02 septiembre 2018

VERANO 2018. UN PASEO VESPERTINO POR LA PLAYA Y UN RECORRIDO DE MUCHOS AÑOS

por MANOLO RINCÓN

Para mí las vacaciones veraniegas siempre han sido un periodo de inactividad forzoso, que llegaba cada año inexorablemente. Así me encontraba con vacaciones desde el 25 de mayo al 15 de octubre, muchos años de bachiller. Con escasos medios para cubrir con actividades tan dilatado periodo, esperaba como agua de mayo el nuevo curso. Ya en la carrera, la mili reducía el periodo vacacional casi a cero, pero no me importaba. Cuando ya trabajaba, estas vacaciones eran sensiblemente más cortas, que las del bachiller, pero tenía que detener mi trabajo a veces cuando más productivo resultaba.
Al llegar la temida jubilación las vacaciones se expanden hacia el infinito. Hay que encontrar nuevas actividades para no perecer de hastío y aburrimiento. Una sin duda importante es pasar tiempo con la familia, en especial con los más pequeños, pero no es suficiente.
Así pensaba, un 22 de agosto, paseando por la playa de Canelas, con una dulce brisa en el rostro, y fui recordando y desgranando el pasado personal, que aunque está presente en mi memoria, se va alejando en el tiempo. Indudablemente en los 11 cursos del Ramiro aprendí más cosas que en ningún otro sitio, en todos los órdenes de la vida, por eso el recuerdo de aquella época es tan nítido y querido. Los años de la Escuela de Telecomunicación fueron un tiempo bastante perdido. Salvo las matemáticas y la electrónica, lo que allí me enseñaron prácticamente ya sabía que de nada me iba a servir. Hoy miro mi proyecto fin de carrera y mi tesis doctoral y me asombra su pobreza, de tal forma que he pensado en reescribir la tesis actualizándola y haciéndolo bien. Creo que puede ser un trabajo que merezca la pena.
Cuando comencé a trabajar, terminadas las obligaciones militares y el doctorado, en el departamento de proceso de datos, de Siemens, donde me encontré con Paco Acosta, me dio la impresión de que la gente que allí “trabajaba”, tenía un despiste colosal, empezando por Manolo, mi jefe. Me extrañó muchísimo que yo recién llegado, de repente fuera consultado por personas que llevaban años allí y mi opinión era muy tenida en cuenta. Intimé con un compañero inglés más mayor que yo, con el que realicé un proyecto para la Seguridad Social. Otro proyecto fue el de reserva electrónica de billetes para RENFE.
Recuerdo que mis padres querían a toda costa que fuese funcionario. No era algo que me entusiasmase, pero les hice caso y obtuve una plaza de Científico Titular en el Instituto Torres Quevedo, enfrente de mi querido Ramiro. He de decir que me decepcionó mucho. La investigación técnica estaba por los suelos. Participé en un proyecto de Telefónica y otro de Abengoa. En este último pasé varios meses en un gigante británico (de entonces) en informática, Ferranti. Mucho aprendí por suerte y al regresar tuve oportunidad de familiarizarme con un mini-ordenador PDP-11 de Dígital.
Todo esto hizo que mi cotización en el mercado laboral subiese y me ofrecieron un puesto de Project Leader en los laboratorios ITT. La mitad del equipo de trabajo eran americanos. Trabajé con tesón tres años, que me permitieron  conocer el intrincado mundo de los micro-procesadores y el tiempo real. Pero he de decirlo con tristeza, si nos dieron premios en el SIMO y en otros lugares, pero comprendí que era un proyecto inviable, por múltiples razones técnicas. Mi Jefe, Bill Falcon se enfadó muchísimo cuando se lo expuse. Yo me marché con tristeza de ver que tanta ilusión y esfuerzo se iban a disipar en la nada, como así ocurrió.
SITRE era una empresa dinámica. Me molestó que pasados unos meses los jefes empezasen a disputarse mi modesta persona. Tenía la elección de estar en otro proyecto inviable, aunque su director no lo aceptaba así o trabajar con un director francés (enemigo del anterior por cierto) en proyectos más concretos y que ya eran mis proyectos. Yo establecía con el usuario sus necesidades y con un ordenador adecuado realizaba la programación para que se cumpliesen todas las especificaciones. He de confesar que así hice interesantes proyectos industriales, para ENAGAS, para diversas universidades e incluso el CSIC. Además muchos de ellos llevaban una unidad muy novedosa entonces, el “plotter”.
Las crisis se pueden llevar empresas y SITRE vio terminados unos sustanciosos contratos con Telefónica, lo que obligaba a drásticos recortes.
Olivetti, mi nueva empresa, me encargó traer desde Ivrea (Italia) los nuevos productos que fundamentalmente estaban destinados a la banca (terminales y cajeros automáticos). Esto exigía residir largas temporadas en Italia y mi mujer que iba a tener a nuestro segundo hijo no quería, por lo que opté por aceptar un nuevo trabajo con una cierta pena.
Tomé entonces una de mis mejores decisiones profesionales. Di el salto a una empresa de ingeniería de comunicaciones. En SITRE necesitaban mi apoyo y al salir de trabajar a las 6 o 7 de la tarde iba a realizar unos trabajos adicionales y a darles clases de Informática.
En PAGE IBERICA me hice cargo de toda la informática y comencé a conseguir buenos contratos con la administración. Los dos más importantes fueron los teleindicadores de casi todos los aeropuertos nacionales y las comunicaciones de la Armada española. Además varios proyectos de gran interés. Me construí mi propio grupo de trabajo. Para programación solo contrataba mujeres, por su gran capacidad para esa tarea, lo que me valía críticas y bromas de los compañeros, a veces de mal gusto.
Fueron 6 años muy fructíferos y los resultados tanto técnicos como económicos me llenan aún hoy de orgullo. Tenía asignada la habilitación “NATO SECRET”. No debería de haberme ido, pero me tentó una nueva empresa de Telefónica, Telefónica Sistemas. Mi proyecto era importante, situar las estaciones de telefonía móvil en su primera versión en España. Esto  terminado, pensé que ya mi misión el Grupo Telefónica había finalizado. Pasé a Price Waterhouse, pero el mundo de la consultoría basado en vender informes no era para mí.
Tuve de nuevo una gran suerte y una empresa tecnológica catalana TyG, me dio la oportunidad de poder desarrollar mis capacidades tanto de gestión como técnicas. Mi Jefe, el director general entendió perfectamente mi perfil y apreciaba mucho mi trabajo, que se basaba en el desarrollo de proyectos avanzados con diversos equipos que se obtenían en el mercado internacional siendo usuarios OEM. El proyecto con Defensa fue muy importante. Llevé a un pequeño grupo de militares al Pentágono, para que viesen el sistema avanzado de comunicaciones, que ellos tendrían en España. Con el tiempo veo que fue un error dejar aquel trabajo. Mi jefe siempre me achacó ser el culpable de la desaparición de la empresa con mi marcha, pero es que ya no podía más con el trabajo extenuante y el larguísimo horario diario y que además me llamasen por la noche para cuestiones del mismo lo que casi no me dejaba dormir.
No conocía NIXDORF y allí fui contratado. Fueron trabajos de menor calado, pero aprendí muchas cosas de otras disciplinas, como edificios inteligentes.
NIXDORF tuvo su declive y fue comprada por Siemens.
Yo me fui a la ingeniería EPTISA pero los proyectos en comunicaciones eran de poco calado aunque el Presidente, como luego supe tenía grandes esperanzas en mi persona.
Me fui a TELSA, para desarrollar proyectos variados de telecomunicaciones con bancos, administración y universidades. Fueron proyectos interesantes.
Estábamos en 1993 y Internet comenzaba su andadura en España, Red Iris era su principal bastión entonces en algo que era muy nuevo. Desde mi puesto de subdirector, era responsable de las relaciones internacionales y me cupo el placer de participar en numerosas reuniones con colegas europeos para diseñar una red fiable que soportase estos nuevos servicios, los cuales iba yo aprendiendo y recuerdo que escribí un artículo diciendo que Internet sería algo superior a lo que fue la imprenta en su momento, como así sucedió. EPTISA también me encargaba algunos proyectos importantes, como “La Finca”, por lo cual no disponía de un minuto libre y mis sienes empezaron a blanquear.
Una empresa catalana CIRSA me hizo entonces una oferta económica que nunca hubiese soñado y me dispuse a dirigir el grupo de 50 ingenieros que debían desarrollar la seguridad informática y los proyectos por Internet.
El asunto terminó mal. CIRSA no salió a bolsa por el estallido de las empresas .com y nos despidió a todos cerrando su centro de investigación en Madrid.
El Presidente de EPTISA entonces me ofreció que tendría un despacho en su sede central y yo le ayudaría a comprar una empresa de comunicaciones que el Grupo precisaba. Yo no había perdido el contacto con ellos y me apresté al trabajo. En paralelo daba clases por la tarde en la Universidad Nebrija.
Terminado este trabajo, que mucho agradecí, de nuevo se interesó por mi PAGE IBERICA, pese haber cumplido ya los 50 años.
Fui director de ingeniería de sistemas y realicé un trabajo profesionalmente muy gratificante con muchos proyectos en RENFE, AENA y Defesa. Pasar mi memoria por todos ellos es difícil.
Pero los tiempos cambiaron, la empresa se vendió, perdió sus clientes y tenía dos posibilidades o acogerme a un ERE o bien reingresar en el CSIC. A los 61 años no me resignaba a dejar de trabajar y me fui al CSIC. La parte positiva es que conseguí entrar en un grupo multinacional en un proyecto para el desarrollo del coche eléctrico europeo.
Y aquí a los 66 años, habiendo trabajado 44, dejé el trabajo remunerado, para ser pensionista y dedicarme entre otras cosas al Ramiro, que son mis orígenes, pero eso es ya otra historia.
Ya anochecía cuando terminé con estos pensamientos y me encaminé a mi hotel para cenar. Las “vacaciones” tocaban ya a su fin.

Canelas, Portonovo agosto 2016.

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