PÁGINAS

07 mayo 2020

Las malas noticias





Las malas noticias
Por Manuel Limones

    A nadie le gusta transmitir noticias desagradables. Pero hay personas que por su profesión no tienen más remedio que comunicar algunas que no quisieran dar nunca.
    El médico actúa con un mismo objetivo y fin, curar al paciente. Es por ello que comunicar una mala noticia es desagradable para el médico porque va en contra de su razón de ser, pero la realidad es que el encargado de la salud tiene el deber de informar, tanto de las noticias buenas como de las  malas. Para ofrecer una buena información, tanto por imperativo legal como por reflexiones bioéticas, es muy importante trasmitirla correctamente en la forma y en el momento oportuno para no erosionar la confianza del paciente o familiar, ya que una deficiente o contradictoria información puede ser origen de recelos, incomprensiones, quejas o incluso demandas judiciales.
    Desde la perspectiva de muchos años de ejercicio profesional, no dejo de considerar que la información en la relación médico-paciente y familiares es una tarea harto compleja. Se puede estar al corriente de los avances de la medicina, de una técnica quirúrgica novedosa, pero la comunicación de malas noticias es frustrante para el facultativo y siempre resulta una tarea difícil, porque la labor de informar tiene unas connotaciones especiales sobre las que es preciso reflexionar. Se ha dicho que los factores que dificultan la información pueden provenir del ambiente sociocultural, del paciente o familiar cercano, o incluso del propio médico, pero en realidad el acto de comunicar malas noticias, me atrevo a decir, depende casi exclusivamente de una correcta relación interpersonal, en la que el facultativo se debe adaptar a cada caso. Nunca la información que se va a facilitar al paciente o familiar va a ser igual, aun informando de lo mismo, con mayor motivo si se trata de dar una mala noticia. Existen diferentes causas por las que el médico se puede encontrar en esta situación: resultados no esperados que no indican mal pronóstico, resultado con mal pronóstico, resultado inminente de desenlace fatal, comunicación al familiar de un desenlace fatal en un plazo muy próximo o confirmación de un fallecimiento. En cualquiera de estos casos, el ser capaz de mostrar empatía con la persona a la que se le informa es esencial para que fluyan las palabras de la manera más natural y menos traumática posible, con claridad y sin eufemismos, para que la información sea recibida con la mejor disposición y comprensión, esta última difícil de conseguir en muchos casos.  Las Facultades de Medicina no forman en estas habilidades, incluso con los modernos sistemas interactivos. Es algo que se adquiere después de años de actividad profesional, unos antes y otros más tarde…   
    Se me vienen a la memoria muchas situaciones dolorosas en las que la comunicación del fallecimiento de un ser querido fue realmente traumática y no solo para el familiar. Fueron en su mayoría casos inesperados: la comunicación de la pérdida de un hijo, el resultado nefasto de un accidente de tráfico… Son situaciones dolorosas que impactan al informador, no solo por la mala noticia en sí misma, sino por las preguntas que te hacen y no sabes responder.
    No estamos preparados para el sufrimiento, ni lo estamos tampoco para dar malas noticias, incluyendo a los médicos. No hay guías ni métodos infalibles para comunicar una muerte, ni siquiera en circunstancias excepcionales como en una pandemia. Nos queda mucho por aprender en este difícil encargo de transmitir una mala noticia.
    La empatía y la capacidad de sintonizar con los sentimientos o preocupaciones de la otra persona, siguen siendo la “regla de oro” en la trasmisión de malas noticias. Pero, aun teniendo empatía y formándonos cada vez mejor en la comunicación médica, ¡cuántas preguntas quedarán sin contestación! 
    Actualmente, ante los fallecimientos masivos por la infección del coronavirus, me pongo en el pellejo de mis colegas, no solo por la situación que están pasando  desde el punto de vista asistencial, sino a la hora de comunicar un fallecimiento. ¡Cuántas preguntas no tendrán respuestas! ¡A cuántas preguntas no sabremos cómo responder!

Manuel Limones Esteban
Médico jubilado

2 comentarios:

  1. Muy emotiva tu reflexión Manuel.
    NO se si entre las asignaturas de la carrera se incluye una que trate la comunicación y relación con el enfermo, pero sin duda es una materia tan difícil como la de la del conocimiento técnico de las distintas ramas de la medicina, y más aún si es en el momento en que se frustran tus esfuerzos para salvar la vida del paciente.

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  2. Si para cualquiera es complicado dar una noticia así, cuánto más para vosotros los profesionales que estáis en la primera línea, porque, al darla, no sabéis la reacción del interlocutor que, en ese momento de pérdida, de pronto, puede "echaros la culpa" puesto que habéis estado junto al fallecido, de manera que la frustración, supongo, tiene que resultaros muy, muy complicada de gestionar, porque, además, a veces, inmediatamente de esos momentos tremendos, debéis "aparcarlos" y continuar vuestro importantísimo quehacer con otros pacientes.

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