22 enero 2020

PUBLICACIONES DE KURT EN PAPEL


   ...POR KURT SCHLEICHER





Os informo que he publicado dos libros (esta vez en papel, ver anexo). Ambos están encuadrados en el género de narrativa histórica, aunque en épocas bastante diferentes; para los que os guste la historia contemporánea tenéis “En el lugar erróneo”, que cubre la primera mitad del siglo XX, mientras que el segundo se sitúa en el siglo XIV a.C. y son unas Memorias de la reina Nefertiti contadas en primera persona con sus experiencias y sus sentimientos, por lo que la he titulado “Yo, Nefertiti”. Desde la época de la una y de la otra han pasado nada menos que treinta y cuatro siglos; creo que la evolución de la Humanidad no ha sido tanta como se pudiera pensar tras todo este tiempo.
   Ambas novelas tratan dos aspectos que siempre han acompañado al ser humano, la guerra y la religión, aparte de algo intrínseco a toda novela que se precie: el romanticismo.
   Espero que los que leáis alguna de ellas paséis un rato agradable y ameno, además de descubrir algún que otro hecho inédito.
   Adjunto la dirección web para ambas novelas y donde encontraréis la sinopsis y más información; el primero tiene 600 pág., mientras que el de Nefertiti tiene menos, 230.

   “En el lugar erróneo” ……  https://www.bubok.es/libros/259680/En-el-lugar-erroneo

   “Yo, Nefertiti” ………………  https://www.bubok.es/libros/261676/Yo-Nefertiti

Abzos,

Kurt

18 enero 2020

LA COPIA CUÁNTICA



      Por Kurt Schleicher

 Soy radiólogo y esta profesión ha tenido un impacto impensable en los aspectos sentimentales de mi vida. ¿Qué tendrá que ver lo uno con lo otro? A ver si lo puedo contar, pues no es fácil.
Siempre me ha fascinado la Resonancia Magnética (RMN) y su utilidad para visualizar los tejidos del cuerpo humano, pues ése ha sido el objetivo de que existan estos aparatos en la gran mayoría de los hospitales; un día me pregunté si no podrían valer para otra cosa y de esta idea dio comienzo algo que ha marcado mi vida.

Empecemos por el principio, cuando yo tenía diecisiete años; ya han pasado cuarenta desde entonces.  Éramos un grupo de amigos  -entonces se llamaba “pandilla”- en el que no faltaban chicas de nuestra edad; algunas eran recién llegadas. Un buen día, durante una excursión, estábamos distrayéndonos con un juego de grupo que consistía en cogernos de la mano todos en cadena "chico-chica" formando un círculo y apretar de vez en cuando, estando uno de nosotros en el centro con la misión de descubrir dónde se había producido el apretón o  “chispazo”. Si lo descubría, tenía que indicar dónde había sido y los afectados debían abandonar la cadena. A mi lado tenía una guapa chica, morenilla y de mirada cálida y chispeante, a quien tenía cogida de la mano; cada vez que me enviaba una “señal” con su suave y pequeña mano, yo reaccionaba con un estremecimiento. ¿Sería acaso un nuevo fenómeno eléctrico? Pues no, era más bien magnético, pues empecé a notar una extraña atracción por aquella muchacha, lo que se evidenciaba por mi mirada embobada a la profundidad de sus almendrados ojos; esto hizo que se nos descubriese pronto y tuvimos que salir del juego. Así empezamos a hablar; ella había empezado Biológicas y yo Medicina, y además me había matriculado en Físicas.

Empezamos a salir, primero en grupo y después ya solos. No se me olvidará el primer beso, que si es de un primer amor, resulta inolvidable. Era estupendo, pues todo era muy sencillo, sin compromisos ni promesas. Sólo existía el presente. Seguimos así los años que faltaban para terminar la carrera, aunque empezamos a vernos cada vez menos; los estudios nos obligaban a reducir nuestros encuentros. Ella se decantó por la Antropología y yo me especialicé en Radiología. También es posible que el chispazo original se hubiera ido apagando y que siguiéramos juntos “por costumbre”… y que nos estábamos haciendo mayores. Faltando poco para terminar nuestras carreras, me dije que lo suyo sería casarse, tener hijos y formar una familia, que era lo normal en aquella época; total, como si fuese lo más normal del mundo, un buen día se lo propuse. No podía yo imaginar su reacción, pues agachó su cabecita y después me miró triste con sus preciosos ojos almendrados.
 ─ Me emociona tu petición, pero no puedo aceptar. Me ha salido una beca para dedicarme a buscar fósiles de dinosaurios en Perú y un probable trabajo allí; no puedo desaprovechar esta oportunidad. Me temo que tendremos que esperar…
Aquello me dolió como una patada en el estómago; lo primero que me vino a la mente fue dejarla allí plantada, pero después recapacité dándome cuenta que tenía razón, así que me tragué mi amor propio. Además, yo tenía un problema parecido, pues me había salido una excelente oferta para trabajar de radiólogo en uno de los más avanzados hospitales de Madrid. Por aquél entonces pocas personas sabían qué era eso de la RMN y la radiología era sinónimo de radiografías y ecografías; yo estaba convencido que aquella técnica nos permitiría mejorar mucho la calidad de las imágenes de los tejidos humanos, en especial zonas blandas, no visibles para los rayos X y en aquél hospital se me brindaba la oportunidad de desarrollarla.
Al final, tras el primer disgusto, decidimos separarnos, manteniendo contacto epistolar. Ella se fue al lejano Perú y yo me quedé en Madrid, aunque tuve que viajar con frecuencia al extranjero para empaparme de los últimos avances en la resonancia magnética y conocer de primera mano cómo funcionaba aquello en los hospitales foráneos donde ya lo habían instalado; la verdad es que se estaba imponiendo. Los enormes aparatos, pese a su alto coste, se fueron implantando también en España, empezando por Barcelona y Madrid, así como en mi hospital. Al cabo de poco tiempo, me nombraron jefe del departamento de radiología. Podía estar contento; ¡trabajaba justo en lo que me gustaba; no todo el mundo podía decir lo mismo! Sin embargo, me había olvidado de mí; mis padres habían fallecido, yo me había dedicado en cuerpo y alma a mi profesión, pero cuando recibía alguna carta de Perú a la vez me alegraba pero también sufría cada vez más un sentimiento de angustia y tristeza. Me faltaba ella; nunca había pensado que la necesitaría tanto. ¡Hasta pensé en dejarlo todo y marcharme por sorpresa al Perú!
Al principio nos escribíamos cada semana, después cada mes y al final nos carteábamos sólo en Navidades. Pasados varios años, hasta eso desapareció. Decidí que tenía que quitarme de encima mis soledades investigando más en el fenómeno físico de la resonancia magnética y descubrir para qué otros usos podría servir. Eso me distraería.

A ver si puedo describir en pocas palabras cómo funciona eso de la RMN. Se aprovecha la liberación de energía de núcleos de hidrógeno magnetizados y puestos en línea en la misma dirección del campo magnético aplicado;  cada uno gira sobre un eje  produciendo un momento magnético. La liberación de energía se produce al hacerles volver a su posición de equilibrio por medio de impulsos magnéticos. Se utilizan núcleos de hidrógeno, que son sólo protones; el cuerpo humano  está compuesto de este elemento en su gran parte. Los niveles energéticos originan, convenientemente medidos y reproducidos, imágenes en diferentes tonalidades de grises, según sea la cantidad de energía liberada. Esa es la imagen que obtenemos; el tiempo que tardan los protones en recuperar su equilibrio es una característica diferente para cada tejido humano y así podemos distinguirlos. He de decir que todo esto es mucho más complejo, pues interviene el movimiento de precesión causado por el spin separándolo de la dirección del campo magnético y los impulsos de radiofrecuencia que se emplean para perturbar a los protones y sacarlos de su estado de equilibrio, pero para contarlo todo bien necesitaría toda una especificación y esto ya no sería un cuento…
A mí me traía loco el movimiento aquél de giro de los protones llamado spin, que al aplicarle un campo magnético, podría ser paralelo o anti-paralelo; el primero se podría asimilar para entendernos a un sacacorchos perforando el corcho en el sentido de las agujas de un reloj y el segundo en girar el sacacorchos en sentido contrario, dejando el corcho donde estaba. Y sólo existen estas dos posibilidades. Yo me pregunté qué sucedería en el cuerpo humano si lo magnetizábamos con el spin invertido, igual que si fabricásemos un sacacorchos con el fileteado al revés: girando en el sentido de las agujas del reloj no profundizaría en el corcho, sino que se saldría. Como tenía a mi disposición varios equipos de RMN, estaba en una posición estupenda para investigarlo, pero me lo tomé con calma empleando mis ratos libres, fuera de las horas de oficina. Resultado: que iba a mi casa de solterón sólo para dormir.

Sí, me había vuelto un solitario; las mujeres que fui conociendo, o eran profesionales para calmar mis impulsos físicos o no provocaban mi interés; suerte que internet pudo solucionar parte de esos problemas, pero nunca a plena satisfacción.
Según iban pasando los años no volví a recibir cartas de Perú; empecé a escribir entonces febrilmente, pero no obtenía respuesta alguna. “Claro; se habrá casado o me debe haber olvidado…”, me decía yo.  Y mi desazón empezó a crecer cada vez más.
Ya no me calmaban ni siquiera mis trabajos. Decidí investigar; suponía que sus padres ya habrían fallecido, pero recordé que tenía unas primas. Tras mucho esfuerzo, logré encontrar a una de ellas; ni corto ni perezoso me personé en el domicilio que había averiguado.
Allí me recibió en efecto una señora de mediana edad, a la que recordaba haber visto en alguna ocasión hacía muchos años. Tras la sorpresa inicial al decirle quién era, me invitó a pasar, pues tenía que comunicarme algo.
─ Me temo que tengo malas noticias ─ me dijo insegura y retorciéndose las manos ─ mi prima de Perú, como la conocíamos, ha fallecido en un trágico accidente, tras despeñarse en una zona montañosa muy abrupta haciendo unas excavaciones. De eso hace ya ocho años; no sabe cómo lo siento…
A mí se me vino el mundo encima; casi me desmayé allí mismo. ¡Pobrecilla! ¡Y yo suponiendo que me había olvidado!
Antes de marcharme me dijo la fecha exacta del accidente y dónde estaba enterrada. Mi primer impulso fue viajar hasta allí para ver su tumba, pero luego sentí una enorme furia contra mí mismo; ¡no había sido capaz de buscarla cuando estaba viva! ¿Qué sentido tenía que lo hiciera estando muerta? ¿De qué serviría? No la podría resucitar…

De repente me vino un pensamiento; “nada es imposible”, me dije. Había leído lo suficiente por mi afición a la física teórica como para pergeñar un plan absolutamente fantástico; me había llamado la atención todo aquello del Multiverso, de la Teoría de Cuerdas con sus múltiples dimensiones, la existencia según la Teoría de Historias Múltiples de Richard Feynman de muchos universos como el nuestro y los diferentes destinos asociados a cada una de esas Historias según la Física Cuántica, basada en probabilidades.  Me llamó especialmente la atención la existencia de un Universo Espejo del nuestro, igual que el que conocemos, con las mismas personas y su mismo entorno. ¡Hasta el destino de cada persona sería el mismo, en tanto no sucediera algo externo que lo modificase! Todo aquello sonaba a absurdo, pero los sesudos científicos parecía que se lo tomaban muy en serio.
¿Y si fuera verdad?, me pregunté. “Bueno, aunque lo fuera, a ver cómo puedo yo viajar a ese Universo Espejo…”, me dije. Es inútil, pensé. Además, no se puede viajar en el tiempo hacia atrás, como ya afirmó Stephen Hawking en su Teoría de la Protección Cronológica; si alguien viajase al pasado podría matar a su padre antes de concebirle y no podría haber nacido, lo cual sería absurdo…
Dando vueltas  a todo aquello incluso en sueños, una noche caí en la cuenta que si había varios universos, es verdad que dentro de cada uno no se puede ir al pasado, pero eso no significa que tenga que ser así si nos moviésemos a otro universo diferente, por ejemplo, a ese Universo Espejo donde habría “una copia cuántica” de nosotros mismos; allí debía haber un tiempo diferente, independiente del nuestro. ¡Bien!
En otra de esas noches en vela se me ocurrió otra asociación; se me apareció la imagen del spin y el sacacorchos. ¿Y si fuera capaz de crear en uno de mis equipos de RMN un spin “antisimétrico”, que no existe en este mundo? ¿Y si fuera ésa la llave para acceder al Universo Espejo? ¡Naturalmente! Toda la materia en aquél mundo-espejo debería ser igual al nuestro, sólo que con el spin cambiado; más aún, como ese universo podía estar junto al nuestro pero en otra dimensión, no habría ni que viajar. Tras modificar el spin, automáticamente se debería acceder al otro universo, pues el nuestro me rechazaría de forma inmediata y sería “absorbido” por el otro. Me puse a investigar y desarrollar un método para lograrlo… y al final lo conseguí. Para verificarlo experimentalmente, sólo podría hacerlo conmigo mismo como cobaya, pero para eso me quedaban antes más asuntos por resolver, siendo el fundamental cómo moverme en el tiempo y poder aparecer en una fecha determinada. Tras analizarlo matemáticamente, descubrí que la precisión resultaba muy pobre, pudiendo fallar en meses o  hasta en años. Logré computerizarlo haciendo uso de los microtúbulos del cerebro que están dentro de las redes neuronales, pero la imprecisión temporal parecía ser insalvable. Esto me permitiría, sin embargo, controlar mentalmente el proceso.
Era consciente que existían multitud de incertidumbres, pero ya estaba lanzado y no podía parar. Mi plan era trasladarme a nuestro propio mundo equivalente del Universo Espejo en una fecha anterior al accidente y poder así evitarlo, salvando a mi amada o al menos a su copia cuántica. A efectos prácticos, sería igual que resucitarla. Parecía de locos, pero yo estaba desesperado.

Tras dos años logré desarrollarlo todo, pero faltaba el experimento; tenía que hacerlo y acertar a la primera. ¡Y que funcionase! Decidí darme el margen de varios años hacia atrás para salvar la imprecisión temporal; si llegaba demasiado pronto sería mucho menos arriesgado, pues así siempre podría avisar con antelación. Lo terrible sería que llegase demasiado tarde…
Se me ocurrió proveerme de unos cuantos soles, moneda de aquél país, y de algunos resultados de lotería que localicé en internet; si llegaba antes del sorteo, sería muy probable que tocase el mismo número, salvo incidencias inesperadas. Esto resolvería potenciales problemas de efectivo en aquél otro mundo.
Ya lo tenía todo pensado y planificado, pero era consciente del enorme riesgo ante tal cantidad de incertidumbres, incluso que no funcionase nada en absoluto.

A las 21:30 del día “D” me tumbé en mi equipo del hospital. Tenía que concentrarme en la fecha a la vez que pulsaba el interruptor que ponía en marcha el proceso. Cerré los ojos, a la vez que oía el zumbido cada vez mayor del equipo y recuerdo que me quedé inconsciente.
Abrí los ojos y observé que estaba todo oscuro; seguía tumbado en la misma posición. Al levantarme me di un golpe en la cabeza; con mis ojos ya acostumbrados a la oscuridad vi que me rodeaba una campana. ¡Aquello debía ser un equipo de RMN! Pero, ¿dónde? Yo había dejado la habitación iluminada… Tras incorporarme, busqué medio a tientas un interruptor de luz; descubrí entonces que no era mi equipo; ¡era otro! Desde luego, estaba en un hospital, ¿pero cuál? Procurando no tropezarme con ninguna persona, salí de aquél recinto; en efecto, era un hospital. Me crucé con varias enfermeras y médicos llevando unas batas de color azul claro, no habituales en Madrid. Me dirigí hacia la salida; el reloj de pared indicaba que eran las siete de la mañana, no coincidiendo con la hora de mi reloj, 21:40. ¡Algo había pasado, desde luego! Si estuviera en Perú, deberían ser las tres y media de la tarde… Al salir a la calle, no reconocí nada; de repente vi una caja de aquellas en las que se podían coger periódicos gratis. Con las manos temblorosas, busqué la primera plana. ¡Estaba en Lima! Volviendo la vista atrás, el hospital que había dejado se llamaba San Juan de Lurigancho. ¡Había funcionado! Me sentí exultante y de repente recordé que no había mirado la fecha. Del susto dejé caer el periódico; ¡había retrocedido más de veinte años! ¡Claro, con mi miedo de dejar un margen amplio, me había pasado; faltaban doce años todavía para que sucediese el accidente! Traté de tranquilizarme; mejor así que no al revés… al menos ya no tenía prisa. Viendo los coches, desde luego eran modelos más antiguos.
Del remite de sus cartas tenía su dirección, así que tomé un taxi; me dejó delante de un moderno chalet, no muy grande, en una urbanización de buen aspecto, aunque sin lujos.

Con los latidos del corazón a todo trapo, llamé al timbre; en pocos segundos me reencontraría con “ella”. Era aún muy temprano, por lo que supuse que estaría en casa. En la puerta apareció un hombre de unos treinta y tantos años que me resultaba familiar, dirigiéndose a la de la valla donde yo estaba. Pregunté si ella vivía allí y asintió, abriendo la puerta y acompañándome al interior.
─ ¿Qué desea? ─ me preguntó mirándome de hito en hito.
─ Pues vengo de su tierra natal, de España, por un asunto familiar ─ respondí. Desde luego, yo a aquél tipo lo había visto antes, pero no lograba identificarle. Como estaba muy ansioso por encontrarme con ella, no era capaz de razonar. Pasamos ambos al interior de la casa.
─ ¡Cariño, tienes visita de Madrid! ─ exclamó el otro, provocándome un estremecimiento. “¡Cariño, había dicho! ¿Sería entonces su marido?”, pensé, y se me vino el ánimo al suelo.
La reconocí enseguida, con sus ojos almendrados y todavía con aspecto juvenil. Intenté abrazarla, con un poco de timidez, pero me miraba con gesto espantado.
─ ¿No me has reconocido? ─ exclamé con mis pulsaciones a cien.
─ Tú, tú… él, el… ─ balbució y se desmayó en mis brazos.
El otro se acercó corriendo y quiso que se la traspasara, pero yo no quise, sentándome con ella todavía entre mis brazos en un sofá. En eso apareció un niño de unos tres años, corriendo torpemente hacia su madre.
“¡Mami, mami…!” ─ exclamaba el chavalín, logrando despertarla al cabo de unos segundos.
─ Tráigale un poco de agua, por favor ─ le pedí al otro, sin soltar a mi presa. ¡Después de tantos años sin verla, no tenía ningunas ganas de separarme de ella!
Poco a poco abrió los ojos y yo seguí mis impulsos ante aquella mirada, dándole un dulce y suave beso en los labios. Tras unos segundos que me parecieron eternos, ella me miró con preocupación y se separó de mí, con los ojos muy abiertos.
─ ¿Quién eres? No puede ser que seas tú; te pareces mucho a él…
─ ¿Quién es “él”? ─ respondí, confuso,
En ese momento entraba el otro con el vaso de agua en la mano.
─ Pues él eres tú… pero más joven ─ soltó ella entre balbuceos.
Me volví a mirar al otro, que se había quedado inmóvil con el vaso de agua en la mano y con una expresión de sorpresa.
─ Es verdad que nos parecemos mucho, desde luego, pero todo eso deben ser fantasías ─ afirmó mi “sosias” juvenil ─ A ver, ¿cómo nos conocimos ella y yo?
─ Bueno, ella Y YO ─ remaché mucho el “yo” ─ nos conocimos en la sierra de Madrid dándonos apretones de mano jugando en círculo con nuestros amigos…
Ahora fueron ellos dos los que se quedaron mudos de asombro.
─ Debo explicaros algo ─ dije, pues yo tenía la ventaja de conocer toda la historia ─ y os ruego que tratéis de seguirme en el relato.
─ Yo soy efectivamente “tú” y tú eres “yo”, sólo que veinte años antes de “mi” tiempo ─ afirmé ─ Si tú eres en efecto yo, te habrás empezado a aficionar a la física teórica y me entenderás. Yo soy tu copia cuántica en un mundo idéntico al nuestro en un Universo Espejo de éste, pero en un tiempo diferente, lo cual no ha sido intencionado, hasta cierto punto ─ en ese momento dirigí mi mirada hacia ella con cariño ─ El objetivo que me ha movido ha sido salvarte la vida, pues en “mi mundo” te despeñabas en un risco de una montaña de aquí, en Perú, según pude saber por tu prima, cuando ya habían pasado más de ocho años de ese hecho. Tenía que advertirte o evitarlo, sólo que ahora es posible que ya no suceda, pues mi realidad ya no es la misma que la de aquí, provocada por algún hecho que ha cambiado la línea del devenir.

Me di cuenta que mi otro yo empezaba ya a entender todo aquello; a ella le entró de repente una risa histérica.
─ O sea, que ahora me encuentro de golpe y porrazo con dos maridos, uno joven y otro mayor, y con uno tengo un hijo ─ soltó ella entre carcajadas nerviosas ─ ¿Y ahora, qué hacemos?
Nos miramos los tres en silencio, tras el cual yo inicié una serie de preguntas.
─ ¿Tú eres radiólogo?
─ Sí; trabajo en el hospital de San Juan en Lima…
─ Pero tú deberías estar en el hospital de Madrid, no aquí…
─ Sí, pero tras pasarnos varios años escribiéndonos ─ dijo “mi otro yo” mirando también con cariño a su mujer ─ no resistí seguir viviendo lejos de ella, investigué y pedí plaza en este hospital en Lima para vivir juntos. Así, en un plazo bastante corto, le pedí casarnos y ella aceptó. El resultado ya lo ves, este precioso niño a sus tres añitos.
Me quedé mirando al niño; ¡así que ese era “mi” hijo, sólo que “yo” no era quien lo había concebido! Reflexioné, entre que los dos me miraban todavía con cierto estupor. ¡Cuando yo deseé marcharme a Perú pero no lo hice, se conoce que mi “yo en este mundo” fue capaz de romper el destino decidiendo y tomando acción para encontrarse con su – con nuestra─ amada, rompiendo amarras y hacer realidad su – nuestro − sueño! ¡Ése había sido el punto de deflexión del destino! Se me saltaron las lágrimas; ¡estaba viendo lo que podría haber sido MI futuro y no la triste realidad quedándome en Madrid convirtiéndome en un ser solitario por mi falta de decisión!

Estaba claro; el que sobraba allí era yo. Ni siquiera era mi mundo. Todo el trabajo que me había tomado no había sido necesario, pues otro se me había adelantado; al romper el destino evitó, sin saberlo, la muerte de mi – nuestra − amada, que ahora seguiría viva en cualquier caso.
Miré a mi otro yo − ¿debería decir “me miré”? − y pensé que, siendo él yo, podría ofrecerle mi trabajo de años para que él lo desarrollara en Lima y de paso me podría quedar un breve tiempo allí teniendo cerca a la persona que seguía amando y contemplándola. Total, ¿de qué me quejaba? “Yo” me había casado con ella, éramos felices y habíamos tenido un niño precioso… y sobre todo ella ya no moriría en un accidente.
─ Os dejo estos resultados de lotería, a ver si hay suerte y salen premiados los mismos. Podría resultar un buen regalo de despedida ─ les ofrecí el día que decidí marcharme, con una sonrisa.
Me despedí de ella con un intenso abrazo y un interminable beso que nunca olvidaré. Mi otro yo ni se inmutó; ¿se pueden tener acaso celos de uno mismo? Igualmente, cogí a “mi hijo” en brazos, disfrutando de su contacto. Me había cogido cariño, aunque no llegó a llamarme “papá”. Mejor así, no fuera que soltase en su colegio que “tenía dos papás”…
“Yo” me acompañó al hospital para facilitarme la entrada sin que nadie me viese; a hurtadillas fuimos a donde estaba el mismo equipo con el que había llegado. Antes de tumbarme, nos abrazamos – debo ser la única persona en el mundo que ha podido abrazarse a sí mismo – y ya puse en marcha el proceso que ya conocía.

Todo fue aparentemente bien. Me desperté dentro de mi equipo de RMN en el hospital. No había duda; era el mío en Madrid. Miré la hora: marcaba las 21:35. Me estremecí; ¿no se habría tratado todo de un sueño? 


Kurt Schleicher, 18 de enero de 2020.

17 enero 2020

LA EXPOSICIÓN EL INSTITUTO ESCUELA, EL COLEGIO CERVANTES Y LA ILE



...Por Manolo Rincón. 

Vamos a entrar en una exposición que nos introduce en los objetivos de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) y como sus ideales se plasmaron en dos centros de enseñanza, a comienzos del siglo XX.
¿Qué es la ILE?. La Institución Libre de Enseñanza fue creada a mediados del siglo XIX por Giner de los Ríos. Pensaban los institucionalistas, en un principio, reformar la enseñanza universitaria, que en un país como era la España de la época no estaba en absoluto cuidada y solo atendía a unas élites que tenían recursos económicos para el estudio.
Pero pronto se dieron cuenta que para resolver el problema del atraso secular de España en educación, había que empezar por la base, es decir por la enseñanza primaria. A fines del siglo XIX los gobiernos conservadores apenas invertían en educación pública. Las élites económicas utilizaban los colegios religiosos para la formación de sus hijos y las clases populares no tenían acceso en general ni a la más elemental educación.
La escasa enseñanza pública primaria, se impartía en escuelas unitarias que eran costeadas por los ayuntamientos. Por otra parte la formación de los maestros era muy deficiente, en escuelas normales con muchas limitaciones. Hay que destacar que ya en esas épocas el número de mujeres que estudiaba magisterio era elevado y superaba al de hombres.
No existía un ministerio de Instrucción Pública.
A la muerte de Giner, Cossío toma las riendas de la ILE y se consigue que por fin se cree el Ministerio de Instrucción Pública. Cossío ocupa la primera cátedra de Pedagogía de la Universidad Central.
Negociando con el ministerio, los hombres de la ILE, que únicamente disponían del Museo Pedagógico para tratar de formar a maestros, consiguen que se mejoren los planes de estudio del Magisterio que pasan a ser de 4 años y que se invierta en nuevas escuelas normales. Además se crea el cuerpo de Maestros Nacionales unificado. Consiguen que se abran paso dos proyectos:
·         Escuela Graduada piloto en Madrid.
·         Instituto-Escuela.
Ambos proyectos se desarrollarían en la capital y se exportarían a toda España.
A estos dos proyectos está dedicada la exposición, ya que en 2018 se ha cumplido el centenario de la entrada en funcionamiento de ambos.


Colegio Graduado Cervantes.-
A comienzos del siglo XX, ya creado el Ministerio de Instrucción Pública, la ILE que solo contaba con el Museo Pedagógico para formación de maestros, comienza a negociar con el Ministerio las partidas que se pueden dedicar a enseñanza primaria. Primero se mejora la formación de los maestros. Se aprueba la construcción de un colegio graduado en el populoso barrio de Cuatro Caminos, muy necesitado de un proyecto de esa índole, por la gran población infantil que tenía y por la escasez de centros de enseñanza primaria en el mismo.
Las obras, a partir del diseño neomudejar del Arquitecto Antonio Flórez Urdapilleta dieron comienzo en 1911 y concluyeron en 1914, aunque el colegio no se inauguraría hasta 1918. El modelo resulta muy similar a los edificios de la Residencia de Estudiantes, en los que intervino Flórez, y a otros grupos escolares de Madrid, como el Jaime Vera y el Menéndez Pelayo, característicos por la utilización del ladrillo en las fachadas.
En primer lugar el Marqués de Maudes cede unos terrenos al Ayuntamiento para la construcción del Colegio, en la propia Glorieta de Cuatro Caminos, un solar que limita con las actuales calles de Santaengracia y Raimundo Fernández Villaverde.
El Ministerio aportó, pese a las restricciones del gobierno conservador, 160 mil pesetas para la edificación. El colegio se construyó según las normas higienistas de la época que tanto gustaban a los institucionalistas. Seis grandes aulas con amplios ventanales, para seis grados. Además espacios especiales para maternales y párvulos. Las aulas están unidas por amplias galerías Tienen capacidad para 40 alumnos, dotadas de cajoneras. Además hay dependencias para cocina, laboratorios, talleres, piscina y solárium.
La Orden Real de 1916 que estableció el proyecto innovador de modelo de enseñanza que regía el centro, nombró como primer director al maestro Ángel Llorca, un docente integrante de esa primera generación del magisterio que veía la solución de España en la educación.
Pertenecía a la corriente de pensamiento denominada regeneracionismo, cuya idea principal consideraba que el “progreso y el bienestar difícilmente se alcanzaría en un país atrasado y analfabeto. El futuro debía cimentarse en la educación y la escuela y sus maestros serían los guías de la nueva España”.
La apuesta por la escuela graduada era uno de los principios fundamentales del innovador pedagogo, Ángel Llorca. “En vez de escuelas aisladas con un maestro al frente de mayor o menor número de niños de todas clases y condiciones, necesitamos grupos escolares con una clasificación rigurosa entre el alumnado, una bien estudiada graduación en la enseñanza y con el personal técnico necesario…”. Toda una declaración de intenciones.
Historia entre sus paredes
Fue un Centro referente en educación a nivel mundial, hasta el punto de que toda la intelectualidad de la época pasó por él para dar conferencias. Por ejemplo, Antonio Machado recitó alguno de sus poemas en sus salas. Era una construcción pensada para la infancia, donde se pudiera crecer y jugar. Además, tenía la Casa de Salud al lado, edificio que luego pasó a ser la primera Biblioteca Pública que hubo en Madrid.
La escuela abrió por primera vez sus puertas el 5 de enero de 1918 con una matrícula de 240 alumnos, seleccionados por riguroso orden de inscripción entre más de 500 solicitudes. Fue, junto al colegio Príncipe de Asturias, la primera “escuela de ensayo y reforma”, es decir, un centro impulsado desde el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes para servir de modelo a todos los demás del país.
El colegio era masculino únicamente en esa época, por no permitirse en la enseñanza pública colegios mixtos. La capacidad que tenía era de 250 alumnos.
El primer director, D. Ángel Llorca, poseía un currículum muy brillante. Fue pensionado en varios países europeos y dedica todo su tiempo a la enseñanza, con numerosas publicaciones. Decidido impulsor de los ideales de la ILE se rodeó de un conjunto de profesores seleccionados, todos con oposición, que era difícil de igualar en la época. Fue probablemente el mejor colegio público de Madrid. Contaba con biblioteca, proyecciones para familias y alumnos, clases de taquigrafía-mecanografía y francés y una cuidada educación musical, en artes plásticas y en talleres (encuadernación, imprenta, carpintería, repujado y cerámica). Se enseñaba también a profesores-alumnos. Cuando se proclama la República pasa a ser un colegio con coeducación. Los alumnos recibían además de la enseñanza, comedor, guarda ropas y libros, de manera gratuita.
El método pedagógico de Llorca se basaba en unas fichas muy detalladas de cada una de las materias, que entrega a los profesores para su desarrollo. Las clases se completaban con diversos talleres (encuadernación, repujado, imprenta, mecanografía-taquigrafía o dibujo). Posteriormente se darían clases de idioma francés. Varios maestros del centro, asistieron pensionados por la JAE a cursos en el extranjero con el fin de conocer los métodos pedagógicos más avanzados de Europa y adaptarlos en el colegio. Fueron innovadoras la atención al cuidado físico y la higiene, incluyendo clases de natación en la piscina del centro, las proyecciones cinematográficas –en las que a veces podían participar familiares de alumnos– y el comedor escolar gratuito. La idea era expandir este modelo de colegio por toda España.
Este gran centro deja de funcionar en 1936. En 1939 reabre las enseñanzas como Colegio Nacional Graduado.
Instituto-Escuela.-
El segundo gran proyecto a realizar en Madrid, inicialmente sobre las ideas de la ILE. Posteriormente se exportó el modelo a Barcelona y Valencia.
El 10 de mayo de 1918 se publicó el Real Decreto de creación del Instituto-Escuela firmado por Alfonso XIII, siendo Santiago Alba ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, en el primer gobierno de “concentración nacional”. Nacía el I-E sin locales para desarrollar su actividad, con la idea de facilitar el paso de los alumnos de enseñanza básica a la enseñanza media.
Inicialmente las clases se impartían en un local alquilado al Instituto Internacional (en la calle Miguel Ángel 8), tras un acuerdo con la JAE. De esta manera fue posible comenzar en el curso 18-19 las clases del I-E. El alumnado era aquel curso mixto (masculino y femenino). Esta solución era provisional.
Dado que el Instituto Internacional era femenino, impone como condición para el alquiler, al curso siguiente, que solo asistan alumnas a las clases en este edificio. Por este motivo en 1920 la Junta decidió separar a los estudiantes en dos sedes: los varones fueron al pabellón 5 cedido por la Residencia de Estudiantes (en los "Altos del Hipódromo” o "Colina del Viento"), y las alumnas quedaron en el edificio de la calle Miguel Ángel.
En 1922 la Junta de Ampliación de Estudios planeó levantar en los terrenos adquiridos junto al Parque del Retiro todo un complejo de edificios destinados a la Preparatoria, a la Enseñanza Secundaria y a residencias para alumnos. El conjunto de edificaciones se encargó al arquitecto Francisco Javier Luque quien, por limitaciones presupuestarias, sólo pudo construir uno de los edificios proyectados, que la Junta destinó a partir de 1928 al Bachillerato y fue la sección Retiro del Instituto-Escuela. Allí se trasladaron los alumnos varones, por considerar la Junta que su equipamiento científico era superior; mientras que las alumnas se trasladaron a los Altos del Hipódromo, a pesar de que la Junta desconfiaba de las posibles consecuencias perniciosas de su proximidad con los alumnos de la Residencia, que tendría todos los inconvenientes y ninguna de las posibles ventajas de la coeducación. Hubo pequeños internados para alumnos sin residencia en Madrid.
El edificio del Olivar de Atocha, o de Retiro, estaba dentro de la estética de la Institución Libre de Enseñanza, mezcla de tradición y modernidad, historicista en el exterior y funcional en su interior. Su arquitecto Francisco Javier Luque había trabajado con Antonio Flórez en la Residencia de Estudiantes, otro edificio de la Junta para Ampliación de Estudios. En la Residencia, Luque había construido la vivienda del director y los pabellones 4 y 5.
Desde 1925 el Instituto Escuela se regía por un patronato formado por miembros de la Junta de Ampliación de Estudios.
Durante la década de 1930 se inauguraron nuevos edificios para el Instituto en los Altods del Hipódromo; así, los pabellones de Bachillerato, Biblioteca y Auditorio (1931), y el pabellón de Primaria, en 1933. El proyecto fue obra del arquitecto Carlos Arniches. Arniches diseñaría también los campos de deportes, piscina cubierta y pista de hockey. De esta forma se reanuda la coeducación, que ya era habitual en los Institutos de la época, en un espacio amplio, con posibilidades para deportes y juegos y con capacidad suficiente para atender las demandas de matrícula que eran superiores a las mil quinientas solicitudes. Se implantan servicios de comedor y médico.
En 1936 deja de funcionar el centro. En 1939 las instalaciones de Atocha se convierten en el Instituto Isabel la Católica (femenino) y las de los Altos del Hipódromo en el  Instituto Ramiro de Maeztu (masculino).


Instituto Escuela


Colegio Cervantes

13 enero 2020

CUENTO DE ELOY MAESTRE

PAPANDO MOSCAS


Esto sucedió en mi ya lejana adolescencia, esa época turbia de crecimiento corporal y turbulencia hormonal cuando nada sabes del mundo y sus azares y todo es nuevo, a veces divertido y apasionante, otras triste e incógnito. Me encontraba sentado por la mañana temprano a cubierto del inclemente sol veraniego en un chiringuito playero con la obligación tantas veces eludida de estudiar pero sin el menor interés por mi parte de conseguirlo. Hacía un calor pegajoso y húmedo, todo me molestaba, empezando por el libro abierto sobre la mesa.
En especial se mostraban implacables conmigo esos dípteros odiosos llamados moscas, que en determinadas condiciones de humedad, calor y suciedad (condiciones ampliamente cumplidas en la zona) se reproducen bárbaramente. Ignorando los motivos que las conducían en masa al chiringuito, una vez en él acudían a libar a mi cuerpo, tal vez el sudor levemente salino que manaba de mis poros o quien sabe qué. Harto de golpearme con las manos sin intenciones masoquistas, tomé la sublime decisión de acabar con algunas de ellas. Con todas hubiera sido imposible por su número incalculable, pero me propuse matar un buen puñado, así me dejarían en paz y ya de paso asesinaría momentáneamente mi aburrimiento porque estudiar, lo que se dice estudiar, no pensaba hacerlo nunca.
El acto en sí de cazar moscas no requería excesivo esfuerzo dada su abundancia y mi pericia. Colocabas la mano derecha al lado de una de ellas, porque era preciso cazarlas una a una, y con un rápido giro de muñeca la apresabas cerrando la mano. Después se abría esa mano lo mínimo para que los dedos de la izquierda penetrasen por el hueco abierto y tomasen con cuidado el díptero cazado. Si esa segunda maniobra tras la caza, que podría denominarse específicamente como apresamiento de la pieza, se realizaba torpemente despreciando su habilidad esta se escapaba y te dejaba con cara de idiota: creías tenerla en tu poder y salía volando.
Cuando la captura se realizaba correctamente, la mantenías entre los dedos de tu mano izquierda y con las uñas de los dedos de la mano derecha procedías a su limpio descabezamiento. Una vez realizada la maniobra se me ocurrió, aquel día luminoso en todos los sentidos, depositar su cadáver en la mesa.
Con aquel inicio prometedor, la segunda mosca, 
asimismo descabezada, tomó su lugar en la mesa a la derecha de la primera, y así continué una tras otra hasta completar una decena. No me contenté con ese número redondo y comencé otra fila de diez, y a esta siguió una tercera con el mismo número y luego una cuarta. En este punto me detuve, exhausto por el esfuerzo desplegado en tan insólitas capturas.
Conforme alineaba sus mínimos cadáveres ordenadamente en la mesa de mis supuestos estudios notaba una cierta reticencia de sus congéneres por posarse en mis cercanías o sobre mi cuerpo serrano. Estimo muy probable que en sus evoluciones observasen el cruel destino de algunas de ellas, exhibidas con el fin de amedrentar a las vivas por el relator de esta aventura.
Las condiciones climatológicas parecían idénticas a las de una hora antes cuando comenzó la cacería y sólo unos metros más allá observaba su profusión volando de acá para allá y molestando a los escasos compañeros de sudores en el chiringuito. Pero a mí me iban tomando un cierto respeto y las moscas, que miraban con sus ojillos facetados los restos de sus compañeras sin cabeza, tal vez huyeran a libar el sudor en otras pieles menos agrias que la mía.
Con la cacería cubrí en aquella ocasión el expediente de mi obligación de estudiar cara a mis padres, cerré el libro apenas mirado y marché a bañarme al mar como cada día. La tarea cinegética resultó verdaderamente titánica y acabé agotado, por eso agradecí más que otros días la estruendosa inmersión en el agua salada del Mediterráneo.
En fechas sucesivas procedí de la misma manera: capturando moscas y sembrando mi mesa de cadáveres descabezados. Preso de la costumbre de sentarme siempre en la misma silla junto a idéntica mesa, la nube de moscas debió tomar constancia de mi presencia odiosa: ¡ahí está ese c... que cortó la cabeza a mi hermana!, y alertadas por parientes o amigas se apartaban de mí como de un apestado: me había ganado su respeto y su odio. Trascurrida una semana de múltiples sacrificios diarios al fin me dejaron aburrirme tranquilo.
Hubo días en que incluso estudié durante ese verano de tedio caluroso.

07 enero 2020

CUENTO DE AÑO NUEVO


...Por Manolo Rincón

En estas fechas navideñas procuro obsequiaros con un cuento, en general sobre recuerdos del Instituto. Este año os presento un tema radicalmente opuesto. Aprovecho para felicitaros el 2020 y animaros a asistir a los actos de Aula 64. Un abrazo. Manolo.