Los
recuerdos de una persona, cuando no son confrontados y recordados con los de
otros que vivieron esa misma época, pueden formar parte de las leyendas que uno
mismo se forma y eso es lo que me ha podido suceder a mi, que al estar aislado
de Madrid y los amigos de la infancia desde 1.963, nunca pude recordar con
nadie esa etapa de mi –nuestra-vida.
Por
ese motivo, al ponerme en contacto con Vicente Ramos y verl el blog, pude leer
las Memorias del Ramiro de Manolo Rincón, viniendo a mi memoria muchas de las
cosas que narra.
Lo
hice de un tirón y vinieron a mi mente, cantidad de nombres de profesores,
compañeros y demás personajes del Ramiro que tenía olvidados.
De
esa amplia y sorprendente lista de compañeros, he logrado “poner caras” tan
sólo a 9 compañeros (Eloy Maestre, Francis Gonzalez, Ignacio Salcedo, Jesus
Zori, Luis Urbano, Adrados, Mialdea, Perez Nieto –el “Pufe”- y Manolo Velayos
–el “Lentejas”).
De
estos dos motes, recuerdo que el origen de “El Lentejas” tuvo su origen cuando,
estando en el comedor, al que se quedaba Manolo Velayos, nada más que se le
ocurrió decir un día…”no me gustan las
lentejas” y como reacción inmediata, creo que de Gabaldón, fue la de
echarle un cazo más a su plato. Manolo, creyendo que no le entendió, volvió a
repetir… “es que no me gustan las
lentejas” y de nuevo otro cazo que cae sobre su plato, comprendiendo
entonces que no era una frase adecuada y oportuna de repetir. Esa tarde Manolo
no asistió a las clases, sino que se quedó toda la tarde en el comedor hasta
que comió todas o buena parte de sus lentejas.
Lo
gracioso de todo esto, y el porqué le apodamos con ese mote, es que en una
excursión que hicimos, no se si a Segovia o Aranjuez, íbamos en la última fila
del autobús y a la hora de sacar los bocadillos que traíamos de casa, Manolo
saca una tartera y una cuchara, la abre y oh!, milagro, allí había una buena
ración de lentejas diciendo…”es que ahora
me gustan”.
Vinieron
a mi memoria nombres de muchos compañeros con los que se tuve relación, aunque
no recuerdo como eran (Zornoza, Sureda, Oyarzábal, Dávila, Alcayde, Aguerralde,
Vicente Cebrian, Frade Garcia, Iradier, Antonio Petit, Ballesteros, Carsi
Sister, Ceballos, De la Rubia, Garcia-Fojeda, Gomez Lobo, Gonzalez Quirós,
Guijarro, uno de los Idiazabal, Iturralde, Molinero, Piernavieja, Rebollo,
Ripoll, Villen y Velazquez), un total de 26 nombres que hace más de 50 años no
tuve ocasión de recordar.
Yo
entré en el Ramiro en 1.952, en párvulos con D. Luis Muñoz Cobos, gustándome el
colegio por eso de que existían columpios y toboganes, que creo nunca pudimos
utilizar.
Mi
etapa del Ramiro finalizó en 6º de bachiller (1.963), cuando a mi padre
(trabajaba en Tabacalera) le trasladaron a Valencia, rompiendo todos los lazos
que me unían con los compañeros.
De
aquellos años recuerdo el que D. Luis me decía… “Alba Moratilla, siéntate que te mueves más que una ardilla”. Le
recuerdo muy gratamente y pienso que me apreciaba como, yo a él.
Recuerdo
que en esos primeros años, D. Luis, llamó a mi madre para “enderezarme”, ya
que, junto con Jose Luis Alcayde, montamos una tómbola durante los recreos,
vendiendo por 10 céntimos las papeletas que entre ambos hacíamos, dando de
premios cromos, Chapas con su correspondiente “caucho”, canicas, algún tebeo y
cosas parecidas. Incluso teníamos “papeletas extras” que valían 1 peseta (tebeo
seguro). También logramos vender algún caledoscopio (creo que, por el trabajo
que daban, los venderíamos a 5 pesetas) y que hacíamos con tubos de los rollos
de papel higiénico y los cristales que cogíamos de la fábrica de cristales que
había detrás de la casa de Alcayde y Salcedo, redondeando los cristales en los
tornillos de las farolas.
La
cuestión es que D. Luis nos pilló y llamó a nuestros padres, aunque no llegó la
sangre al río, pues D. Luis, les dijo a nuestros padres, que los demás “tienen que espabilar” y todo quedó en
la finalización de nuestra empresa infantil tras una recaudación de más de 50
pesetas.
Recuerdo
de los primeros años del instituto, la leche en polvo que nos daban detrás del
frontón, la formación y desfile de entrada en el campo de fútbol, siendo capaz
D.Antonio Magariños de decir desde la tribuna “Alba Moratilla, póngase bien en la fila”, aunque siendo de los más
bajitos de la clase creía era imposible que me viera y los juegos del recreo.
Yo era de los de las canicas, el taco, la taba, Rusia nº 1, chapas y “dola” más
que del fútbol y baloncesto, pues mi carrera futbolística fue muy fugaz, ya que
fui el hazmerreir de todos los compañeros cuando estando sólo ante el portero
fallé el gol en un partido que jugamos en la excursión que hicimos a Aranjuez
(creo que en 1º de bachiller) y a partir de entonces ni me acercaba a una
pelota.
En
bachiller, el trato más íntimo siempre lo tuve con Eloy Maestre, Francis
González García y con Ignacio Salcedo, quizás por ser los que vivían cerca de
mi casa. Yo vivía en la colonia del Pilar, muy cerca del rascacielos rojo de la
Avenida de América y en esa zona, la gente joven se repartía entre el colegio del
Claret, el Calasancio de la calle Peñalver y el Ramiro. También en mi edificio
vivía los hermanos Del Corral que iban al Ramiro, falleciendo el hermano mayor
en aquella época creo que atropellado a la salida del Ramiro y triunfando como
actor Pedro, que protagonizó la entrañable “Del Rosa al amarillo” de Manuel
Summers, aunque ellos eran de cursos inferiores al nuestro.
Y
ese mayor trato con el pequeño grupo de compañeros de clase, se debe a los que,
al salir del instituto volvíamos andando a casa los que vivíamos por nuestra
zona (Salcedo, Mialdea y Alcayde en la esquina de Francisco Silvela con López
de Hoyos; Francis, en Juan Bravo y Eloy en Francisco Silvela, detrás del cine
Oraá). Y como si fuese un rito, nos dedicábamos casi todos los días a “pelearnos”
en el desmonte del canal enfrente de la casa de Salcedo, volviendo a casa
hechos unos zorros. Las peleas más reñidas eran entre Francis y yo, saliendo
casi siempre escaldado, pues si no era el más bajito de la clase, poco me
faltaba, ahora eso si, yo insistía día a día a ver cuando me tocaba a mi poder
tirarle al suelo y tan sólo creo que lo logré una vez.
Mi
mayor trato fue con Eloy, de cuya casa no salíamos por ser el primero de los
amigos que tuvo una tele, juntándonos en su casa más de 15 chavales a ver algún
partido. Y recuerdo mucho a sus hermanos (Julio, ya fallecido y Javier, así
como a su primo Andrés), todos del Ramiro y sobre todo a su madre Rosa, que nos
daba a veces de merendar. Era la época en que la Sra. Rosa les liaba a sus
hijos el bocadillo con hojas de la guía telefónica, y que, cuando la devolvía
para recoger la nueva, era irreconocible, alegando …”es que con los hijos que tengo….. Con los años, ya desconectado de
él, se casó con la hermana de mi cuñada asturiana, así que hemos acabado
“siendo casi familia”.
Ese
era mi entorno, la zona de la colonia del Pilar hasta Joaquin Costa, siempre
con grupos de chicos del Ramiro y los intentos de ligar por la zona, como con
Pilar Von Carsten, vecina de Salcedo que estaba muy bien a nuestros ojos. Zona
de muchos guateques en las casas y terrazas sin que faltase ese “cup” de frutas
al que cada cual aportaba el culo de botella de licor que pillaba por su casa.
Ah!
y con Mialdea me cabe el honor de haber batido juntos, el récord de colarnos en
el cine López de Hoyos todos los días de una semana para ver “Rebelión en la
granja”, película de dibujos, que no entiendo como la censura de entonces pudo
permitir dada su ideología de izquierdas.
Son
recuerdos muy deslabazados e inconexos y bastante borrosos.
Yo
participé en los talleres de Encuadernación, gracias al cual, pasados más de 20
años, me encuaderné más de 30 tomos de tebeos de la época, que aún conservo
(Rip Kirby, Ben Bolt, Julieta Jones, Hombre Enmascarado y posteriormente alguno
más modernos y también asistí al taller de Automoción, del que no recuerdo
nada.
Otra
cosa que no olvido, era el cine del Ramiro, con Chupito de acomodador y
aquellas películas que nos echaban los sábados (“Es grande ser joven”, tarzanes
y de aventuras), así como alguna matinal musical con Los Pekenikes de Juan
Pardo y hermanos Sainz, recordando que en una de ellas, creo que nuestro
compañero, José Luis Perez Nieto (“el Pufe”), actuó ocasionalmente junto a
ellos, pero creo que pronto acabó sus colaboraciones con el grupo.
Y
las salidas de noche de la sesión de cine, apagando todas las farolas de la
calle Oquendo.
Por
cierto, recuerdo el solar que había entre las calles Oquendo, Lopez de Hoyos y
Velázquez, que era donde se almacenaban los cascos de vidrio que recogía el Padre
“Botella” donde había verdaderas montañas de cascos de botellas aportados por
todo Madrid (construyó en Valencia un grupo de viviendas para gente necesitada
con el dinero que obtuvo por esas botellas). Luego, con el paso del tiempo, en
los años 80 y 90, coincidí en varios fines de semana con el Padre “Botella”,
que se llamaba Joaquín Sancho (fallecido hace varios años) y con el que tuve
cierta intimidad.
Me
sorprende que en el blog nadie haya comentado un pasaje que recuerdo sobre la
excursión que hicimos a Salamanca. Yo no se si es que los que se han lanzado a
contar sus batallitas no vinieron a esta excursión o es que este recuerdo mío
forma parte de las leyendas que me haya podido crear.
Era
una excursión de 2 o 3 días, por lo que dormimos en un hotel cercano a la Plaza
Mayor y como es natural, nos instaban para que cada cual se limite a estar en
su habitación, evitando así el follón que se pudiera montar si nos juntábamos
muchos en una de ellas.
Recuerdo
el mostrador de la recepción y como encima de ella, había una preciosa vidriera
con el escudo de la ciudad. Dormíamos en el primer piso, llega la noche y la
manera de que no te pillaran por los pasillos para juntarte con otros en su
habitación, era salir por una especie de balcón que tenía cada habitación y
pasarte a la de al lado y así alargar la tertulia con los amigos.
La
mala suerte hizo, que un compañero que no recuerdo quien fue, resbalase y
cayese encima de esa vidriera y sobre el mostrador de recepción tras
atravesarla, desapareciendo ese precioso escudo que el día anterior nos llamaba
tanto la atención.
En
fin, pocas cosas son las que recuerdo y ahora os las comparto por si alguno
puede refrendarlas con sus propios recuerdos, ya que nunca pude compartirlas
con ningono.
José Ramón (Moncho) Alba Moratilla