04 abril 2021

COMO CAMBIAN LAS TORNAS

 

... Por Kurt Schleicher

 

   Esto no es más que un ejercicio de humor con ánimo de criticar el empleo cada vez más extendido de los robots telefónicos que llegan a veces a desesperarnos y terminar clamando eso de “¡Quiero hablar con un gestoooor!”

   Por el contrario, con la capacidad de aprendizaje que la Inteligencia Artificial está adquiriendo, quizás al cabo de poco tiempo ya no seamos capaces de distinguir un robot de una persona a través del teléfono y no nos desesperemos tanto. Pero eso pudiera tener consecuencias imprevisibles, como sucede tras este breve diálogo…

 

    Una llamada de teléfono en un momento cualquiera de un día cualquiera.

 ¡Hola! Seguro que eres Carlos… (voz femenina agradable y un poco ronca)

 Pues no, se equivoca, soy Eusebio, no Carlos…

 Ya, es que serás Carlos Eusebio y yo lo ignoraba.

 Que no, que no, que yo soy Eusebio a secas; usted se confunde…

  Te he conocido; no te preocupes, que da lo mismo. Si quieres te llamo Eusebio. A mí no me importa…  la voz femenina no cejaba en su empeño.

     Tras unos instantes de reflexión, Eusebio insistió.

─  Ya, como quiera, pero es que usted querrá hablar con otro, no conmigo…

─  Precisamente es lo contrario, querido Eusebio; quiero hablar contigo. Ya sé que eres tú, picarón…

─  ¡Y dale! ¡Que yo no soy, coñe…!

─  No me engañas, cariñín, que te conozco por la voz…

   Eusebio comenzó a abrir los ojos, estupefacto. ¿Y si tuviera razón y fuera él el desmemoriado?

─  A ver, a ver, dame pistas. Por la voz no te reconozco, puede ser por problemas de contagio, huy no, de contacto, ─ ¿en qué estaría yo pensando? ─  Oye, ¿tú no serás un robot?

      La voz femenina ignoró el último comentario.

─  Cielo, ¿no recuerdas la última vez que nos vimos? ¡Tú estabas entusiasmado con mi canalillo!

     Eusebio empezó a sentir cierto calorcillo en los bajos y hasta una incipiente erección que no experimentaba desde hacía tiempo. Pensó que no estaría de más seguir con el juego; empezaba a divertirse.

─ Pues no recuerdo, pero si había canalillo es que detrás había buenas tetas…

─ No seas bruto, que me pones más cachonda que la última vez que nos vimos y ya sabes cómo terminamos ─ insistió la voz femenina, un poco más ronca y sugestiva.

    Eusebio volvía a estar estupefacto; ya tenía sesenta años y no debería estar empezando con síntomas de Alzheimer. ¿Cómo iba a olvidar estar revolcándose con una tía de buenas tetazas?

─  Pero encanto, ¡si yo estoy casado desde hace treinta años y tengo dos hijos!

─  Pues yo no lo puedo olvidar; ¡estuviste fantástico! Y conste que no soy celosa, pero es que quiero verte de nuevo. Estoy ahora de paso por Madrid y no quiero perder esta ocasión y poder disfrutar contigo…

─  Pero en mi casa no es posible, con la jefa rondando por aquí ─ Eusebio ya había bajado considerablemente su tono de voz y miraba a todos lados para confirmar que seguía estando solo.

─  No te preocupes; podemos quedar en mi hotel. Tú me dices cuándo puedes venir y yo te esperaré…

    Eusebio hacía esfuerzos para darse cuenta que aquello sonaba tan bien que podría no ser real, pero tampoco llegaba a conseguirlo. Sonrió para sí: “Más tiran dos tetas que dos carretas…” y decidió que no perdería nada con seguir la conversación que tan sugestiva se había tornado.

─  Pues sí, eso suena muy bien, pero ahora que me doy cuenta no recuerdo cómo te llamas; ¿Cómo pregunto por ti?

─  Me ofendes cariño ─ a Eusebio le parecía que el tono de voz había cambiado a triste ─ estoy segura de que sí lo recuerdas; no te preocupes, te dejaré un mensaje en recepción con mi número de habitación antes de que llegues.

     A Eusebio le dio pena; no quería ofenderla. ¡Aquello no pasaba todos los días!

─  Vale, vale, dime cuál es tu hotel y lo hacemos así. ¡No veas las ganas que tengo también de verte! El recuerdo de tu canalillo… y de otras cositas me ha puesto calentorro ─ Eusebio, con su ansia de evitar ofenderla, ya no sabía ni lo que decía.

─  Estoy en el Intercontinental Madrid, ya sabes, el antiguo Hilton ─ replicó la voz ─ Es muy grande y por eso también muy discreto… allí puedes hacer conmigo lo que quieras, que nadie se va a enterar.

     Eusebio había oído hablar del hotel. ¡Qué nivel! Eso aún lo hacía más atractivo.

     La voz femenina ronca y cálida prosiguió.

─  Ya sabes que yo resido en Brasil y antes de que vengas a verme me gustaría decirte que me encantaría pudieras decidir venirte conmigo allí una temporada. Lo pasaríamos genial y no tendrías ni que preocuparte de reservar hotel; ahora no tengo pareja y mi preciosa casita cuenta con piscina entre otras cosas, situada además cerca de la playa de Ipanema. Ahora que lo pienso; invéntate alguna excusa y ya te vienes con una maleta hecha, nos marchamos directamente desde aquí a Río de Janeiro y me acompañas. ¿Qué te parece?

    A Eusebio ya se le había puesto su erección a tope. ¿Cómo iba a dejar escapar tal invitación? Incluso aunque la buena señora fuera un poco callo, merecería la pena. Tras un somero análisis de probabilidades, estaba harto de su mujer tras volverse tan mandona y encima ella sí que era un auténtico callo. Sus hijos ya estaban emancipados y no serían motivo de preocupación. Tenía una buena y saneada cuenta en el banco que con sesenta años ya no iba a tener ocasiones como aquella para gastar; en cualquier caso sería una atractiva aventura. ¡Cómo iba a rechazarla! Encima, no le saldría muy caro al vivir de invitado y no precisar hotel. ¡Miel sobre hojuelas! Eso sí, tenía que inventarse algo (¿una herencia sorpresiva quizás?) para justificar ante su mujer lo del viajecito y retirar el suficiente dinero del banco para vivir allí como un señor, de restaurantes y salidas nocturnas. Con el escaso sentido común que le quedaba, decidió que sería mejor no comprometerse, al menos todavía.

─  Te propongo una cosa ─ replicó Eusebio en tono más reflexivo, rascándose una oreja ─ para decidir lo de ir al Brasil me cuesta un poco hacerlo ahora sin más, pero te prometo que lo pensaré y además creo que será lo más seguro que haga. Pasado mañana, coincidiendo con el fin de semana, me presento en tu hotel y vete contando ya que lo más probable es que nos vayamos juntos ─ exclamó Eusebio en voz baja y ronca, pues se le había secado la garganta tras tanta emoción seguida, sin seguir siendo capaz de creerse lo que estaba diciendo.

─  ¡No sabes lo que me alegro de oír eso! ─ respondió la misteriosa voz femenina, muy animada ─ Prepárate que te voy a chupar por todos los sitios que más te gustan; estoy convencida de que no te vas a poder resistir a irte conmigo. ¡Eres un Cielo! No veas las ganas que tengo de tenerte aquí y sentir tu potente masculinidad en mí…!

    Eusebio se miraba sus partes bajas y se dijo que podría quedar hasta bien. Le había halagado mucho el comentario. ¡Pocas veces podría ya tener tal ocasión a su edad!

─  Y yo también tengo ganas de chuparte esas teticas tan ricas… ─ Eusebio estaba ya convencido de su falta de memoria y el entusiasmo no le dejaba ver más allá, sintiéndose feliz y desinhibido.

─  ¡No sabes lo que te quiero y lo feliz que te voy a hacer! ─ replicó la ronca voz femenina, logrando que se le erizara hasta el vello de la espalda de emoción.

   Al darse cuenta que la voz femenina había colgado, sin saber ya lo que estaba haciendo, también colgó, todavía alucinado.

    Eusebio se dijo que esas cosas no las podría decir un robot, que es lo primero que había pensado. Decidió calmarse y hacer las cosas por orden: convencer a la vieja, sacar la pasta del banco, reservar el billete a Río, preparar una maleta pequeña… ¡Ya habría ocasión de comprar en Río trajes más compatibles con un digno conquistador español!

     Se le estaba haciendo la boca agua.

 

    Dejo a cada lector que decida cuál termina siendo el final de esta sugerente historia. Se admiten propuestas…

 

                                                                                        K.S., marzo 2021.

12 comentarios:

  1. Final simple. Eusebio llama emocionado a un amigo. Me ha llamado una antigua amiga brasileña. Me voy a ir con ella a Brasil. Voy a sacar 30 mil pavos del banco para el viaje. Para, para Eusebio. ¿No has oido hablar del timo de la brasileña?. Eusebio abre los ojos como platos: Pues no. Pues vete a la WEB de la policía y te enterarás que una voz ronca de mujer llama a incautos varones ya seniles y les ofrece cita en el Hilton y viaje a Brasil. Los ve en un pasillo y los despluma. Eusebio se derrumbó. Se vio en el espejo con barriga calvo, con bolsas debajo de los ojos. Recordó sus problemas de próstata y lloró por haber sido tan crédulo y tan tonto. Se fue a comer las lentejas que la Patro su mujer le había preparado con todo cariño. FIN

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    1. Je... gracias. No es mal final, pues la sangre no llega al río. Ésta permite marcha atrás y arrepentimiento.

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  2. Con vistas al miércoles, propongo este final:
    Eusebio encuentra una excusa, saca el dinero y el billete y se presenta en el Intercontinental. Pregunta por la brasileña y en recepción no saben nada. Eusebio se sorprende. Discute con el de la recepción, pero nada. Se tira dos horas allí sentado, hasta que se siente ridículo, pues ya le miran, o a él se lo parece, con gesto conmiserativo. A las tres horas, decide marcharse con su maletita a casa. Anula el billete, pero tiene que pagar un sobrecoste, lo que le enfurruña todavía más.
    Eusebio nunca sabrá que ha sido víctima de un experimento de Ingeniería Artificial de aprendizaje profundo, encontrando respuestas y hasta matices de voz en función de sus reacciones. Como el diálogo duró más de cinco minutos, se consideró que la versión de IA correspondía a una máquina inteligente siguiendo las directrices del test de Turing, pues Eusebio no detectó que se trataba efectivamente de un robot.

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    1. Tu final responde a lo que ta está conseguido con el uso de la IA, que es el interlocutor automático. Diversas voces sintetizadas ya son posibles. Para que las respuestas sean lo más inteligentes posible, la máquina debe de tener acceso a una gran base de datos. La ingenua víctima nunca debe sospechar que es una máquina su interlocutor.

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    2. Creo que el test de Turing todavía no ha sido superado, al menos oficialmente, antes de 2014 al menos.

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  3. Creo que el caso presentado es un caso de baja autoestima. Yo, espero si me llama esta señorita que me mande el billete de avión para Carnaval de Rio y unos dolares suficientes para gastos. Y si no, Ala!!! pues no voy!!!

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  4. Ja, ja... eso sería si no fuera a la cita; en caso contrario, ¡estaría convencido de que aún podría quedar bien!

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  5. Muy bueno.Y de repente desperto`, y era la llamada para la vacuna.

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    1. Gracias. Pues no es mala idea como final; podrían poner telefonistas como las del cuento para poner vacunas de Astrazeneca sin poner pegas...

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  6. Un amigo también aeronáutico - no del Ramiro - ha sido tan amable, aparte de imaginativo, de enviarme tres finales más para este cuento. Aquí los pongo a continuación:

    Final 1
    Carlos-Eusebio, tras contar una elaborada mentira a su santa sobre un imprevisto viaje de
    negocios, hacer la maleta, retirar fondos y reservar un billete a Río en el vuelo que le había
    especificado su misteriosa amiga, se personó rápidamente en el hotel. Allí, efectivamente, un
    sobre a su nombre que contenía un número de habitación le esperaba en recepción.
    Llamó a la puerta y le abrió escultural mujer de rotundas curvas, que le abrazó efusivamente y
    le dijo:
    ─ Estaba ansiosa por verte. Ya has visto que es verdad lo que te he contado por teléfono. Ves
    al aeropuerto y toma el vuelo a Río mientras yo termino con mi equipaje y hago el check-out
    en el hotel. Nos encontraremos en el avión.
    ─ ¿Pero no podemos ir juntos? ─ suplicó Eusebio, mientras admiraba los turgentes pechosde la dama, que parecía que iban a hacer estallar los botones de su ceñida blusa.
    ─ No está bien visto que salgamos juntos del hotel. Tengo que mirar por mi respetabilidad porque soy cliente habitual. Antes de averiguar por fin tu número de teléfono he estado en Madrid otras veces, y siempre recalo en el Intercontinental. Además, supongo que habrás comprado un billete turista…
    ─ Pues sí, respondió Eusebio sin comprender del todo.
    ─ Es que yo tenía reservado uno en primera clase y hacemos la espera en la sala VIP y embarcamos en preferencia, en otra puerta y antes de los pasajeros. No, lo mejor es quedar dentro del aparato.
    Convencido ya, Eusebio se marchó corriendo al Adolfo Suarez. Poco después de abandonar la
    habitación, entró otro hombre.
    ─ Clara, date prisa, que en cinco minutos viene otro cliente….
    Ya estoy lista, contestó la despampanante dama, arreglándose ligeramente el atrevido escote.
    ─ La verdad es que esta idea tuya nos hace conseguir clientes para la compañía. Hay que reinventarse, Clara. Con esto de la pandemia escasea el turismo…. Y si se trata de Brasil, la cosa es aún peor. Sin embargo le veo un defecto a esta técnica.
    ─ ¿Y cuál es?
    ─ ¿No crees que, al darse cuenta del engaño, no vuelvan más como clientes?
    ─ ¡Como se conoce, Clara, que aunque seas empleada de Varig, nunca has estado en Brasil! Si
    conocieses Ipanema y Copacabana o hubieses disfrutado del Carnaval, no tendrías miedo por
    ese motivo. Los que van a Río siempre vuelven… A no ser que prefieran quedarse allí
    respondió el hombre sonriendo y guiñando el ojo pícaramente.

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  7. Final 2
    Eusebio abrió la puerta de la habitación y encontró, no a una, sino a dos esculturales mujeres,
    una morena y otra rubia, como en ‘La verbena de la Paloma’.
    Su ‘amiga’ telefónica, que resultó ser la morena, presentó a la otra diciendo:
    ─ Mira Carlos, esta es mi amiga Sara. Le he hablado tanto de ti que se muere de ganas de
    conocerte. Yo la quiero mucho y no me importaría que los tres disfrutásemos juntos.
    A Carlos-Eusebio casi se le desencajó la mandíbula de la sorpresa, pero tonificado por la Viagra
    que previsoramente se había tomado, consiguió asentir.
    Pasemos por alto los detalles de lo que sucedió después. Digamos tan solo que Carlos-Eusebio
    cumplió, a pesar de su edad, como un Alfredo Landa revivido. Agotado por su épica gesta se
    entregó luego al dulce y plácido sueño de los justos.
    Cuando Carlos-Eusebio se encontró en la fase onírica profunda, las dos mujeres alteraron
    radicalmente su forma. Cayeron las anteriormente turgentes capas de piel biosintética y
    apareció el estrambótico aspecto de dos humanoides alienígenas. Mientras tanto, una potente
    luz azul, similar a la radiación de Cherenkov, rodeó al trío que, poco a poco se difuminó,
    condensándose de nuevo en el interior de una extraña cabina, sin duda perteneciente a
    alguna nave extraterrestre. Los alienígenas hablaron en su chirriante lenguaje.
    ─ Una buena idea para abducir humanos y cosecharlos sin riesgo, HuilzgT70. Vienen
    encantados y con la coartada que les proporcionamos, su ausencia no levanta sospechas
    durante mucho tiempo.
    ─ En efecto, ZarglassHY58, es una buena idea. Pero yo le encuentro un defecto.
    ─ ¿Cuál es?
    ─ Que sólo estamos cosechando humanos del género masculino. Así no podremos cultivar
    nuevos ejemplares. Creo que otros compañeros, disfrazados de elementos masculinos, están haciendo lomismo para abducir a ejemplares del género femenino.
    ─ Sí, HuilzgT70. Sé que hemos copiado prototipos humanos como esos que llaman ‘Brad Pitt’
    o ‘Chris Hemsworth’. Pero me han dicho que los humanos femeninos no pican tan fácilmente.
    Parece que son más inteligentes que los especímenes masculinos.

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  8. Final 3
    Acababa de recoger Eusebio en la recepción del Hotel Intercontinental el sobre en el que se le
    prometía el número de la habitación de su admiradora, cuando sintió que unos fuertes brazos agarraban los suyos, y en un pispás se encontró esposado por dos agentes de la Policía Nacional, al tiempo que un hombre de paisano, que debía ser inspector, comisario o algo así, le preguntaba:
    ─ ¿Es usted Eusebio Rocamora?
    Totalmente aturdido, Eusebio solo consiguió mover afirmativamente la cabeza.
    ─ Entonces queda usted detenido como presunto asesino de su esposa Concepción Martínez.
    ¿Asesino de Concha? ─ se preguntó Eusebio ─ ¿Asesino de su mujer, de la que se había despedido hacía no más de una hora? Solo había parado en el banco para retirar fondos y en la agencia de viajes que le había recomendado su misteriosa amante. ¿Cómo podía estar Concha muerta en este breve tiempo?
    El inspector, o comisario, vio su cara de sorpresa, pero no se conmovió en absoluto.
    ─ No se haga usted de nuevas, que eso no cuela. Hace tres cuartos de hora hemos recibido
    una llamada anónima que nos decía que usted había matado a su esposa y que se disponía a
    escapar a Brasil tras pasar por el banco a retirar efectivo y comprar un billete. Hemos ido a su
    domicilio y hemos comprobado que su mujer estaba en efecto muerta a cuchilladas. Un vecino
    nos ha dicho que hacía poco que usted había salido apresuradamente con una maleta en la
    mano. La llamada anónima nos advertía de la agencia en la que compraría los billetes y
    afirmaba que después iría usted a encontrarse con su cómplice en este hotel. Por más prisa
    que nos hemos dado usted se nos ha escapado de la agencia por cuestión de minutos, pero
    ahora por fin le hemos trincado.
    Eusebio solo alcanzó a balbucir que todo era falso y, pensando que la verdad sería su mejor
    arma, contó al inspector, comisario o lo que fuera que todo era una confabulación y que el real
    autor de esa horrible trama le encontrarían seguramente en la habitación cuyo número estaba
    en el sobre que había recogido en recepción. Abrieron el sobre y lo encontraron totalmente
    vacío.
    En consecuencia, nadie creyó a Eusebio, que salió del hotel convicto y no confeso.

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