05 enero 2019

MEJOR TU QUE YO

...por Ildefonso Arenas

Me divorcié hace tiempo. Sin traumas. Ninguna historia trági­ca de sen­timientos heridos, la­ceracio­nes del alma y tonterí­as por el estilo. Nos equi­vocamos, nada más. Nos conocimos en el bar de Agró­­­no­­­­­mos, un día en que yo, pardillina de primero de Informática cotorreando con dos amigas de cuan­­­­do COU, me quedé alelada con un Tarzán de allí mismo que iba ya por cuar­to. No ten­go nada de romántica, pero sé va­lo­rar un buen tío, y Pepe lo parecía. Era simpático, y divertido, cosas todas ellas que ayudan mucho a encapricharse, y es que lo mío no fue mu­­cho más que eso. Lo suyo, sí. Ya saben, siem­pre hay uno que quiere y otro que se de­ja querer. Yo era la que se dejaba. Sin im­­­­­plicarme. Pepe sí que se implicaba, pero no al punto de perder la cabeza. En bue­na ló­gi­ca no ha­brí­a­mos si­do más que un rollo de los que aca­ban cua­n­­do uno de los dos con­­si­gue su pri­mer traba­jo y con éste le llega nueva gente, más inte­re­sante que los viejos colegas de la escu­ela o la fa­cultad –an­da que no llevo vistos ca­­sos así-, pero él quería ser un glorioso miem­­bro del Cuer­po Su­pe­­­rior de In­­­ge­nie­­ros Agró­nomos, lo que significaba someterse a una oposi­­ción horro­ro­sa, no cam­biar de am­biente y seguir saliendo con la mis­ma gente. Le tum­ba­­ron dos ve­ces, pero él, hijo y nie­­to de Inge­niero Agró­­no­mo, no des­fallecía. Mejor di­cho, no de­­ja­ba que se le no­­­­tase. Yo sí lo notaba. Me tragaba sus an­gus­tias, sus cabreos y sus malas le­ches. Le ha­bría de­bido plan­­tar enton­ces, pe­ro dejando aparte que me da­ba pe­na yo tam­­­bién cu­rraba un disparate, haciendo quinto de lo mío y de be­caria en IBM, de modo que tam­po­co tenía el cuer­po pa­ra jo­tas. Co­mo nos veíamos po­co, que los dos vi­vía­mos a la sopa bo­ba con nuestros res­pec­ti­vos papis, y no nos plante­á­bamos otra si­tuación adminis­­tra­ti­va, pues era lleva­dero. De vez en cuando un cine, una cena, un polvo y a em­­po­llar, que per­­der el rit­­­­­mo es malo. Así ocurrió, que nos sin­cronizamos: con una diferencia de días él sacó la oposi­ción y yo acabé la ca­rrera...

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6 comentarios:

  1. Querido Alfonso:
    Si nos abstraemos de condicionantes morales o éticos el relato es extraordinario. La descripción del mundo profesional en las grandes multis, tanto para mujeres como para hombres, magnífico, la del accidente, parece que yo mismo lo estaba viviendo, y la escena de la juez de guardia,la oficial y el guardia civil es ya inmejorable. La verdad que para mi ha sido un regalo de Reyes magnífico el que me has ofrecido en esta noche de niños. Un fuerte abrazo.

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  2. Feliz Noche de Reyes Ildefonso y demás queridos compañeros. Es interesante la visión del mundo empresarial tan estresante y traicionero, que nos presenta Ildefonso, y curioso que lo haga por medio de una mujer mitad heroína mitad malévola. Curiosos personajes tanto los muertos en el accidente como los que se encargan del caso y como lo hace. Relato muy dinámico si señor. Me ha amenizado el Roscón y me ha dado fuerzas para escribir otro cuento sobre una idea que tenía hace tiempo "in menti". Gracias.

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  3. Excelente relato con un final inquietante. Me ha gustado mucho por su calidad y estilo.
    Muy atractiva la creciente intensidad de la narración que mantiene despierta la atención del lector hasta la última línea. Además, como siempre pasa con la buena literatura, te sumerge en mundos reconocibles, con personajes fuertes y bien perfilados. Yo, sin ir más lejos, conozco bien a la señora Moreno, quien, por cierto, está volando en estos momentos desde Nueva York hacia Madrid.
    Enhorabuena por tu relato, que es muy apropiado para una noche de Reyes. Si te apetece, aquí tienes el mío, se titula 'Baltasar': https://sangfreda.blogspot.com/2011/01/baltasar.html
    Un abrazo y feliz 2019.

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  4. Me lo acabo de leer de un tirón. Bonito regalo de Reyes, sí señor. Según lees, se te pone en marcha la imaginación, a la vez que las imágenes pasan raudas y nítidas. Ahí se ve lo que es un profesional. Chapó.
    El relato del accidente, impecable. Y lo digo porque hace bastantes años tuve uno similar – menos grave, por supuesto – cuando retornaba a casa en mi GS Break de Cuéntame por la carretera de San Martín antes de ser autovía y llevando a un compañero a su casa, pues vivía al lado. Por cierto, íbamos sin cinturón, pues acababa de poner gasofa y se nos pasó, al quedar muy poco trecho para llegar al destino. Tras una curva amplia sin visibilidad había un restaurante – hoy ya no existe – con salida directa a la carretera, por donde vi que salía un coche entrando en mi carril con el conductor mirando hacia el lado contrario. ¿Qué hacer? Frenar, imposible; demasiado cerca. ¿Meterme en el carril contrario esquivándolo? Peor, pues venían coches de frente. ¿Salirme de mi carril y meterme en el restaurante por detrás del otro? Torta segura. Pude ver nítidamente el rostro espantado del otro, que acababa de volver la cabeza y debió darse cuenta de lo que se le venía encima y de la gilipollez que había hecho; si yo seguía recto, le empotraría mi coche y su puerta hasta los intestinos. Hice lo único que me quedaba como opción: girar levemente a la izquierda y apuntar a su motor, cuidando muy mucho de no pisar el carril contrario. Su coche quedó convertido en “L”, el mío un metro más corto y el volante hecho un ocho. En cuanto a mi compañero, estaba desmayado a mi lado con un chorro de sangre saliéndole de la frente, por lo que me olvidé de todo lo demás y salí corriendo hacia el restaurante para pedir alcohol y vendas. Afortunadamente, no fue nada grave y yo salí ileso del lance; el otro conductor todavía ni sabía lo que había pasado, mirándose la mano izquierda, algo tumefacta, pero el resto bien.
    Igual que en el cuento, al día siguiente tenía vuelo a Toulouse y me fui para allá; al final del día tenía dolores varios en el pecho por todos lados. Luego me dijeron que no debía haber tomado el vuelo sin pasar por un reconocimiento previo; la inconsciencia. Lo que resulta curioso es que, igual que en el cuento de Alfonso, el recuerdo del accidente está grabado en mi memoria como a cámara lenta, incluyendo la cara de susto del otro conductor, mientras que mi compañero perdió la memoria de todo lo que hizo aquél día. Curioso, ¿verdad?

    Un comentario sobre el ambiente empresarial de una multinacional, tan bien descrito; me refiero a lo del cepillado. Eso de encontrarse un polvo tras cualquier esquina no es tan habitual como aparece ahí - ya me hubiera gustado, ya - mientras que el cepillarse a un tío por no cumplir objetivos, eso sí que estaba más a la orden del día; cuanto más alto el escalafón, más cepillaje. Doy fe...

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  5. Otro inédito e interesante cuento de Ildefonso. La trama gira en torno al accidente de la autopista, pero al margen nos encontramos con la personalidad de la protagonista, quien encarna la aspiración de las feministas de alcanzar el poder que tienen los hombres, para lo que utiliza esos instrumentos que las feministas dicen que son propios de los machistas, incluido el uso del sexo para someter a aquellos que necesita.
    Esta mujer se divorcia y renuncia a tener hijos, al menos antes del A-6, en aras de su predicamento profesional y afirma que es feliz, aunque el mayor placer que encuentra es olvidarse de los problemas a base de champán y televisión. Vive para trabajar y enriquecerse, desprecia a los varones y quiere ser dueña de su vida, lo que, por lo visto, no le resulta fácil a la española corriente.
    Quizás "la ética es un simple colgajo del poder", pero lo cierto es que todos precisamos de normas que nos guíen y de un objetivo vital. El objetivo vital de la protagonista es la ambición y el medro, renunciando, para conseguirlo, a otros objetivos posibles, como tener un marido y una familia. Si la "igualdad real" que invocan las feministas es ésta, la lucha de todos y todas por el poder, el previsto mundo igualitario será un mundo de eficientes trabajadores, pero un mundo sin humanismo, un mundo sin afectos profundos en que las mujeres se negarán a supeditarse al cuidado de la prole, porque esto les coartará sus expectativas laborales; lo malo es que los hombres precisamos de ellas para la reproducción y la conservación de la institución familiar, sede de esos afectos profundos.

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    Respuestas
    1. Estoy de acuerdo con tu reflexión, Jose Enrique, pero creo que la inmensa mayoría de las féminas anhelan inconscientemente parecerse a la protagonista del cuento Alfonsino. Eso sí, del dicho al hecho sigue habiendo mucho trecho; señoras capaces de actuar así creo que no habrá muchas. Lo que quizás esté pasando es que las inhibiciones van estando cada vez más relajadas y pasar del subconsciente ensoñador al consciente hacedor a lo mejor resulte ser ya un trecho más corto y la probabilidad de encontranos en nuestro próximo viaje con una feroz ejecutiva atractiva y minifaldera sabiendo usar sus "armas" sean mayores.
      Habrá que preguntarles a ellas qué opinan...

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