Paco
Acosta para su exhaustiva biografía inacabada). También a través suyo me
aproximé al mundo del teatro con el
grupo que creó en estos años y en el que participé activamente.
P. D. Pedro Álvarez Soler, de
Religión. No era de los del Diurno, y su actividad matutina la realizaba como
Magistrado del Tribunal de la Rota. Era un cura almeriense, simpático y
pragmático, que después de lanzar algún chascarrillo sobre algún tema de
actualidad, ponía su devocionario sobre la mesa anunciándonos que tenía que
hacer los preceptivos rezos que su desmesurado trabajo no le permitía, y nos
invitaba a que en silencio dedicáramos el tiempo a estudiar. Este rato era
agradecido y todos lo aprovechábamos para ponernos al día en alguna materia.
P.D. Gregorio Pérez San José, de
Religión. Tampoco era del Diurno, y llegó cuando fueron incrementándose los
cursos para dividirlos con D. Pedro. Su afición era la Música y creó un coro
que participó en ocasiones con el teatro. En el curso que lo tuve manifestó que
era el capellán del Atlético de Madrid, y con este motivo la mayor parte de sus
clases giraban sobre acontecimientos deportivos,
Sr. Cabo Alonso, de Geografía. Era
un inquieto profesor que especialmente le gustaba el trabajo de campo y no paró
hasta conseguir llevarnos, me imagino que en día festivo, a conocer el “cerro
testigo” de Alcalá de Henares, dándonos una magistral lección sobre el fenómeno
geológico, situándonos bajo la cuneta de la carretera en la mejor panorámica.
Hubo alguna otra salida, cuyo lugar no recuerdo. D. Ángel Cabo Alonso sería
después Catedrático y Decano en la Universidad de Salamanca.
Sr. Antolín de Antonio, de Dibujo.
Con la reconversión del horario del Latín eliminado, se convirtió esta
asignatura en fundamental y perenne. Por
su proyección hacia la tecnología, era constante el manejo de cartabones,
escuadras, reglas, compases, tiralíneas y tinta china, con sus riesgos y
accidentes. Para los que no éramos muy manitas esto suponía un suplicio al que
había que dedicar mucho tiempo. Pero había una circunstancia especial en el Sr.
Antolín, que era muy falangista o quizás franquista, posiblemente más que el
profesor de Formación del Espíritu Nacional. La verdad es que en clase jamás se
le oyó nada que no fuera relacionado con su materia. Pero nos llegó algún
runrún de que en los Claustros había problemas ideológicos, especialmente con
las actividades extraescolares que proponía el Sr. Navarro.
Sr. Varela
Sánchez, de Dibujo. No recuerdo el curso en que lo tuve en sustitución del
Sr. Antolín y creo que fue con Dibujo artístico, para lo que estaba también
negado. Para los exámenes finales propuso la realización de unas láminas de libre
elección. Atrevidamente le pregunté si podían ser abstractas y
sorprendentemente me contestó que afirmativamente.
Con lo que preparé unos collages que
le parecieron interesantes y me aprobó.
Srta. Prida, de Química. El curso
que tuvimos a esta pizpireta profesora nos tenía subyugados por su vitalidad,
sabiduría, paciencia, amabilidad y constante actividad. Algún mordaz comentó
algo así como “es tan buena profesora porque no habrá podido ser otra cosa”.
D. Pedro Dellmans,
de Física. Sin estar muy predispuesto para la materia poco pude aprender. La verdad
que este amable y simpático profesor, entraba pronto al trapo si se le mentaba
el fútbol o el Real Madrid.
D. Tomás Alvira, de Ciencias
Naturales. Era el Vicedirector, y los alumnos del Nocturno percibíamos cierto
paternalismo altivo, muy diferente al afectivo que irradiaba D. Antonio. Con él
entramos en contadas ocasiones en el laboratorio, siempre cerrado, e incluso
llegamos a realizar individualmente la disección de una rana observando el
funcionamiento de sus órganos. Parece ser que esta actividad era clásica en sus
cursos. De todas maneras las funciones directivas le exoneraban frecuentemente
de las clases y no fue abundante el trato.
Sr. Pavía, de Historia. Sus clases
eran densas, pero entremezclaba la materia con el anecdotario personal sin variar el tono monocorde, lo que las
hacía algo plomizas.
Sra. Morales, de Francés. La
recuerdo con su inseparable tocadiscos y el curso CCC cuyas lecciones
repetíamos de manera coral. Expandía su instinto maternal olvidándose a veces
que no éramos sus niños de la Preparatoria o del Diurno, aunque en ocasiones
comentaba sus lecturas literarias y sus autores predilectos, con la decepción que
le producían algunas descripciones realistas. Nos hizo aprender una canción
tradicional, “En passant par la Lorraine, avec mes sabots. Rencontrait trois
capitaines. Avec mes sabots dondaine Oh oh oh, Avec mes sabots. Rencontrait
trois capitaines,…”, que ha quedado tan grabada en mi subconsciente que aún la
tarareo sin querer y me hace evocar la imagen de aquellos muchachones cantando estas
estrofas infantiles.
Sr. de la Cueva. Era el Psicólogo.
Persona muy cordial que periódicamente nos sometía a pruebas psicotécnicas, cuyos
resultados individualizados no recuerdo no los recuerdo. También hacía alguna sustitución ante la
ausencia o retraso de un profesor. Años más tarde estuvo de Inspector de
Enseñanza Primaria en Santander.
Esta es la mayor parte del
profesorado que tuve en el Bachillerato
Elemental. Al terminar 4º realizamos la Reválida que fue conjunta con los alumnos
del Diurno y mutuamente pudimos comprobar las diferencias de edad y físicas de
los dos turnos de la misma promoción. Se superó con holgura y con la titulación obtenida me encontré
realmente con el dilema de su utilización.
Descartada
la posibilidad de acceder a la Escuela de Magisterio para cuyo ingreso bastaba
este título y que además ya se impartía
en régimen nocturno, opté por continuar hacia el Bachillerato Superior, íntima
aspiración que albergaba desde que entré en el Instituto. La implantación de
este nivel fue un logro personal de D. Antonio Magariños, que con constancia e
interés supo acudir a los lugares adecuados y modificar voluntades que
inicialmente no estaban predispuestas. Consiguió que se autorizara la
implantación, aunque inicialmente condicionada a lograr un número mínimo de
alumnos que ampliamente se consiguió, sobre todo en Ciencias. En Letras, con el
hándicap de no haber dado Latín en el grado elemental, los candidatos eran escasos,
pero la exigencia del cupo se logró con alumnos procedentes de otros Centros
que se reincorporaban al sistema, e incluso algunos traslados de cursos
anteriores del propio Diurno. De esta manera en 5º curso los procedentes del propio
Nocturno éramos los que íbamos a comenzar con una deficiencia de origen, por lo
que generalmente dedicamos aquel verano a realizar cursos intensivos de Latín
por nuestra cuenta.
De los cursos del Bachillerato
Superior, así como del consiguiente Preu, recuerdo alguno de los siguientes profesores:
D. Antonio Magariños, de Latín. Por
su función directiva y organizadora le teníamos siempre omnipresente, pero le
desconocíamos como Profesor. Acostumbrado a un estudio gramatical condensado y
a unas traducciones urgentes y con poco sentido que era lo que había logrado en
el tiempo estival dedicado a la materia, las clases de D. Antonio eran otro
mundo en el que se podía aprender y disfrutar. Las anotaciones que hacía sobre
un texto traducido, eran esclarecedoras y
fuente de conocimientos históricos, mitológicos y lingüísticos.
Sorprendentemente las clases no se hacían áridas para lo que en principio
pudiera suponer la materia, y era evidente que la impartía con gusto, y transfigurado
en lo que luego verías por los pasillos.
Sr. Brañas, de Latín. Era otro
estilo. Personalmente muy cordial y la asignatura la situaba en sus justos
límites.
Sr. Pérez Sánchez, de Historia del
Arte. Haber tenido este profesor fue un lujo. Sus clases tenían un alto nivel
cultural y divulgativo y las hacía extraordinariamente amenas. Algunos sábados
daba una charla-conferencia sobre un cuadro diferente cada vez en el Museo del
Prado, y era apabullante toda la información artística, histórica, social,
etc., que podía aportar de una manera entusiasta sobre un lienzo. Tuve la
suerte de volverle a tener de profesor en mi corto paso por la Escuela Oficial
de Cinematografía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la que llegó a ser
Catedrático. En el Museo del Prado fue Subdirector y posteriormente Director.
Era un especialista en Velázquez internacionalmente reconocido.
Sr. Miró, de Literatura. Otro
regalo. Este crítico literario especializado en poesía, era un entusiasta
fomentador de la lectura. Sus comentarios de texto animaban a profundizar en
los libros. Creo que consiguió hacer muchos lectores hasta en los alumnos de
Ciencias, que podían ser los menos propicios. También lo volví a encontrar en
la Facultad donde era Profesor numerario.
Sr. Ruaño (D.
Malaquías), de Griego. Muy serio y durante la clase no trataba otra cosa que fuera la
asignatura, gramática y traducción. Parece ser que trabajaba en la Embajada de
Grecia y, en ocasiones, al explicar hacía comparaciones con el griego moderno.
En esta asignatura me encontré más holgado que en Latín, pues era nueva para
todos. Entre nosotros le llamábamos Sr. Ípsilon por su persistente y vano empeño en que pronunciáramos bien esta
letra del alfabeto griego.
La Reválida para obtener el título
fue superada con éxito, y ya en el otoño de 1962 me encuentro en el Curso
Preuniversitario que voy realizando con
normalidad, hasta que en marzo de 1963 el sorteo del servicio militar
forzoso me lleva a Ceuta, provoca la interrupción de los estudios y no consigo
concurrir a a los exámenes. En las fechas en que retorno ya licenciado no es
posible formalizar la matrícula en el
Ramiro dentro de plazo, y me matriculo en la Academia Martínez Pita, de la
calle Esparteros, adscrita al Instituto San Isidro, para reanudar el Preu, en
septiembre de 1965.
Como puede observarse la mayor
parte de mis estudios secundarios los llevé a cabo en el Ramiro y son los que
han dejado una huella profunda en mi vida. Pero hubo otras actividades
complementarias en las que pude participar de alguna manera y que influyeron
también en mi formación integral.
Era evidente que D. Antonio tenía
un especial cariño por su obra en el Nocturno
y parece ser que de alguna manera quiso vincularla a su otra preferida,
el Estudiantes, y así nos propuso la creación de un equipo de Baloncesto,
para el que fui llamado posiblemente por mi estatura, a pesar de que no lo
había practicado nunca. Formamos un grupo y comenzamos a entrenar a partir de
las 10 de la noche bajo la dirección de José María Abreu, quien con infinita
paciencia, generosidad y afecto, nos
enseñó los rudimentos de este deporte y para el siguiente curso fuimos
inscritos en la liga de tercera división federada, con los colores y nombre del
equipo que ya empezamos a seguir y a estimar.
El primer año creo que solo
ganamos un partido oficial, pero después más fogueados logramos quedar subcampeones. Manolo
Cavido nos confirmaba cada viernes el horario y lugar del partido, y de esta manera no solo le vinculábamos al timbre del final de las clases
y a facilitarnos las tizas.
Como he indicado al referirme al
Sr. Navarro, se creó un grupo de teatro que se denominó Los Nocturnos.
Personalmente tenía cierta afición por
la farándula y en ocasiones acudía a presenciar obras en salas comerciales a
través de las entradas baratas que facilitaba la claque, por lo que ésta sería
la circunstancia inicial de mi proximidad al grupo. Reconociendo que no tenía
grandes cualidades como interprete acepté gustoso cualquier tarea que se me
ofreciera, y así participé en ocasiones como regidor, narrador, apuntador, y en
algunos papelitos de actor. Recuerdo diversas obras que representamos en esos
años, de las que de algunas que conservo
fotografías y programas que aporto, y de las señalaré alguna particularidad:
.”Farsa y justicia del Corregidor”,
de Alejandro Casona. Creo recordar que la representación de esta obra tuvo
lugar con motivo de los festejos de la Navidad de 1956. No conservo ningún
testimonio del momento aunque si el hecho de que alguien dio la voz de alarma
de estaban presentes por el salón de actos los sabuesos de la Sociedad de
Autores y rápidamente se mandó retirar los programas, dando la consigna de que,
si alguien preguntaba, se trataba de una
obra anónima.
”La Estratoesfera”, de Pedro
Salinas. Fue una lectura dramatizada dada en la recién estrenada cafetería. En
el programa invitación se señala “día 21, setiembre a las 19,15 en Serrano, 127”, no indica el año, pero
estimo que sería en 1957.
”La Guarda cuidadosa”, de Miguel de
Cervantes. En el programa se dan los días “18, 19 y 20 de diciembre”, sin
señalar el año, pero considero que se
referirán a los actos previos a las Navidades de 1957.
”Los habladores”, de Miguel de
Cervantes. No conservo ninguna referencia de esta representación salvo la que
consta en la solapa de la obra “Maese Patelín”. Podría estimarse que se
realizaría en 1958.
”El caballero de Olmedo”, de Lope
de Vega. Recuerdo que fuimos a grabar esta obra en la Fonoteca del Ministerio
de Educación Nacional, en la calle Alcalá, 34, y la parte musical fue aportada
por el Coro del Instituto. No recuerdo las fechas, pero podría haber sido hacia
1958.
”La condena de Lucullus”, de
Bertold Brecht. Recuerdo al menos de dos lecturas dramatizadas de esta obra
también en la cafetería del Instituto.
La representación era muy compleja, dado que se trataba de aglutinar más de 40
voces. Para los alumnos era emocionante el representar codo con codo con
profesores y actores de verdad. Tengo constancia de una lectura llevada a cabo
el “Día 9 noviembre, a las 11 mañana” y otra al domingo siguiente “16 noviembre
11,30 mañana”. En el reverso de los respectivos programas se anunciaba como
próxima lectura “El rehén”, de Paul Claudel. Pero sin dejar a Brecht, quiero mencionar
que las lecturas dramatizadas de su obra habían tenido especial trascendencia,
especialmente por haber sido realizadas en el ámbito de un Instituto y la
especial significación de su autor. Se empezaron a realizar ensayos conducentes
a su posible representación, incluso se llegó a programar la misma en el Teatro
Eslava para el 26 de mayo de 1959, a las 11 de la noche, enriqueciéndose el
elenco con algunas figuras de la escena, confirmando su participación profesores
e intelectuales, completado con los más asiduos del grupo, y las entradas se
pusieron a la venta en la conocida y próxima Librería Abril. El vernos en el
escenario de un teatro de verdad, fue grande la inquietud e ilusión, pero días
antes de la fecha prevista para el estreno se suspendió la función, con gran
frustración, sin que, al menos yo llegara a saber claramente las razones, ni el
origen de la prohibición. De las hojas anunciadoras de esta fallada
representación conservo dos ejemplares, uno de ellos varía los caracteres
tipográficos de la que incluye Paco Acosta en su Semblanza del Sr. Navarro.
”El rehén”, de Paul Claudel. Se
realizaron, al menos, tres lecturas dramatizadas de esta obra. La primera,
copatrocinada con el Aula de Literatura del Instituto, tuvo lugar el “17 de
enero 7,15 tarde”. La segunda, figurando como copatrocinador el Círculo Castiglione –cuyo impulsor era el P. Granda, según creo-, el “31 de
Enero 7,15 tarde”. Y la tercera,
coauspiciada por la Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto, sería el “1 de
Febrero 6,30 tarde”. Aunque en los programas no se indica el año, puede considerarse
que fue el 1959.
”Maese Patelin”, Anónimo. Se
realizaron al menos dos representaciones entre noviembre y diciembre de 1958.
En el programa que poseo se indica solamente “Día 21”, presumiendo que se
referiría al domingo previo a las vacaciones de Navidad del citado año. La obra
se publicó con las notas y adaptación del montaje de Enrique Navarro Ramos,
abundantes fotografías de las representaciones, figurando en la solapa un
extracto de la crítica que publicó en “Agora” Medardo Fraile y, en la
contracubierta figura al pie la leyenda
Publicaciones de la Sección Nocturna del Instituto “Ramiro de Maeztu”.
”Auto de la Pasión”, de Lucas
Fernández. Esta obra tuvo diversas
representaciones y en ellas colaboró el coro que dirigía el P. Gregorio San
José. Rememoro, al menos, la que tuvo lugar en los estudios de Televisión del
Paseo de la Habana, así como la que se realizó en la escalinata y columnas de
la entrada interior del Consejo de Investigaciones Científicas, en cuyo
programa de dice “Jueves, 7 de abril, 8,15 tarde”, presuponiendo que
corresponderán al año 1960. Como
anécdota se apunta que entre los intervinientes figura Alejandro Gª Reneses.
”El retablo de las maravillas”, de
Cervantes. Conservo sendos programas de esta representación y los dos tienen la
fecha “21 y 22 de diciembre de 1960”, lo que evidencia que su motivo fueron las
inmediatas fiestas navideñas.
La víspera de Cannas”, de Karl Munk.
Esta obra se representó creo que en 1961 en la Sala de Música del Instituto,
con un montaje muy brecthiano donde los personales corales interveníamos entre
el público. No conservo el programa, perdido junto al libro de editorial
Aguilar con la obra, en uno de las varias mudanzas que he tenido, pero recuerdo
fielmente que la primera página consistía en una fotografía de la escultura “El
grito” del ruso Ossip Zadkine, conmemorativa de la destrucción de la ciudad
holandesa de Rotterdam durante la segunda guerra mundial.
Otra actividad propuesta fue el Coro.
Su impulsor fue el P. Gregorio San José como ya he señalado y mi interés
radicaba en un espíritu innato de probar todos los palillos. Pronto me di
cuenta que mi voz de bajo no se
acompasaba con mi deficiente oído musical. Sin embargo así pude entrar en un
estudio de televisión y conocer uno de grabación, al participar en las
actuaciones que llevaron en ambos medios conjuntamente con el teatro.
Hubo algún intento de crear un medio
de comunicación escrito. Recuerdo uno, al menos, que no se si proseguiría
el número inicial, pero en el que redacté la crónica deportiva basada en el
último partido que había jugado nuestro equipo de baloncesto. No sé si estas
hojas tenían por título Nocturnos, Candil u otro nombre, pero hace tiempo que
perdí el ejemplar que estaba entre mis papeles. Otro intento fue editar una
revista cultural, entre cuyos inspiradores estaba el Sr. Navarro, que tenía por
título “Realismo”, y para la que se me pidió una colaboración. Redacté un
cuento que titulé “Pus”, posiblemente en un intento primario de aproximación a
lo que la denominación de la publicación me sugería, y fue aceptado por los
responsables. Pero la idea no prosperó y las intercesiones cerca de D. Antonio
no dieron fruto y pronto vimos que había algún trasfondo ideológico.
La nueva cafetería fue lugar
también para tertulias literarias
que se celebraban algunas mañanas de domingo. Giraban sobre algún autor que
personalmente acudía, leía fragmentos de su obra, y se sometía a preguntas y comentarios
generalmente formuladas por profesores. Recuerdo que en estos encuentros
participaron José Hierro, Alfonso Albalá, Medardo Fraile, y otros, y fue un
medio amable de ampliar conocimientos.
Se creó un Cine-Club que
periódicamente nos traía películas que a mí me ayudaron a ir modificando el
gusto e interés como espectador cinematográfico.
Algunos años se realizó alguna
excursión de fin de curso, y además recuerdo una estancia de un fin de semana
largo o puente, en que nos llevaron al Albergue Juvenil del Puerto de
Navacerrada.
La cafetería, además de las
utilizaciones que arriba he indicado, tenía una más propia y era la de
facilitarnos en determinada época una taza de leche con un flojo café. Esto fue
el resultado de una de las gestiones paternalistas de D. Antonio para que se hiciera extensivo a
sus alumnos nocturnos los beneficios de la Ayuda Social Americana que se
suministraba en las Escuelas de Enseñanza Primaria. Inicialmente le fue
denegado por la condición del nivel de Enseñanza Media de sus alumnos y fue
reconducido hacia Cáritas Española que era la organización que distribuía la
expresada ayuda al resto de la población. El caso es que, con su tenacidad lo consiguió,
y allí era donde Petra ejercía
plenamente sus dominios llenando las tazas, teniendo a mano la ropa limpia del
Estudiantes que había repasado. Era la ocasión de hacer algo de tertulia y
recuerdo que en algún momento confesó
que su conocimiento con D. Antonio venía de la guerra, en que ambos estuvieron
refugiados en la Embajada de Chile.
Después de estas rememoraciones de
los años pasados en el Nocturno del Instituto Ramiro de Maeztu, me reafirmo en
lo importantes que fueron para mi desarrollo vital, y en especial la figura de D.
Antonio Magariños, reconociendo la visión a largo alcance que tenía sobre su
obra no limitada al ámbito del Instituto, cuando ya promovía la continuidad de
los estudios nocturnos en la Universidad. Así se lo oímos frecuentemente sus
alumnos y de esta manera lo tiene recogido en el artículo “Estudios nocturnos
de Enseñanza Media. Aspiración de los alumnos: La Sección nocturna
universitaria”, publicado en la Revista de Enseñanza Media, nº 158, 1965.
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Querido Paco:
ResponderEliminarFantástico artículo de tu paso por el Ramiro Nocturno. Muy bien documentado además. Te lo agradecemos de todo corazón.
Encuentro una única pega cuando hablas de la Sra. Prida de Química. La Sra. Prida era de Matemáticas, y por la descripción que haces tal vez fuera la Srta. Gálvez, que ella si dió la asignatura de Química. Entre todas las aportaciones y comentarios ya llegaremos a desvelarlo.
La verdad es que el grupo de teatro LOS NOCTURNOS no tuvo parangón entre los diurnos. ENHORABUENA por todo!!!
La referencia a la srta. Prida es correcta. En el diurno estaba asignada al seminario de Matemáticas, pero en el Nocturno era profesora de Física y Quimica.
EliminarMi duda sobre la Srta. Prida podría estar en si en mi grupo nos dio Física o Química, desde luego Matemáticas no. Si la memoria no me engaña, que podría ocurrir, la Física nos la impartió el Sr.. Dellmans y la otra la susodicha.
EliminarPaco Villarín
Destaca la creación del Bachillerato nocturno, en el BOE del 17 de octubre de 1.955:
ResponderEliminar. Articulo I. Se crea en Madrid un Instituto Nacional de Enseñanza Media, para proporcionar los estudios de Bachillerato, mediante clases nocturnas, a quienes por razón de su trabajo del emplazamiento de su domicilio no pueden frecuentar en la jornada normal otros centros oficiales de Enseñanza Media.
. Artículo II. El Instituto Nocturno de Madrid será, en principio, masculino.
. Artículo III. En él se explica cómo se ajusta su enseñanza al Plan de 1.953.
. Artículo IV. Serán órganos de gobierno del Instituto Nocturno de Madrid:
A) Director, catedrático numerario, nombrado libremente por el Ministerio.
B) Secretario, catedrático numerario o profesor, nombrado del mismo modo.
C) Interventor, designado entre el personal docente del propio Instituto, conforme al artículo 28 de la Ley de Ordenación de la Enseñanza Media.
. Artículo V. Las enseñanzas estarán a cargo de catedráticos numerarios designados libremente por el Ministerio, entre los que pertenezcan a las plantillas de los institutos de Madrid o de otros institutos.
Sin echar mano del Aranzadi, concuerdo en que en el citado BOE se recoge el Decreto de creación de los primeros Institutos Nocturnos, a título experimental, inspirado en la Ley de Ordenación de la Enseñanza Media de 1953, durante la titularidad ministerial de Joaquín Ruiz Jiménez. Posiblemente por los resultados de la primera experiencia, en julio del 56 se dictará otro Decreto (ya con Jesús García Mina de Ministro) por el se autoriza la implantación de Estudios Nocturnos de Bachillerato Elemental en otros Institutos y Secciones Filiales y se establece la estructura orgánica de los mismos y la contratación de personal.
EliminarContrastan tus vivencias con las cómodas vivencias de nosotros los diurnos. Desde luego vuestra actividad cultural estaba a años luz de la nuestra. Representar a Brecht en España, en 1959, era un paradigma del progreso y la modernidad; se tardó casi 10 años en representarlo comercialmente y de forme natural.
ResponderEliminarEs lógico el contraste dado especialmente por la edad y la condición social. La madurez forzada que nos daban los años y sobre todo el trabajar, demandaba respuestas que la mayor parte de los profesores nos supieron dar. Vuestras vivencias eran las normales para vuestros años, pero marchabais en un tren que con retraso nosotros queríamos tomar.
Eliminar¡Enhorabuena por tu extensa descripción del Nocturno del Ramiro!
ResponderEliminarPara nosotros, los afortunados del diurno, siempre fué algo "lejano y misterioso" y deseábamos disponer de información al respecto, que, finalmente y gracias a tí, tenemos con tus magníficas impresiones personales y que nos abren un mundo desconocido en nuestra época, que ya veo es similar.
Me ha sorprendido en especial tu amplia descripción relativa al mundo teatral, en el que no podía faltar, evidentemente, Enrique Navarro, que también nos dió clase a nosotros en los primeros cursos de bachillerato. Coincido con Jose Luis en la sorpresa de encontrarnos con representaciones de autores tan "avanzados" para aquella época como Berthold Brecht, todo un descubrimiento y que habla a favor de una subyacente corriente aperturista ya entonces en el Ramiro, pese a las restricciones ideológicas consustanciales en aquellos tiempos.
Al leer tu artículo, creo haber descubierto dónde y cómo se conocieron D. Luis Ortiz y D. Antonio Magariños, ya que mencionas que éste último estuvo refugiado en la Embajada de Chile durante la Guerra Civil. En la semblanza de Luis Ortiz Muñoz encontraréis que estuvo asimismo refugiado en el mismo lugar y por bastante tiempo, por lo que no es extraño que siendo ambos catedráticos de latín, se conocieran y compartieran afinidades. La información sobre este exilio la obtuve de un recorte de prensa de los muchos que en 1975 aparecieron con ocasión del fallecimiento de D. Luis, por lo que no es de extrañar que no hubiese una mención a D. Antonio. He de hacer notar que he sumado dos y dos, pues también pudiera ser que ya se conocieran de antes y que coincidiesen en el mismo exilio, pero parece probable que haya sido así.
Por último, creo que evidentemente hay una confusión con relación a la sra. Prida, nuestra profesora de matemáticas –no de química- coincidiendo más o menos en los mismos años. Hay una mezcla en tu descripción entre esta profesora de tan buen recuerdo para nosotros y de la mucho más joven Pilar Gálvez, de química, que también daba clases en esa época, aunque yo desconocía que había impartido clases también en el nocturno. Tampoco es de extrañar, pues entró en el Ramiro de manos de D. Tomás Alvira. Volviendo a la sra. Prida y siguiendo tu descripción, efectivamente destacaba por su vitalidad, sabiduría, paciencia, amabilidad y constante actividad (una magnífica descripción), pero “pizpireta” creo que no le encaja del todo y sí a nuestra mucho más joven (22 añitos) Pilar Gálvez, morena, muy guapa, que tenía encandilados a unos cuantos (entre los que me cuento) y que se mantenía muy seria en sus clases para que no se le subieran a la chepa los salvajes quinceañeros. En resumen: creo que te refieres a la pizpireta profesora de química Pilar Gálvez y probablemente también a Juana Prida, que creo recordar también impartió matemáticas en el Nocturno.
Gracias de nuevo por tu magnífica contribución.
Acabo de ver la confirmación más arriba de que la sra Prida, si bien era la titular de Matemáticas, daba clase de Física y Química en el Nocturno. Rectifico, pues.
EliminarPero sigo discrepando algo en la descripción, pues "pizpireta" se suele aplicar a una persona vivaz y actíva, como era la sra Prida, pero también coqueta y con gracia juvenil, cosa que no me acaba de cuadrar; de ahí la confusión con Pilar Gálvez, que daba Química en el diurno en los mismos años y a la que sí le va más el apelativo...
¡Qué más hubiéramos querido haber tenido en el Nocturno a la Srta. Pilar Gálvez!, sobre todo con la descripción que nos ofrece Kurt, ya más de uno hubiera intentado tirarla los tejos. Por algo D. Tomás Alvira no nos la envió. Las únicas féminas que pisaron nuestras aulas mientras estuve allí, fueron la Sra. Morales, la Srta. Prida, y... Petra, pero ésta en la cafetería. Desde luego lo más anti lujuria que cabe. Bueno, también teníamos las actrices colegas del Sr. Navarro, pero provocaban mucho respeto. Y las novias de algunos del teatro que las traían también para los papeles femeninos, pero las veíamos como a hermanas. Desde luego reconozco y para zanjar el tema,que el calificativo de pizpireta para aplicárselo a la Srta. Prida no ha sido el más acertado, pero si lo dí con el sentido literal que ofrece la 22ª edición del DRAE, "Dicho de una mujer: Viva, pronta y aguda", sin otra connotación, aunque para la siguiente edición complacerán a Kurt y le añadirán el alegre y coqueto.
EliminarVale, vale... ja, ja
EliminarEntrando en internet me he encontrado con más definiciones (Espasa Calpe, el País, etc.) que sí incorporan lo de "coqueta" (que debe venir del "cocotte" francés, o eso creo) y con las que me siento más hermanado o confortable. Vamos, que si yo fuese el jefe de la RAE la cambiaba pero ya, añadiendo no solamente coqueta, sino juvenil, con gracejo.
Por ejemplo, imaginaros que yo llamase "pizpireto" a cualquiera de nuestra promoción 64; cabría la posibilidad que lo primero que le viniese a la mente es soltarme un guantazo o sospechar que le estaba tirando los tejos o algo parecido...
Si es que ésos de la RAE no tienen gracejo...
Estupendo trabajo. Y además que buena memoria.... Te animo a seguir dándole vueltas a los recuerdos y a contarnos más cosas de esa otra parte del Ramiro que los del diurno sabíamos que existía, pero que no conocimos.
ResponderEliminarEn cuanto a lo del teatro, he visto en el programa de Maese Patelín, que allí aparece mi hermano Benito como "traspunte". Se ve que aún no estaba preparado para actuar. Yo lo recuerdo en un par de obras que se hicieron en el Salón de Actos, y que no has mencionado. Posiblemente fueran posteriores a las que tú recoges aquí. Son "El Médico a Palos" y el entremés de "Las Aceitunas".
Tu fuiste el causante del refrescamiento de mi memoria al descubrir la documentada semblanza del Sr. Navarro alojada en esta página. No logro recordar el montaje y representación de "El médico a palos" y "Las Aceitunas" en las que actuó tu hermano Benito. Posiblemente serían de la etapa anterior que realizaría en el Diurno. Sin embargo si parece vislumbrarse algún tenue recuerdo de la época de "Los Nocturnos" en que se acercaban algunos algunos alumnos ya mayores del Diurno a ensayos o representaciones y los trataba con especial deferencia, sin la sorna teatral que utilizaba, al menos en nuestra presencia, cuando se dirigía a los muchachitos de la mañana. Posiblemente entre aquellos, los mayores, estaría Benito. Recuerdo incluso una conversación que mantuvo con dos sobre temas de estudios de grabación, sonido y luces.
Eliminar¡Qué mal tengo la sesera...! Acabo de comprobar que lo de mi hermano no fue en Maese Patelín sino en el Auto de la Pasión.... Y eso que lo había leído un momento antes....
ResponderEliminarY si os habés fijado en el reparto, en esa obra (el Auto de a Pasión) actuaron bastantes compañeros de la Promoción 63....
ResponderEliminarSe lo he transmitido a Aito Gª Reneses, Nacho Niharra, Andrés Brehemer, Antonio Alcántara ( hijo de don Paco Alcántara, Secretario Gral del Ramiro), los cuales a su vez se lo han transmitido a todos los miembros de la promoción 63 que participaron y aún viven. Lamentablemente, algunos de los que participaron en El Auto Sacramental, de la 63, han fallecido.
EliminarD. Antonio fue el alma mater del Nocturno. Fue su director y el que desarrolló todo el proyecto.
ResponderEliminarAhora que estoy enfrascado en la recuperación de documentos en el Ramiro, ha caido en mis manos la memoria del Nocturno del 55.56, año de creación.
Es un documento que espero colgar pronto en la WEB del Ramiro, que indica con que detalle y cariño se preparó el Nocturno.
Resultaría muy interesante, al menos para mí, conocer el contenido del documento que has recuperado para saber más sobre la gestación del Ramiro Nocturno, así como los de los cursos sucesivos,si los lograras,que son los que corresponden a los años de mi permanencia en el Instituto. Estaré al tanto por si los cuelgas en la web del Centro.
ResponderEliminarEnhorabuena por esta aproximación a las actividades del Nocturno que yo desconocía, debí pasar sin pena ni gloria por allí durante los cursos del 63 al 65, recuerdo a la Srta. Prida y juraría que fue en Física y Química, y al profesor de literatura, que me inculcó el gusto por la lectura y po artes como la fotografía y el teatro, tres ejemplos que siempre recordaré: El conocimiento de la Editorial Austral, una exposición de fotografía la que asistimos con él en la sede de la Editora Nacional, ya desaparecida, en la Gran Vía madrileña,y una representación de Madre Coraje con Berta Riaza, Tina Sáinzen el Teatro de El Círculo madrileño. Finalicé el bachillerato Elemental con un viaje de fin de curso a Gerona y la Costa Brava. El Bachillerato Superior y el Preu los terminé en la filial del Ramiro en la calle Infanta Mercedes.Muchas gracias por haber refrescado mi memoria. Saludos
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