PÁGINAS

08 mayo 2016

SEMBLANZA DE DON ANTONIO

...por Álvaro Martínez Novillo




Si no supiéramos determinados detalles de su biografía, e intuyéramos otros más profundos de su personalidad, resultaría paradójico que una persona con un perfil académico tan universitario como don Antonio Magariños, decidiese consagrar su laboriosa vida a los alumnos de bachillerato, cuando él, apenas cumplidos los veintitrés años, ya había accedido a una plaza de profesor ayudante de don Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca.

No es un misterio que don Antonio había decidido consagrar su vida para evitar que se repitieran los terribles hechos que condicionaron la vida de los españoles de su generación. Estaba firmemente convencido que era en la enseñanza media donde mejor se podían educar los jóvenes espíritus en los valores humanos. Y no sólo a los jóvenes, porque no se puede entender su entrega total al instituto sin pensar en el nocturno pensado para trabajadores que buscaban en el estudio una vida mejor.

A punto de abandonar ya el Ramiro, Magariños nos explicó, con cierta viveza, a los de “letras”, cómo Virgilio retrataba sin falso heroísmo a quienes habían participado en el dilatado asedio de Troya: “Fracti belli fatisque repulsi tot iam labentibus annis” –“Cansados de la guerra y rechazados por los hados, después de transcurridos tantos años”-, porque  Antonio había conocido aquello que el poeta narraba.

Cuentan que Unamuno recordaba a sus alumnos que la palabra “disciplina” procedía de la latina “discipulina”, explicándoles que la disciplina no era algo que acabase en sí misma, sino que era un medio necesario para poder atender al maestro y así alcanzar el conocimiento que les brindaba. En este sentido debemos interpretar el continuado esfuerzo de Magariños en inculcarnos un sentido de responsabilidad.


Pero no fue sólo su figura la que nos influyó, sino también la de sus hijos, nuestros compañeros y amigos, cuyo recuerdo no consigue borrar el tiempo.

Don Antonio con su hijo Jesús en brazos

1 comentario:

  1. La personalidad de D. Antonio, la cual he estudiado en estas fechas, me parece compleja.

    Pensemos que primero fue al Seminario. ¿Vocación o imposición familiar?. No sabemos nada de sus antecedentes familiares. También desconocemos las razones que le llevaron a abandonar el Seminario.

    Lógicamente estudió Clásicas, por su formación de Seminarista. Supongo que a lo largo de la carrera pensó en dedicarse a la enseñanza y decidió que sería la enseñanza media donde más podría aportar. Saca la oposición a la Cátedra de Instituto a muy temprana edad. En aquellas fechas esta oposición era muy dura, exigía una gran preparación y proporcionaba un alto prestigio académico y social.

    Antes de la Guerra Civil hay que señalar que estaba en el Instituto-Escuela, institución que impulsaba una gran transformación social de la enseñanza y en la que participaban las mayores figuras académicas del momento.

    La Guerra Civil fue una época mala para él, como para muchos españoles. ¿Murieron en ella sus padres?. No lo sabemos.

    Después de la Guerra su vida se une al Ramiro. Casan dos hermanos con dos hermanas.

    Las fotos y nuestro recuerdo personal, nos muestran a una persona seria, más bien con semblante triste. Tuvo siete hijos, como era muy frecuente en aquella época.

    Su preocupación social, creo que ya le venía de la época del Seminario y la plasmó en el Nocturno y en sus diversas ayudas a los alumnos más necesitados y a otras personas a las que conocía y pasaban por dificultades económicas.

    El Estudiantes creo que para él fue una gran distracción y que completó su faceta de Educador.

    Yo al menos así lo veo en la distancia de estos 50 años.

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