por MANOLO RINCÓN
Para mí las vacaciones veraniegas
siempre han sido un periodo de inactividad forzoso, que llegaba cada año
inexorablemente. Así me encontraba con vacaciones desde el 25 de mayo al 15 de
octubre, muchos años de bachiller. Con escasos medios para cubrir con
actividades tan dilatado periodo, esperaba como agua de mayo el nuevo curso. Ya
en la carrera, la mili reducía el periodo vacacional casi a cero, pero no me
importaba. Cuando ya trabajaba, estas vacaciones eran sensiblemente más cortas,
que las del bachiller, pero tenía que detener mi trabajo a veces cuando más
productivo resultaba.
Al llegar la temida jubilación
las vacaciones se expanden hacia el infinito. Hay que encontrar nuevas
actividades para no perecer de hastío y aburrimiento. Una sin duda importante
es pasar tiempo con la familia, en especial con los más pequeños, pero no es
suficiente.
Así pensaba, un 22 de agosto,
paseando por la playa de Canelas, con una dulce brisa en el rostro, y fui
recordando y desgranando el pasado personal, que aunque está presente en mi
memoria, se va alejando en el tiempo. Indudablemente en los 11 cursos del
Ramiro aprendí más cosas que en ningún otro sitio, en todos los órdenes de la
vida, por eso el recuerdo de aquella época es tan nítido y querido. Los años de
la Escuela de Telecomunicación fueron un tiempo bastante perdido. Salvo las
matemáticas y la electrónica, lo que allí me enseñaron prácticamente ya sabía
que de nada me iba a servir. Hoy miro mi proyecto fin de carrera y mi tesis
doctoral y me asombra su pobreza, de tal forma que he pensado en reescribir la
tesis actualizándola y haciéndolo bien. Creo que puede ser un trabajo que
merezca la pena.
Cuando comencé a trabajar,
terminadas las obligaciones militares y el doctorado, en el departamento de
proceso de datos, de Siemens, donde me encontré con Paco Acosta, me dio la
impresión de que la gente que allí “trabajaba”, tenía un despiste colosal,
empezando por Manolo, mi jefe. Me extrañó muchísimo que yo recién llegado, de
repente fuera consultado por personas que llevaban años allí y mi opinión era
muy tenida en cuenta. Intimé con un compañero inglés más mayor que yo, con el
que realicé un proyecto para la Seguridad Social. Otro proyecto fue el de
reserva electrónica de billetes para RENFE.
Recuerdo que mis padres querían a
toda costa que fuese funcionario. No era algo que me entusiasmase, pero les
hice caso y obtuve una plaza de Científico Titular en el Instituto Torres
Quevedo, enfrente de mi querido Ramiro. He de decir que me decepcionó mucho. La
investigación técnica estaba por los suelos. Participé en un proyecto de
Telefónica y otro de Abengoa. En este último pasé varios meses en un gigante
británico (de entonces) en informática, Ferranti. Mucho aprendí por suerte y al
regresar tuve oportunidad de familiarizarme con un mini-ordenador PDP-11 de
Dígital.
Todo esto hizo que mi cotización
en el mercado laboral subiese y me ofrecieron un puesto de Project Leader en
los laboratorios ITT. La mitad del equipo de trabajo eran americanos. Trabajé
con tesón tres años, que me permitieron
conocer el intrincado mundo de los micro-procesadores y el tiempo real.
Pero he de decirlo con tristeza, si nos dieron premios en el SIMO y en otros
lugares, pero comprendí que era un proyecto inviable, por múltiples razones
técnicas. Mi Jefe, Bill Falcon se enfadó muchísimo cuando se lo expuse. Yo me
marché con tristeza de ver que tanta ilusión y esfuerzo se iban a disipar en la
nada, como así ocurrió.
SITRE era una empresa dinámica.
Me molestó que pasados unos meses los jefes empezasen a disputarse mi modesta
persona. Tenía la elección de estar en otro proyecto inviable, aunque su
director no lo aceptaba así o trabajar con un director francés (enemigo del
anterior por cierto) en proyectos más concretos y que ya eran mis proyectos. Yo
establecía con el usuario sus necesidades y con un ordenador adecuado realizaba
la programación para que se cumpliesen todas las especificaciones. He de
confesar que así hice interesantes proyectos industriales, para ENAGAS, para
diversas universidades e incluso el CSIC. Además muchos de ellos llevaban una
unidad muy novedosa entonces, el “plotter”.
Las crisis se pueden llevar
empresas y SITRE vio terminados unos sustanciosos contratos con Telefónica, lo
que obligaba a drásticos recortes.
Olivetti, mi nueva empresa, me
encargó traer desde Ivrea (Italia) los nuevos productos que fundamentalmente
estaban destinados a la banca (terminales y cajeros automáticos). Esto exigía
residir largas temporadas en Italia y mi mujer que iba a tener a nuestro
segundo hijo no quería, por lo que opté por aceptar un nuevo trabajo con una
cierta pena.
Tomé entonces una de mis mejores
decisiones profesionales. Di el salto a una empresa de ingeniería de comunicaciones.
En SITRE necesitaban mi apoyo y al salir de trabajar a las 6 o 7 de la tarde
iba a realizar unos trabajos adicionales y a darles clases de Informática.
En PAGE IBERICA me hice cargo de
toda la informática y comencé a conseguir buenos contratos con la
administración. Los dos más importantes fueron los teleindicadores de casi
todos los aeropuertos nacionales y las comunicaciones de la Armada española.
Además varios proyectos de gran interés. Me construí mi propio grupo de
trabajo. Para programación solo contrataba mujeres, por su gran capacidad para
esa tarea, lo que me valía críticas y bromas de los compañeros, a veces de mal
gusto.
Fueron 6 años muy fructíferos y
los resultados tanto técnicos como económicos me llenan aún hoy de orgullo. Tenía
asignada la habilitación “NATO SECRET”. No debería de haberme ido, pero me
tentó una nueva empresa de Telefónica, Telefónica Sistemas. Mi proyecto era
importante, situar las estaciones de telefonía móvil en su primera versión en
España. Esto terminado, pensé que ya mi
misión el Grupo Telefónica había finalizado. Pasé a Price Waterhouse, pero el
mundo de la consultoría basado en vender informes no era para mí.
Tuve de nuevo una gran suerte y
una empresa tecnológica catalana TyG, me dio la oportunidad de poder desarrollar
mis capacidades tanto de gestión como técnicas. Mi Jefe, el director general
entendió perfectamente mi perfil y apreciaba mucho mi trabajo, que se basaba en
el desarrollo de proyectos avanzados con diversos equipos que se obtenían en el
mercado internacional siendo usuarios OEM. El proyecto con Defensa fue muy
importante. Llevé a un pequeño grupo de militares al Pentágono, para que viesen
el sistema avanzado de comunicaciones, que ellos tendrían en España. Con el
tiempo veo que fue un error dejar aquel trabajo. Mi jefe siempre me achacó ser
el culpable de la desaparición de la empresa con mi marcha, pero es que ya no
podía más con el trabajo extenuante y el larguísimo horario diario y que además
me llamasen por la noche para cuestiones del mismo lo que casi no me dejaba
dormir.
No conocía NIXDORF y allí fui
contratado. Fueron trabajos de menor calado, pero aprendí muchas cosas de otras
disciplinas, como edificios inteligentes.
NIXDORF tuvo su declive y fue
comprada por Siemens.
Yo me fui a la ingeniería EPTISA
pero los proyectos en comunicaciones eran de poco calado aunque el Presidente,
como luego supe tenía grandes esperanzas en mi persona.
Me fui a TELSA, para desarrollar
proyectos variados de telecomunicaciones con bancos, administración y universidades.
Fueron proyectos interesantes.
Estábamos en 1993 y Internet
comenzaba su andadura en España, Red Iris era su principal bastión entonces en
algo que era muy nuevo. Desde mi puesto de subdirector, era responsable de las
relaciones internacionales y me cupo el placer de participar en numerosas
reuniones con colegas europeos para diseñar una red fiable que soportase estos
nuevos servicios, los cuales iba yo aprendiendo y recuerdo que escribí un
artículo diciendo que Internet sería algo superior a lo que fue la imprenta en
su momento, como así sucedió. EPTISA también me encargaba algunos proyectos
importantes, como “La Finca”, por lo cual no disponía de un minuto libre y mis
sienes empezaron a blanquear.
Una empresa catalana CIRSA me
hizo entonces una oferta económica que nunca hubiese soñado y me dispuse a
dirigir el grupo de 50 ingenieros que debían desarrollar la seguridad
informática y los proyectos por Internet.
El asunto terminó mal. CIRSA no
salió a bolsa por el estallido de las empresas .com y nos despidió a todos
cerrando su centro de investigación en Madrid.
El Presidente de EPTISA entonces
me ofreció que tendría un despacho en su sede central y yo le ayudaría a
comprar una empresa de comunicaciones que el Grupo precisaba. Yo no había
perdido el contacto con ellos y me apresté al trabajo. En paralelo daba clases
por la tarde en la Universidad Nebrija.
Terminado este trabajo, que mucho
agradecí, de nuevo se interesó por mi PAGE IBERICA, pese haber cumplido ya los
50 años.
Fui director de ingeniería de
sistemas y realicé un trabajo profesionalmente muy gratificante con muchos
proyectos en RENFE, AENA y Defesa. Pasar mi memoria por todos ellos es difícil.
Pero los tiempos cambiaron, la
empresa se vendió, perdió sus clientes y tenía dos posibilidades o acogerme a
un ERE o bien reingresar en el CSIC. A los 61 años no me resignaba a dejar de
trabajar y me fui al CSIC. La parte positiva es que conseguí entrar en un grupo
multinacional en un proyecto para el desarrollo del coche eléctrico europeo.
Y aquí a los 66 años, habiendo
trabajado 44, dejé el trabajo remunerado, para ser pensionista y dedicarme
entre otras cosas al Ramiro, que son mis orígenes, pero eso es ya otra
historia.
Ya anochecía cuando terminé con
estos pensamientos y me encaminé a mi hotel para cenar. Las “vacaciones”
tocaban ya a su fin.
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