Las malas noticias
Por Manuel Limones
A nadie le gusta transmitir noticias desagradables.
Pero hay personas que por su profesión no tienen más remedio que comunicar
algunas que no quisieran dar nunca.
El médico actúa con un mismo objetivo y fin, curar al
paciente. Es por ello que
comunicar una mala noticia es desagradable para el médico porque va en contra de
su razón de ser, pero la realidad es que el encargado de la salud tiene el
deber de informar, tanto de las noticias buenas como de las malas. Para ofrecer una buena información,
tanto por imperativo legal como por reflexiones bioéticas, es muy importante trasmitirla
correctamente en la forma y en el momento oportuno para no erosionar la
confianza del paciente o familiar, ya que una deficiente o contradictoria
información puede ser origen de recelos, incomprensiones, quejas o incluso
demandas judiciales.
Desde la perspectiva de muchos años de
ejercicio profesional, no dejo de considerar que la información en la relación
médico-paciente y familiares es una tarea harto compleja. Se puede estar al
corriente de los avances de la medicina, de una técnica quirúrgica novedosa,
pero la comunicación de malas noticias es frustrante para el facultativo y
siempre resulta una tarea difícil, porque la labor de informar tiene unas
connotaciones especiales sobre las que es preciso reflexionar. Se ha dicho que los
factores que dificultan la información pueden provenir del ambiente sociocultural, del paciente o familiar
cercano, o incluso del propio médico, pero en realidad el acto de comunicar malas
noticias, me atrevo a decir, depende casi exclusivamente de una correcta
relación interpersonal, en la que el facultativo se debe adaptar a cada caso. Nunca
la información que se va a facilitar al paciente o familiar va a ser igual, aun
informando de lo mismo, con mayor motivo si se trata de dar una mala noticia.
Existen diferentes causas por las que el médico se puede encontrar en esta
situación: resultados no esperados que no indican mal pronóstico, resultado con
mal pronóstico, resultado inminente de desenlace fatal, comunicación al familiar
de un desenlace fatal en un plazo muy próximo o confirmación de un
fallecimiento. En cualquiera de estos casos, el ser capaz de mostrar empatía
con la persona a la que se le informa es esencial para que fluyan las palabras
de la manera más natural y menos traumática posible, con claridad y sin
eufemismos, para que la información sea
recibida con la mejor disposición y comprensión, esta última difícil de
conseguir en muchos casos. Las Facultades
de Medicina no forman en estas habilidades, incluso con los modernos sistemas
interactivos. Es algo que se adquiere
después de años de actividad profesional, unos antes y otros más tarde…
Se me vienen a la memoria muchas situaciones
dolorosas en las que la comunicación del fallecimiento de un ser querido fue
realmente traumática y no solo para el familiar. Fueron en su mayoría casos inesperados:
la comunicación de la pérdida de un hijo, el resultado nefasto de un accidente
de tráfico… Son situaciones dolorosas que impactan al informador, no solo por
la mala noticia en sí misma, sino por las preguntas que te hacen y no sabes
responder.
No estamos
preparados para el sufrimiento, ni lo estamos tampoco para dar malas noticias, incluyendo
a los médicos. No hay guías ni métodos infalibles para comunicar una muerte, ni
siquiera en circunstancias excepcionales como en una pandemia. Nos queda mucho
por aprender en este difícil encargo de transmitir una mala noticia.
La empatía y la capacidad de sintonizar con los
sentimientos o preocupaciones de la otra persona, siguen siendo la “regla de
oro” en la trasmisión de malas noticias. Pero, aun teniendo empatía y
formándonos cada vez mejor en la comunicación médica, ¡cuántas preguntas quedarán sin contestación!
Actualmente, ante los fallecimientos
masivos por la infección del coronavirus, me pongo en el pellejo de mis
colegas, no solo por la situación que están pasando desde el punto de vista asistencial, sino a la
hora de comunicar un fallecimiento. ¡Cuántas preguntas no tendrán respuestas! ¡A
cuántas preguntas no sabremos cómo responder!
Manuel Limones Esteban
Médico jubilado
Muy emotiva tu reflexión Manuel.
ResponderEliminarNO se si entre las asignaturas de la carrera se incluye una que trate la comunicación y relación con el enfermo, pero sin duda es una materia tan difícil como la de la del conocimiento técnico de las distintas ramas de la medicina, y más aún si es en el momento en que se frustran tus esfuerzos para salvar la vida del paciente.
Si para cualquiera es complicado dar una noticia así, cuánto más para vosotros los profesionales que estáis en la primera línea, porque, al darla, no sabéis la reacción del interlocutor que, en ese momento de pérdida, de pronto, puede "echaros la culpa" puesto que habéis estado junto al fallecido, de manera que la frustración, supongo, tiene que resultaros muy, muy complicada de gestionar, porque, además, a veces, inmediatamente de esos momentos tremendos, debéis "aparcarlos" y continuar vuestro importantísimo quehacer con otros pacientes.
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