...POR NACHO NIHARRA
El caso es que los del “A” entrenaban con Paco Hernández en el gimnasio y se ponían como toros. Nosotros en cambio hacíamos estiramientos, calentamiento y César nos ponía a dar interminables vueltas al campo, intercaladas con sprints y con saltos “a tocar el aro”, que ni en sueños, y, tras unos cruces al campo a lo ancho con saltos a piernas juntas, eso era todo sin balón, porque el entrenamiento de verdad era con balón. mucho más divertido, a base de simular contraataque tras contraataque divididos en grupos de tres. Es decir, que si ellos se ponían como toros, nosotros como toreros que deben lidiar con toros, para lo que se necesitaba también una forma física extraordinaria que César también nos proporcionó.
Luego venía lo mejor: unas lecciones de táctica, en las que fuimos
recorriendo de nuevo, porque Fernando ya nos había enseñado bastante, las
posiciones de cada jugador en las diferentes defensas que habríamos de emplear:
en zona, defensa 2-3 y 1-3-1, las preferidas por César, y una muy especial que
emplearíamos cuando nos enfrentáramos a equipos con alguna figura estelar:
defensa 2-2 e individual sobre ese jugador. Yo creo que César ya tenía en mente
al Infantil A y todos sabíamos con qué jugador íbamos a emplearla. Pero la
ensayamos muchas veces en diferentes partidos.
No quiero aburriros con las tácticas. Baste decir que formábamos dos equipos, uno de ellos movía el balón con rapidez y el otro iba formando la situación de defensa adecuada según quién tenía el balón; un ejercicio agotador que dio sus frutos durante la temporada. También entrenábamos celadas. Por ejemplo, cuando el balón iba al pívot contrario, el nuestro gritaba ¡pivot! y los dos defensores más cercanos se volvían para arrebatarle el balón si tenía ese frecuente error de los pivots de bajar los brazos o incluso botarlo. En ese caso, el balón acababa en nuestras rápidas manos. Había otras aún mejores, como la de convertir nuestra zona en zona press cuando el balón llegaba a una esquina: dos jugadores sobre el incauto alero que se veía obligado a bombear el balón, robo y contraataque, el gran arma de siempre de los equipos de Estudiantes.
Lo que no teníamos previsto como norma es defender hombre a hombre y la razón era clara: gracias a la selección de Paco Hernández, se nos quedó un equipo con mucha calidad individual pero poca altura, y los Ibáñez y Sepúlveda que teníamos, que no eran muy altos, tampoco eran musculados y en cambio muy novatos, con lo que la mejor opción era la zona: conseguir que no penetrasen, que tiraran desde fuera y con dificultades, y César nos machacó a entrenar el rebote defensivo una y otra vez. Dio resultado y nuestros pivots llegaron a competir muy bien. Sin olvidar la capacidad extraordinaria de Aíto para ganar la posición y los espectaculares saltos de un “ramono” como Vicente, que por aquel entonces empezaba a estirar y acabó la temporada con 20 centímetros de crecimiento, algo extraordinario, seguramente para dejar de ser bolita.
A todo esto hay añadir que había dentro del equipo muchos jugadores que practicábamos aquello que decía Antonio Díaz Miguel de que el baloncesto es ese gran deporte que aparentemente se juega con manos y pies, pero que realmente se juega con la cabeza. Y eso hacía que dentro de la cancha tomáramos muchas decisiones imprevistas, en lo que era un maestro Aíto, al que César apodaba “el cerebrito”, como la de cambiar en cada defensa de zona 2-3 a 1-3-1 sin esperar a un tiempo muerto, lo que solía causar un gran desconcierto en los rivales. Los entrenadores que llevábamos dentro de nosotros iban aflorando.
Y empezó la temporada y, como os dije anteriormente, los partidos importantes los jugaríamos en lo que luego fue la Nevera. Pero la realidad fue, lógicamente, que lo haríamos solamente cuando el Estudiantes Liga jugaba fuera porque cuando jugaba en casa ese campo era uso exclusivo de los chicos que capitaneaba el base Jesús Codina con el número 7, herencia recibida de otro mítico base, Rafael Laborde, y que en nuestro equipo no hubo quién se lo pudiera disputar a Aíto, que siempre lo llevó, al menos en Estudiantes. Vicente llevaba el 5, y también le cogió cariño: si la memoria no me falla, también lo llevó en el Estudiantes y en el Real Madrid. Este equipo marcó nuestras vidas.
Hace unos días os conté el partido que, a poco de empezar la liga, ganamos al Ateneo, una gran sorpresa para todos, incluso para nosotros mismos que aún no medíamos nuestras posibilidades reales. Y es que ese Ateneo era extraordinario, con un base excepcional, Nacho Rodríguez, que era hermano de Javier que mirad si era bueno que le disputaba el liderazgo de juveniles al mismísimo Juan Antonio Martínez Arroyo, y un todoterreno llamado Homero, que era un portorriqueño mestizo con todas las características atléticas de la raza negra, aunque se le recuerde más por su desgraciado accidente de niño en el que cayó en un recipiente con sosa cáustica que le quemó gran parte de su cuerpo dejándole marcas indelebles. Era un jugador excelente, como os digo, pero no les valió de nada: vencimos a Ateneo y de golpe nos convertimos en candidatos al título, con permiso de los propios de Ateneo, de Ferroviarios, el recién estrenado Real Madrid y, cómo no, de nuestro Infantil A, del que seríamos seguidores si no fuéramos rivales encarnizados.
La liga de infantiles fue muy igualada. Podría contaros partido a partido, pues de todos los jugados contra nuestros rivales principales me acuerdo muy bien y de algunos otros, como el del Canoe en Pez Volador o el jugado en la infame cancha del Liceo Italiano enfrente de los Nuevos Ministerios; pero si me parara en ellos esta historia se haría interminable. Baste decir que fuimos ganando a nuestros rivales menores (Paloma, Standard, Caldeiro y Liceo Italiano), pasamos muchos apuros en la cancha del Safa y muchos más en el aplazado del Canoe, a los que ganamos tras una gran remontada por un solo punto, con un enorme partido de Antonio (26 puntos) y creo que mi mejor partido jugado en infantiles. (1)
Sin embargo, todo lo anterior no tenía la menor importancia de cara al título, ya que el “otro” equipo aún intermedio en aquellos inicios de su cantera de infantiles era el Real Madrid y los blancos nos vencieron en el Frontón Fiesta Alegre en un partido calamitoso por nuestra parte que, además, cosa increíble en César y en el equipo entero, no supimos leer. Es cierto que tenían gente muy alta y es cierto que tenían un jugador excelente hermano del sapo Sevillano, con un tiro espeluznante y unas características de juego, velocidad y bravura, muy parecidas a las de su hermano, el eterno compañero de Emiliano. Por su parecido físico, se ganó el apelativo de “el sapito”.
También es cierto que su cancha, un frontón de pelota vasca, era infumable: peligrosa como pocas, que no se te ocurriese ir a cortar un balón por el lado de la pared, porque la distancia entre la línea de fuera y la pared no tenía más de medio metro, con lo que tu cabeza peligraba, y mucho. Además era una cancha muy resbaladiza, hasta el punto de que, cuando jugamos en ella, César llevó un saco creo que de un serrín resinoso en el que chapoteábamos antes de saltar a la pista. Ellos se la conocían a la perfección y esa era una ventaja adicional. Pero no hay excusas. Perdimos porque jugamos fatal y no supimos parar al sapito que nos hizo un roto descomunal.
Estábamos desolados sabiendo que nuestras ilusiones de ser campeones se habían terminado, incluso aunque ganáramos al Infantil A, ya que, a falta de dos partidos, estábamos a uno de Estudiantes A y del Ateneo y ni siquiera en caso de triple empate seríamos ya campeones por la diferencia de puntos a favor y en contra. Y si ganábamos al “A”, les impediríamos ser campeones a ellos, salvo que Ateneo perdiera contra Ferroviarios, cosa harto improbable jugando ese partido en su infernal cancha de Suero de Quiñones 14.
Teníamos que tomar una complicada decisión……
(continuará con una última entrega)
(1) La lista de equipos no es segura al 100%. Puede que no estén
todos los que son ni sean todos los que están. Son mis recuerdos y creo en
ellos.
Te agradezco, Nacho, los 26 puntos del día de Pez Volador, pero solo metí 16. Y necesitamos prórroga aquel día. Carlos Silges tampoco estuvo mal aquel partido que jugamos de anochecida con iluminación que dejaba mucho que desear. Mi récord de puntos fue en el Colegio de la Paloma, muy cerca del lugar de la explosión de esta semana. Aquel colegio tenía un horrible campo con un horrible suelo dentro de un horrible patio. Aquel día metí 23 puntos, que si los actualizamos no sé qué saldría. No sé si os conté lo que voy a escribir ahora. Aquel colegio tenía que acudir al Ramiro para los exámenes finales de junio y septiembre. Aquellos exámenes de alumnos libres los organizaba mi padre desde el Ramiro. 40 000 alumnos, 7 asignaturas, 200 profesores... con el único ordenador de su espectacular cerebro. Bueno, pues al poco de aquel partido, un representante de aquel colegio fue a ver a mi padre porque querían ¡ficharme de entrenador! Por supuesto que dijimos que no sin ni siquiera llegar a hablar de dinero (esto es broma, claro 😊)
ResponderEliminarDonde escribí Pez Volador debí poner Palos de Moguer.
ResponderEliminarDebes reconocerme, querido Nacho, que no hay derecho a hacerle esto a tus compañeros de aquel equipo. Me tienes en vilo sin saber el resultado del partido y no se si habré de visitar al cardiólogo antes de tu entrega final y desenlace de esta narración. Niharra gran narrador...pero un poco cabroncete!!!! ⛹️♂️ ⛹️♂️ ⛹️♂️ 🙏 🙏 🙏
ResponderEliminarSuéltalo ya!!!
Eliminar🏀💔👨⚕️🩺
El asesino es el mayordomo...
EliminarNacho dice que queda un capítulo final pero yo creo que no.
EliminarPrimer tiempo...descanso...y segundo tiempo... por lo menos 3 capítulos. Y eso que en aquella época no existían los 4 cuartos...
Nacho, Antonio parece que hace un par de semanas que pasó todo aquello. Que placer revivirlo.
ResponderEliminarAh, ¿pero no han pasado dos semanas de aquello?...
EliminarQuerido Aito. Para los que tenéis la mochila cargada de partidos es complicado que recordéis lo que pasó “hace dos semanas”
El resto de los mortales nos acordamos de lo poco que hicimos. Qué remedio.