30 enero 2021

CARTA A ALVARO BLANCO

N. de la R.: Álvaro Blanco es el autor de un anterior artículo titulado DEL RAMIRO, DE LA NEVERA, DE ESTUDIANTES


…POR VICENTE PAVÍA UTRILLA

 Uno, ya hace unos meses, dejo la Prepa del Ramiro y unos cuantos menos terminó el preuniversitario; después de aprobar el examen de ingreso en bachillerato, la reválida de cuarto, la de sexto y hacer la prueba de ingreso en la universidad...agradezco haberme librado de eso tan terrible que llaman selectividad. Debe ser que soy mayor. Después de leer libros gordos, de los que no tienen estampas, que todo son letras y hablar con gente que sabe más que yo, de esos que llaman politólogos y a veces salen en la tele llevando la contraria a alguien, he llegado a la siguiente conclusión: la única forma de cumplir años es llegar a viejo. Una vez justificado el por qué de mis canas, creo tener permiso para comentar un escrito que se publicó el día 22 de Enero firmado por Alvaro Blanco.   

Me gustó y define la filosofía, lo de formar personas, por medio del baloncesto. Naturalmente, Estudiantes, en las categorías inferiores, siempre lo cuidó.  Recuerdo, cuando me encargué del mini-basket (tuve el privilegio de ser el primer entrenador de Paco Garrido) que se pedía el diario de notas antes de los partidos y los que las tenían negativas, no jugaban o jugaban lo imprescindible. Siendo niño, el baloncesto es un deporte, no es una competición y nunca un posible medio de vida. Miguel Angel, jugador del equipo de mini-basket que yo entrenaba, el primer equipo, jugamos la liga de Madrid e incluso llegamos a viajar por España...fue, con la selección española a Sudamérica y llegó a formar parte de la mundial que se enfrentó al equipo de EEUU como final de aquel campeonato. Miguel Angel creció, se hizo adulto, no pasó de juveniles y hoy es un profesional desvinculado por completo del baloncesto.




Hablas de la heterogeneidad del Ramiro; en nuestra época, en clase estábamos todos, desde príncipes europeos, hijos de ministros, del Jalifa de Marruecos y de las familias más importantes y otros compañeros, sus padres ejercían oficios manuales. Ahora que hablo de oficios, mi Ramiro, nuestro Ramiro, el de los que llegamos al mundo lustros antes que tú (no tenemos mayor mérito por ello) a partir de los catorce años y fuera del horario lectivo, conocimos de forma práctica varios oficios, en lo que llamábamos Talleres: Encuadernación, Carpintería, Fotografía, Metalotecnia, Automovilismo y alguno más que seguro se me olvida. Allí pasábamos horas, por la tarde, para aprender y valorar lo que es un trabajo manual.

Un alumno, interno por más señas, llevaba en el jersey una insignia (hoy se le llama Pin, con ese afán que tenemos de hablar en raro para parecer más cosmopolitas) con el emblema de Falange, desde la Jefatura de Estudios se le llamo la atención, solo se permitían insignias deportivas y comerciales.

Creo recordar que, de niño, en el Ramiro, te han pegado; incluso un profesor a la regla le llamaba "la catalítica". Ventajas de haber nacido antes: eso me lo he perdido.  Pertenezco a esa generación que disfrutó en los primeros años de un verdadero parque de atracciones: columpios en forma de barca de cuatro plazas, toboganes, incluso un tío vivo que daba vueltas, junto al campo de tenis. Los que pertenecíamos al grupo A teníamos clases con jardín, que utilizábamos en primavera y otoño. Hacíamos manualidades con plastilina, que se puso de moda años después.  Se nos tenía un respeto absoluto, jamás recibimos castigo físico. Yo era bastante movido y pasaba gran parte de los recreos de cara a la pared. Nunca recibí una colleja, un capón o una agresión en " toda regla"... ni con la regla. 

Tuvimos maestros, nunca profesores, porque maestro es el que crea escuela, y hoy, unos meses después de dejar el Ramiro (unos 630) todavía tengo presente lo que mis maestros me transmitieron.  Los jugadores del Estudiantes Liga ( así eran llamados por nosotros los que jugaban en el equipo de primera división) a los que admirábamos, seguían teniendo el espíritu del Ramiro...Recuerdo antes de un partido con el Real Madrid; puede que fuese en el que ganamos por dos puntos y dimos la liga al Juventud (presumiendo de memoria creo que el tanteo fue 77-75) jugadores titulares del Estudiantes jugaron un tres para tres con voluntarios, hasta que llegó D. Manuel Cavido Salgado (Manolo), nuestro Delegado de campo. Los puso firmes, acabándose el partido.  Jugadores de primera división, algunos internacionales, antes del derby del que saldría el campeón de liga, todos exalumnos del Ramiro jugaban, como bien has dicho, un baloncesto de patio de colegio. Manolo con su saber hacer, puso fin al disparate. Ese, y no otro, Alvaro es el Estudiantes que llevaba el alma del Ramiro.

Leo con sorpresa que vosotros, Alvaro, cuando ibais a jugar se os recibía y consideraba algo así como la banda del" vaquilla". A nosotros se nos recibía con el respeto y el cariño de pertenecer a la catedral del baloncesto madrileño. No podemos olvidar que en la selección española de aquellos tiempos el cinco inicial estaba formado por jugadores y ex- jugadores del Estudiantes. Tengo fotos, las puedo mostrar, de equipos de Mini-Basket perfectamente uniformados, utilizábamos el esparadrapo, únicamente, para fijar apósitos que protegieran heridas. En el Estudiantes liga, cada uno se lavaba la ropa, hasta que se llegó a un acuerdo con Petra Guzmán, Jefa del equipo de limpieza y gerente de la cafetería de profesores, que se encargaba de lavarla. Petra, Alvaro, será parte del espíritu del Ramiro.  En un equipo de primera división, formado por alumnos y universitarios, siendo campeón de España, practicando el deporte amateur siguiendo la filosofía del Barón Pierre de Coubertin; Petra hacia los bocadillos de tortilla, cuando se jugaba fuera de Madrid. A veces, por hacer el salvaje, en el recreo del comedor y subirme a los árboles que rodean la cruz de los caídos, me hacía un siete en los pantalones, Petra los cosía para evitar males mayores en casa. Sin ser catedrática formaba parte del espíritu del Ramiro, como lo formaba D. Benigno Muro Martínez, el conserje, siempre con su manojo de llaves muy superior al de San Pedro.  El Sr. Muro, con una caligrafía prodigiosa, mojando la pluma (de plumín, sin depósito) en el tintero, rubricaba sus escritos con una firma que hubiera dado envidia a la de muchos ministros. Nos contaba y admirábamos por ello, su etapa de guardia, vestido de gala con mostachos y un sable enorme.  Un hijo médico en Libia, al que enviaba puntualmente la publicidad que recibía de los laboratorios; su otra hija Rosa fue profesora del Instituto. Respetado y considerado una institución en Madrid; un programa de radio, al que me invitaron, salió el Instituto y tuve el placer de escuchar que el Sr, Muro del Ramiro y Cesar de Radio Nacional fueron grandes y reconocidos en todo Madrid. Tenía a su mando a ordenanzas como Hurtado, Chupito, para nosotros, siempre abrazado a un radiador...Hilario ex legionario, Abellán o  Remartínez,  nunca supimos si se llamaba así o dos veces Martínez.  Conocer a estas personas, Alvaro, te lo has perdido. Como te has perdido al Sr. Alcántara, jefe de secretaria, siempre elegante, con cigarrillo de fabricación propia unido a su boquilla...y a Antúnez con su piedra volcánica sobre el escritorio, a Angelita y a Emilita con su escote generoso...y a Pedro, el de la cantina, cuando la tenía saliendo al patio de columnas, donde aparcaban Abreu, su mobylette y Ramos su Ducati.

Pedro, con su ayudante Ramiro preparaba unos bocadillos de mejillones, siempre con el mismo número, y bocadillos de jamón serrano cortado con microtomo. En los años 60 cambiaron la cantina de sitio y nos siguió llenando las cantimploras de gaseosa cuando íbamos de excursión; no te creas que lo regalaba, nos cobraba más de medio céntimo de euro. 

No sabía que se cortaba el tráfico en Serrano, para celebrar el fin de curso. Nosotros nunca llegamos a tener la cultura, la formación y el saber hacer suficiente. Como parte de nuestra formación vial (ahora tan de moda) los mayores de más de catorce años, con una señal manual y la protección rígida del antebrazo reglamentaria de la policía municipal de la época, dirigían el tráfico en el centro de la calzada,  permitiendo a los que salíamos de clase cruzar la calle con seguridad,  bajo la atenta mirada de un agente que desde la acera supervisaba. Recuerdo en periódicos de la época la foto de Reixach, con pantalón corto, dirigiendo la circulación. 

El más fiel seguidor, Garibaldi, que no se perdía un partido desde su ventana privilegiada del aula de Ciencias Naturales, supongo que lo habréis conocido. Fue colocado por jugadores del Estudiantes para que diera ánimo en los partidos cuando se jugaban en el primer campo, frente al patio de columnas. Incluso los gritos de ánimo, antes de que aparecieran QTR y sus dos facciones LC y LB, empezaban: dicen que se ha muerto Garibaldi...era, ni más ni menos, que el esqueleto con el que aprendimos los huesos del cuerpo humano y que vivía en el aula de Ciencias Naturales.  De colocar a Garibaldi, sentado cómodamente frente a la ventana, a vaciar un aula de mesas y sillas hay una ligera diferencia. Como diría el actor Manuel Manquiña en la película Airbag: el concepto es el concepto.

Créeme, Alvaro, siento alegría por el Ramiro que viví, siento tristeza por el Ramiro que no has conocido. Mi Ramiro, nuestro Ramiro se empequeñeció cuando nos dejó D. Antonio Magariños, cuando nos dejaron D. Jaime Oliver, D. Medardo Fraile, D. Luis Ortiz, D. Manuel Mindán, D. Jose Navarro y la Srta. Lucila, profesora de Geografía e Historia, la única mujer que formó parte del primer Claustro del Ramiro como continuidad del Instituto Escuela.  La Srta. Lucila fue catedrático en 1933 con 22 años y en 1939 la Victoria no reconoció su cátedra y ejerció de profesora numeraria.  Se disminuyó el Ramiro, cuando nos dejaron el Sr. Alcántara, el Sr. Muro, Petra y todos aquellos que supieron dar a su trabajo y a la formación de generaciones la dedicación e importancia que se merecen.

Créeme, Alvaro, has vivido entre los ladrillos del Ramiro, entre sus aulas y sus campos de baloncesto, entre sus jardines y la Nevera, pero creo te has perdido parte del espíritu del Ramiro. Un fuerte abrazo ramireño (como diría el Dr. Fernández Alonso, el Rata, que también nos dejó).

28 enero 2021

VIDA PERDURABLE


 ...POR ILDEFONSO ARENAS


Presidir el Consejo de Administración de un gran banco, el más saneado, rentable y de mayor productividad del país, entraña, entre otras cosas, que, al vivir en la re­siden­cia instalada en los dos últimos pisos de la se­de central, no hace falta salir a tra­bajar. El trabajo es el que viene. Todos los días, incluso domingos y fies­tas de gua­r­dar. A las ocho en punto de la mañana. En forma de secretario par­ti­cu­­lar. Tam­­­bién vi­vía en el edificio, salvo que varios pisos más abajo y sin disponer de mil se­tecien­tos metros cuadrados, lo que incluía terrazas, jardín y piscina. Eso era para el jefe. Para él solo, que por algo era sol­tero. Para él solo, que por algo era sol­tero. Los super­­numerarios del Opus Dei pueden casarse, que la obra no aprie­ta donde no de­­be, pero a él ja­más le había in­teresado el ma­­tri­mo­nio. Qui­zá tam­poco las muje­­res. Ni los hombres. Na­­da que tuviera que ver con el se­xo. De­bi­lidades las tene­­­mos to­dos y él ha­bía te­nido las suyas, aunque sus pecadillos venían a ser como su banco: discretos, opa­­­­cos y misterio­sos. Unos peca­dillos de los que no sólo es­taba confesado, si­no que ni siquiera los recordaba, pe­se a contar con la memoria excep­cional de un gran banquero que ya sa­bía que lo sería mucho antes de ha­­­­cer la pri­mera co­mu­nión, no ya por ser tradi­ción fa­mi­liar, sino institu­­ción he­re­­­ditaria. Se rom­pería el día que falle­ciera o se jubi­lase ‑más probable veía él lo pri­mero‑, porque ni tenía hi­­­jos ni los tendría jamás, que sesenta y dos años no es edad para reproducirse. Tenía sobri­nos, por desgracias, pero aún fal­taba para tener que dejarles nada. Estaba bien de salud, sus costum­­bres eran mo­de­ra­das y se mante­nía en buena forma. Era de natu­ral estoico, poco da­­do al epi­­cure­ís­mo natural de sus colegas, así que se nadie se sor­pren­dería si a los ochen­­ta, y pudiera ser que a los no­­­venta, siguiese al timón.

El día se presentaba bien. Un esplendoroso martes de primavera, ese breve tiem­po que los sufridos madrileños disfrutan entre sequí­as, tor­men­tas, nevadas, contamina­­ción, obras, atentados, ruido, atascos, manifes­­­ta­cio­­nes, des­­fi­les, maratones, vuel­tas ciclistas, bodas reales y toda suerte de desdichas. Una plaga de inco­mo­di­da­des que a él no le afectaba, porque no solía salir. Por cues­tiones de trabajo, ja­más. Para verse con iguales, tampoco. La calidad de su cocina era cono­cida don­de de­­­bía serlo, de mo­­do que, para cualquiera con quien deseara él verse, almor­zar en su come­do­­r, o en la terraza cuando el clima lo permitía, era no só­lo una experien­cia gas­tro­nó­mi­ca de pri­me­ra categoría, sino un honor muy ex­clu­sivo del que po­cos po­drí­an alar­dear, si al­guno fuera tan imprudente como pa­­ra pre­su­­mir de ha­ber co­mi­­do en aque­­lla casa.

El secretario solía subir desayunado, pero aún manteniendo las distancias casi tanto como el primer día, veinte años hacía ya, el roce continuado acaba por suavi­zar las formas, de modo que al banquero ya no le importaba que so­bre la mesa, los dos frente a frente, hubiera dos ta­­zas de ca­fé, flojucho americano el suyo y con le­che para el esbi­rro. Repasaban el programa del día. Se presentaba tranquilo, sin ago­­bios. Ningún compro­mi­so para comer, aunque a la noche sur­gía uno que le in­­co­mo­daba seriamente: un con­cierto en el Teatro Real presidido por la Rei­na y fi­­nancia­do por él a título per­­sonal. Imposible, pues, declinar.

-¿Cómo dejó usted que me metiera en eso?

El secretario no contestó. Se limitó a componer un gesto de simpatía. Bien sabía que a Don Luis no sólo era imposible decirle qué hiciera o qué no hi­ciera, sino que tal cosa sería, en todo caso, función de sus consejeros. Él sólo era el secretario particular. Muchos pensaban que con su acceso privilegiado a Don Luis, y con los años que llevaba con él, su influencia debía de ser grande. Se con­fun­­dían. Él era lo que era: una mera extensión de la voluntad de su jefe y de su temible me­moria, el ser apenas humano que se ocupaba de su agenda y de que todo a su al­­rededor funcionase con armonía, y también el que se interponía entre su persona y el resto del mundo, pero sin ser otra cosa que la prolongación de su des­po­tis­­­­mo cierta­men­te ilustrado aunque no siem­­pre cor­tés. Si alguna vez hubiera inten­­­­tado ser algo distinto, en mi­nutos ha­bría ingresado en las listas del paro.

-El chico que viene a las nueve, ¿ha confirmado que vendría?

Lo decía según se levantaba. El secretario hizo lo mismo al tiempo de asen­­tir. Tras eso, desapareció. Es lo bueno de los secreta­rios anti­guos. Se dan perfecta cuenta de cuándo el jefe se quiere sumir en sus pensa­mientos. Él no sólo se quería sumir, si­no que llevaba días que­riendo sumirse, aunque unas cosas con otras no ha­bía te­nido tiempo. Los mis­mos días que habían trans­cu­rri­do desde que le llegó una car­ta personal. El secretario se las filtraba, pues en su mayo­­ría no eran más que pe­ticio­nes de dinero arteramente maqui­lla­das. Las contes­ta­ba él mismo, pero aque­lla sólo de­cía que un compañero de inter­na­do, catorce años litera sobre li­te­ra, escri­bía des­­de ultratum­ba para pedir­le que re­ci­bie­se a su hijo de tre­ce años. Le supli­caba una ho­ra de su vida y es­pe­ra­ba que no fue­ra pe­­dirle de­ma­sia­do.

No, no es demasiado, se dijo contrastando la primera imagen que surgía de su in­sondable memoria: Pepito, porque siempre le llamaron Pe­pi­to ‑él, en cambio, para todos era Luis y por poco no Don Luis‑, sonriéndole al trasluz de la leja­na bocamina el día que les llevaron a ver el Va­lle de los Caídos, aga­rra­do a dos chicas muy risueñas en uniforme de ursulinas que iban allí a lo mismo; se las había li­gado sobre la se­vera lápida de José An­to­nio y, buen amigo, se las traía para darle a elegir, tú verás cuál te gusta más, la piños de lata o la cu­los de vaso.

Pepito. Inseparables hasta los diecisiete. Desde ahí, qué poquitas veces ha­­­­bían coincidido. Pepito hizo Biológicas y Químicas, las dos a la vez, en aquella Complutense de los sesenta donde los comunistas por un lado y los del SEU por el otro parecían empeñados en que nadie diera palo al agua. Él, Derecho y Eco­nó­mi­cas en la Universidad de Navarra, tan en paz y tranquilidad como se supone deben reinar en una universidad de las buenas, las importantes, las que amamantan los cerebros de la mejor y más cristiana sociedad. Al acabar se vie­ron algu­na vez, aun­que para entonces eran muy distintos. El ya tenía cara de Pre­sidente del Con­­sejo ‑lo se­ría tres años después-, y Pepito te­nía una muy rara, tanto que le cos­taba evocarla. No de comunista, ni de radical. Nada que ver con la política. De ha­­ber sido de algo habría sido de ido. De te­ner sus ca­rreras en la cabeza, de sólo vi­vir para lo que a todas luces era una vo­ca­ción irre­sistible. Religiosa, si no mística. Un San Josemaría de la Bioquímica. Sema­­nas después marchó a los Estados Unidos. Al MIT. Ahí le perdió la pista. Tres años antes era una sombra olvidada. Dejó de serlo el día que le invi­ta­­ron a su funeral. Había muerto muy lejos de allí, en Nikumaroro, una isla perdida en el Pacífico. La familia ofrecía un oficio por su alma. Sin ganas, acudió. Nadie cono­cido, nadie que le co­no­­ciese, salvo el organizador, un an­tiguo alumno del internado que se ha­bía reenganchado; aunque no iba de sota­na era un padre más. No sabía por qué le ha­bían invitado; la lista, cerrada, le lle­­gó de California, don­­de vivía el difunto con su exigua familia, un hijo de diez años. Só­lo eso, que su­piera él. No, no había venido. Es probable que no ha­­ble nues­tro idioma. Sí, es ley de vida, polvo somos, en polvo nos convertiremos y a to­dos nos lle­gará. Pues gra­cias por venir y encantado de haberte vuelto a ver.

No hablaría español, era casi seguro. Un fastidio, porque si bien su inglés era excelente, muy culto, era un inglés para entenderse con sus iguales, con perso­nas inteligentes e instruidas. Un inglés que no le valdría frente a un adoles­cen­te cochambroso, integrado en alguna tribu suburbana de Los Angeles o de donde dia­blos saliera el mierdento. Lo cierto era que no sentía curiosidad. En todo caso, la de saber cómo fue la vida de Pepi­to des­de que sus vías bifurcaran. Sentía, eso sí, un deber autoimpuesto, una es­pecie de obligación. La misma que le había impelido a decir bueno, que ven­ga, pe­ro a primera hora. En su corazón, y no le apenaba re­co­nocerlo, que­da­ba po­co espa­cio pa­­ra sentimentalismos. Aún así, la figura de Pepito no se dejaba desinstalar. Por mu­cho tiempo que llevara sin evocarle, los rasgos de su cara se perfilaban en su men­te con pas­mo­sa nitidez. Algo curioso: no era el Pepito del principio, los dos pár­­vulos te­me­­ro­sos, ni tampoco el del final, paladeando en la desaparecida Califor­nia 47 sus úl­ti­mos whiskies, los de mirarse uno al otro pre­sintiendo que nunca más vol­verían a mirarse, la tarde antes de que Pepito se su­­bie­ra en el avión de Nue­va York y no regresara jamás. Era la del Pepito de sus mu­tuos trece años, los del gran esti­rón, los grandes sueños y las grandes pajas, si bien ésto no lo com­par­­­tí­an, que siem­pre fueron pudorosos en materia de pecados. El Pepito de las con­fi­den­cias ín­timas, de los proyectos disparatados ‑tam­po­co mucho; eran adoles­­­cen­tes, sí, aunque de un tipo razonable, tirando a prosaico‑, de las pri­­meras chi­cas, de los pri­me­­ros ena­mo­­ris­ca­mien­tos, de soñar con la Hayley Mills de Polly­anna ‑Pe­pi­to‑ y la Mandy Mi­ller de La Máscara Submarina ‑él‑, de unos días ver claro que sus mu­tuos porve­nires serí­an man­dar un submari­no y pilotar un avión de caza ‑res­pec­­­­ti­va­men­te‑, y otros, menos exaltados, dirigir el Ban­co de su pa­­dre y ense­ñar bio­logía mo­­lecular en Cambridge, que a Pepito siempre le pa­re­­ció más distin­gui­da que Ox­­ford o que cual­quier universidad ame­ricana.

El hijo de Pepito. ¿Habría salido a él? Qué raro que no viniera con la madre. Buena señal, pero extraño para un niño de trece años. ¿Habría muerto, también? Aho­ra que caía, ni siquiera sabía de qué murió Pepito, y eso que acabar a los 59 suele despertar curio­­si­dad, pues a esa edad parece que aún es pronto para postrar­­se ante Dios y rendir cuentas. ¿Las ha­bría rendido, Pepito? En el internado era de los remolones, de los que ha­­bía que per­seguir para que confesaran, de los que más sufrían las iras del to­nante director espi­ritual, tan poco par­tidario de aquellos flojos, que sóis unos flo­jos que no se daban con el debi­do ardor, con el debido en­tusias­mo. Curio­so que jamás ha­blaran de fé, ni en el in­ternado ni después. Des­pués. La Com­plu­ten­se. Buen lugar para ro­jos. Pepito nunca debió de ser un rojo, que si no ha­­bría ido a Mos­cú y no a Boston, pero algo descreído sí que debió de volver­­se. Los do­­min­gos en que se veían cuan­­do él iba por Madrid –pocos y a rega­­ñadientes; adora­­ba Nafarroa y tam­bién Zu­be­roa, y sobre todo Lapurdi, por lo que ape­nas se deja­ba sa­car de allí; quizá por eso fuera tan capaz de sorprender al em­baja­dor del PNV ante Su Banco razonándo­le los sin­sentidos del soberanismo en un euske­ra excelente, cosa por demás cruel, pues el otro era de los muchos eus­­kal­­dunes que dicen telefonúa en lugar de urrutiz­kin, esos que comien­zan las ora­­cio­nes en la lengua que se obli­gan a do­minar y que las terminan en la otra, la que los domina‑ solía ser a la salida de misa, en la California 47 de nada más cruzar la calle. Pocas cosas hay mejores que un riquísimo tortell para inaugurar el día, pues a comul­gar en Nuestra Se­ñora de Todos los Fachas se va en ayunas, pe­ro Pe­pi­to, a esas ho­ras, lo que te­nía era re­saca, jamás ham­bre. Otro flojo más...

¿Qué diablos querrá?, se preguntaba cuando sonó el teléfono interior, el que no pasaba por su secretaría.

-Don Luis, aquí está. Buena pinta, diría yo. Al­tito para su edad. De traje y corba­ta. Pelo corto, bien pei­nado. Zapatos limpios. Huele bien. No, viene so­lo. Pues no, en español y con buen acento. Sí, ahora mismo se lo envío.

Se había preguntado si someterle al habitual procedimiento ablandador, ha­cer­le aguardar veinte minutos, para contestarse que sería una mezquindad. El cha­­­val no podía venir a pedir nada. Cuando me­nos, ma­terial. No tras una carta ma­­nuscrita, de letra que no le había costado recordar y firmada por un padre muer­to hacía tres años. Si llega­ra con una madre desconsolada el motivo sería obvio y claro, pe­ro un niño de trece años que va solo al despacho de un presi­den­te de banco no es a pegar un sablazo.

-Don Luis, el joven señor Piernavieja...


Para seguir leyendo: 

http://interesactualidad.blogspot.com/2021/01/la-vida-perdurable.html


27 enero 2021

LA HISTORIA DEL INFANTIL B (3ª Y ÚLTIMA PARTE)

 ...POR NACHO NIHARRA

Una complicada decisión, cierto, pero nosotros, los jugadores, lo teníamos muy claro: queríamos ganar. Para eso habíamos entrenado y luchado desde el principio, no para ganar al Infantil A, que también, sino para ganar la Liga o, al menos, quedar en la mejor posición posible.

Pero una cosa son los jugadores y otra distinta la cúpula del Club, ávida de títulos y copas que exponer en sus todavía no muy repletas vitrinas. Era lo normal y lo entendíamos perfectamente, pero confiábamos en que respetasen el juego limpio y dejaran que la para ellos lógica configuración de los equipos diera los resultados esperados. Al fin y al cabo, Paco Hernández había construido un equipo campeón, con una media de estatura con respecto al nuestro de más de 10 centímetros, lo que está muy claro que marca la diferencia en nuestro deporte. Por tanto, en su lógica, seguro que ganarían

Pero lo del juego limpio se les olvidó.

Nosotros entrenábamos los lunes, miércoles y viernes y aquella semana no fue una excepción. Los lunes, César iniciaba el entrenamiento analizando el partido de la semana anterior. El delegado, Roberto Arce creo que se llamaba, que era alumno de Preu y muy amigo de César, confeccionaba el típico estadillo de un partido de baloncesto con las estadísticas de nuestro equipo: tiros de campo y libres intentados y convertidos, asistencias, balones perdidos y recuperados, rebotes defensivos y ofensivos, en fin, lo típico, Una vez recalcadas las estadísticas más llamativas, para bien o para mal, que en aquel caso eran para fatal, venían los comentarios, primero de César, luego de los jugadores que, con toda libertad, podíamos exponer nuestros puntos de vista. Y lo hacíamos.

Para seguir leyendo:

https://interesactualidad.blogspot.com/2021/01/la-historia-del-infantil-b-3-y-ultima.html

26 enero 2021

SEXO JURÍDICAMENTE SEGURO

 ...POR JUAN MIGUEL ORTIZ BLASCO


Ofrecemos hoy una exclusiva de nuestra intrépida corresponsal Libertad Siniva que entrevista a Onofre XX (al ser un experto no podemos dar su identidad completa para evitar presiones) creador de la innovadora app para móvil SJS (Sexo Jurídicamente Seguro) que resuelve el problema del consentimiento del constructo cultural femenino en sus relaciones sexuales con el masculino.

Onofre es una prueba viviente de la superioridad del ingenio español para resolver, mediante procedimientos simples, problemas complejos... 

Para leer más utilice este enlace:

https://jmortizblasco.blogspot.com/2021/01/sexo-juridicamente-seguro-ofrecemos-hoy.html




25 enero 2021

MONASTERIO DE BATALHA. LA EVOLUCIÓN HACIA EL MANUELINO

...POR JOSÉ LUIS CERDÁN

... Mandado construir por Juan I de Portugal por la ayuda recibida de la Virgen, en la victoriosa
batalla de Aljubarrota sobre Juan I de Castilla que ponía fin al conflicto dinástico.
Bajo la administración de la Orden dominica, su construcción duró desde finales del siglo XiV 
hasta principios del XVI Su ejecución comprende desde el gótico avanzado hasta el singular 
estilo manuelino 


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Para continuar pinchad en: 

23 enero 2021

DEL RAMIRO, DE LA NEVERA, DE ESTUDIANTES

 ...POR ALVARO BLANCO


N. de la R.- Nos hacemos eco de este escrito de un exalumno del Ramiro, jugador de infantiles y juveniles, de edad más corta que la nuestra.




Hay cosas que marcan de manera significativa a lo largo de la vida, para bien —como Oblak— o para mal. Entre las buenas, unas pocas se adhieren a nosotros cubriéndonos con una pátina de orgullo que nos acompañará siempre.

A mí me pasa con el centro donde estudié desde los seis hasta los dieciocho años y con su equipo de baloncesto, en el que jugué la mayor parte de ese tiempo. Hablo del Ramiro de Maeztu, uno de los colegios públicos con más solera y raigambre de Madrid, donde nació el Club Estudiantes, el representante del deporte de la canasta más entrañable y el que genera más simpatías entre aficionados de toda condición.

El Estu se creó con una filosofía y con un objetivo marcados a fuego y derivados de su origen docente: formar personas, mucho antes que jugadores.

A la ingente cantidad de malas noticias que nos ha traído el temporal, hay que sumar el deterioro sufrido por el lugar más emblemático del club, La Nevera, abocado a su demolición. Hace años que no paso por allí, pero la sensación de tristeza al enterarme ha sido enorme. No tanto como la de mi amigo Iñaki, pero casi.

Todo un símbolo para miles de niños que hemos formado parte de esa inagotable cantera y que soñábamos con jugar allí tras pasar los años de minibasket a la intemperie. Cuando lo lográbamos, nos dábamos cuenta de que dentro hacía más frío que fuera…

Para seguir leyendo:

https://alacontra.es/2021/01/del-ramiro-de-la-nevera-de-estudiantes/

PROYECTO PARA LA LIBERTAD

 ...POR VICENTE RAMOS

Esta noche estaba escuchando a Joan Manuel, que no Joan Manel, Serrat y me he detenido particularmente en su canción Para la Libertad, porque tras leer las cifras de la pandemia de José Luis Cerdán, el título me ha inspirado ilusiones y proyectos para cuando volvamos a la normalidad y seamos de nuevo libres.

Hago hincapié en que no es Joan Manel, porque es de padre catalán y madre aragonesa, teniendo por ascendencia dominio de las dos lenguas y las dos culturas. Es por ello que él mismo se hace llamar Joan Manuel con el primer nombre en catalán y el segundo en castellano.



Pero volvamos a un proyecto que me he planteado para la libertad. Se trata de una nueva visita al Museo de Coches de Cine en la población de Yuncos (Toledo). Ya hace unos años visitamos algunos exalumnos a nuestro compañero Vicente Pavía Utrilla, quien es el propietario, director y, junto a sus hijos, factótum de todos los menesteres que la restauración y exposición de los formidables vehículos que allí tiene les exige. 

Como bien podéis imaginar por sus apellidos, mi tocayo Vicente es hijo de nuestros profesores don Vicente Pavía y doña Lucila Utrilla. Tengo la esperanza de que al leer esta entrada se anime a escribirnos una semblanza de sus padres. Nadie mejor que él para hacerlo, ¿no os parece?.

También tiene muchas anécdotas para desvelarnos en relación a las películas en las que han participado sus coches, y hasta él mismo.

De modo que os propongo, como una de nuestras futuras actividades de Los del Ramiro 64,  visitar el museo de Vicente y posteriormente organizaríamos una comida de hermandad en algún restaurante de la citada población. Para que vayamos probando bocado del suculento programa que os prepararemos, aquí os dejo un enlace a su web que os dará una idea de la calidad y dimensión de su museo. 



En él podemos admirar más de 100 vehículos que han intervenido en numerosas producciones de cine, televisión y publicidad en España, como las películas "Volver", de Pedro Almodóvar, "Pájaros de Papel", de Emilio Aragón, "Las bicicletas son para el verano", de Jaime Chávarri, "Volando Voy", de Miguel Albaladejo o "Guerrilla", de Steven Soderbergh; y las series de televisión "Amar en tiempos revueltos", "La República", "La Señora" o "El Secreto de Puente Viejo", por citar algunos ejemplos.

Si deseáis ampliar información acerca del museo pinchad en el siguiente enlace:


Debo reconocer públicamente mi torpeza, porque no pensé en Vicente cuando vendí la Ducati 125 que fué de mi hermano José Ramón y posteriormente mía. Su lugar de descanso debería haber sido una plaza en este museo al lado de la Montesa, la Vespa y la Ossa de su tiempo, los años 60. Pido públicas disculpas a Vicente Pavía.


22 enero 2021

PANDEMIA, MUCHOS NÚMEROS Y POCAS PALABRAS

 ...POR JOSÉ LUIS CERDÁN

EVOLUCIÓN COV ESPAÑA DATOS JOHNS HOPKINS UNIVERSITY (BALTIMORE, USA) 1ªOLA

Se empieza a recopilar datos el 18 de marzo que es cuando empieza el confinamiento de todo el Estado. El 19 de Mayo, se finaliza dado que el aumento de nuevos contagios diarios no sobrepasan los 295. En la Comunidad valenciana se llega al cero contagio. En ese periodo se producen caceroladas en determinados barrios, amenazas de Presidentes autonómicos y sobre todo una fuerta presión de la industria de hostelería y ocio. En cada boletín de noticias se nos explicaba con todo lujo de detalle lo mal que les iba.






EVOLUCIÓN COV ESPAÑA DATOS MINISTERIO DE SANIDAD

CONTAGIOS 2 ª y 3ª OLA

Llegó el verano y con las olas llegó la 2ª ola, las caceroladas habían hecho efecto. Los responsables se plantearon "qué número de muertos podían

aguantar sus votantes para que las pérdidas del ocio y hostelería fueran mínimas. Diversidad de horarios, cierres perimetrales, disposiciones estatales

hojas informativas. Cierres que no incluían las grandes superficies comerciales, etc.

De pronto nos hallamos en la 2ª ola. Los expertos habían pontificado que las segundas y terceras olas iban a ser un ligero catarro. La segunda ola llegó a

a tener 26.094 contagios diarios el 25 de Octubre, acabó con un número de contagios de 5.894, el 6 de Diciembre que es cuando empieza la tercera

A 20 de Enero la cifra de nuevos contagios diarios es 44.357. Un 355% mayor que el de la 1ª ola


 


 


Estamos en la 3ª con una gran virulencia. Las medidas desde el final de la 1ª no han sido eficaces a pesar de los múltiples intentos varios (diversidad de reunidos , diversidad de cierres perimetrales, diversidad de toques de queda, mascarillas y distancia...)para soslayar un nuevo confinamiento. Solo nos queda el AUTOCONFINAMIENTO (haciendo oídos sordos de Núñez de Balboa), esperando a PFIZER Y MODERNA.



LA HISTORIA DEL INFANTIL B (segunda parte)

 

...POR NACHO NIHARRA

 Y comenzaron los entrenamientos. Los del Infantil A se tiraron semanas enteras en el gimnasio del Ramiro que estaba situado al fondo del patio de columnas, una vez pasada la piscina. Por allí cerca también estaba entonces la cantina de Pedro, la que luego se mudó a un habitáculo cercano a los “campos de fuera”, porque aquel magnífico campo que se construyó con el esfuerzo de todos y en el que Estudiantes ganó su primer Campeonato de Castilla al Real Madrid, ya no era ni mucho menos suficiente para calmar a la enorme afición a la canasta de los alumnos del Ramiro y fue duplicado, lo que siguió siendo insuficiente para la lucha fratricida, la mayoría de las veces incruenta, de conseguir una canasta en los recreos para echar un tres para tres, que algunos de ellos se hicieron míticos y tenían más público que muchos partidos. 

El caso es que los del “A” entrenaban con Paco Hernández en el gimnasio y se ponían como toros. Nosotros en cambio hacíamos estiramientos, calentamiento y César nos ponía a dar interminables vueltas al campo, intercaladas con sprints y con saltos “a tocar el aro”, que ni en sueños, y, tras unos cruces al campo a lo ancho con saltos a piernas juntas, eso era todo sin balón, porque el entrenamiento de verdad era con balón. mucho más divertido, a base de simular contraataque tras contraataque divididos en grupos de tres. Es decir, que si ellos se ponían como toros, nosotros como toreros que deben lidiar con toros, para lo que se necesitaba también una forma física extraordinaria que César también nos proporcionó.

Luego venía lo mejor: unas lecciones de táctica, en las que fuimos recorriendo de nuevo, porque Fernando ya nos había enseñado bastante, las posiciones de cada jugador en las diferentes defensas que habríamos de emplear: en zona, defensa 2-3 y 1-3-1, las preferidas por César, y una muy especial que emplearíamos cuando nos enfrentáramos a equipos con alguna figura estelar: defensa 2-2 e individual sobre ese jugador. Yo creo que César ya tenía en mente al Infantil A y todos sabíamos con qué jugador íbamos a emplearla. Pero la ensayamos muchas veces en diferentes partidos.

No quiero aburriros con las tácticas. Baste decir que formábamos dos equipos, uno de ellos movía el balón con rapidez y el otro iba formando la situación de defensa adecuada según quién tenía el balón; un ejercicio agotador que dio sus frutos durante la temporada. También entrenábamos celadas. Por ejemplo, cuando el balón iba al pívot contrario, el nuestro gritaba ¡pivot! y los dos defensores más cercanos se volvían para arrebatarle el balón si tenía ese frecuente error de los pivots de bajar los brazos o incluso botarlo. En ese caso, el balón acababa en nuestras rápidas manos. Había otras aún mejores, como la de convertir nuestra zona en zona press cuando el balón llegaba a una esquina: dos jugadores sobre el incauto alero que se veía obligado a bombear el balón, robo y contraataque, el gran arma de siempre de los equipos de Estudiantes.

Lo que no teníamos previsto como norma es defender hombre a hombre y la razón era clara: gracias a la selección de Paco Hernández, se nos quedó un equipo con mucha calidad individual pero poca altura, y los Ibáñez y Sepúlveda que teníamos, que no eran muy altos, tampoco eran musculados y en cambio muy novatos, con lo que la mejor opción era la zona: conseguir que no penetrasen, que tiraran desde fuera y con dificultades, y César nos machacó a entrenar el rebote defensivo una y otra vez. Dio resultado y nuestros pivots llegaron a competir muy bien. Sin olvidar la capacidad extraordinaria de Aíto para ganar la posición y los espectaculares saltos de un “ramono” como Vicente, que por aquel entonces empezaba a estirar y acabó la temporada con 20 centímetros de crecimiento, algo extraordinario, seguramente para dejar de ser bolita.

A todo esto hay añadir que había dentro del equipo muchos jugadores que practicábamos aquello que decía Antonio Díaz Miguel de que el baloncesto es ese gran deporte que aparentemente se juega con manos y pies, pero que realmente se juega con la cabeza. Y eso hacía que dentro de la cancha tomáramos muchas decisiones imprevistas, en lo que era un maestro Aíto, al que César apodaba “el cerebrito”, como la de cambiar en cada defensa de zona 2-3 a 1-3-1 sin esperar a un tiempo muerto, lo que solía causar un gran desconcierto en los rivales. Los entrenadores que llevábamos dentro de nosotros iban aflorando.

Y empezó la temporada y, como os dije anteriormente, los partidos importantes los jugaríamos en lo que luego fue la Nevera. Pero la realidad fue, lógicamente, que lo haríamos solamente cuando el Estudiantes Liga jugaba fuera porque cuando jugaba en casa ese campo era uso exclusivo de los chicos que capitaneaba el base Jesús Codina con el número 7, herencia recibida de otro mítico base, Rafael Laborde, y que en nuestro equipo no hubo quién se lo pudiera disputar a Aíto, que siempre lo llevó, al menos en Estudiantes. Vicente llevaba el 5, y también le cogió cariño: si la memoria no me falla, también lo llevó en el Estudiantes y en el Real Madrid. Este equipo marcó nuestras vidas.

Hace unos días os conté el partido que, a poco de empezar la liga, ganamos al Ateneo, una gran sorpresa para todos, incluso para nosotros mismos que aún no medíamos nuestras posibilidades reales. Y es que ese Ateneo era extraordinario, con un base excepcional, Nacho Rodríguez, que era hermano de Javier que mirad si era bueno que le disputaba el liderazgo de juveniles al mismísimo Juan Antonio Martínez Arroyo, y un todoterreno llamado Homero, que era un portorriqueño mestizo con todas las características atléticas de la raza negra, aunque se le recuerde más por su desgraciado accidente de niño en el que cayó en un recipiente con sosa cáustica que le quemó gran parte de su cuerpo dejándole marcas indelebles. Era un jugador excelente, como os digo, pero no les valió de nada: vencimos a Ateneo y de golpe nos convertimos en candidatos al título, con permiso de los propios de Ateneo, de Ferroviarios, el recién estrenado Real Madrid y, cómo no, de nuestro Infantil A, del que seríamos seguidores si no fuéramos rivales encarnizados.

La liga de infantiles fue muy igualada. Podría contaros partido a partido, pues de todos los jugados contra nuestros rivales principales me acuerdo muy bien y de algunos otros, como el del Canoe en Pez Volador o el jugado en la infame cancha del Liceo Italiano enfrente de los Nuevos Ministerios; pero si me parara en ellos esta historia se haría interminable. Baste decir que fuimos ganando a nuestros rivales menores (Paloma, Standard, Caldeiro y Liceo Italiano), pasamos muchos apuros en la cancha del Safa y muchos más en el aplazado del Canoe, a los que ganamos tras una gran remontada por un solo punto, con un enorme partido de Antonio (26 puntos) y creo que mi mejor partido jugado en infantiles. (1)

Sin embargo, todo lo anterior no tenía la menor importancia de cara al título, ya que el “otro” equipo aún intermedio en aquellos inicios de su cantera de infantiles era el Real Madrid y los blancos nos vencieron en el Frontón Fiesta Alegre en un partido calamitoso por nuestra parte que, además, cosa increíble en César y en el equipo entero, no supimos leer. Es cierto que tenían gente muy alta y es cierto que tenían un jugador excelente hermano del sapo Sevillano, con un tiro espeluznante y unas características de juego, velocidad y bravura, muy parecidas a las de su hermano, el eterno compañero de Emiliano. Por su parecido físico, se ganó el apelativo de “el sapito”.

También es cierto que su cancha, un frontón de pelota vasca, era infumable: peligrosa como pocas, que no se te ocurriese ir a cortar un balón por el lado de la pared, porque la distancia entre la línea de fuera y la pared no tenía más de medio metro, con lo que tu cabeza peligraba, y mucho. Además era una cancha muy resbaladiza, hasta el punto de que, cuando jugamos en ella, César llevó un saco creo que de un serrín resinoso en el que chapoteábamos antes de saltar a la pista. Ellos se la conocían a la perfección y esa era una ventaja adicional. Pero no hay excusas. Perdimos porque jugamos fatal y no supimos parar al sapito que nos hizo un roto descomunal.

Estábamos desolados sabiendo que nuestras ilusiones de ser campeones se habían terminado, incluso aunque ganáramos al Infantil A, ya que, a falta de dos partidos, estábamos a uno de Estudiantes A y del Ateneo y ni siquiera en caso de triple empate seríamos ya campeones por la diferencia de puntos a favor y en contra. Y si ganábamos al “A”, les impediríamos ser campeones a ellos, salvo que Ateneo perdiera contra Ferroviarios, cosa harto improbable jugando ese partido en su infernal cancha de Suero de Quiñones 14.

Teníamos que tomar una complicada decisión……

(continuará con una última entrega)

(1) La lista de equipos no es segura al 100%. Puede que no estén todos los que son ni sean todos los que están. Son mis recuerdos y creo en ellos.



20 enero 2021

HISTORIA DEL INFANTIL B

...POR NACHO NIHARRA

Tras aquel, uno más, espléndido verano en Deva en el que corrí mi primer encierro en serio y aunque mi madre se riera porque, decía, “llegas a la plaza cinco minutos antes que los toros”, eso, además de no ser cierto, me venía bien para mis proyectos de, el verano que viene, ir con la panda a Pamplona a correr los sanfermines. Como “sabía” que no había peligro, me dejaría ir. Pero no adelantemos acontecimientos.

El caso es que el año anterior fue, seguramente por primera vez desde la prepa, un curso en el que fui verdaderamente feliz: como me había propuesto, afronté y conseguí un cambio importante en mi conducta: no podía seguir siendo el bufón de la clase, ese mequetrefe que hacía sus gracias para jolgorio de los compas, tormento de algunos profes y satisfacción de esos otros verdugos que me querían machacar y que ya conocéis. Cambiaría, lo había decidido y lo hice. Ni una broma, ni una crítica; a los verdugos ni nombrarlos, ni mirarlos: centrarme en los estudios y preparar la reválida de cuarto. A cambio, conseguí no visitar los sábados el Hispano en castigo a mis maldades, tampoco me permití ir al cine, porque seguiría siendo expulsado por aquel otro innombrable al que Dios perdone, y ya os conté lo que pasó cuando saqué la máxima nota en latín en la reválida de cuarto: ¡me pidió perdón!, lo que le honra y me quito el sombrero: me demostró que la buena gente sabe cambiar.

En este curso, en el que los alumnos que han elegido cursar Letras se incorporan a Quinto A, habrá que echar de menos a los que nos abandonan, cosa difícil porque todos somos grandes amigos y habrá que socializar a los nuevos. Pero eso es fácil en el Ramiro, esta maravilla de cole en el que tenemos la suerte de estar, donde todo el mundo es igual, venga de donde venga en el más amplio sentido, y donde los valores de justicia y libertad, de excelencia, de tolerancia y compañerismo, están siempre en primer plano. Al menos hasta ahora. Aunque negros nubarrones se cernían sobre nuestras cabezas.

Otro reto importante estaba en el baloncesto. Aquel magnífico Infantil C de Fernando Gómez Montes, en el que tantos fundamentos aprendimos y tanto disfrutamos, se iba a convertir en.... no lo sabíamos y estábamos inquietos. Lo habíamos hablado Aíto, Antonio y yo: sobraba gente y habría compañeros que se iban a quedar fuera. Por otra parte, se podían crear dos buenos equipos y, si se hacía bien, un Infantil A imbatible, posiblemente Campeón de Castilla de Infantiles. Y, además, ¿quiénes serían los entrenadores? Nosotros apostábamos por Fernando para uno y César González-Ruano para el otro. Todas aquellas incógnitas no tardaron en desvelarse.

Un día nos comunicaron los nombres de los jugadores citados al primer entrenamiento de infantiles: de nuestra clase, 5ºA, citaron a Antonio Alcántara, Rodrigo de Balbín, Pedro Ceballos, Aíto Gª Reneses, Emilio Segura y yo. No estaba mal para ser el equipo campeón de Cuarto, pero perdíamos a Liborio Hierro y José Mª García Rosales, una pena. También al venezolano Guédez, que había vuelto a Venezuela. De las demás clases, destacaban las aportaciones de los subcampeones de la B, con los gemelos Antonio y Gonzalo Prieto, Francisco Castanyer y Fernando Bermúdez; del C el ya formidable Jaime Moreno, terror de las defensas, y Enrique Gómez Lobo, con el que había hecho amistad durante mis castigos de los sábados en el Hispano que bien conocéis.

Primera incógnita desvelada, no estaba mal: había mimbres para un Infantil A imbatible y un Infantil B competitivo. Y si tenemos en cuenta a los que se incorporaban de Cuarto, los Ramos, Arroyo, Rosas, Frade, Bufalá, Ibáñez.... también había para un tercer equipo de futuro.

La segunda incógnita eran los entrenadores. Y aquí la primera gran sorpresa: en el primer entrenamiento Roberto Bermúdez, Director Deportivo de Estudiantes Club, nos presentó a un señor al que nunca habíamos visto por el Ramiro, una estrella al parecer del arte de la canasta que catapultaría sin duda a los privilegiados que tuvieran la fortuna de ser seleccionados por él: Paco Hernández sería el entrenador del Infantil A. ¡Qué emoción! Para el B, César González-Ruano y en el C continuaría Fernando Montes. Me consta, que a César no le hizo gracia que le apartaran del Infantil A, pero luego…..

Un inciso para recordar a César González-Ruano y Navascués, un grande como persona y como entrenador e hijo de otro grande de las letras. A César unos malintencionados le apodaron Polifemo por su figura un tanto desgarbada y grandullona, como el gigante de un solo ojo al que tomaba el pelo Ulises en La Odisea de Homero (el fabuloso poeta griego, no el gran jugador del Ateneo Politécnico que tantos problemas nos daba). César fue agrandando su figura entre nosotros y conquistó del todo nuestro respeto y admiración, como entrenador y como persona. Pero, como solía decir Rudyard Kipling, esta es otra historia que, sin duda, algún día os contaré.

Como ya habéis adivinado, nadie sabría su destino hasta que el ínclito don Paco Hernández diera su veredicto y eligiera a sus campeones, porque sin duda eso serían, a eso estaban destinados.

Fue rápida la elección, ni siquiera hizo un partido para comprobar destrezas, las dio por supuestas. Aplicó el criterio olímpico: citius, altius, fortius; nada de inteligentius, de habilitius o de dexterius. Hablando en román paladino “en qual suele el pueblo fablar con su vecino”, Paco Hernández eligió a los más altos y más fuertes, pero no a los mejores jugadores.

Que se me entienda bien: los jugadores que eligió eran formidables desde todos los puntos de visto, ya que el plantel era de gran calidad, y algunos de ellos eran sencillamente los mejores, o casi, pero, señores, no era posible dejar fuera de un equipo campeón a Aíto García Reneses, a Antonio Alcántara o a Carlos Siljestrõm

Así pues, en el A un equipo excelente con (no recuerdo a todos) Jaime Moreno, Fernando Bermúdez, Emilio Segura, Pedro Ceballos, Francisco Castanyer, Antonio y Gonzalo Prieto y Rodrigo de Balbín.

En el B otro equipo no menos excelente con Aíto, Antonio, Siljestrõm y yo acompañados de los de Cuarto que seleccionó César: Vicente Ramos, Edgar Arroyo y varios altotes como Ibáñez y Sepúlveda.



El “problema” es que tanto Paco Hernández como la directiva tenían plena seguridad de que se trataba de un equipo campeón y de otro que no iba a desentonar, pero sin molestar demasiado. Pero nosotros , al poco tiempo de entrenar juntos y ver además la enorme calidad de nuestro mejor refuerzo, Vicente Ramos, esa bolita sonriente y saltarina que era uno con el balón y las metía desde todas partes, “sabíamos” que éramos mejores y así lo proclamábamos: que tiemblen los atletas que viene un equipo de baloncesto; nuestros enfrentamientos echarían chispas. César callaba.

Otro notición que nos dieron fue el de que los mejores partidos los jugaríamos en la Nevera, que no se llamaba así porque aún era un campo descubierto y hacía el mismo frío o calor que en todas partes, pero era una chulada de campo bien pavimentado con gradas para el público y, ¡oh maravilla!, con tableros de cristal. Cerrábamos los ojos y lo veíamos lleno de gente aplaudiendo a rabiar y arengándonos con el “Dicen que se ha muerto Garibaldi: Uhhh”.


(Continuará)

18 enero 2021

LOS AMANTES QUE NO SE AMABAN

Nuestro compañero de la 65, Paco González , recogiendo el reto Voluntarios a la palestra... de escritos sobre el amor, nos aporta un texto analizando el binomio amor-amante. Muy agradecidos por tu participación. Los del Ramiro 64.


...POR PACO GONZÁLEZ. Promoción de 1965

Esta vida (la otra no lo sé... o no lo recuerdo) está llena de contradicciones y de situaciones absurdas, pero si hay alguna que me parezca grotesca en grado superlativo es la de los amantes que no se aman.
Nadie debe extrañarse de esto, pues es más común de lo que su enunciado sugiere a primera vista. En la mayoría de los casos, es un hecho bien conocido que el amor de los amantes solo se produce al cincuenta por ciento. Y, en ocasiones, ni eso.

Recuerdo, por ejemplo, un caso histórico acaecido en las tierras bajas de Aragón hace ya muchos años. Ella se llamaba Inés y él, Rodrigo. Vivían su supuesto amor bajo unas circunstancias complicadas para la época, lo que parecía justificar que Inés tratase de mantener en secreto su aparente devoción por Rodrigo, quien, por el contrario, disimulaba muy poco sus sentimientos. Y así se mantuvo esa intensa relación durante un tiempo largo... casi interminable.
Sin embargo, un día sucedió algo. Las crónicas no cuentan con exactitud lo que pasó, pero debió ser grave, porque derivó en consecuencias imprevisibles. En cualquier caso (y obviando el detalle de lo ocurrido, que no es pertinente aventurar por pertenecer al terreno de las suposiciones), cuando Inés se encontró con la pregunta que le hicieron sobre la identidad de Rodrigo, ella contestó: "Es mi amante".

Por eso, sumado a todo lo demás, no deja de ser un tanto surrealista que Inés no amase a Rodrigo. Era "su amante" (según ella misma afirmó), pero no lo amaba.
En esta historia es irrelevante cuáles fuesen los sentimientos de Rodrigo. Lo tremendo es que uno de los dos describa así al otro ante terceras personas, comprometiéndose al decirlo en público, pese a no ser cierto.

Hoy en día sigue pasando lo mismo, incluso con más frecuencia que en el antiguo Aragón. Amantes que no se aman, amigos que no se tienen amistad, vecinos que no viven cerca, liberales que no practican la libertad... y hasta padres que no tienen hijos. 
Todo está desbordado por paradojas sorprendentes que confunden a quienes estamos acostumbrados a defender la literalidad de lo que se dice como método más económico (aunque no siempre eficaz) de comunicación entre las personas. De cualquier forma, insisto en que, para mí, lo más asombroso sigue siendo lo de los amantes que no se aman.

Podría ser que todo fuese una cuestión semántica o el resultado de un eufemismo consuetudinario, de uso colectivo generalizado y poco afortunado, pero el caso es que aquellos amantes aragoneses, como tantos otros amantes, no se amaron. 
Sus almas jamás llegaron a estar juntas, a descansar la una en la otra. ¿Triste? Sí, muy triste. Y, aún más que eso, terriblemente vulgar.


Artículo recogido en el blog del autor https://sangfreda.blogspot.com/



LA AMISTAD COMO FORMA DE AMOR

...POR VICENTE RAMOS

A raíz de la lectura del libro de Juanito Corbalán, mi compañero por unos años, mi amigo para toda la vida, El Baloncesto y la Vida (http://tricente.blogspot.com/2014/11/el-baloncesto-y-la-vida-libro-de-juan.html), se me quedaron grabadas estas palabras que reproduzco a continuación; “Dar y recibir amor, en cualquiera de sus formas, es lo que nos mueve, lo que nos mantiene vivos”. Este párrafo, incluido en el capítulo “Aprendimos a Querernos” y en el que refiere como un grupo de deportistas de alta competición se hicieron mejores deportistas y personas y encontraron la unión exigida para conformar un equipo de élite, me hizo estar bastante tiempo a la búsqueda de lecturas acerca de la amistad. La amistad como forma de amor.



       Escuchaba hace poco a una neurocientífica americana, Helen Fischer, 
       quien entrevistada para el programa divulgativo Aprendemos Juntos,                      respondía así a la pregunta ¿qué es el amor?.

El amor, respondió, estimula tres circuitos cerebrales que denominaremos del deseo erótico, en el que se recibe información de la atracción que ejercen en nosotros individuos del sexo contrario, bien sea hombre, mujer o people in-between.

A continuación, cuando hemos elegido la pareja con la que deseamos unirnos surge el amor romántico, que activa más circuitos neuronales, y el deseo se complementa en una idealización de la persona elegida y objeto de nuestro amor romántico.

Seguidamente en el tiempo, explicó que el tercer circuito que se estimula y al que llama amor de apego (attachment, lo denomina en inglés), surge cuando hay una relación de mutuo entendimiento, o cuando la pareja es amiga, deseando compartir la vida juntos.

Saliendo ahora de la descripción de esta científica y entrando en nuestras normales vidas, somos capaces de comprender que la convivencia con la pareja se cimenta en las tres patas de este banco. Cuando falla una de ellas, la convivencia se deteriora, bien sea por mala relación erótica, por falta de idealización y cariño romántico o por falta de amistad o compañerismo en la pareja.

Acudiendo a los filósofos griegos, también en aquella época determinaban tres tipos de amor y alguno citaba un cuarto. Este cuarto es el amor natural o Storgé, que podemos percibir en el cariño de una madre hacia su hijo o las múltiples variaciones que de este amor se nos puedan ocurrir.

Con similar definición al anteriormente citado en primer lugar por la científica, describían el Eros; al que aquí antes denominamos romántico lo llamaban Agape (¿recordáis la canción de Mikis Teodorakis cantada en Eurovisión por Nana Moskouri Agape mu, amor mío?) y el amor de apego es al que llamaban Filia. Es en este en el que quiero centrarme para llegar a lo que deseo exponer en relación al título del escrito. 

Veamos pues por que tenemos esa capacidad de amar a nuestros semejantes, queridos amigos. Ahora se que si por cualquier circunstancia os perdiera por un tiempo, os recuperaría en instantes y siempre podría confiar en vosotros. En principio, y de esto me di cuenta al rencontrarnos todos en 2014, la verdadera amistad no tiene temporalidad.

Si fuimos amigos, muchos años después lo continuaremos siendo y con gran facilidad recuperaremos el anterior estatus de amistad e incluso lo superaremos.

La verdadera amistad no se mueve por fines egoístas, es desprendida, es darse, como el amor, sin pedir nada a cambio. Al ser altruista, tiene en mente el alter, lo cual es un valor ético, tener en consideración al otro.

La amistad es esencial para nuestra existencia. Procura felicidad, promueve el ser desprendido y da sentido a lo que desde la mente comprendemos como bien o mal. Tenemos perfecta conciencia de si somos buenos o malos amigos en función de como nos comportamos con ellos. Pero además lo percibimos mediante sensaciones que nos conducen en nuestro comportamiento de relación.

Porque el gobierno de los sentimientos permite controlar el amor afectivo, radica en nosotros gobernar nuestra conducta para una amistad más efectiva.

Ya Epicuro hizo popular el aforismo : “De todos los bienes que la sabiduría procura para que la vida sea feliz, el mayor es, con mucho, la adquisición de la amistad”.

Hay una línea muy fina entre epicureísmo y hedonismo que debemos tener bien delimitada y cuidarnos de no traspasar. Pero ello sería motivo de otra disquisición.

En alguna parte leí también que en el mundo griego se distinguía el amor de concupiscencia, conyugal, con relación sexual; el amor de benevolencia o de cercanía, y el amor de complacencia, de amistad. Parece que esta clasificación concordaría en bastantes puntos con las anteriormente citadas.

Dado que soy de los de la parte azul oscuro de nuestros colores, de los de ciencias, lanzo aquí el guante a los de letras para que nos ilustren acerca de las tres expresiones del amor que el diccionario clásico distingue. Son diligere, amare y caritas (en el sentido, no de caridad, sino de donación, de darse).

Voluntarios a la palestra…