...POR NICOLÁS PÉREZ-SERRANO JÁUREGUI
Manuel Arroyo Stephens.
Un editor de la Constitución de 1978
Fue alumno del Ramiro
de Maeztu. Allí coincidí con él y a menudo nos cruzábamos en pasillos y
recreos, aunque pertenecíamos a promociones distintas, al ser Manolo algo mayor
que yo. Más tarde la vida nos reencontró, cuando él era ya conocido y venturoso
editor y librero, y yo Secretario General del Senado constituyente. Al acabar
los trabajos parlamentarios, el Presidente de la Cámara, Antonio Fontàn, me
encargó la puesta en marcha de lo que había sido tradición al respecto, a
saber, realizar una edición de la Constitución a cargo de un reconocido
pendolista, para, como se había hecho a lo largo de los siglos XIX y XX, contar
con un Texto de amanuense distinguido. La elección recayó en la persona
que, dentro del Ministerio de Asuntos
Exteriores, se encargaba de hacer originales de Títulos honoríficos,
nobiliarios y escolares. Así, Luis Moreno Martín, que así se llamaba este
interesante personaje, plasmó, con su letra, su peculiar caligrafía y sus mezclas
de tintas de colores, lo que Diputados y Senadores habían decidido que fuera el
texto de nuestra Carta Magna aprobado en diciembre de 1978.
El texto contenía al
final unas casillas en que, por orden alfabético, figuraban los nombres de
todos los constituyentes, para que en la suya cada uno de ellos estampase su
firma. Se hizo así, y hoy tal texto original se guarda en los archivos del
Congreso. En el Escritorio de la Constitución, próximo al Hemiciclo, se exhibe
una copia, guardado en una urna que alberga un arcón que, a instancias
especialmente de Luis Gómez Llorente, entonces Vicepresidente de la Cámara,
compré en el Rastro de Madrid para tal fin.
Ya en la Legislatura
de 1979, la Mesa del Congreso decidió encargar una edición facsímil de la obra.
Y su realización se encomendó, tras animarnos a ello Soledad Becerril,
Secretaria Tercera del Congreso, a la editorial y librería Turner (calle
Génova, Madrid), ideada y dirigida por Manuel Arroyo. Con inusual esmero y
filigrana llevó a feliz término Manuel Arroyo esa preciosa edición. Loor y
gracias, pues, a este atractivo editor, sin cuya pasión por los libros la
Constitución vigente tendría hoy menos vistosidad y difusión.
Manuel acaba de
fallecer tras 77 años de fructífera y polifacética vida dedicada a la cultura. Y
esta breve historia rinde el debido homenaje a su memoria. D. E. P. mi querido
editor de la Constitución de 1978.