Uno de los mayores beneficios de los que hicimos en el Ramiro los primeros años del bachillerato lo obtuvimos en los partidos de fútbol que se organizaban en los recreos. Os los recuerdo, por si se os han olvidado: en aquel rectángulo de 60 x 90, mah o menoh, se celebraban al tiempo varias docenas de partidos con varias docenas de pelotas, hiciera frío o calor, sol o lloviera. El número de jugadores por equipo oscilaba entre variable e indefinido (cuando no se sumaban espontáneos o accidentales), las reglas las fijaban los más corpulentos (no había árbitros, de modo que las faltas 'se negociaban'), y la única constante que observaban todos los equipos era no dar pelotazos hacia el lado norte (la ominosa calle de los culos), pues si el balón escapaba del recinto del Instituto se le podía dar por perdido. Los estudiantes de 1º, diminutos infusorios de treinta y pocos kilos mal pesados, coincidían en 'el pasto' (tierra rugosa y averiada, plagada de charcos y bacterias, donde se han debido desollar varios millones de rodillas) con locomotoras ambulantes que desplazaban más del doble -los de sexto y preu-, y que ni se planteaban la posibilidad de que alguno de aquellos renacuajos no se apartara viéndoles llegar al galope tendido. Eso dio lugar a que todos nosotros desarrolláramos una prodigiosa visión periférica (la mala bestia podía llegar de cualquier lado, y sin avisar, salvo en todo caso algún amable ¡quita de ahí, gilipollas!), así como unos reflejos de leopardo y una sorprendente agilidad para esquivar al animal que se nos venía encima. Los peligros se agravaban al suceder que los partidos de los mayores, de mayor resistencia física, se celebraban a lo largo del campo, de portería a portería (era todo un espectáculo ver a seis o siete porteros bajo los palos; todavía me pregunto cómo sabrían distinguir su balón del de los demás), mientras que los otros transcurrían a lo ancho, de modo que las colisiones tenían lugar en trayectorias normales, también llamadas perpendiculares. Según nos explicó una vez el flemático profesor que nos dio Lengua y Literatura en 4º F, y al que debo haberme ganado bien la vida, la teoría general del origen de las colisiones sostiene que casi todas se producen cuando un objeto lanzado a una cierta velocidad intenta situarse en el espacio hasta entonces ocupado por otro objeto, a menudo impulsado en dirección convergente; una vez sucede la colisión los dos objetos dejan de avanzar, comenzando el primero a rodar por los suelos en compañía del segundo, que a su vez hace lo mismo. Bien, pues esa teoría se materializaba numerosas veces al día, en esa media hora extraordinaria donde los aprendices de hombre demostrábamos que, contra lo que afirman las mujeres, nuestros cerebros Si que nos permiten hacer varias cosas a la vez, a saber: correr, darle a la pelota (cuando la olías), regatear al contrario, esquivar a la bestia parda que llega lanzada, encoger la cabeza para que no llevarte un pelotazo que no percibías hasta el último milisegundo y, lo más asombroso, sin dejar de engullir el bocadillo. Quizá sea por eso que los antiguos alumnos del Ramiro seamos, casi todos, unos conductores fuera de serie (los que preferían el baloncesto quizá no tanto; en sus canchas había menos congestión). Allí, no lo dudéis, fue donde construimos nuestras fantásticas habilidades.
Lugar de encuentro de los alumnos del 'Ramiro' que comenzaron el bachillerato elemental en 1957 (tras haber pasado o no por la Escuela Preparatoria), o el superior en 1961, o acabaron preuniversitario en 1964
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12 abril 2012
Explicación de que los antiguos alumnos del Ramiro conduzcamos tan bien, por Ildefonso Arenas
Uno de los mayores beneficios de los que hicimos en el Ramiro los primeros años del bachillerato lo obtuvimos en los partidos de fútbol que se organizaban en los recreos. Os los recuerdo, por si se os han olvidado: en aquel rectángulo de 60 x 90, mah o menoh, se celebraban al tiempo varias docenas de partidos con varias docenas de pelotas, hiciera frío o calor, sol o lloviera. El número de jugadores por equipo oscilaba entre variable e indefinido (cuando no se sumaban espontáneos o accidentales), las reglas las fijaban los más corpulentos (no había árbitros, de modo que las faltas 'se negociaban'), y la única constante que observaban todos los equipos era no dar pelotazos hacia el lado norte (la ominosa calle de los culos), pues si el balón escapaba del recinto del Instituto se le podía dar por perdido. Los estudiantes de 1º, diminutos infusorios de treinta y pocos kilos mal pesados, coincidían en 'el pasto' (tierra rugosa y averiada, plagada de charcos y bacterias, donde se han debido desollar varios millones de rodillas) con locomotoras ambulantes que desplazaban más del doble -los de sexto y preu-, y que ni se planteaban la posibilidad de que alguno de aquellos renacuajos no se apartara viéndoles llegar al galope tendido. Eso dio lugar a que todos nosotros desarrolláramos una prodigiosa visión periférica (la mala bestia podía llegar de cualquier lado, y sin avisar, salvo en todo caso algún amable ¡quita de ahí, gilipollas!), así como unos reflejos de leopardo y una sorprendente agilidad para esquivar al animal que se nos venía encima. Los peligros se agravaban al suceder que los partidos de los mayores, de mayor resistencia física, se celebraban a lo largo del campo, de portería a portería (era todo un espectáculo ver a seis o siete porteros bajo los palos; todavía me pregunto cómo sabrían distinguir su balón del de los demás), mientras que los otros transcurrían a lo ancho, de modo que las colisiones tenían lugar en trayectorias normales, también llamadas perpendiculares. Según nos explicó una vez el flemático profesor que nos dio Lengua y Literatura en 4º F, y al que debo haberme ganado bien la vida, la teoría general del origen de las colisiones sostiene que casi todas se producen cuando un objeto lanzado a una cierta velocidad intenta situarse en el espacio hasta entonces ocupado por otro objeto, a menudo impulsado en dirección convergente; una vez sucede la colisión los dos objetos dejan de avanzar, comenzando el primero a rodar por los suelos en compañía del segundo, que a su vez hace lo mismo. Bien, pues esa teoría se materializaba numerosas veces al día, en esa media hora extraordinaria donde los aprendices de hombre demostrábamos que, contra lo que afirman las mujeres, nuestros cerebros Si que nos permiten hacer varias cosas a la vez, a saber: correr, darle a la pelota (cuando la olías), regatear al contrario, esquivar a la bestia parda que llega lanzada, encoger la cabeza para que no llevarte un pelotazo que no percibías hasta el último milisegundo y, lo más asombroso, sin dejar de engullir el bocadillo. Quizá sea por eso que los antiguos alumnos del Ramiro seamos, casi todos, unos conductores fuera de serie (los que preferían el baloncesto quizá no tanto; en sus canchas había menos congestión). Allí, no lo dudéis, fue donde construimos nuestras fantásticas habilidades.
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EN LOS RECREOS
ResponderEliminarDurante los recreos en el Instituto, no me recuerdo jugando al fútbol. Alfonso me comentó que sí; en ocasiones, de portero parando lo que podía con mi brazo útil y encajando, por lógica, muchos goles; me movía sin ninguna soltura. Cuando no era convocado por el ”echado a pies”, o paseaba por los alrededores o me alejaba para no veros jugar sin mí y refunfuñaba en los adentros mi mala suerte. También recibí algún balonazo ‘en salva sea la parte’ con el consiguiente intensísimo dolor aunque, sin saber por qué arte de magia, lograba esquivar muchos de esos “balones perdidos” y a más de un adversario de los mayores que quería, por ejemplo, cortar un avance, evitar un fuera de banda…
Pocos años después, entendí que ese ‘dejarme de lado’ a veces, no era nada contra mí, simplemente, no corría como vosotros; por eso, jugaba en donde no es tan imprescindible correr.
Hoy, por mi enfermedad, tengo prohibido conducir; mas, andar, aunque cojeo, suelo hacerlo rápido y sorteando la mayoría de obstáculos que se me ponen delante. En suma, para otra faceta de mi vida, me sirvió, y mucho, ese rectángulo de tierra hoyada y con charcos donde, incluso, se jugaba un ‘clásico’ todos los años.
Sin que tenga relación con lo anterior, ¡cómo nos las gastábamos! Llamar Avenida de los Culos a la Calle de Jorge Manrique, todo un poeta; pero, bien mirado, nosotros no éramos culpables; culpables eran las estatuas que se veían de esa guisa desde la calle.
Rafael García-Fojeda
No estabas solo en esas circunstancia, Rafa; todos tenemos limitaciones, unos más y otros menos, de acuerdo, pero pienso que lo importante es mantener el ánimo y participar siempre (y que te dejen, claro). A mí tampoco me querían mucho los "masters" del fútbol, pues como "driblador del balón" (¿se dice así?)la verdad es que era una auténtica calamidad.- Sólo servía como defensa "escoba", tenía una buena pierna derecha y mandaba el balón (y a veces al jugador que había detrás)a la otra portería.- No era muy agradable para el atacante...
EliminarNo contesté al escrito de Alfonso porque no me dí por aludido, ya que no necesitaba tanto la visión lateral; yo tiraba p´alante y chufla, chufla, ya se quitaría el otro, como el del tren de la película, aquella antigua de los mañicos.
Tú, sin embargo, has desarrollado la capacidad de sortear con habilidad, aún cojeando, los obstáculos en tu camino; con la mirada al frente, con ánimo y participando.- Con dos cojones.- No te importaba salir "herido" o "dolido" cuando te ponían de portero.- Con dos cojones, pues, y bien gordos.- Y estoy convencido que en tu vida has hecho lo mismo con todo con lo que tuvieras que enfrentarte y has salido vencedor, aunque te hayas dejado alguna pluma en alguna ocasión.
En fin, los que no somos como eran los Alcaides y Peiros, siempre hemos encontrado alguna alternativa satisfactoria...
Vamos , que el fútbol no era lo nuestro... ¿qué passsa?
¡Leches Rafael! Si hasta me has emocionado.... Yo te recuerdo de aquella época como uno más. Unos más grandotes, otros más canijos, y todos a jugar con todos, sin mayores discriminaciones, a lo que tocaba.
EliminarQue unos destacaban en algo... ¡mejor! Incluso lo tomábamos como un honor más de la clase...
Y en cuanto a fuerza, tú con tu brazo nos podías a todos....
Querido Paco: Imagínate a mi madre comentando con frecuencia que el parto mejor de los que tuvo fue el mío. Si ella no podía entender la causa de mi problema, yo menos, a tan corta edad. Cierto que la fuerza del brazo derecho era de 200 kgs. potenciales -medidos por dinamómetro-. Tampoco el neurólogo que me atendió se podía contestar cuál había sido el ‘fallo’; lo cierto es que ahí estaba y me hacía daño física y sicológicamente; menos mal que, haciéndole caso, mis padres me permitieron hacer una vida casi normal y hoy nadie dice que tengo un 66% de minusvalía reconocido. Como dicen los franceses: c’est la vie; de manera que si he logrado emocionarte ¡bendita emoción! ¿No te parece? Rafael.
EliminarBien venido Rafael
ResponderEliminarManolo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarKurt: Gracias. Acabo de leer tu comentario sobre el mío anterior y me has emocionado. Tienes razón en lo que dices. Cada uno tenemos nuestras limitaciones, pero también nuestras aptitudes y carismas; y esos hay que fomentarlos lo más que podamos de manera sencilla. Tú,como alemán de origen, seguro que tuviste más de un problema de adaptación, pero, con dos cojones, los superaste y ahí estás convertido en un madrileño más ¿qué maravilla, no? Ojalá todo el mundo tuviera una visión tan clara de las cosas porque con unas pocas agallas y una pequeña dosis de sentido común -el menos común de los sentidos- ¡otro gallo nos cantaría!
ResponderEliminarYo solo pido, en nuestro caso, que este contacto de la promoción recién iniciado, se amplíe y no lo dejemos morir de inanición porque es muy reconfortante y bonito.
En cuanto al fútbol, sí es lo mío, pero solamente lo sigo de espectador, sin fanatismos, que a nada bueno conducen en la vida. Rafael García-Fojeda 22/04/12
Gracias a tí, Rafa; sí, como dije no sé dónde, con esta cara (de alemán) y castizo... No tiene mérito, pues ya son 60 años -¡que se dice pronto!- de adaptación.
EliminarTu petición de ahí arriba, copio: "Yo solo pido, en nuestro caso, que este contacto de la promoción recién iniciado, se amplíe y no lo dejemos morir de inanición porque es muy reconfortante y bonito" es de lo más motivador, tanto para mí como para mis coleguillas del blog. Y es lo que deseamos. Pues aquí estamos, para todo lo que se te ocurra.
Un fuerte abrazo, Kurt
Kurt: Gracias. Acabo de leer tu comentario sobre el mío anterior y me has emocionado. Tienes razón en lo que dices. Cada uno tenemos nuestras limitaciones, pero también nuestras aptitudes y carismas; y esos hay que fomentarlos lo más que podamos de manera sencilla. Tú, como alemán de origen, seguro que tuviste más de un problema de adaptación, pero, con dos cojones, los superaste y ahí estás convertido en un madrileño más ¿qué maravilla, no? Ojalá todo el mundo tuviera una visión tan clara de las cosas porque con unas pocas agallas y una pequeña dosis de sentido común -el menos común de los sentidos- ¡otro gallo nos cantaría!
EliminarYo solo pido, en nuestro caso, que este contacto de la promoción recién iniciado, se amplíe y no lo dejemos morir de inanición porque es muy reconfortante y bonito.
En cuanto al fútbol, sí es lo mío, pero solamente lo sigo de espectador, sin fanatismos, que a nada bueno conducen en la vida. Rafael.
Mirad si es el fútbol muy de Rafa que este pasado año participé en la imposición de su insignia de oro por sus 50 años como socio del Real Madrid. Fue una alegría encontrarnos alli tras muchos años, no tantos como 50, porque ya nos habíamos encontrado en alguna ocasión en las calles de nuestra vecindad. Y ahora a través de este medio seguiremos en contacto continuo para alegría de todos y espero que especialmente para alegría de Rafa a quien intentaremos resarcir de las ocasiones en que no pudo unirse a nosotros para los partidos. Pero que conste que yo si le recuerdo jugando partidos con nosotros en los recreos, lo que dice mucho a sufavor en cuanto al esfuerzo que hizo para integrarse plenamente en el grupo. Mis saludos y mi cariño a Rafa.
ResponderEliminarRecuerdo muy bien a Rafa haciendo de Ramallets. Cierto que blocaba mal, pero despejaba de Zamorana con su brazo de babor mucho mejor que cualquiera de nosotros. La Zamorana era una suerte muy difícil; doy fé porque a menudo yo también me ponía bajo los palos. Era porque al echar a pies solía quedar relegado al nivel de 'tú no vales p'a ná', lo cual me apenaba y me dolía, sin por ello dejar de reconocer que los dioses no me habían llamado al noble arte del balonazo. Lo único que me salía bien, a un nivel que, de haberlo perfeccionado, me habría llevado a fichar por el Madrit, era echar zancadillas por la espalda y a traición (de una de ellas Kurt me hizo recordar una memorable merienda de leches con Peiro; espero que me haya perdonado). Ahora, bajo los palos yo no me podía comparar con Rafa; cierto que blocaba mejor, pero mi incapacidad para colocarme bien me hacía emular al famoso 'Pierre Nodoyuna', porque me las clavaban todas. Rafa, en cambio, compensaba sus dificultades de movimiento con una colocación insuperable y una vista de lince para saber por donde vendría la jodía pelota, razón por la cual se la metían muchas menos veces que a mí. Con retrospectiva admiración, recibe aquí mi humilde tributo.
ResponderEliminarAlfonso