... por Manolo Rincón
El Pipero,
aquel inefable vendedor de ilusiones, tan querido por todos nosotros… ¿Pero
hubo más de uno?. Tratamos de desvelar ese misterio con un poco de
investigación en este trabajo.
Todos los miembros
de nuestra promoción recordamos al “Pipero”, instalado con sus chucherías en la
parte derecha de la salida del Instituto a Serrano, su boina y su corbata,
siempre sonriendo. Un personaje entrañable, quizás el que más, pues le vimos
muchos cursos y para todos seguro que aún pervive en el recuerdo de aquellos
días infantiles.
Solo
sabíamos de él que se llamaba Sr. Manolo. Le veíamos cada mañana y cada tarde
traer su cesto e instalarse en su puesto, donde afluíamos en el recreo y a la
salida de clase. Poco más conocíamos de su persona. Yo le vi en mis años de
Prepa y de Insti, siempre igual y sin fallar un solo día en su trabajo. Le
compraba desde cromos de Quo Vadis? a chicles y caramelos. Tenía un buen
recuerdo siempre de él. Jamás vendió pipas y hacía gala de buena educación y
pulcritud.
Los pocos
datos, que supe de su persona, aparecieron en nuestra memorable revista
“Candil”, en el número 2 de mayo de 1.962, es decir cuando me encontraba
finalizando 5º de bachiller.
Nos
informaba el articulista J. Viqueira, que D. Manuel estaba desde hacía más de
20 años con nosotros, que era viudo y que todos los profesores se portaron muy
bien con él en los momentos difíciles.
Un día
frio de febrero, en 1.964, cuando yo estaba en Preu, un compañero de clase,
Antonio González Capitel, a la vuelta del recreo nos dijo que le había visto
muy mala cara. El pobre fallecía en su puesto de trabajo al poco rato, pues
nada se pudo hacer por él.
D. Tomás
Alvira, en su libro “El Ramiro de Maeztu Pedagogía Viva”, en la página 291
recoge el artículo del diario Arriba que en febrero de 1.964 glosa su figura y
lleva por título “Ha muerto el Sr. Pipero”. Ese artículo cita su nombre
completo D. Pablo Manuel Balsalobre Calvo.
Más datos
escritos sobre su persona no he podido encontrar. Con emoción conservo y venero
aquel álbum de cromos de coches que por 5 pts. me vendió en el ya lejano 1.957.
Pero he
aquí que en el número extra de Navidad 1.967, de la segunda época de Candil,
cuando yo ya no estaba en el Ramiro, leo la siguiente noticia a toda plana, que
me deja un tanto descolocado:
ÚLTIMA
HORA: El Pipero ha muerto
Esta
noticia tan desagradable se acompañaba con la iniciativa de hacer una colecta
de dinero para su viuda.
Lamentable
noticia, pero yo estaba seguro de su fallecimiento, en su puesto de trabajo de
la entrada de Serrano, en febrero 1.964 y además en el número 2 de Candil se
nos decía que era viudo. El texto del libro del Sr. Alvira lo corroboraba
también.
Tras mucho
pensar recordé, que D. Manuel alude a la competencia en su entrevista y, en
efecto, haciendo memoria me vino la imagen del segundo Pipero que existió, se
colocaba en la salida al Museo de Ciencias Naturales, fuera del recinto del
Centro, que sí vendía pipas y al que compré algunos petardos. Se comenzó a
poner en aquel lugar a partir del curso 61-62 y era un personaje peor vestido
que D. Manuel, con un cierto acento andaluz. No confundirle con el
suministrador de “paloluz”, que nada tiene que ver.
Este segundo
pipero es al que alude el Candil de la segunda época en la Navidad del 67 y que
falleció tres años más tarde que el primer pipero, D. Manuel, el cual es el que
nosotros recordamos.
Espero haber
clarificado cómo se concilian ambos reportajes y noticias y de paso explicar
que el Ramiro tuvo dos piperos diferentes, aunque con un cometido parecido, nos
supieron vender ilusión y felicidad.
Descansen
en paz.