02 septiembre 2018

IDEAS PARA UN CUADERNO DE IMPRESIONES DEL VERANO/OTOÑO

por NICOLÁS PÉREZ-SERRANO


Sé que no a todos nos sale espontáneamente eso de escribir.., o que puede haber temperamentos cohibidos, o tímidos o, sin más, vagos, o quienes rechacen con todo el derecho la idea. Nadie tiene que dar explicaciones del porque sí o del por qué no. Aun así, me atrevo a proponeros que enviemos a Vicente, y resto de la Junta que nos mueve, unas líneas de algo que suponga vivencia honda del verano que acaba, o del otoño que se nos avecina. Ahí va una muestra, por lo que valga como experiencia que amplíe la actividad del Aula. Se os quiere y se os respeta. Y os envío, con esta invitación, un fuerte abrazo, al tiempo que os recuerdo que no pocos nos habeis prometido charla para el Aula...
Nicolás.


MI PARLAMENTO

Cuando llegue el 2 de enero de 2019 hará 44 años que ingresé en las Cortes. Como Letrado y pipiolo tuve que enfrentarme a la Transición con un bagaje sobre el Parlamento adquirido sólo a través de los libros; y, con respecto a la democracia, exclusivamente tenía buena voluntad y el deseo de acertar y ayudar a instaurar un régimen que, respetuoso con todos, nos acercase a Europa y diese respuesta adecuada a nuestros pleitos históricos, esos que tanta sangre nos había costado a todos a lo largo, al menos, de los dos siglos precedentes.

Sucesivamente, en menos de tres años y medio pasé por estas cargas (que no cargos): Adjunto al Letrado Mayor de las Cortes Españolas, Secretario General del Senado, Secretario General del Congreso, Letrado Mayor de las Cortes Generales y Secretario de la Junta Electoral Central. Hice, os lo prometo, de todo, acaso menos limpiar escupideras.. y porque no tocaba, que si no... Sin rubor alguno confieso, y que nadie tome el ejemplo fuera de contexto, que hice de marujona distinguida, encargada de elegir cortinas, selecionar muebles, pedir que se restauraran cuadros y alfombras, sin por ello abandonar las tareas propias de mi sexo y condición, a saber, asesorar a los órganos que hicieron la Constitución, diseñar y restructurar los servicios administrativos de las Cámaras; en suma, tratar de acomodarnos a un Parlamento de verdad.
Me encañonaron en la cabeza con un subfusil el felizmente superado 23 F (eso fue, como recordareis, algo más tarde, en 1981, y mi ingreso en el cuerpo de Letrados es de enero de 1975...); sufrí un intento de secuestro de ETA en septiembre de 1981; tuve otras experiencias y asistí a un no pequeño etcétera que os ahorro.

Pero sigo con la misma ilusión, y la pretensión de que mi servicio a la Cámara pueda resultar de alguna utilidad hasta que se produzca el definitivo adiós a mi Parlamento, previsto para el 5 de julio de 2019.

 Emoción, y presumiblemente también emociones, no han de faltarme en esos meses. La Legislatura actual tiene ingredientes nuevos. Se ha aplicado el 155. Ha prosperado una Moción de Censura. Y hasta en breve parece que desaparecerá el Valle de los Caídos, en su configuración conocida, para dar paso a otro tipo de monumento en que una tumba no tenga mayor relevancia que otras allí existentes. Se cerrará así otro capítulo de nuestra Historia de la Transición. Y ojalá que también en este nuevo tránsito logremos entre todos acertar.

Quedarán, sin duda, otras historias que se truncaron indebidamente y a las que aún no se ha dado la debida respuesta. Pero eso no quita para que pidamos que se afronten con el espíritu de esa primera Transición de la que me tocó ser testigo en puesto y lugar claves.

Al confesarme autor (fue en realidad un grupo pequeño de personas) del acto de guardar en el armario el Crucifijo que había en junio de 1977 en el despacho del entonces Presidente de las Cortes, Antonio Hernández-Gil, hago un acto de fe: se pueden hacer las cosas de manera que no se hiera la susceptibilidad de nadie, con arreglo a Derecho y de forma colectiva por mucho que la actividad y la responsabilidad acabe siempre recayendo en unos pocos.

2 comentarios:

  1. COMENTARIO DE MIGUEL ANGEL MORCILLO

    Absolutamente interesante enterarme de la relevancia de nuestro compañero en el devenir de nuestra Historia reciente: Después de sufrir los rigores de la dictadura (como todos en nuestra promoción, supongo) y conseguir por oposición el mismo puesto que tuvo su padre, asesora eficazmente a los padres de la Constitución en el engendro de las "nacionalidades y regiones" que tanto juego ha dado, está dando y dará, como su padre asesoró a los constituyentes de 1931.
    Luego tiene el heroico gesto de retirar un crucifijo (en compañía de otros) del despacho del presidente Hernández Gil. Y eso siendo un pipiolo...

    El día en que se publicó en el BOE el sindicato de prostitutas, se ve que nuestro letrado estaba de vacaciones.

    Y finalmente, parece ver con naturalidad la moción de censura sin plan de Gobierno, o la retirada de la tumba de Franco del Valle de los Caídos.

    Y una revelación: hacen falta muy pocas personas para las grandes transformaciones. Él sí estaba ahí. Y estoy de acuerdo.

    Acojonante.

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    1. Mi impresión inicial de disgusto ante las reflexiones de Nicolás, están basadas en mi lectura de los "recovecos y memoria de cincuenta años en las Cortes" del Letrado Manuel Fraile Clivillés. Y no se refleja allí la aparente ausencia de personal que hiciera "elegir cortinas, o seleccionar muebles" a un Letrado recién llegado en las oposiciones de 1975, teniendo en cuenta que "la disposición adicional segunda del primer Reglamento de las Cortes franquistas, de cinco de enero de 1943, disponía que “El personal de las Cortes será el que integraba las plantillas de los extinguidos cuerpos colegisladores” (obra citada), así es que supongo que "habría alguien ahí". Por otro lado, que un Letrado retirara del despacho del Presidente de las Cortes un crucifijo, no sé si estaba entre sus atribuciones. Del resto de sus anodinas descripciones del Gobierno okupa y de la profanación de la tumba, me parece significativo de una generación. Para terminar, otra cita de la misma memoria de Manuel Fraile: "Franco siempre aceptó y sancionó los textos aprobados por las Cortes, con independencia de que siguiera conservando una potestad legislativa que en realidad ejerció muy raras veces y siempre para normas de carácter “constitucional”.

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