PÁGINAS

27 marzo 2021

MI ESPECIAL TEORÍA DEL TORO BRAVO Y ESO QUE LLAMAMOS TOREAR

 

...Por Antonio Alcántara

Entre un toro bravo y un perro hay muchas diferencias. Muchas pero no tantas como, en un principio, podemos creer. Los dos son animales irracionales, domesticados por el animal racional, el hombre. Uno herbívoro, el toro, mientras que el perro es carnívoro, mejor dicho, omnívoro. Feliz si pudiera comer lo mismo que sus amos. Si el toro hubiera sido carnívoro, la fiesta nacional no existiría y los toros estarían en los circos o no estarían. Inteligencia no tiene ninguno de los dos pero listeza, sí. Y, en listeza, el perro le da mil vueltas al toro. El perro es el animal más listo de la creación. Desde el primer momento supo de qué lado se tenía que poner. Y decidió convertirse en "EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE". Recordad la historia de Babe, el cerdito que quería ser perro pastor como única solución para sobrevivir. Si, ya sé que existe alguna cultura oriental que come perros, pero son las menos.

Los dos, toro y perro, tienen armas con las que defenderse, cuernos astifinos el toro y dentadura fuerte el perro. Y, aunque hay perros de gran tamaño, éste, el tamaño, es un hecho diferencial claro de ambos animales. 

Y, ahora, me vais a permitir que os presente a CURRO. Curro fue nuestro primer "hijo", de Montse y mío. Nos acabábamos de casar y eso de tener perro había sido uno de los grandes deseos de Montse. Cuando le decían sus padres que qué quería por su santo o por su cumpleaños ella respondía que un PERRO VIVO, pues harta estaba de los de peluche. 

CURRO era, antes de deciros la raza, RAMIREÑO. Nació en los primeros días de 1971 y lo hizo en una de las pequeñas cuevas que lindaban con el canalillo que estaba frente al Internado Hispano Marroquí en el Instituto Ramiro de Maeztu. Yo decía que era braco de raza, pero era algo mestizo. Su madre, a la que llegué a conocer, era bastante grifón. Curro era un perro guapo. De color marrón intenso y con corbata blanca que indicaba su mestizaje. Y bueno. Fue un buen amigo. Montse lo crió a biberón, que hervía previamente. Curro,de alguna manera, sirvió a Montse de entrenamiento para la que se le iba a venir encima. Montsita en el 72, Juan Antonio en el 74, Beatriz en el 76 y Pepe, el último, en el 79. Curro fue un ejemplo claro de las bondades de criar a los hijos en compañía de un perro. Cuando llegaba la hora de la merienda y los niños se sentaban en el suelo a ver dibujitos en la tele, él se sentaba junto a Juan y, apoyando su cuerpo en el del niño, se dejaba pasar el brazo de Juan por encima, como dos amiguetes. Y, además de los dibujitos, algo de merienda caía.

Y a lo que vamos.

Curro pasó largas temporadas en una casa que, por aquellos entonces, tenían los padres de Montse en la Moraleja. Allí pasábamos los veranos. El cuidado jardín de aquella casa era "su territorio", pero en cuanto veía la puerta de la parcela abierta, el puñetero perro se escapaba y volvía al cabo de las horas hecho una guarreria.

Y de lo que os voy a contar ahora tengo testigos. Que Luis Herraiz y Ángel Gómez Ganzo vinieron alguna vez a pasar la tarde con nosotros.

Curro tenía una pequeña alfombrilla de pelo largo en la que dormía, con la que jugaba y a la que, si era menester, se pasaba por la piedra. Alfombrilla para todo.

Y, con aquella alfombrilla, doblada por la mitad, para que cogiera dureza, en el césped cuidado del jardín de aquella casa, Curro y yo jugábamos a torear. Con la mano izquierda le adelantaba aquella especial muleta, Curro esperaba el cite y embestía persiguiendo su alfombrilla que daba gusto. Terminada la serie con el de pecho, Curro esperaba, jadeante, la siguiente. Estaba jugando conmigo a ver si me quitaba su cama, su juguete, su novia. Cuando conseguía pillarla montaba la de dios. "Te la quité"

Alguna vez que Luis o Ángel lo intentaron, Curro tardó un suspiro en engancharles la alfombra. Si hubiera sido un toro, cogida segura.

Y ahora, hablemos del toro bravo.

Tranquilo en su hábitat natural, la dehesa. Suele estar agrupado con sus compañeros, si hay que correr un poco se corre, si hay que comer, se come. Admite con naturalidad la presencia de otros animales como el caballo o el perro y la presencia del ser humano tampoco le incomoda. Como si creyera que el ser humano está ahí, a su servicio. Echa de menos a las chicas, cosa que comentan entre ellos con frecuencia. Se habla de un abuelo que, tras un viaje a un lugar desconocido, al regresar, lo rodearon de chavalas. Y no saben más.

Hasta que un toro bravo sale a la plaza por la puerta de toriles ha tenido que recorrer un camino no demasiado agradable para él. Ha visto como, sin venir a cuento, era separado del grupo grande en el que se encontraba a gusto. Ahora son sólo seis-siete-ocho. Y no todos sus mejores compis. Lo han metido en un sitio estrecho, incomodo, que, además, se mueve. Como si estuviera yendo a algún sitio. Pasado un tiempo, eso que se mueve se para, lo bajan y se ve con el resto en un sitio cerrado, que nada tiene que ver con el campo abierto del que le han sacado. El colorao le ha dicho no sé qué y, como están inquietos, a la primera que salta, se han medio pegado. Poca cosa. Y, de repente, le echan agua, bastante fuerte, por encima. Lo introducen, de nuevo en un lugar muy estrecho y oscuro y espera. Por lo menos eso no se mueve.

De pronto, suena una especie de música, se abre la puerta, le hacen salir, está oscuro y siente en su lomo que le han clavado algo. No duele demasiado pero se le empiezan a inflar los hocicos. Al fondo se ve luz y avanza hacia ella con una mezcla de curiosidad y temor. 

Si a Curro, cuando jugábamos a que no me quitara su alfombrilla, en un momento determinado,  le hubiese pinchado con un alfiler, un poquito solamente, me habría mirado con cara de ESTO NO ES, O me habría mordido, como aquel triste día que se rompió una pata. Yo colaboré algo. Resulta que Curro, cuando veía que cogía su correa, aunque siempre lo saqué suelto, o le pronunciaba la palabra CALLE, YA, pero YA, tenía que estar saliendo con él por la puerta. Su mecanismo de hacer pis se había puesto en marcha. Y ese día, cuando estábamos abriendo la puerta de casa, sonó el teléfono y lo cogí. Y me puse a hablar. Y Curro, a mi lado, saltando como un loco con cara de QUE ME ESTOY MEANDO. Lo toqué ligeramente, para apartarlo, cayó de mala manera, quejándose y al agacharme a ver que le pasaba me mordió la mano. Poco, pero me mordió. Era un NI SE TE OCURRA VOLVERME A TOCAR. Se había roto la pata izquierda. Qué fatalidad. El primer veterinario, el de las vacunas, intentó arreglar el destrozo metiendo un clavo largo en el hueso roto. Pero era una mala solución. "Es una fractura de pico de flauta. No va quedar más remedio que sacrificarlo" me decía el inútil. Curro acababa de cumplir su primer año y no estábamos dispuestos a perderlo sin lucha. Menos mal que algo hizo bien el de las vacunas. "Si hay alguien que pueda curarlo es Miguel Ruiz, en Avenida del Mediterráneo". Y el doctor Ruiz, gracias doctor Ruiz, que no sé si sigue o no, la clínica si existe aún, le puso una placa, lo escayoló y lo tuvo ingresado en su hospital canino más de un mes. Cuando nos lo devolvió, Curro caminaba con una ligera cojera en la pata operada, cojera que lo hacía más interesante.

Y el toro, con ese pinchacito molesto, sale a la zona de luz. Ruido, mucho ruido, y unos humanos, los conoce, ha estado con ellos, vestidos raramente eso sí, le agitan trapos a lo lejos. Y él acude a los trapos con intención de quitárselos de las manos... Está jugando, como Curro. Y le cuesta trabajo conseguirlo, pero cuando lo logra, cornea el trapo con saña. Por fin lo ha logrado. Y aparecen unos caballos. También los conoce, pero estos van, también, raramente tapados. Y con los trapos, que esta vez no consigue pillar, lo acercan al caballo, como si quisieran que lo embistiera. No tiene nada contra el caballo, pero lo embiste y al hacerlo siente que le clavan algo algo arriba que sí, le ha dolido más. Y empuja. Y cuanto más le duele, más empuja. Y le siguen enseñando trapos, siguen queriendo jugar y él sigue persiguiendo el trapo. Pero ya no van a parar de clavarle cosas. Y, aunque sigue queriendo jugar, cada vez se siente más cansado. Y no quiere jugar más, y descubre al que vestido raro le mueve el trapo y quiere alcanzarle con sus cuernos, pero no lo consigue. Acaba de sentir un pinchazo que ha llegado más dentro, mucho más dentro que los anteriores. Y se empieza a encontrar mal, muy mal. Y cae al suelo. Y ya no siente nada...

...y, de repente, despierta en una infinita dehesa, lleno de muchos, muchísimos toros, y nota que se siente a gusto, que no le duele nada, en la gloria...

...Y es que el cielo de los toros bravos EXISTE.

CURRO, nuestro querido CURRO, vivió trece años. Nos acompañó hasta 1984. Me lo imagino correteando por otro infinita pradera, rodeado de miles y miles de perros, es posible que jugando en compañía de HEIWA y WINNIE, las otras dos perritas que nos acompañaron, más tarde, en nuestra casa, con nuestros hijos... 

...Y es que el cielo de los perros buenos TAMBIÉN EXISTE.

24 comentarios:

  1. Hola Antonio. Gracias por tu ensayo semi filosófico. Respecto a Curro nada que objetar y maravilloso sacarle de una de aquellas cuevas del Canalillo. Respecto a los toros mucho. Soy antitaurino convencido y espero que algún día el espectáculo no sea la muerte violenta de un animal con riesgos importantes para el matador. Lo que voy a explicar es un poco duro, pero es la forma de entender (desde mi perspectiva), por qué los toros como son actualmente no deberían de permitirse.
    1. Un animal sano sale a la plaza. Los caballos que aludes llevan picadores que le claban una y otra vez sus rejones hasta que sangra abundantemente.
    2. Esto no es suficiente y le clavan esos pinchos llamados banderillas.
    3. Entra tras las suertes (donde se juega la vida) el toreador a matar. Si no acierta, pues descabello y más sangre. A esas alturas el toro se esta ahogando en su propia sangre, ante el público vociferante y los clarines.
    4. Tras todas estas atrocidades por fin el toreador matarife termina con el animal que ha sufrido lo indecible y si ha estado bien le corta las orejas.
    5. La prueba de su sufrimiento (del toro) es que su carne es durísima pues ha muerto bajo una fuerte tensión.
    Espero no te moleste, pero es la realidad. Y en esa idílica pradera que pintas en efecto el toro descansará pero se acordará de esos humanos que le torturaron ante el contento de una multitud que sacaba los pañuelos blancos que mencionas.
    Gracias y perdona la disquisición, con la que puedes no estar de acuerdo.

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    1. Amigo Manolo Rincón... y te llamo amigo no porque lo seamos pues no sé siquiera si nos hemos visto en persona, sino porque tenemos amigos comunes. Como Vicente, y alguno más.

      En el pasado escrito de Kurt sobre el Canalillo supusiste que yo era hijo del Sr. Alcántara. Y acertaste. Mi padre, fallecido en 2002, es Francisco Alcántara. El Sr. Alcántara de la Secretaría del Instituto y el que ejercía de CAPATAZ del paso de la Virgen en la procesión que se hacía al terminar el curso. Cómo disfrutaba mi padre en ese día. Hoy, domingo de Ramos, es un buen día para recordar a aquel gran semanasantero.

      Mi padre nació en Jerez de la Frontera. Mi madre en Medina Sidonia. Yo nací en Jerez también. Tanto Jerez como Medina son territorios de ganaderías de bravo. Mis padres eran taurinos, con ese origen es normal. Mi madre era, incluso, “entendida”. Y yo fui educado en una casa de taurinos. Y soy taurino. Pero mis padres nunca me llevaron a ver una corrida de toros y en toda mi vida habré ido a los toros una docena de veces, como mucho. Y una de las veces tuve la gran fortuna de presenciar cómo se indultaba a un toro bravo. Fue el 11 de septiembre de 1965 en la Corrida-Concurso de ganaderías, en Jerez. El toro se llamaba Cubanosito.

      Cuando escribí, hace no mucho, lo que ha publicado Vicente en vuestro Blog nunca pretendí crear controversia TOROS SI TOROS NO. Solo pretendía recordar a aquel perro que encontré en el Ramiro hace ya 50 años, contar cómo embestía como simple juego y que yo creo que el toro bravo también pretende jugar cuando embiste a los capotes y a la muleta. Una teoría. Nada más.

      Y he pretendido asumir la tragedia del toro bravo desde que está en la dehesa tranquilo hasta que acaba su vida en la plaza de toros poniéndome en su pellejo, desde la misma arena, el albero, compadeciendo (padeciendo con) al toro, con el máximo de los respetos hacia uno de los animales más bellos de la creación.
      Si te fijas, Manolo, ambos decimos prácticamente lo mismo pero a ti, estoy seguro que a propósito, te ha quedado como más gore. Como si estuvieras sentado en el tendido bajo del 9 de Las Ventas.

      Ah, y yo no he escrito nada de pañuelos blancos.

      Manolo, tenemos que quedar y hablar de esto con más profundidad.

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    2. No nos conocemos, pero a tu padre le recuerdo perfectamente. Tu fuiste Profesor del Ramiro y en la documentación puedes ver tu reseña dentro de Profesores IV.

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    3. Entendía que los "trapos" eran los pañuelos. Perdona la confusión. Creo que para pedir una oreja se saca un pañuelo, pero igual no es así, pues nunca he ido a una corrida y puedo estar confundido. Cuando quieras hablar del Ramiro estoy a tu disposición los días que vamos a trabajar al Instituto. También te encontrarás con Rosa María Muro que fue compañera tuya. Un saludo. Manolo

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  2. El público aficionado a las corridas de toros, tanto el de hoy como el de hace tres siglos, decía ir por cuestiones estéticas, por disfrutar de la música, el colorido, el arte y todas esas cosas, pero es dudoso que fueran ésas sus razones. Las de verdad, que no podían confesar por ser inconfesables, era que les atraía la inminencia de la catástrofe, una buena cogida que desparramara por el albero las tripas de algún matador, aunque a falta de tal cosa daban por buenas las de los caballos de los picadores, que hasta poco después de la guerra civil no estaban acorazados. Lo que más valoraban, sin embargo, eran las cogidas espectaculares, aparatosas, grandiosas, como esa de Cagancho (mis disculpas si me confundo de torero; es que a estas horas no tengo la memoria para ruidos) en la plaza de Madrid, cuando un toro le clavó el cuerno en un ojo y lo ensartó contra un burladero. El torrente de sangre cayendo por la cara del héroe, su despatarre generl por la mala postura en que le dejó el noble animal, y el crujido de la madera del burladero, al ser perforado por el cuerno justiciero, provocó en apariencia el horror del repetable, aunque también un oculto sentimiento de 'hoy si que ha mercido la pena ir a los toros'.
    A los toros se va para ver sangre, vísceras y muerte, y eso está muy bien, porque servía como calentamiento para las cinco guerras civiles que hemos disfrutado de 1808 para acá (por cierto, que parece que a la sexta no le falta mucho, cuando menos si escuchamos a no pocos grandes aficionados a la tauromaquia). Por la música no creo que vaya nadie, porque los pasodobles charangosos son la primera de las torturas que se inflingen a los toros, y el colorido aún menos, porque sólo es reseñable el de un puñado de indeseables disfrazados de drag queens que no puede ser más horroroso. Sin embargo, y aún así, la Fiesta ha sobrevivido hasta nuestros días, en los últimos tiempos gracias al turismo, y es que verdaderos aficionados, obligadamente muy mayores (los mismos que aún van a misa los domingos), ya van quedando muy pocos. Es una pena, porque aceptando la Fiesta como lo que de veras es, una orgía de crueldad, y sin avergonzarnos de ir a contemplarla, se le podrían sacar muchos años de vigencia. Tal cosa, por desdicha, es imposible, ya que la práctica de afeitar los toros, de que cada vez pesen menos y sean más jóvenes, y de postre la penicilina, han terminado de cargarse la Fiesta. Desde cuando perecieron Paquirri y el Yiyo no hemos disfrutado de una buena cornada con muerte en la plaza, que son las mejores (bueno, a Paquirri lo mató, en realidad, una ambulancia que no corría mucho; la del Yiyo sí que fue una cornada como Dios manda, de asta que parte en dos el corazón del torero en medio de una gran hemorragia, como exige la gloria de la Fiesta), lo cual es tristísimo. Revela que, como tantas y tantas virtudes del acerbo nacional, la civilización y la cultura van a terminar llevándose por delante nuestras esencias más sagradas: torturar a los más débiles, asesinarlos sin compasión y aplaudir a los malhechores, los cuales, por si todo eso fuera poco, siempre acaban por tirarse a las folklóricas más mollares (de extrema derecha casi todas, ojo al dato). Bueno, salvo los muy numerosos que aún no se han encontado la virilidad necesaria para salir del armario.
    Jamás en mi vida he visto una corrida de toros, ni en la plaza ni en la tele (bueno, una vez, en un telediario, ví el celebérrimo y celebradísimo 'salto de la rana', uno que daba un torero analfabeto y por tanto millonario, y al que determinada clase de mujeres se lo rifaban, ellas sabrían por qué). Lo poco que sé del asunto es gracias a lo que he leído, que no es poco. Un vicio, el de leer y mucho me lo temo, en absoluto taurino.

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    1. Creo que hemos redactado nuestros comentarios al mismo tiempo y por eso prefiero contestarte aparte. Me temo que eso de la sangre es una faceta morbosa del comportamiento humano y que no tiene que ver directamente con las corridas de toros ni con el sufrimiento. El comportamiento que describes es el mismo que sucede ante un accidente de coche, un fuego, un tiroteo; ¿por qué se forma un atasco de coches en el caso de un accidente asomando las caritas por las ventanillas con gesto expectante?? Pues por ese deseo morboso de ver si ha habido heridos, si se ve un cráneo machacado o se le han salido las tripas. ¿Es que somos sanguinarios? Habrá que preguntárselo a un psicólogo.

      En cuanto a las corridas, a lo mejor (mejor dicho, a lo peor) hay espectadores que van con el ansia de ver si pasa algo, pues eso les debe de despertar hasta la líbido. Yo "quiero creer" que los espectadores de corridas van por ver un espectáculo taurino como un arte, el llamado "arte de Cúchares". Quizás el problema sea que ante la vista de la sangre, da igual que sea la del toro o la del torero, se origina esa extraña emoción morbosa, que debiera ser capaz de explicar un especialista del comportamiento humano.

      Como digo más abajo, es hora de modificar las corridas de toros, más por el inocente toro, por mucho que sea bravo, que por el torero.

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  3. Nuestro toro de lidia por naturaleza es bravo, aunque este comportamiento se ha incentivado a lo largo de bastantes siglos en nuestra “piel de toro” por los ganaderos de reses bravas, que de esto saben mucho al cabo de tanto tiempo. Sin embargo, se ha visto que el enfurecimiento, la acometividad e incluso la bravura, si bien es algo innato en el toro de lidia, puede ser incentivada artificialmente extirpando parcialmente el neocórtex cerebral, con tal de dejar intactos el arqui y el mesocórtex. Se ha comprobado en perros y hasta en el hombre, conformando un aspecto de su carácter. Todos sabemos que hay perros más o menos agresivos y esto puede modularse tanto por educación como quirúrgicamente. La diferencia está en el objetivo: salvo excepciones muy determinadas, la agresividad de perros es algo a evitar, mientras que en el toro de lidia es a incentivar. Y en el caso del hombre, sería un tema interesante de debate: ¿es lícito operar a un asesino para que nunca más fuera a actuar como tal si se le dejase en libertad? Sería algo similar a la castración de violadores.
    En cuanto al sufrimiento, los animales en general no sufren como lo hacemos nosotros, pues carecen de imaginación, y menos aún los toros de lidia. Si se les hace daño, estos animales lo que hacen entonces es enrabietarse y luchar con más determinación y furia que antes. Es su “casta” y su “bravura”. Tenemos la manía los humanos de calibrar los sentimientos de otros a través de los nuestros, cosa que se aproxima más en el caso de animales domésticos, que ya comparten su vida con nosotros. Con esto no pretendo ni de lejos justificar el daño a animales, sino aclarar que no sufren igual, en particular el toro de lidia. Mi experiencia es con un gatito que tuvimos, tan manso que no arañaba ni aun cuando le teníamos que hacer daño al curarle unas heridas con betadine; sólo con distinguir el frasco, ya salía corriendo. Ni siquiera sujetándole sacaba las uñas; desde luego, no era un “gato de lidia”…
    Y luego están los espectadores, los denominados “pro-taurinos”. ¿Serán todos seres sanguinarios sedientos de sangre? Pues no; creo que la inmensa mayoría la rechazan y entienden que la corrida es un arte. ¿Qué pasa entonces? Pues que hay que modificar de una vez las propias corridas y hoy en día hay medios para atenuar químicamente la fuerza del toro y permitir un espectáculo emocionante entre el toro y el torero, y sin sangre. Igualmente, aunque la muerte del toro es considerada como un “triunfo”, no es algo que sea deseado “per se”. Es posible que convenga educar también en este sentido al espectador. ¿Ciencia-ficción? ¿Vanas ilusiones? No lo sé, pero imposible no es y se ha demostrado en Portugal. Yo no soy “antitaurino visceral”, sino que pretendo ser “protaurino evolucionista”. Si lo intentáramos, quizás lo consigamos.
    Si a alguien le interesa, en este mismo blog he publicado un cuento que he titulado “El torito resabiao”, en el que trato de describir los sentimientos de un toro bravo contados por él mismo, moraleja incluida.

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    1. Creo que el espectáculo taurino, muy mal llamado Fiesta Nacional, estaba destinado a distraer a las masas antes de que existiesen el futbol y la TV. Como se decía Pan y Toros, que es lo que el pueblo necesitaba. Por eso hasta el más pequeño pueblo tenía su plaza. Hoy ya no es necesaria la Fiesta y se va abandonando, salvo en los lugares que produce mucho dinero como San Fermines, semanas grandes vascas y pocos sitios más. A la juventud de hoy no les llama la atención ni el morbo de la muerte ni los clarines y las charangas de pandereta. Creo que el Emérito era un gran aficionado. Pero es un espectáculo decadente y condenado a desaparece. Al menos es mi opinión. Interesantes todos los puntos de vista y opiniones.

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    2. Todas las opiniones son respetables, pero en un debate es interesante tratar de acercar las divergencias. Lo de "pan y toros" se podría extender a "pan, fútbol y toros", siempre útil (sobre todo en cierta época) para que los ciudadanos no tuvieran tiempo de pensar en otros asuntillos más peligrosos, como la política...

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  4. Se me ha pasado felicitar a Antonio por su excelente y original artículo de toros y perros. Y el final del Nirvana para perros y toros, enternecedor.

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  5. Creo que hablais mucho perdiendo la esencia de la fiesta.El roro de lidia se cria para eso,para la lidia y lleva, alrededor de ello,toda suerte de puestos de trabajo,de los que comen infinidad de familias.Alguien dice que ya no se necesitan los festejos,no creo que haya pueblo peninsular,que ni tenga un festejo taurino o. similar.
    Al que no le guste que no lo vea pero,por favor,dejemosnos de prohibiciones.

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    1. Un espectáculo en que al menos mueren 6 animales, puede haber heridos e incluso muertos en su realización, con todos mis respetos querido amigo es una auténtica salvajada, impropia de una sociedad del siglo XXI. Es algo que viene del pasado y que creo (y espero) va descendiendo en interés popular. Creo que hay un partido animalista. No le conozco pero me parece que tiene un proyecto para terminar con la lidia. Perdóname por opinar tan diferente a ti.

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    2. Yo no sería partidario de prohibir 'los toros'. Pienso si alguien disfruta contemplando cómo se tortura y luego se asesina un bicho inocente, pues que lo haga. Y si son tantos como para que constituya un medio de ganarse la vida para una cierta cantidad de seres específicos, pues que sigan con ello. Lo que sí agradecería sería que a 'eso' se le dejara de llamar 'fiesta nacional'. Con ese apelativo se hace pensar al guiri despistado y simplón que todos los españoles somos torturadores de animales, y que nos parece bien se nos señale com amantes y practicantes de una crueldad bestial y detestable, cosa profundamente injusta, porque la mayoría seríamos incapaces de pisar una hormiga de un modo consciente.

      En mi vida profesional pocas cosas me han ofendido tanto como, al ser el centro de la celebración báquica de algo de una cierta importancia, en un evento internacional, se me haya gritado '¡togego, togego!', entre alaridos entusiastas y con marcado acento guirisajón. Lo encontraba tan injusto como tachar de pederastas a todos los sacerdotes, sólo porque unos pocos miles lo sean, o lo hayan sido a lo largo de la historia. Un concepto, el de la pederastia, que se aproxima no poco al de la tauromaquia, si lo pensáis. Después de todo se trata de lo mismo: aprovecharse de la superioridad puntual sobre alguien inferior y sometido por la fuerza, sea ésta del tipo que sea. No obstante, es preciso convenir que los pederastas, a diferencia de los toreros, ni suelen vestir de un modo que hace daño a los ojos, ni cobran la entrada, ni acaban asesinando al monaguillo. Son, en suma, unos cuantos puntos a su favor. De ahí que a muchos les sorprenda que la pederastia esté prohibida y la tauromaquia no. Es una inconsecuencia, porque después de todo no es que se lleven poco, es que vienen a ser lo mismo.

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  6. Hecho notable: El 5 de mayo de 1921 se celebraba en Madrid una corrida con toros de Concha y Sierra y los tres toreros, Joseito de Málaga, Celita y Fortuna, acabaron en la enfermería. Con el cuarto en el ruedo varios toreros asistentes como espectadores se ofrecieron a matar a los toros que quedaban. El presidente autorizó a Juan Cecilio Villanueva "Punteret" a que lidiara y matara el cuarto, tras lo cual suspendió la corrida.

    Me temo que analizamos el entuerto desde una visión parcial. La del animal.
    Seguro que si toreáramos a los sacerdotes pederastas nadie movería su pluma en su favor.
    Cosas veredes.

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  7. No estaría yo tan seguro de eso. Piensa, si no, en dos de los últimos escándalos de las letras francesas, donde dos de los grandes eximios del país han sido acusados de pederastas por sus víctimas o sus allegados (una mujer que tenía 13 años cuando fue abusada por un venerado amigo de sus padres -se la tiró, para entendernos- y la hermana de uno que tenía 12 cuando fue sodomizado por su padrastro, a la sazón toda una gloria de las letras, con el pleno conocimiento de la madre), dando lugar a una fuerte polémica donde no escasean los defensores de ambas glorias de las letras galas, las cuales se han limitado a callarse como putas. Piensa, también, en el caso del obispado de Boston, ese que fue 'trending topic' mundial gracias a la estupenda película 'Spotlight', donde la pederastia, más que un acto no elogiable de un sacerdote aislado, era toda una industria, con multitud de actores protegidos por el Obispado, el cual, al final, tuvo que apoquinar una pastizara descomunal.

    Por cierto, ese Juan Cecilio Villanueva 'Punteret', ¿tenía que ver con tu segundo apellido?

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    1. Era mi abuelo materno y también lo hizo en la monumental de Mexico en un quinto toro, que despachó de paisano porque los tres titulares de la lidia habían sido prendidos por los toros y ese quinto campaba a sus anchas por el ruedo.

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    2. Hola, Vicente: creo recordar que esto ya nos lo has contado en alguna ocasión, pero no recuerdo el título y no lo encuentro. Pasa el acceso, por favor.
      Como he tenido algún problema con el buscador, no he mencionado mi "Crónica de la muerte de un torero" que hay que buscarlo entrando en "Interés Actualidad", y en donde también hemos tratado estos temas taurinos. Con respecto a mi otro artículo, está en "https://interesactualidad.blogspot.com/2018/12/el-torito-resabiao.html" en este mismo blog.
      Perdón por el tostón, pero conviene no repetir cosas que ya están comentadas en el blog y que a alguien le pudieran interesar.

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  8. 'El Quinto Toro'. Un nombre de lo más entrañable, dolorosamente evocador. Me hace recordar un local, en la calle de la Aduana, en Madrid, donde si tenías buen ojo podías ver a los gonococos dando brincos por la barra. Era un lugar frecuentado por los pecadores vespertinos, y también por los aspirantes a tal empleo, en los primeros sesentas, cuando al salir de trabajar, a las ocho de la tarde, algunos aprendices de hombre -siempre íbamos en pandilla; nos daba mucho miedo ir solos, porque la fama del local auguraba que si te tomabas una caña sin limpiar con un papel el borde del vaso, igual te pegaban unas purgaciones, un chancro, un herpes o un sifilazo- nos acercábamos a los templos de la depravación, la fornicación y la prostitución a ver de cerca como era El Mal, y cómo eran los súcubos -unas deliciosas putas ubérrimas, provincianas, la mar de guarras y en absoluto estilizadas- que nos arrastrarían a la perdición a poco que no lleváramos condón. Ay, mis tristes catorce añitos, que pels carrers s'han perdut. Seguro que en el JARA club, tan aséptico como un quirófano, no había nada de todo eso.

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  9. Mira por dónde, me atrae Vicente de nuevo al blog anunciando un escrito de mi compañero Antonio Alcántara, me lo leo con interés y cuando esperaba aplausos o, al menos, comentarios elogiosos, pues en mi modesta opinión se trata de unas interesantes y tiernas memorias muy bien contadas que, a mí al menos me aportan más de un valor de los que está sociedad está perdiendo a raudales a diario, me encuentro en cambio con un cambio de tercio, nunca mejor dicho, hacia una diatriba que el autor, creo yo, estaba muy lejos de pretender.
    No soy quién para detener los pensamientos únicos y dogmáticos, allá cada cual. Simplemente digo que el escrito de Antonio dignifica este blog y lo hacen mucho más atractivo y que espero para bien de los asiduos que no se desanime y vuelva pronto a compartir sus vivencias. ¡Enhorabuena, Antonio!

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  10. Me parece que a la vista de los comentarios que ha generado con tanta rapidez esta enternecedora historia de Antonio, éste se estará haciendo cruces. Quizás se deba al título, más relacionado con los toros, que ha generado su escrito. Yo mismo me di cuenta después de tirarme al charco por el cariz que tomaba el tema con debates interesantes de corte pro y antitaurino, habiéndome olvidado de la propia historia, que me había gustado mucho, tanto por su redacción como por su enfoque, como he mencionado arriba. Ahora bien, también soy de los que piensa que si un escrito genera polémica y no provoca que alguien se tire a la garganta del otro, es absolutamente enriquecedor y el propio blog es un vehículo apropiado para hacerlo.
    Me pregunto yo que si los toros, si en lugar de haber tenido cuernos hubieran tenido dientes, a lo mejor se tiraban al cuello de los toreros en lugar de embestirlos. Pero no es así. En cuanto a los perros y a los gatos, aunque éstos son un poco más tontorrones, nos ofrecen "gratis" su cariño. A nadie se le ocurre tampoco que pudieran existir perros o gatos de lidia y nos estremece saber que en algún lejano país se los coman.
    Sin embargo, también es verdad que si la bravura de un toro es innata, además de convertirla en un objetivo, también hay perros que muerden y gatos que arañan. Son animales, y si queremos que sean nuestros animales de compañía, debemos hacer un esfuerzo para educarlos. A mi hijo en cierta ocasión le mordió un perro que salió de una casa sin la menor provocación; esto generó dos consecuencias: follón con los dueños del perro y terminar teniendo un gato en lugar de un perro, perdiéndonos esta clase de compañía. En cuanto al gato, será más tontorrón, pero el nuestro nos eligió él a nosotros en lugar de nosotros a él. Creo recordar que ese momento quedó "inmortalizado" en una cena-barbacoa que compartimos Manolo e Ildefonso en mi casa; el gatito blanco con las orejitas negras nos lo quedamos a partir de aquél día varios años y nos proporcionó bastantes momentos entrañables, en especial por su cariñoso carácter. Un día desapareció misteriosamente; estaba acostumbrado a que le dejásemos solo varios días (le hice una casita en el jardín y le dejábamos comida y agua) y siempre volvía a nuestro regreso. Hasta que un día no lo hizo; un vecino comentó que había visto un gato atropellado y tuvimos que asumirlo.
    Volviendo a los toros, es obvio que no es un animal de compañía, es un toro bravo, y lo curioso es que cuanto mayor sea su bravura, acometividad y hasta ferocidad, más le alabamos. Al revés que con los perros, por supuesto. Estos rasgos pueden ser graduados sin embargo por educación y por la ciencia; todos sabemos que hay perros usados como guardianes, que se tiran al cuello del primero que intuyen esté amenazando a sus dueños. En mi cuento he supuesto lo que podría suceder si alguien tuviera la oportunidad de tener un toro bravo como animal de compañía; es un cuento, claro, aunque se han dado casos de adoptar un oso o un tigre como mascota. No es muy habitual, naturalmente.
    Antonio: ¿Cómo sería el Cielo de los toritos bravos? ¿Lo compartirían con los toreros? ¿Sería el mismo que el de los perros y gatos?

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  11. A mí los perros también me gustan mucho. He tenido tres en mi vida. El último, cuando murió mi primera mujer, se dejó ir tras ella (no era muy mayor; sólo sucedía que para él era su mamá), de modo a los quince días ya no tenía perro. No he tenido ninguno más, desde entonces. A menudo echo de menos la dulce sensación de que se hace de día, el perro empuja la puerta con el hocico, se sube a tu cama y se te come a besos hasta que despiertas, venciendo como puedes el insuperable deseo de estrellarlo contra la pared. Me gustan tanto que hace ocho años publiqué, en este mismo blog, un artículo que podéis leer aquí, si queréis: https://ramiro53-64.blogspot.com/search?q=Puli. Como verás, Antonio, tu artículo no es el primero sobre perros y niños que se ha publicado aquí. Ahora, sí es el primero en mezclar perros con toros bravos, y sobre estos últimos, diría yo, no existe la misma unidad de criterios que sobre los perros. Algunos, que intuyo somos mayoría, los consideramos simples hervíboros tirando a suculentos que nos zampamos a la que podemos, y que rara vcez pensamos que con sus pellejos nos calzamos, nos hacemos cazadoras macarras, tapizamos nuestros sofás y los asientos de nuestros coches -aquellos que vivan en el maravillos mundo de la gama alta-. Lo que la mayoría no nos planteamos es la conveniencia de cargárnoslos de un modo que, cuando menos, a mucha gente le parece repugnante. Sin pretender entrar en polémicas redundantes, porque de eso hace siglos que se habla largo y tendido, no es malo reflexionar sobre unos cuantos hechos: (1), que en este blog no hay censura, y en consecuencia cada cual es libre de decir lo que le dé la gana, siempre y cuando no insulte, no grite y no manche mucho, (2) que la sensibilidad general hacia lo taurino y la tauromaquia no es precisamente distendida, de modo que los puntos de vista un tanto apasionados no tienen nada de infrecuentes y (3), que a nuestras edades no conviene mucho que nos enfademos y nos cabreemos; es mucho más saludable actuar siempre a partir del más importante de todos los sentidos: el del humor. Es posible que no abunde mucho, pero al menos los del 64 nos las venimos componiendo, y dentro de nada cumpliremos nueve años de hacerlo, de un modo tal que, ante todo, el humor prevalezca sobre todo lo demás. Incluso el más negro.

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  12. Te tomo la idea. Voy a escribir algo en lo que prive el humor con un poquito de pimienta y menos sangre...

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