Nuestro país se encuentra actualmente
inmerso en una gran cantidad de problemas, de amplio espectro, como
probablemente no nos ocurría desde hace mucho tiempo. Esto es de dominio
público y está creando tensiones sociales muy importantes.No solo tenemos los
acuciantes problemas económicos y de paro, si no que la corrupción se ha
extendido a todas las instituciones, adueñándose de las mismas, con lo cual la
confianza del ciudadano en ellas, para resolver sus problemas es cada vez más
escasa. Aparecen grietas territoriales que amenazan con un desmembramiento del
país a la vez que la deuda pública se dispara.
Las voces de descontento son cada vez
mayores desde muchos sectores, y de seguirse el camino actual, es posible que
se acerquen estallidos sociales importantes, ante un estado de cosas tan poco
grato para toda la ciudadanía, y con la aparente desidia de los políticos más
preocupados por sus privilegios que por cambiar este estado de cosas.
Es cierto que desde la transición las
reformas han sido pocas y que no han beneficiado en general, a los ciudadanos,
ya que no se han atendido las peticiones mayoritarias, como la de una nueva ley
electoral o la reforma de la ley de desahucio o de despolitización del poder
judicial, por citar demandas ya habituales en muchos colectivos. Por esta razón
los españoles intuimos que se precisan reformas de amplio calado, para poder
llegar algún día a un estado más democrático, menos corrupto y más próximo al
ciudadano que en definitiva lo mantiene con sus impuestos.
Toda reforma necesita de un plan
estructurado de acciones, coordinadas, para alcanzar el fin último, que en este
caso sería un Estado viable y más útil para solucionar nuestros problemas y
garantizar un futuro más prometedor, que el que actualmente divisamos en el horizonte.
En este trabajo voy a desarrollar un
análisis de lo que debería ser la magistratura más alta del Estado, por encima
de los partidos políticos, para conseguir que fuese aceptada por los ciudadanos
sean de la tendencia que sean sus ideas.
Me refiero a la Jefatura del Estado
Español. Esta institución, básica para poder en última instancia tener siempre
el recurso de un arbitraje respetado y acatado, o que se pueda depositar en la
misma una confianza de representatividad y honestidad, que a día de hoy está
seriamente dañada, A mi entender las necesarias reformas del Estado deberían
empezarse por ella.
No voy a entrar aquí si el modelo actual
es el idóneo o precisamos cambiarlo. Simplemente voy a razonar que se
precisaría de la Monarquía para que cumpliese las altas funciones que le son
encomendadas por el pueblo español. En estos momentos puede ser más sensato
reformar lo que tenemos en lugar de sustituirlo por algo en principio incierto.
Es evidente que el modelo monárquico
actual emana de una dictadura que así lo dispuso, pero se apoya en una
tradición monárquica secular del Estado.
La Constitución Española tiene la
carencia de no definir de una manera clara el control, que como en todo sistema
democrático, se debe de ejercer sobre esta magistratura, que además debe de ser
totalmente transparente. Y el control más sencillo, dentro de nuestro modelo
actual, sería que las propias Cortes sean las garantes de que la institución
funciona correctamente.
Desde tiempos de la transición solo
hemos tenido un Rey. Este Rey ha despertado muchas controversias
indudablemente. Pero hubo un pacto, en el que de facto el Rey entregaba todo el
poder político a los partidos, a cambio de opacidad total de sus actos y
decisiones.
Esta situación ha favorecido a los partidos,
que jamás han presentado oposición al Rey en ninguna decisión y por otra parte
ha eliminado toda posibilidad de que la Jefatura del Estado tenga utilidad para
coordinar el juego democrático, reduciendo su papel a una discreta presencia en
actos oficiales o en representaciones en el exterior.
En mi opinión esto ha producido el
efecto perverso, de que el Rey aproveche su cargo para sus asuntos personales y
no para lo que debiera de hacer según sus obligaciones. Ha contado con la
opacidad total y el silencio de los medios durante largos años. La familia real
ha tenido una vida oficial y otra privada muy diferente a la anterior.
Este estado de cosas, comentado siempre
en voz baja y con sigilo, ha cambiado radicalmente en los últimos años.
El estallido de la corrupción en los
negocios del yerno del Rey, su impunidad y la obstrucción a la justicia
ejercida desde la Institución, ha hecho que la opinión pública se ponga en
contra de la misma de manera mayoritaria. Si añadimos los escándalos que se van
conociendo, el saber que la familia real lleva rota mucho tiempo y que el Rey
amasa una gran fortuna, hace muy impopular su figura.
También hay que recordar la mala salud
del monarca y su avanzada edad.
Llegado a este punto, creo sinceramente
que el Rey debería abdicar y cuanto antes, en su hijo. Ya no tiene ni siquiera
legitimidad moral para actuar en problemas importantes, contentándose con
estúpidos títulos honorarios como Presidente mundial de los circuitos de caza.
El Príncipe es un gran desconocido. No
sabemos qué resultado puede dar, pero en estos momentos es la única posibilidad
y esperanza de que sobreviva la Institución. Aparentemente no está envuelto en
la corrupción familiar y parece tener una buena preparación.
Por ello en estos horas críticas, sería
muy conveniente este relevo generacional.
Si el Rey se niega, como parecen apuntar
todos los indicios, el clamor popular va a ir en aumento, al ser hoy en día él,
blanco de todo tipo de críticas por sus amantes, sus viajes inoportunos y sus
negocios nada claros, junto a la defensa a ultranza que ejerce de la corrupción
familiar. Todos estos temas ocupan grandes espacios en los medios de
comunicación, con la consiguiente alarma social que conllevan, y voces más o
menos autorizadas se levantan para apoyar la idea de la abdicación.
Los medios extranjeros también se hacen
eco de todas estas noticias y el desprestigio internacional de la Institución
es grande.
Sería razonable que las Cortes,
depositarias del poder popular, le desposeyesen del título al Rey, si este no
quiere aceptar voluntariamente a pactar su renuncia, por incapacidad
manifiesta, y se lo otorgasen a su hijo, antes de que los daños sean totalmente
irreversibles.
Este, una vez en posesión de su cargo
debería de reformar de inmediato la Institución, haciéndola transparente y
alejándola de la corrupción, permitiendo los juicios precisos por los delitos
cometidos, aunque sean de su familia, y adoptando el papel nunca jugado de ser
un árbitro en las situaciones conflictivas.
Para mostrar sus habilidades no le
faltaría trabajo. La cuestión catalana, el acercamiento a los ciudadanos y la
representación exterior, pondrían a prueba su valía. Y todo ello controlado por
las Cortes no por los partidos políticos.
Resumiendo los españoles necesitamos una
Monarquía operativa, que se deje de uniformes de capitán general, ponga los
pies en el suelo y se enfrente a los problemas del Estado, con honestidad y con
dinamismo. Que no esté ahogada en escándalos y que se gane el respeto de los
ciudadanos, acercándose a ellos y mostrando utilidad práctica en los problemas
reales.
Por otra parte el control de la
trasparencia de la Institución y la verificación de la ejecución de sus
funciones, deben de ejercerse desde el Parlamento, única institución que puede estar
habilitada para ello.
Esta primera gran reforma, la considero
básica, para poder avanzar, en forma ordenada en nuevas reformas, que son
necesarias, y para que el Rey recupere parte del poder que no debió ceder a los
partidos políticos y sea una persona respetada.
Insistir nuevamente
que en mi entender retrasar estas medidas es perder un tiempo precioso, que es
un lujo que no nos podemos permitir en la actual situación.
No sé de ningún rey Borbón español que haya abdicado. Alfonso XIII, del que algunos dicen que lo hizo, se limitó a largarse a todo lo que daba el crucero de su nombre. Los Bourbon franceses sí han abdicado alguna vez. El penúltimo, Charles X, lo hizo en 1830 en su hijo, el Duc d'Angoulême, y éste lo hizo 20 minutos después en nadie, porque salió para el UK a carajo sacáo. Desde entonces Francia está libre de Bourbons. Les costó 'los tres días gloriosos', aunque insisten en que valió la pena. Me pregunto si exageraríamos mucho si, en el caso de que el Madrid ganara este año la Champions, ofreciéramos el trono a Mourinho. ¿Cómo lo veríais?
ResponderEliminarAlfonso der Grosser Kurfürst
Pues hubo una abdicación, la de su padre que se quedó con las ganas. El Borbón con la Corinna no está por la labor de irse. Yo sugiero que sean las Cortes las que le echen de una vez
ResponderEliminarPues yo ni quito ni pongo rey y ni siquiera puedo ajudar a mi señor. ¡No se deja!
ResponderEliminarTranquilo Jordi
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