...POR MANOLO RINCÓN
Este año que está casi acabando,
me trajo una sorpresa real e inesperada, que creo es interesante compartir con
vosotros, y lo hago en forma de cuento breve que os dejo para que lo disfrutéis
si os gusta.
Era un caluroso día de julio
cuando me sorprendió una llamada desde un teléfono oculto.
Una voz de mujer me preguntó si
yo era Manolo. En efecto la respondí.
Me comenzó a hablar de un antiguo
compañero del Ramiro, Carlos, cuyo fallecimiento había conocido años después de
producirse y que me había apenado mucho.
Viendo que no era una forma buena
de hablar de un tema que me interesaba mucho, la pregunté su nombre y si no le
importaría que comiésemos un día juntos y me contase todo aquello. María quedó
en llamarme cuando estuviese en Madrid ya que residía fuera.
Ya no recordaba esta conversación
meses después, cuando nuevamente me llamó María que venía a Madrid.
Quedamos pues a comer, en las
cercanías de la estación de autobuses donde ella llegaba el día indicado.
No fue difícil imaginar que
aquella persona menuda y rubia era María.
Una vez reconocidos comenzamos a
reconstruir la historia de mi amigo.
Desde nuestra salida del Ramiro
no había sabido más de él. Conservaba de únicamente una antigua foto del año
1.956 en la que estaba sonriente y mis recuerdos.
Le conté la gran amistad que nos
unió y como transcurrían tranquilos los años de la Preparatoria y el Instituto,
de cómo visitaba su casa regularmente y que me percataba que era un niño muy
mimado por su madre. Y que terminado el bachiller ya nada más supe de él, aun
cuando le recordaba siempre que pasaba por su casa de Victor Pradera 48, donde
suponía que ya no vivía.
De forma sencilla, ella me contó
que Carlos vivió con sus padres mientras que estudiaba y aunque sus hermanas se
casaron. Me dijo, cosa que no sabía, que tuvo un hermano mayor que falleció y
por ello su madre le sobreprotegía.
Terminó sus estudios y comenzó a
trabajar en una empresa pequeña. En esa época murió su padre, un alto funcionario
del INI, y poco después su madre se casó de nuevo, viviendo en la misma casa el
nuevo matrimonio y él.
Por aquel entonces Carlos apadrinó
al hijo un amigo y compañero cuya madre era María. A ella le agradó Carlos y
comenzaron una gran amistad. El marido de María tenía algún celo y empezó a
trabajar en contra de Carlos en la empresa y de tal forma le difamó que le
despidieron.
En ese momento ocurrieron varios
acontecimientos en su vida. Murió su madre y él se quedó solo viviendo con su
padrastro.
María le aconsejó que con la
indemnización del despido y la pequeña herencia de su madre, comprase un piso y
se marchase de aquel que ya nada bueno le reportaba. Además María se separó de
su marido.
Carlos no la hizo caso y siguió
viviendo allí incluso al quedarse solo cuando falleció su padrastro.
No era capaz de encontrar otro
trabajo y María le pedía continuamente que se fuese a vivir con ella, ya que
además para su hijo era como un padre.
El tiempo pasaba y esta situación
se mantenía, pero el deterioro físico empezó a hacer mella en Carlos. María era
una mujer de salud débil y hacía lo que podía por Carlos, alarmada por su
continua tristeza y desgana de vivir se
angustiaba. Deseaba que se fuese con ella pero no lo conseguía. El problema se
agudizaba pues ya no tenía recursos para subsistir.
Y un día no respondía a sus
llamadas. Fue encontrado muerto en su casa.
Me pareció que María no había ya
superado aquel suceso y en cierto modo se responsabilizaba por no haber
conseguido que estuviese con ella y emprendiese una nueva vida.
Este relato me entristeció y
consolé como pude a María, comprendiendo que yo debía de ser la única persona a
quien había contado su historia. Me enseñó fotos de Carlos, en las que se
apreciaba su mal estado de salud. La consolé cuanto pude y la dije que había
hecho una gran obra pues sin ella todo hubiese sido aún peor para Carlos.
Llegó el momento de despedirnos,
había anochecido cuando la dejé en su autobús.
De regreso a casa, apesadumbrado
por el relato, entre los adornos navideños me pareció ver la cara de Carlos,
tal como le conocí, que me sonreía desde las alturas. Y esto me gratificó en
gran manera.
Manolo: Muy tierno aunque triste el cuento, pero ¿quienes fueron Carlos y María?
ResponderEliminarCuando salió del Ramiro empezó a estudiar medicina,e ingresó en el Opus Dei. Al cabo de un par de años dejo todo y empezó Económicas que terminó al cabo de cinco años y empezó a trabajar en KIOS, filial de Agromán. Estuvo en la boda de José Luis en Burgos y en la de Jesús en Madrid. En la Navidad de 1974 habíamos quedado en ir a cenar pero no apareció. El último contacto fue una llamada teléfonica a Valencia de él y Valentin.
ResponderEliminarJOSÉ LUIS CERDÁN
Sabía del fallecimiento de Carlos Iradier, pero no me imaginaba que su final fue tan triste.
ResponderEliminarHola. Pues más o menos fue así. Se que es algo triste, pero par mi fue un regalo que me llamase María, y me contase una bonita historia. Y hoy he querido que nuestra promoción la conozca. Manolo
ResponderEliminarYo y creo que, principalmente, todos los del grupo A que le tuvimos de compañero en clase, te agradecemos el detalle de compartir esa historia que. como dices, Manolo, a pesar de ser triste, es bonita.
ResponderEliminarEsta historia me suena haberla leído antes, o me la has contado; no me acuerdo. En cualquier caso, es triste saber así de la desaparición de un buen amigo de la infancia. Descanse en paz.
ResponderEliminarTe la conté yo mismo Kurt, al poco de sucederme. Si es triste, pero al menos supe que cuando estaba solo y abandonado de todos y de la fortuna, sin seres queridos, hubo una mujer que le dio cariño y le ayudó. Se lo agradecí. Y me pareció bueno que sus antiguos compañeros lo supiesen.
EliminarEl último día de nuestro paso por la Preparatoria se hicieron públicas las nueve (creo) matrículas de honor que se concedieron. La primera fue para Carlos Iradier. Era un niño muy inteligente, y supongo que de hombre también lo fue. Habría merecido una vida más feliz, y más larga.
ResponderEliminarSi era inteligente, pero creo que su voluntad no era muy fuerte y su familia no permitió que "germinase" de forma normal.
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