Lugar de encuentro de los alumnos del 'Ramiro' que comenzaron el bachillerato elemental en 1957 (tras haber pasado o no por la Escuela Preparatoria), o el superior en 1961, o acabaron preuniversitario en 1964
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29 marzo 2021
EL MISTERIO DEL RAMIRO
... Por Manolo Rincón.
El cuento que os
propongo es fantástico, pero puede suceder algún día. Está relacionado con el
Ramiro y espero que os distraiga y os haga soñar. Leer en:
Los mundos oníricos me gustarían un poco más si hubiera en ellos un poquito de sexo. Como decía Huxley, el sexo y el humor son los lubrificantes de la literatura, tanto la de ficción como la otra. Sin unas cuantas gotas de alguno de los dos, o mejor si son de los dos, las historias suelen acabar por griparse. No digo con ello que la historia de Manolo se me halla gripado (es demasiado breve para griparse). Todo lo contrario, es interesante de seguir, aunque al final te deja una sensación pelín frustrante, la de haber peseguido un espectro. Y eso que no podía empezar mejor.
Querido Ildefonso. Esto lo hemos comentado muchas veces en nuestras charlas. Al contrario de lo que opinas y seguramente tienes razón, yo pienso que se pueden hacer cuentos con poco o ningún tema de sexo y que sean interesantes. Maestros del cuento como Borges, no utilizan para nada temas sexuales y sus cuentos son muy interesantes. Lo mismo que los cuentos de Artur C. Clark que carecen de detalles sexuales y hacen la delicia de millones de lectores. Te pondría más ejemplos. Yo no soy escritor profesional, un simple aficionado que solo pretende distraer. Por ello hasta procuro que mis cuentos estén fuera del blog para no molestar a quien no le interesen. Cada uno tiene su técnica y sus objetivos al escribir algo y siento que en ese punto nunca vamos a coincidir, y no por eso pienso que seas mal escritor si no todo lo contrario. Un abrazo.
Querido Manolo, en las historias de Clarke hay sexo a patadas. Sexo del suyo, claro (tirando a retorcido). Que recuerde ahora mismo, en 'Cita con Rama' describía con pelos y señales un acto amoroso (un polvo, para entendernos) en gravedad cero, tan exquisitamente bien detallado que despertó innumerables vocaciones de astronautas. En 'Songs of the distant Earth' (no recuerdo como tradujeron aquí el título) hay un episodio de rijosidad extrema en baja gravedad que termina con el héroe pasando a mejor vida, pero con un hard-on tan desmesurado que no hay forma de meterlo en el traje espacial, y aún menos en la cápsula. En 'El León de Comarre' había un sueño mas erótico que onírico (de esto no me acuerdo mucho; hará medio siglo que lo leí), y hasta en 2001 y 2010 hay unas gotas de sexo sutilmente deslizadas. En el caso de Clarke servirse del sexo era un recurso de gran sutileza, destinado a provocar una sonrisa, no a encender vituperables deseos protervos. En cuanto a Borges, confieso que nunca he leído nada suyo. He hojeado cosas en las tiendas, pero sin jamás pasar por caja. Me avergüenza mucho decirlo, ya que Borges es algo así como un Dios oficial de la literatura en español, pero las cosas que contaba siempre me supieron a coñazo insufrible, supongo que por falta de lubrificante literario espiritual. Una lástima. Supongo que se debe a una imperdonable carencia de sensibilidad por mi parte. Por desdicha, los informáticos somos así.
Hay maestros del cuento que se sirven del sexo, y del humor, como de cualquier otro recurso literario. Piensa en Frederik Forsyth, por poner un ejemplo. O Aldous Huxley, pese a que lo suyo no fuera el relato breve. Ya en mundo del castellano, pocos cuentos hay tan magistrales como los de Noel Clarasó, tristemente olvidado, y en ellos siempre deslizaba unas magistrales gotitas de sexo que no solo alegraban el texto, sino que animaban a leer más y más. Si quieres un ejemplo, te sugiero busques por ahí su 'Campeones de Golf', una colección de cuatro relatos cortos, o cuentos un poquito largos, que son una delicia desde la primera página a la última. Bueno, y ya se me olvidaba el rey de todos ellos, o de todos nosotros: Enrique Jardiel Poncela. Sus 'Aventuras Estúpidas' y su 'Cuando los bomberos aman', y sobre todo su 'Eloísa está debajo de un almendro', son piezas magistrales que no lo habrían sido de no meter en el cocktail unas gotitas de sexo sabiamente administradas.
Esa es la clase de sexo que más agradezco en la literatura. No digo que la vieja pornografía literaria no tenga su puntito de gracia, pero en los tiempos que corren lo explícito ya no mola mucho, porque a la hora de la explicitud no hay forma de resistir la competencia del Porn-Hub.
Con todo esto sólo pretendo explicar que sexo hay en todo y en todas partes, y que una sutil insinuación, incluso en el system descrition del TCP/IP, hace que todo se lea con mucha más suavidad y eficacia.
La carencia absoluta de sexo y humor en la literatura, incluso en la muy breve, produce un efecto similar al del Padre Gabino hablando del Paraíso y de la Vida Eterna, cuando conseguía que, quienes no nos dormíamos, nos apuntáramos al Infierno con la más enérgica determinación.
Y a todo esto, aún me falta por recordar el viejo grito de guerra de los estudiantes anarquistas cuando corrían delante de los grises o de los hostiarios de Falange, ese que la pandemia ha vuelto a poner de moda, al punto que no hay bacanal clandestina madrileña donde no se pronuncie a gritos: ¡¡¡A follar, que el mundo se acaba!!!
Debes tener razón, Alfonso. He leído con detalle la trilogía de Ken Follett, autor bien conocido y admirado con un enorme éxito de ventas, pues me sirvió para entender mejor el siglo XX y la influencia de sus guerras a través de una familia, con vistas a mi novela. Me llamó la atención que de vez en cuando se relamía con alguna que otra escena de sexo, incluso explícito, para aportar dramatismo, que no humor. Sospecho que detrás de eso también hay influencias editoriales... ¿verdad Alfonso?
Supongo que como Ildefonso nos ha dicho con insistencia, es para vender más, ya que los relatos aburridos no venden. Los Pilares de la Tierra que es un tocho respetable (que he sido incapaz de terminar), quizás no se puede leer si no se le mete pimienta picante entremedias. En la parte que yo leí no había nada de eso. Se ve que no pude llegar.
En modo alguno querría pontificar. Me limito a señalar un dato y a relatar mi experiencia. El dato es que, a nuestra edad, el que más y el que menos ha leído más de 50K libros (entre ficción y no-ficción). A todos, en mayor o menos medida, unos nos han resultado fáciles y agradables de leer, y otros hemos terminado por abandonarlos antes de la mitad. Las causas pueden ser infinitas. A mi estuvo cerca de pasarme con 'Un Mundo Feliz', el de Aldous Huxley. Llegó a mis manos a los 14 (lo saqué de la biblioteca de empleados de Galerías Preciados). Me lo recomendó la bibliotecaria, una señora mayor a la que quizá le conmovía que un 'niño de sección' (era nuestra denominación oficiosa) se llevara los libros de tres en tres. Lo acepté nada más saber que figuraba en el Índice de Libros Prohibidos por la Iglesia. Por entonces, aun sin tener las ideas claras, ya sabía que cualquier cosa prohibida o desaconsejada por los curas tenía que ser buena y saludable para la Humanidad, así que lo empecé esa misma noche. Hasta más o menos la mitad, la historia es cuasi filosófica (espero que la recordéis), y me costaba un gran esfuerzo no tirar el libro contra la pared, pero ahí llegué a la parte donde El Salvaje es tentado por la chica (no recuerdo cómo se llamaba el personaje), por el expeditivo procedimiento de quedarse frente a él tal y como la parió su madre. Ahí El Salvaje, que no tenía las ideas muy claras, no reacciona como un hombre normal, sino como uno que no quiere caer en una grave tentación, de modo que le grita ¡Impúdica ramera! (en el inglés original suena mucho mejor: Impudent Strumpet!!), y la echa de su caverna dándole, de paso, un buen azote en su rotundo aparato de sentarse. La escena me maravilló, intuyendo que de ningún modo habría yo hecho lo que hacía el gilipollas del Salvaje, pero lo importante fue que a partir de ahí la lectura se me hizo incomparablemente más fluida. No digo que agradable, fácil o ligera. Repito: fluida. Con el paso de los años comprendí qué pasaba: según explicó el propio Huxley en un artículo que le publicaron en Playboy (yo lo compraba por los artículos, como todo el mundo; las tías eran un complemento circunstancial), el sexo, junto con el humor, vienen a ser el aceite lubrificante de la literatura. Dicho de otro modo, si no hay unas gotitas de humor y de sexo, es difícil llegar al final de cualquier obra. Si no lo veis así pensad en la Biblia, que nada es menos sospechoso de pecaminoso: en sus páginas hay sexo a patadas, y alguna buena coña de vez en cuando. Quienes la escribieron sin duda sabían que sin eso muy pocos llegarían a las últimas páginas sin saltarse varios cientos por el camino.
En cuanto a la influencias editoriales que sospecha Kurt, en mi caso sólo puedo decir que jamás me han sugerido que ponga ni quite nada. Sí me han ordenado que reduzca el texto (sostienen, parece ser, que a todo manuscrito publicable que se precie le sobra entre un cuarto y un tercio de sus páginas). Tampoco me han dicho que con el sexo se venda más (salvo en cierta clase de colecciones, como en su día fue 'La Sonrisa Vertical'), ni tampoco menos. Lo que cuenta, a estas alturas así lo pienso, es la naturalidad con que surja, se plantee y se describa. Más a más, si viene mezclado con unas gotas de humor, todavía mejor, y es que tanto el sexo como el humor son los catalizadores indispensables de la buena literatura. Una obra privada de ambos, y por duro que sea decirlo, siempre acaba por ser un verdadero coñazo.
Muy bien, Manolo; la imaginación al poder. Junto con el humor, es lo que más nos distancia de los animales (he dicho animales, no alemanes). En eso discrepo ligeramente de Alfonso, pues como los animales carecen de imaginación, en algo se tienen que entretener (y si no que se lo pregunten a los bonobos); digo ligeramente, porque unas gotitas de pimienta siempre dan mejor sabor a un risotto, siempre que se mantenga el buen gusto y no se eche demasiada sal gruesa. Por hacer un poco de crítica y continuando con los sabores, ¡Siempre nos dejas con el amargo regusto de no terminar desvelando un poco más el final! Coincido en eso con Paco...
Algún compañero que no quiere poner aquí comentarios me ha llamado y me ha dado unos inmerecidos elogios que le agradezco y me ha pedido la continuación también. A estos relatos no les va ni con cola el sexo, para ser interesantes a los que les interesan. Reconozco que para alguien fuera de contexto es algo disparatado y aburrido que solo sería comestible con descripciones sexuales explícitas, que no es mi terreno.
Los mundos oníricos me gustarían un poco más si hubiera en ellos un poquito de sexo. Como decía Huxley, el sexo y el humor son los lubrificantes de la literatura, tanto la de ficción como la otra. Sin unas cuantas gotas de alguno de los dos, o mejor si son de los dos, las historias suelen acabar por griparse. No digo con ello que la historia de Manolo se me halla gripado (es demasiado breve para griparse). Todo lo contrario, es interesante de seguir, aunque al final te deja una sensación pelín frustrante, la de haber peseguido un espectro. Y eso que no podía empezar mejor.
ResponderEliminarQuerido Ildefonso. Esto lo hemos comentado muchas veces en nuestras charlas. Al contrario de lo que opinas y seguramente tienes razón, yo pienso que se pueden hacer cuentos con poco o ningún tema de sexo y que sean interesantes. Maestros del cuento como Borges, no utilizan para nada temas sexuales y sus cuentos son muy interesantes. Lo mismo que los cuentos de Artur C. Clark que carecen de detalles sexuales y hacen la delicia de millones de lectores. Te pondría más ejemplos. Yo no soy escritor profesional, un simple aficionado que solo pretende distraer. Por ello hasta procuro que mis cuentos estén fuera del blog para no molestar a quien no le interesen. Cada uno tiene su técnica y sus objetivos al escribir algo y siento que en ese punto nunca vamos a coincidir, y no por eso pienso que seas mal escritor si no todo lo contrario. Un abrazo.
EliminarQuerido Manolo, en las historias de Clarke hay sexo a patadas. Sexo del suyo, claro (tirando a retorcido). Que recuerde ahora mismo, en 'Cita con Rama' describía con pelos y señales un acto amoroso (un polvo, para entendernos) en gravedad cero, tan exquisitamente bien detallado que despertó innumerables vocaciones de astronautas. En 'Songs of the distant Earth' (no recuerdo como tradujeron aquí el título) hay un episodio de rijosidad extrema en baja gravedad que termina con el héroe pasando a mejor vida, pero con un hard-on tan desmesurado que no hay forma de meterlo en el traje espacial, y aún menos en la cápsula. En 'El León de Comarre' había un sueño mas erótico que onírico (de esto no me acuerdo mucho; hará medio siglo que lo leí), y hasta en 2001 y 2010 hay unas gotas de sexo sutilmente deslizadas. En el caso de Clarke servirse del sexo era un recurso de gran sutileza, destinado a provocar una sonrisa, no a encender vituperables deseos protervos. En cuanto a Borges, confieso que nunca he leído nada suyo. He hojeado cosas en las tiendas, pero sin jamás pasar por caja. Me avergüenza mucho decirlo, ya que Borges es algo así como un Dios oficial de la literatura en español, pero las cosas que contaba siempre me supieron a coñazo insufrible, supongo que por falta de lubrificante literario espiritual. Una lástima. Supongo que se debe a una imperdonable carencia de sensibilidad por mi parte. Por desdicha, los informáticos somos así.
EliminarHay maestros del cuento que se sirven del sexo, y del humor, como de cualquier otro recurso literario. Piensa en Frederik Forsyth, por poner un ejemplo. O Aldous Huxley, pese a que lo suyo no fuera el relato breve. Ya en mundo del castellano, pocos cuentos hay tan magistrales como los de Noel Clarasó, tristemente olvidado, y en ellos siempre deslizaba unas magistrales gotitas de sexo que no solo alegraban el texto, sino que animaban a leer más y más. Si quieres un ejemplo, te sugiero busques por ahí su 'Campeones de Golf', una colección de cuatro relatos cortos, o cuentos un poquito largos, que son una delicia desde la primera página a la última. Bueno, y ya se me olvidaba el rey de todos ellos, o de todos nosotros: Enrique Jardiel Poncela. Sus 'Aventuras Estúpidas' y su 'Cuando los bomberos aman', y sobre todo su 'Eloísa está debajo de un almendro', son piezas magistrales que no lo habrían sido de no meter en el cocktail unas gotitas de sexo sabiamente administradas.
Esa es la clase de sexo que más agradezco en la literatura. No digo que la vieja pornografía literaria no tenga su puntito de gracia, pero en los tiempos que corren lo explícito ya no mola mucho, porque a la hora de la explicitud no hay forma de resistir la competencia del Porn-Hub.
Con todo esto sólo pretendo explicar que sexo hay en todo y en todas partes, y que una sutil insinuación, incluso en el system descrition del TCP/IP, hace que todo se lea con mucha más suavidad y eficacia.
La carencia absoluta de sexo y humor en la literatura, incluso en la muy breve, produce un efecto similar al del Padre Gabino hablando del Paraíso y de la Vida Eterna, cuando conseguía que, quienes no nos dormíamos, nos apuntáramos al Infierno con la más enérgica determinación.
Y a todo esto, aún me falta por recordar el viejo grito de guerra de los estudiantes anarquistas cuando corrían delante de los grises o de los hostiarios de Falange, ese que la pandemia ha vuelto a poner de moda, al punto que no hay bacanal clandestina madrileña donde no se pronuncie a gritos: ¡¡¡A follar, que el mundo se acaba!!!
Debes tener razón, Alfonso. He leído con detalle la trilogía de Ken Follett, autor bien conocido y admirado con un enorme éxito de ventas, pues me sirvió para entender mejor el siglo XX y la influencia de sus guerras a través de una familia, con vistas a mi novela. Me llamó la atención que de vez en cuando se relamía con alguna que otra escena de sexo, incluso explícito, para aportar dramatismo, que no humor. Sospecho que detrás de eso también hay influencias editoriales... ¿verdad Alfonso?
EliminarSupongo que como Ildefonso nos ha dicho con insistencia, es para vender más, ya que los relatos aburridos no venden. Los Pilares de la Tierra que es un tocho respetable (que he sido incapaz de terminar), quizás no se puede leer si no se le mete pimienta picante entremedias. En la parte que yo leí no había nada de eso. Se ve que no pude llegar.
EliminarEn modo alguno querría pontificar. Me limito a señalar un dato y a relatar mi experiencia. El dato es que, a nuestra edad, el que más y el que menos ha leído más de 50K libros (entre ficción y no-ficción). A todos, en mayor o menos medida, unos nos han resultado fáciles y agradables de leer, y otros hemos terminado por abandonarlos antes de la mitad. Las causas pueden ser infinitas. A mi estuvo cerca de pasarme con 'Un Mundo Feliz', el de Aldous Huxley. Llegó a mis manos a los 14 (lo saqué de la biblioteca de empleados de Galerías Preciados). Me lo recomendó la bibliotecaria, una señora mayor a la que quizá le conmovía que un 'niño de sección' (era nuestra denominación oficiosa) se llevara los libros de tres en tres. Lo acepté nada más saber que figuraba en el Índice de Libros Prohibidos por la Iglesia. Por entonces, aun sin tener las ideas claras, ya sabía que cualquier cosa prohibida o desaconsejada por los curas tenía que ser buena y saludable para la Humanidad, así que lo empecé esa misma noche. Hasta más o menos la mitad, la historia es cuasi filosófica (espero que la recordéis), y me costaba un gran esfuerzo no tirar el libro contra la pared, pero ahí llegué a la parte donde El Salvaje es tentado por la chica (no recuerdo cómo se llamaba el personaje), por el expeditivo procedimiento de quedarse frente a él tal y como la parió su madre. Ahí El Salvaje, que no tenía las ideas muy claras, no reacciona como un hombre normal, sino como uno que no quiere caer en una grave tentación, de modo que le grita ¡Impúdica ramera! (en el inglés original suena mucho mejor: Impudent Strumpet!!), y la echa de su caverna dándole, de paso, un buen azote en su rotundo aparato de sentarse. La escena me maravilló, intuyendo que de ningún modo habría yo hecho lo que hacía el gilipollas del Salvaje, pero lo importante fue que a partir de ahí la lectura se me hizo incomparablemente más fluida. No digo que agradable, fácil o ligera. Repito: fluida. Con el paso de los años comprendí qué pasaba: según explicó el propio Huxley en un artículo que le publicaron en Playboy (yo lo compraba por los artículos, como todo el mundo; las tías eran un complemento circunstancial), el sexo, junto con el humor, vienen a ser el aceite lubrificante de la literatura. Dicho de otro modo, si no hay unas gotitas de humor y de sexo, es difícil llegar al final de cualquier obra. Si no lo veis así pensad en la Biblia, que nada es menos sospechoso de pecaminoso: en sus páginas hay sexo a patadas, y alguna buena coña de vez en cuando. Quienes la escribieron sin duda sabían que sin eso muy pocos llegarían a las últimas páginas sin saltarse varios cientos por el camino.
EliminarEn cuanto a la influencias editoriales que sospecha Kurt, en mi caso sólo puedo decir que jamás me han sugerido que ponga ni quite nada. Sí me han ordenado que reduzca el texto (sostienen, parece ser, que a todo manuscrito publicable que se precie le sobra entre un cuarto y un tercio de sus páginas). Tampoco me han dicho que con el sexo se venda más (salvo en cierta clase de colecciones, como en su día fue 'La Sonrisa Vertical'), ni tampoco menos. Lo que cuenta, a estas alturas así lo pienso, es la naturalidad con que surja, se plantee y se describa. Más a más, si viene mezclado con unas gotas de humor, todavía mejor, y es que tanto el sexo como el humor son los catalizadores indispensables de la buena literatura. Una obra privada de ambos, y por duro que sea decirlo, siempre acaba por ser un verdadero coñazo.
Interesante argumento, Manolo. Espero que tenga continuación. No lo dejes aquí, por favor.
ResponderEliminarGracias Paco por tu gratificante comentario.
EliminarManolo, lo mismo a tu amigo se le ha caído la Nevera encima...
ResponderEliminarJe je, muy ocurrente Alcántara
EliminarMuy bien, Manolo; la imaginación al poder. Junto con el humor, es lo que más nos distancia de los animales (he dicho animales, no alemanes). En eso discrepo ligeramente de Alfonso, pues como los animales carecen de imaginación, en algo se tienen que entretener (y si no que se lo pregunten a los bonobos); digo ligeramente, porque unas gotitas de pimienta siempre dan mejor sabor a un risotto, siempre que se mantenga el buen gusto y no se eche demasiada sal gruesa.
ResponderEliminarPor hacer un poco de crítica y continuando con los sabores, ¡Siempre nos dejas con el amargo regusto de no terminar desvelando un poco más el final! Coincido en eso con Paco...
Algún compañero que no quiere poner aquí comentarios me ha llamado y me ha dado unos inmerecidos elogios que le agradezco y me ha pedido la continuación también. A estos relatos no les va ni con cola el sexo, para ser interesantes a los que les interesan. Reconozco que para alguien fuera de contexto es algo disparatado y aburrido que solo sería comestible con descripciones sexuales explícitas, que no es mi terreno.
EliminarCierto es que el tocino tiene poco que ver con la velocidad, pero eso de que a estos relatos no les vaya el sexo "ni con cola", lo veo más difícil.
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