08 octubre 2017

EL EMPRESARIO

...por Kurt Schleicher

“Buddy” Spencer se levantó satisfecho aquella mañana. Se miró en el espejo y su buen ánimo de aquél día se le vino abajo en cuanto se vio reflejado en él: seguía siendo pequeño, escuchimizado, el pelo ralo cada vez más escaso y además patizambo, pero al menos tenía mucha energía. Y también muy mala uva, pero es que, según él, no tenía otro remedio que portarse así para que no se lo comieran los demás, dado su precario físico. ¡Menuda broma le habían gastado sus padres! Teniendo el apellido Spencer por su padre, se les tuvo que ocurrir llamarle Bud, como el actor grandullón aquél de las películas de “Trinidad”. El pitorreo de sus compañeros de clase al verle tan enclenque, avisando por los pasillos del colegio “¡Apartaos, que viene el “grandullón” de Bud Spencer!”, le había generado un odio larvado hacia todos ellos... y por extensión a todo el género humano...

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