14 abril 2012

El Ramiro, mis raíces y diversidad, por Kurt Schleicher

Ayer viernes a última hora volvía del largo y emotivo funeral del hijo de nuestro querido Nicolás (al cual tuve la emotiva ocasión de abrazar tras este “breve” periodo de casi 50 años, al estilo del “Decíamos ayer…” de fray Luis), iba ensimismado con mis pensamientos por la autovía de Badajoz conduciendo con el piloto automático puesto y de repente me encontré que no sabía ni dónde estaba.- Peor; no reconocía nada del entorno, lo cual no es tan raro tampoco, siendo de noche como era.- Pero se empezó a convertir en angustioso, porque seguía avanzando, avanzando y nada me daba una pista de dónde podría estar.- Al fin vi un cartel que decía “Navalcarnero, El Álamo”… ¡menos mal!.- Allí mismo pude dar la vuelta y me enteré que me había pasado nada menos que unos 15 kilómetros de la salida que tenía que haber tomado.- Récord absoluto de despiste.

Y te preguntas: ¿Por qué? ¿Qué me estaba pasando?  ¿Qué emociones internas podrían ser capaces de llevarme a tener que hacer 30 kilómetros más de ida y vuelta e innecesarios en un recorrido habitual desde hace más de 30 años?  Pues las mismas que hace que te pases horas y horas enviciado en el ordenador, seleccionando entre los ya casi cientos de correos de cada día (¡ante no eran tantos!) a los del Ramiro, dejando que lo demás pase a segundo plano.- Debe ser como una fiebre.

Y es que todo se juntaba: aparte ya de la emoción que sentí debida al funeral en sí mismo, en lo que significaba la muerte de un hijo (no quiero ni pensarlo) y el cabreo que me cojo cuando algo así sucede, es que me encontré con varias caras nuevas, el mencionado abrazo a Nicolás, García Fojeda, Fernández Valmayor, Morcillo … además del reencuentro con los que había  visto no hacía mucho, como Juan Antonio Rosas, Pablo Bergia, Bufalá, Vicente, …, pero que anteriormente me había sabido a poco y volvía a disfrutar de estar junto a ellos.- Pues muchas emociones juntas.

Me pregunté entonces con mi vena racional por qué me venían estos sentimientos tan hondos; ¿sólo por el hecho del reencuentro? No puede ser; en cierta forma, todos ellos son en realidad unos extraños, pues los tiempos del Ramiro hace mucho que han pasado y ya son “otros”, han evolucionado, han formado cada uno su carácter, se han hecho mayores –igual que yo, claro- y ya no somos los niños de entonces, sino que hemos seguido cada uno un proceso necesariamente de tipo divergente.- Cada uno por donde le ha llevado el devenir de la vida; unos más felices, otros menos, todos distintos… deberían ser unos extraños, pero no lo eran.- Encima veía que se emocionaban lo mismo que yo, buscándonos entre el tremendo gentío que se había formado en la enorme iglesia.- Ahí tenía que haber algo, un  leit motiv  verdaderamente hondo, o varios juntos.- Y era una delicia dejarse llevar por las emociones, así que, me dije, hay que disfrutar del momento, pese a que no era el más apropiado por la tristeza inherente al evento por el que estábamos allí.

Con estas reflexiones, los kilómetros iban pasando…

Y se me hizo un “click” mental, un link, como diría Alfonso.- ¿Qué hace que alguien perciba un sentimiento de unión o comunión con otro grupo de personas?  ¿La raza? No, por supuesto.- ¿La religión?  Sí, algo, pero la fuerza de unión por este motivo no es enorme (aunque la de desunión lamentablemente sí…).- ¿La Patria? Hombre sí, pero hoy en día este sentimiento se ha desvirtuado un poco, por varios motivos, el primero, la globalidad, pues nos enteramos de lo que les pasa a los chinos como si estuvieran aquí al lado.- Y los españoles lo sentimos más que nada cuando gana la selección de fútbol, que todo se llena de banderas (y no tanto en otras ocasiones).- Bueno, los americanos lo tienen un poco más arraigado, pues cada quisque tiene en su casa un mástil con la bandera de las estrellas, mientras que la tendencia en nuestro entorno cercano es hasta de sentir pudor por sacarla.

Vayamos descendiendo; después de la patria, vienen las regiones: “yo soy gallego, yo soy catalán, yo vasco …”  y la magnitud de la fuerza de unión ya aumenta algo más.- ¡Que nadie se meta con un vasco & su terruño!

Pero la cosa no termina ahí: el siguiente nivel es el de “mi pueblo es…”, cosa que sí que une y forma lazos.- Cada esquina reconocible de la calle de tu pueblo, más si es la casa donde naciste, “tira” ya con una fuerza considerable; se convierte en algo más personal e íntimo.- Y si seguimos, ya llegamos a los lazos familiares de los más allegados (pues de los primos para arriba hay veces que se tiran los trastos a la cabeza), por lo que la fuerza de unión de tipo familiar es de amplia variabilidad, desde muy fuerte a encontrada (que se lo pregunten a los notarios).

Se deduce pues el siguiente axioma: “la fuerza de los lazos que unen a las personas es inversamente proporcional al volumen de la referencia”; cuanto mayor sea éste, región ->país -> continente -> planeta…, más débil es la fuerza de unión.

Seguía pensando y más kilómetros que iban pasando…

Es curioso mi caso; ¿Cuánto amor siento yo por mi Patria? Y además, pero… ¿cuál es? ¿Alemania, donde nací, o España, donde me crié?  No tuve mucho que reflexionar: aparte de Terrícola y Europeo, mi patria es España y después Madrid, sin que por ello deje de sentir cariño por Alemania y Stuttgart, naturalmente, pero mi “pertenencia” es a lo hispánico y madrileño.- No, si encima con esta cara seré castizo…

Y todo esto, ¿qué tiene que ver con el Ramiro? Pues que éste es la piedra filosofal.

¿Por qué siento yo más “apego” por mi patria de adopción, sin menospreciar mis raíces? Pues porque crecí y me eduqué en Madrid.- ¿Y dónde? Pues en el Ramiro, claro, desde el 52/53 que aterricé por ahí, hasta el 64.- ¿Dónde pasé yo la mayor parte de mi tiempo en esos años? Pues naturalmente en el Ramiro y rodeado por mis compis y mis profes.- 

¿Cuál es entonces la fuerza de unión correspondiente? Pues no sé de cuántos newtons será, pero mayor aún que cualquiera de las otras referencias.- Somos, pues, terrícolas, europeos, españoles, madrileños (los que lo sean) y del Ramiro y de la promo 64.- Por este orden.- ¡Que nadie se meta con los del Ramiro & Promo 64!

Pero esto no es todo; hay algo más: la diversidad.- Ya no somos aquellos niños o jovenzuelos.- Nos hemos hecho hombres, pero cada cual por su camino, y somos todos también diferentes, pero no sabemos en qué medida.- Por lo tanto, al conocernos más, descubrir cómo somos y compartir nuestras experiencias pasadas, presentes y futuras, disfrutamos indeciblemente.- He ahí la explicación.

Nos hemos hecho hombres, durante y después del Ramiro, y nos enriquecemos en nuestra diversidad…

Esto me lleva al principio, al funeral de Javier, el hijo de Nicolás y una lectura que me impactó, titulada “IF…” de Rudyard Kipling que al parecer él tenía en su cabecera:

Entresaco (libre):  “Si te mantienes sereno en las agitaciones, si confías en ti, si sabes soñar sin que te domine el sueño, si no odias ni al que te odie, si mantienes siempre el ánimo positivo, si eres valiente sin llegar a temerario, si eres bueno en lo más hondo de ti mismo, si te mantienes fuerte sin perder la humildad ni la humanidad, si construyes y no destruyes y si resistes a cualquier embate al que tengas que enfrentarte,… es que te has hecho HOMBRE”.

Trataré de tener cerca este párrafo. Seguro que ayuda. Gracias, Javier.

3 comentarios:

  1. Joder, Kurt, es un artículo magnífico que expresa fielmente nuestros sentimientos ante lo sufrido por la familia de Nicolás y nuestra fidelidad al centro que inició nuestra educación extrafamiliar. Enhorabuena por saber reflejar los sentimientos de todos y por darle un tratamiento tan delicado.
    Para corroborar tus palabras os traigo aqui algo que me refirió Abdelwahed Bensiamar, a quien todos conocemos como Beibi, jugador marroquí del Estudiantes y residente en el Internado Hispano Marroquí: LA MEJOR DECISIÓN QUE MIS PADRES TOMARON MIENTRAS TUVIERON QUE DECIDIR POR MI FUE LA DE LLEVARME AL INSTITUTO RAMIRO DE MAEZTU.
    Alguien no firmaría tal sentencia? Yo creo que ninguno de nosotros.

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  2. Kurt, en cuanto a la diversidad, me acuerdo de tus pantalones cortísimos con peto, de color verde grisáceo y como de ante, más tarde descubrí que eran típicos de Baviera o del Tirol. Me daban escalofríos, más que en aula inicial de 4º F, cuando los llevabas durante el invierno mesetario.
    Cerdán

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