...POR ILDEFONSO ARENAS
Hace años, antes de que llegaran las autopistas, León era un lugar adorable. Quedaba tan a trasmano de todas partes que los turistas nos esquivaban, la industria no pasaba de anecdótica y las administraciones públicas eran la principal fuente de trabajo, gracias a lo cual vivíamos sin inmigrantes. Hoy las cosas han cambiado, pienso que a peor y no sólo por la crisis, aunque no a todos nos afecta por igual. A mí, muy poco. Mi trabajo me mantiene al margen, y al ser soltero la influencia que las tales cosas puedan ejercer en nuestros potenciales hijos me preocupa en el plano sociológico, no en el personal. Mi problema es que hace unos meses quise dejar de serlo. De ser soltero. Sin éxito. La otra parte ni siquiera llegó a despreciar la proposición apasionada que no tuve la valentía de formular. A eso se debe que tenga el alma destrozada. Intento disimular, pero a mis alumnas, que son muy listas, les doy pena. O risa. Soy profesor, habría debido decirlo antes. De Literatura. Me gusta serlo, aunque no es lo que me gustaría enseñar. Mi vocación es la Ética, pero en León se suprimió Filosofía pese a que la facultad nació, y aún la llamamos así, de Filosofía y Letras. Pude conseguir plaza en Valladolid, aunque preferí seguir aquí, en parte por lo cómodo de vivir con los míos, en parte porque salía con una chica de Veterinaria que al año sacó una Erasmus, se fue a Milán y jamás la volví a ver, y en parte por la ilusoria esperanza de que algún día se imparta de nuevo en León la sublime Filosofía, la reina indiscutible de las Humanidades.
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