N. de la R.: Álvaro Blanco es el autor de un anterior artículo titulado DEL RAMIRO, DE LA NEVERA, DE ESTUDIANTES
…POR VICENTE PAVÍA UTRILLA
Me gustó y define la filosofía, lo de formar personas, por medio del baloncesto. Naturalmente, Estudiantes, en las categorías inferiores, siempre lo cuidó. Recuerdo, cuando me encargué del mini-basket (tuve el privilegio de ser el primer entrenador de Paco Garrido) que se pedía el diario de notas antes de los partidos y los que las tenían negativas, no jugaban o jugaban lo imprescindible. Siendo niño, el baloncesto es un deporte, no es una competición y nunca un posible medio de vida. Miguel Angel, jugador del equipo de mini-basket que yo entrenaba, el primer equipo, jugamos la liga de Madrid e incluso llegamos a viajar por España...fue, con la selección española a Sudamérica y llegó a formar parte de la mundial que se enfrentó al equipo de EEUU como final de aquel campeonato. Miguel Angel creció, se hizo adulto, no pasó de juveniles y hoy es un profesional desvinculado por completo del baloncesto.
Hablas de la heterogeneidad del Ramiro; en nuestra época, en clase estábamos todos, desde príncipes europeos, hijos de ministros, del Jalifa de Marruecos y de las familias más importantes y otros compañeros, sus padres ejercían oficios manuales. Ahora que hablo de oficios, mi Ramiro, nuestro Ramiro, el de los que llegamos al mundo lustros antes que tú (no tenemos mayor mérito por ello) a partir de los catorce años y fuera del horario lectivo, conocimos de forma práctica varios oficios, en lo que llamábamos Talleres: Encuadernación, Carpintería, Fotografía, Metalotecnia, Automovilismo y alguno más que seguro se me olvida. Allí pasábamos horas, por la tarde, para aprender y valorar lo que es un trabajo manual.
Un alumno, interno por más señas, llevaba en el jersey una insignia (hoy se le llama Pin, con ese afán que tenemos de hablar en raro para parecer más cosmopolitas) con el emblema de Falange, desde la Jefatura de Estudios se le llamo la atención, solo se permitían insignias deportivas y comerciales.
Creo recordar que, de niño, en el Ramiro, te han pegado; incluso un profesor a la regla le llamaba "la catalítica". Ventajas de haber nacido antes: eso me lo he perdido. Pertenezco a esa generación que disfrutó en los primeros años de un verdadero parque de atracciones: columpios en forma de barca de cuatro plazas, toboganes, incluso un tío vivo que daba vueltas, junto al campo de tenis. Los que pertenecíamos al grupo A teníamos clases con jardín, que utilizábamos en primavera y otoño. Hacíamos manualidades con plastilina, que se puso de moda años después. Se nos tenía un respeto absoluto, jamás recibimos castigo físico. Yo era bastante movido y pasaba gran parte de los recreos de cara a la pared. Nunca recibí una colleja, un capón o una agresión en " toda regla"... ni con la regla.
Tuvimos maestros, nunca profesores, porque
maestro es el que crea escuela, y hoy, unos meses después de dejar el Ramiro (unos
630) todavía tengo presente lo que mis maestros me transmitieron. Los
jugadores del Estudiantes Liga ( así eran llamados por nosotros los que jugaban
en el equipo de primera división) a los que admirábamos, seguían teniendo el espíritu
del Ramiro...Recuerdo antes de un partido con el Real Madrid; puede que fuese
en el que ganamos por dos puntos y dimos la liga al Juventud (presumiendo de
memoria creo que el tanteo fue 77-75) jugadores titulares del Estudiantes
jugaron un tres para tres con voluntarios, hasta que llegó D. Manuel Cavido
Salgado (Manolo), nuestro Delegado de campo. Los puso firmes, acabándose el
partido. Jugadores de primera división, algunos internacionales, antes
del derby del que saldría el campeón de liga, todos exalumnos del Ramiro jugaban,
como bien has dicho, un baloncesto de patio de colegio. Manolo con su saber
hacer, puso fin al disparate. Ese, y no otro, Alvaro es el Estudiantes que
llevaba el alma del Ramiro.
Leo con sorpresa que vosotros, Alvaro, cuando ibais a jugar se os recibía y consideraba algo así como la banda del" vaquilla". A nosotros se nos recibía con el respeto y el cariño de pertenecer a la catedral del baloncesto madrileño. No podemos olvidar que en la selección española de aquellos tiempos el cinco inicial estaba formado por jugadores y ex- jugadores del Estudiantes. Tengo fotos, las puedo mostrar, de equipos de Mini-Basket perfectamente uniformados, utilizábamos el esparadrapo, únicamente, para fijar apósitos que protegieran heridas. En el Estudiantes liga, cada uno se lavaba la ropa, hasta que se llegó a un acuerdo con Petra Guzmán, Jefa del equipo de limpieza y gerente de la cafetería de profesores, que se encargaba de lavarla. Petra, Alvaro, será parte del espíritu del Ramiro. En un equipo de primera división, formado por alumnos y universitarios, siendo campeón de España, practicando el deporte amateur siguiendo la filosofía del Barón Pierre de Coubertin; Petra hacia los bocadillos de tortilla, cuando se jugaba fuera de Madrid. A veces, por hacer el salvaje, en el recreo del comedor y subirme a los árboles que rodean la cruz de los caídos, me hacía un siete en los pantalones, Petra los cosía para evitar males mayores en casa. Sin ser catedrática formaba parte del espíritu del Ramiro, como lo formaba D. Benigno Muro Martínez, el conserje, siempre con su manojo de llaves muy superior al de San Pedro. El Sr. Muro, con una caligrafía prodigiosa, mojando la pluma (de plumín, sin depósito) en el tintero, rubricaba sus escritos con una firma que hubiera dado envidia a la de muchos ministros. Nos contaba y admirábamos por ello, su etapa de guardia, vestido de gala con mostachos y un sable enorme. Un hijo médico en Libia, al que enviaba puntualmente la publicidad que recibía de los laboratorios; su otra hija Rosa fue profesora del Instituto. Respetado y considerado una institución en Madrid; un programa de radio, al que me invitaron, salió el Instituto y tuve el placer de escuchar que el Sr, Muro del Ramiro y Cesar de Radio Nacional fueron grandes y reconocidos en todo Madrid. Tenía a su mando a ordenanzas como Hurtado, Chupito, para nosotros, siempre abrazado a un radiador...Hilario ex legionario, Abellán o Remartínez, nunca supimos si se llamaba así o dos veces Martínez. Conocer a estas personas, Alvaro, te lo has perdido. Como te has perdido al Sr. Alcántara, jefe de secretaria, siempre elegante, con cigarrillo de fabricación propia unido a su boquilla...y a Antúnez con su piedra volcánica sobre el escritorio, a Angelita y a Emilita con su escote generoso...y a Pedro, el de la cantina, cuando la tenía saliendo al patio de columnas, donde aparcaban Abreu, su mobylette y Ramos su Ducati.
Pedro, con su ayudante Ramiro preparaba unos bocadillos de mejillones, siempre con el mismo número, y bocadillos de jamón serrano cortado con microtomo. En los años 60 cambiaron la cantina de sitio y nos siguió llenando las cantimploras de gaseosa cuando íbamos de excursión; no te creas que lo regalaba, nos cobraba más de medio céntimo de euro.
No sabía que se cortaba el tráfico en Serrano, para celebrar el fin de curso. Nosotros nunca llegamos a tener la cultura, la formación y el saber hacer suficiente. Como parte de nuestra formación vial (ahora tan de moda) los mayores de más de catorce años, con una señal manual y la protección rígida del antebrazo reglamentaria de la policía municipal de la época, dirigían el tráfico en el centro de la calzada, permitiendo a los que salíamos de clase cruzar la calle con seguridad, bajo la atenta mirada de un agente que desde la acera supervisaba. Recuerdo en periódicos de la época la foto de Reixach, con pantalón corto, dirigiendo la circulación.
El más fiel seguidor, Garibaldi, que no se perdía un partido desde su ventana privilegiada del aula de Ciencias Naturales, supongo que lo habréis conocido. Fue colocado por jugadores del Estudiantes para que diera ánimo en los partidos cuando se jugaban en el primer campo, frente al patio de columnas. Incluso los gritos de ánimo, antes de que aparecieran QTR y sus dos facciones LC y LB, empezaban: dicen que se ha muerto Garibaldi...era, ni más ni menos, que el esqueleto con el que aprendimos los huesos del cuerpo humano y que vivía en el aula de Ciencias Naturales. De colocar a Garibaldi, sentado cómodamente frente a la ventana, a vaciar un aula de mesas y sillas hay una ligera diferencia. Como diría el actor Manuel Manquiña en la película Airbag: el concepto es el concepto.
Créeme, Alvaro, siento alegría por el Ramiro que viví, siento tristeza por el Ramiro que no has conocido. Mi Ramiro, nuestro Ramiro se empequeñeció cuando nos dejó D. Antonio Magariños, cuando nos dejaron D. Jaime Oliver, D. Medardo Fraile, D. Luis Ortiz, D. Manuel Mindán, D. Jose Navarro y la Srta. Lucila, profesora de Geografía e Historia, la única mujer que formó parte del primer Claustro del Ramiro como continuidad del Instituto Escuela. La Srta. Lucila fue catedrático en 1933 con 22 años y en 1939 la Victoria no reconoció su cátedra y ejerció de profesora numeraria. Se disminuyó el Ramiro, cuando nos dejaron el Sr. Alcántara, el Sr. Muro, Petra y todos aquellos que supieron dar a su trabajo y a la formación de generaciones la dedicación e importancia que se merecen.
Créeme, Alvaro, has vivido entre los ladrillos del Ramiro, entre sus aulas y sus campos de baloncesto, entre sus jardines y la Nevera, pero creo te has perdido parte del espíritu del Ramiro. Un fuerte abrazo ramireño (como diría el Dr. Fernández Alonso, el Rata, que también nos dejó).