23 octubre 2014

SOBRE LA VENGANZA CATALANA

Por Eloy Maestre

En la siguiente dirección encontrareis los comentarios de nuestro compañero Eloy Maestre 



sobre el último libro de Ildefonso Arenas La venganza Catalana.

http://marluiserigna.blogspot.com.es/2014/10/la-venganza-catalana-de-ildefonso-arenas.html



5 comentarios:

  1. Enhorabuena, Eloy, por la exposición de la obra de nuestro amigo Ildefonso, que en estos momentos tengo a medias.
    La verdad es que noto algunos cambios en su estilo, pues, sin perder su rigor histórico y su afán de mantener los nombres originales, en esta ocasión nos mete todavía más en el fragor de las batallas y la crudeza de las guerras. Asimismo, a través de su protagonista ficticio Guillem nos aporta detalles de la vida cotidiana de la soldadesca en el entorno guerrero; cuando se puede morir en cualquier momento, los aspectos de trabas morales respecto a matar y rematar, no hacer prisioneros (“keine Gefangenen”) e incluso saltarse a la torera otras relativas a la bigamía como algo natural (¿se puede amar a dos mujeres muy distintas al mismo tiempo?) nos lleva a respirar el aire guerrero de los feroces almogávares con su “Desperta ferro” y tener que limpiarnos la sangre de vez en cuando y reflexionar sobre la importancia de ciertos aspectos morales en tal entorno.
    La mayoría de los personajes son absolutamente reales y se nos perfila hasta la personalidad de cada uno, como si le conociésemos “de toda la vida”. Unos son más conocidos, como Roger de Flor, que no sabía yo que era de origen germánico (Rutger von Blume) y otros confieso que los conocía más por las calles de Barcelona que por otra cosa (Muntaner, Estença, etc.)
    El afán conquistador catalán y la ferocidad de los almogávares despertará seguramente algunos sentimientos escondidos en más de un catalán, lo que en las circunstancias actuales es muy oportuno (para unos) o muy peligroso (para los otros) y seguramente redundará en el éxito de la obra.
    Enhorabuena, Ildefonso!

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    1. Si –como nos enseña el libro de Ildefonso– en el fragor de la batalla se prescinde de trabas morales (y así ha sucedido y sucede en todas las guerras), creo que no deberíamos escandalizarnos tanto por los degüellos y lapidaciones que prodigan actualmente los miembros del Estado Islámico, en el fragor de la batalla. Pienso que Hobbes estaba en lo cierto cuando aseguró que la única certeza moral que tenemos es que "homo homini lupus". Lo siento por aquellos que aman a su prójimo.

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    2. Touché, pero creo que es una cuestión de prioridades: cuando estás metido en una batalla, la primera prioridad es no morir y las siguientes cualquier otra cosa, moral o no. Eso no justifica que no nos escandalicemos, pero cuando nos enfrentamos al "matar o morir", al menos se entiende mejor ciertos excesos que una persona puede llegar a hacer en tal entorno. Pero en el caso del Estado Islámico, las muertes de las que nos escandalizamos no son precisamente las del fragor de las batallas, sino otras más bien heladoras, que hielan la sangre, vamos....

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  2. En la página web de Comité Internacional de la Cruz Roja puedes encontrar un resumen de lo que dicen los Cuatro Convenios de Ginebra de 1949, que, como en ella se asegura, son la base del "derecho internacional humanitario" (https://www.icrc.org/spa/war-and-law/treaties-customary-law/geneva-conventions/overview-geneva-conventions.htm). Estos Convenios han sido ratificados por 194 países. El I Convenio de Ginebra se ocupa de la protección de los combatientes heridos y enfermos y el III Convenio de Ginebra se ocupa del trato que deben recibir los prisioneros de guerra. Es destacado por los redactores de la susodicha página web la existencia del artículo 3, común a los cuatro Convenios, que establece que se debe tratar con humanidad a todas las personas que no participen en las hostilidades o que caigan en poder del adversario y prohíbe específicamente los atentados contra la vida, las mutilaciones, la toma de rehenes, la tortura, las acciones humillantes, crueles y degradantes, e igualmente establece la obligación de recoger y asistir a los heridos y enfermos.
    Si un combatiente, en el fragor de la batalla, remata a los heridos del bando contrario o dispara contra los soldados enemigos que se han rendido, se convierte en un criminal de guerra y podrá ser llevado ante la Corte Penal Internacional, emanada del Tratado de Roma de 2002, ratificado por sesenta naciones, y con sede en La Haya. Sin embargo, en el fragor de la batalla, este criminal seguramente ha considerado que, si se entretiene en atender heridos del contrincante o en aprisionar a los que se han rendido en vez de continuar su avance sobre las líneas enemigas, no llegará muy lejos antes de ser abatido por el fuego opositor; aun más, habrá recibido órdenes de sus jefes de no tener ninguna piedad con los de enfrente, ya sabes "keine Gefangenen!", y esto vale tanto para los guerreros del Estado Islámico como para los soldados del ejército de los EE.UU., pues ningún general dudará en usar toda la violencia necesaria para conseguir sus objetivos estratégicos, especialmente la que deje helados a los enemigos. El 21 de junio de 2004 comenzó en Bagdad, ante un tribunal del ejército de los Estados Unidos (el gobierno de este país no reconoce la autoridad de la Corte Penal Internacional), el juicio contra tres de los militares norteamericanos de baja graduación involucrados en las torturas que habían sufrido los prisioneros iraquíes por parte de sus captores en la prisión de Abu Ghraib. La mayoría de los soldados acusados de estos delitos alegaron que habían recibido órdenes de sus superiores de practicar las torturas, lo que fue negado por el mando estadounidense: en aras de la moralidad, se buscan siempre chivos expiatorios a los que cargar los hechos inconfesables.
    Dado que no es otra la dinámica bélica hoy como en tiempos de los almogávares, o bien sobran las guerras o bien sobra el "derecho internacional humanitario".

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  3. El afán de poder es directamente proporcional al desprecio de los derechos y éste es una constante en la ecuación de las guerras. No estaría mal que se pudiera "despejar" esta constante y lograr que sobrase la ecuación; en tal caso, mutatis mutandi, a lo mejor tampoco haría falta el derecho internacional humanitario. ¿Lo verán nuestros ojos? Me temo que no

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