Cuento por Manolo Rincón.
Me desperté
sobresaltado aquella mañana que yo suponía de junio. Tenía la boca seca y me
habían agitado pesadillas durante la noche. Esto era normal en los últimos
tiempos.
Por mi memoria
solían pasar a gran velocidad los acontecimientos vividos en el pasado decenio.
Recordé la expansión imparable de un insignificante virus que comenzó a matar a
miles de seres humanos, ante el asombro y la impotencia de científicos y
médicos.
Fue el primer aviso
y los hospitales se colapsaron. Los ancianos fallecían a miles. Nadie sabía muy
bien qué hacer. Vino la teoría del confinamiento que parecía entonces la única
posible, nunca lo sabremos. Esto arruinó muchas vidas de gentes que quedaron en
la miseria, sin que los fallecidos bajasen en número.
Los científicos no
daban con la cura. El poder político dejaba de ser democrático por momentos y
nos imponía una forma de vida dictatorial.
Luego comenzó a
disminuir el ritmo de contagios. Sabíamos que los muertos eran muchos miles, lo
sabíamos aunque nunca los vimos. Los más débiles sucumbieron de una forma
espeluznante.
Se decidió volver a
la normalidad, aunque ya nada fue igual. No había otra solución. El
confinamiento no podía ser eterno. Usábamos mascarillas. Tratábamos de retomar
los viejos hábitos, de que viniese el turismo, de que la economía funcionase de
nuevo. Pero lo cierto es que cada vez había más gente hambrienta.
Comenzaron los
disturbios sociales en las grandes ciudades. Ya nada era seguro.
La vacuna dijo
tenerla alguna superpotencia. Y su mejor idea entonces fue vacunar a todo su
ejército.
Ese fue el momento
del gran desastre, pues el resultado de la esperada vacuna, fue muy diferente
al esperado. Aunque se ocultó un cierto tiempo, los valientes soldados tuvieron
una muerte horrible. Algo había fallado.
Las personas que
compraron a precio de oro la vacuna estaban aterrorizadas y empezaron a morir.
Pero los científicos constataron que la fuerza del virus había sido
multiplicada por mil con la vacuna defectuosa.
La situación era
dramática en todo el mundo. La cifra de fallecimientos era insoportable. Los
servicios básicos fallaban, la cadena de distribución dejó de funcionar. Los
científicos eran inoperantes y también ellos morían.
Era el momento de
la gran decisión, mientras aún me encontraba bien. Recordé de nuevo la
despedida de mi familia. Les deseé mucha suerte. Nunca olvidaría ya ese
momento. Les di mis mejores consejos que sabía no pensaban considerar. Creían
erróneamente que terminaría habiendo una solución. Y compré a un alto precio
gasolina para mi coche.
Aún resuenan en mis
oídos las órdenes absurdas del líder supremo para un nuevo confinamiento
indefinido y me dispuse a escapar de la ciudad. Circulé por caminos secundarios
esquivando las patrullas de policía y rodeando las poblaciones por las que fui
pasando. Con mucha dificultad llegué a un pequeño pueblo castellano, que estaba
abandonado.
No me fue difícil
forzar la puerta de la casa que tenía mejor aspecto. Dentro se podía vivir con
relativa comodidad. No había electricidad y el teléfono hacía días que no
funcionaba. Tampoco se captaba ninguna emisora de radio.
Había agua
abundante y como mis provisiones eran escasas empecé a ver que me ofrecía la
naturaleza. Tenía a mi disposición árboles frutales y traté de cultivar una
huerta abandonada.
Todos los días
hasta hoy he dado paseos, pero no he visto rastro de vida en ningún lado. El
coche quedó inservible. El tiempo lo pasaba pensando en lo que estaría
ocurriendo en el mundo moribundo que había dejado.
He tenido tiempo de
contemplar las estrellas, los planetas y las galaxias, visibles en las noches
sin luna. Un espectáculo maravilloso y a la vez inquietante. La caída de
estrellas fugaces es otro maravilloso espectáculo.
He ido llevando
cuenta del tiempo pasado. Creo que 10 años han transcurrido desde mi llegada
aquí. Mi aspecto ha cambiado. He tenido que hacerme ropas con lo que he
encatrado en las distintas casas del pueblo.
Todo es silencio.
Solo se oye el viento y algún pájaro. No he visto animales. Una vez avisté un
perro y otra un caballo. Noto que me voy debilitando. Por ello escribo estas
notas. Si en la novela de Wells los marcianos terminaban sucumbiendo por los
virus, nuestro destino fue el mismo. Estos seres microscópicos habían terminado
con la humanidad.
Tengo el
convencimiento de ser el único humano vivo sobre el planeta. Nunca quise
ponerme vacunas. Quizás eso me salvó.
Creo que estoy en
el año 2031 y llega ya mi hora final. Lentamente me encamino al rio, donde
algún pez había pescado para comer. Un rojizo atardecer me espera, con un sol
poniente entre las lejanas montañas, como un incendio. Los recuerdos se agolpan
en mi cerebro. Pronto pasaré a otro estadio. Tengo el convencimiento de que
nuestra raza se ha extinguido y no de la manera apocalíptica en que creíamos
sería el fin del mundo. De una manera silenciosa, un enemigo invisible sin
hacerse notar a penas, ha terminado con nosotros. De nada han servido nuestros
grandes avances de los que estuvimos tan orgullosos. Bien venidos sean los
herederos de la tierra.
No sé si esta
historia se ha repetido muchas veces a lo lago de eones de años o ocurre por
vez primera. Es igual. El resultado es el mismo. Aquí me despido, aunque no se
si esto será leído por alguien.
Creo que a junio de
2.031
Gripe 1918
ResponderEliminarContagios: 500.000.000
Muertos: 50.000.000 a 100.000.000 estimados
COVID19 (por ahora)
Contagios: 11.280.000
Muertos: 530.000
Aplicable a tu cuento el segundo cuento más corto jamás escrito:
"Cuando desperté, el dinosaurio seguía allí"
Hola: Lo breve si bueno 2 veces bueno. Para contar algo no se necesitan volúmenes y páginas interminables. Lo que quería trasladar al lector es muy sencillo. El homo sapiens puede desaparecer en breve. Y esta pandemia puede dejar chica a la de 1918. Son solo elucubraciones, claro está. Lo del dinosaurio ciertamente no lo entiendo. Se extinguieron repentinamente. Salud
ResponderEliminarUna posible interpretación: te vas a la cama con un problema, cuando te despiertas el problema sigue allí sin resolver.
EliminarOtro cuento más corto:
En una frontera cualquiera:
¿Te olvidas algo? Ojalá
pues si, pero eso no cambia nada
EliminarTu cuento, Manolo, está sin duda muy bien escrito, pero es la cara pesimista de la historia; luego hoy, a la vez que el tuyo, leo el relato de Nicolás, y me parece la otra cara de la moneda, la mirada a un futuro mejor, a través de las propuestas que él articula.
ResponderEliminarTu cuento me gusta, literariamente, pero humanamente me quedo con el relato de Nicolás, que es una auténtica plataforma para lanzarnos al futuro.
Francis González
Amigo Francis. Estos meses dan para mucho pensar. Evidentemente Nicolás abre la puerta al futuro. Lo más razonable es pensar que esto va a pasar pronto, que habrá curación y que nos recuperaremos en forma de V. Pero mira la cara siniestra de la moneda. Hoy por hoy la los contagios se estienden por el mundo de manera exponencial. Unos pequeños cálculos de matemáticas elementales demuestran que el contagio aumenta en progresión geométrica. Se pueden sacar muchas conclusiones. Además según todos los indicios la recuperación en el mejor de los casos será en W, con mucho sufrimento con el empleo. Para terminar los tics dictatoriales que hemos observado no prometen nada bueno. Yo no quiero ser controlado por mi movi. Gracias Francis y buenas noches
EliminarBuen cuento de ciencia-ficción, Manolo. Me ha gustado, pese al final tan pesimista. Se le podría añadir que igual que le ha pasado al protagonista en España, pudiera haber otros muchos casos tanto en nuestra Piel de Toro como en el resto del mundo y que algunos podrían encontrarse para evitar la desaparición de la especie. Es verdad que hay un dicho que dice "si algo va mal, siempre puede ir a peor", pero se compensa con otro como "siempre queda lugar para la esperanza" ... Todavía no disponemos de la ventanita que nos deje ver el futuro.
ResponderEliminarCientíficos de UK piensan que la posibilidad de desaparición de nuestra especie en este siglo XXI es de un 25%. Se puede reflexionar sobre esta teoría. Por tanto no es un final pesimista, tiene científicamente un 25% de posibilidades de ser real.
ResponderEliminarManolo:
ResponderEliminar¿Puedes decir donde está publicado ese informe de los científicos de UK?; me gustaría leerlo.
Lo cierto es que frecuentemente parece que el hombre está trabajando para conseguir ese final.
Recordemos a la civilización Maya, entre otras.
Francis González
Toby Ord, filósofo australiano de la Universidad de Oxford, ha predicho que hay “una posibilidad entre cuatro de que nos extingamos en este mismo siglo”. El autor del libro ‘The Precipice’ (El Precipicio) se adentra además en las formas más probables por la que los humanos puedan extinguirse.
ResponderEliminarEn una entrevista con El Confidencial, Ord ha explicado su cálculo, ha avisado de otros “riesgos existenciales” y ha asegurado que prefiere “ser positivo”: “Eso también significa que hay cinco posibilidades entre seis de que sobrevivamos como especie”. El investigador cree que el fin del mundo puede evitarse y descarta que las pandemias “sean una amenaza para la extinción, aunque pueden ser muy devastadoras”, porque los humanos llevan miles de años superándolas.
Creo que lo de la extinción de la especie humana debido a la escalada del armamento nuclear y justo después de una guerra mundial, fue considerado como "altamente probable". Recordemos la crisis de los misiles cubanos...
EliminarEn cuanto a enfermedades y pandemias, la historia está plagada (nunca mejor dicho) de ellas. La no muy conocida pero impresionante "Ciudad del Sol" de Akenatón desapareció asolada por la peste y la malaria y después se llevaron hasta las piedras, o sea, "extinción total" tras existir tan sólo unos pocos años.
Bueno, no creo lo veamos. Desapareceremos individualmente antes.
ResponderEliminarPero tienes hijos y nietos...
ResponderEliminarYa se las apañaran, no me voy a enterar
ResponderEliminarSi se cumpliera la predicción, no sólo hay que preocuparse de ella, sino del dolor que pueda ir dejando por el camino; me suelo poner en el lado de la visión positiva, pero de vez en cuando me pregunto a que mundo estamos lanzando a nuestros nietos.
ResponderEliminarLejos de estar controlada la pandemia, tenemos ya la temida segunda oleada aquí. Hay que extremar las precauciones si queremos que nada nos pase. Se está viendo que más de la mitad de los rebrotes se deben a imprudencias.
EliminarEl confinamiento no lo desea nadie. No hay más que ver como se incumple la sugerencia de que Barcelona se autoconfine.
Venzamos el miedo y seamos cautos. Lo que es cierto es que sería recomendable suprimir el veraneo de este año.