...Por Vicente Ramos
Hoy he presenciado en televisión la
ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y como imaginaréis
mi mente ha volado hacia unos recuerdos imborrables de aquellos dos en los que
participé, México 68 y Munich 72. Las vicisitudes que han pasado estos juegos
hasta poder ser celebrados, muy lamentablemente para todos sin espectadores
presenciales, me han hecho recordar dos situaciones relevantes que se dieron en
aquéllos.
En México 68, la subida al podio de
John Carlos y Tommy Smith con sus puños enguantados en negro me desvelaron una
situación social que yo no conocía en su verdadera dimensión. La segregación de
la raza afroamericana en razón de su color. Gracias al deporte del baloncesto
yo había convivido con diversos jugadores de color, los cuales, incluso, venían
a nuestra casa a comer por ser amigos de José Ramón. El primero de todos fue
Joe Brown, jugador del Estudiantes, gracias a quien pude lucir mis primeros
vaqueros Levi Smith que él mismo se encargó de comprar en el economato americano
de la Base de Torrejón, así como mis primeras camisas Arrow de botones en el
cuello.
Fue, pues, gracias al deporte que yo
no desarrollé ninguna animadversión por las personas de color. Muy al contrario
sentía cierta atracción hacia ellos pues eran grandes deportistas y además eran
universitarios y estaban muy bien formados y educados.
En el Estudiantes también jugaron los
boricuas Ramón Santiago y Víctor Félix, con los cuales también compartí muchos
ratos en las canchas madrileñas.
Cuando José Ramón fichó por el
Picadero, conocí a Teo Cruz y Ira Harge. Debido a que en juveniles jugamos un
partido en el gimnasio de la residencia de militares en San Sebastián de los
Reyes contra los Madrid Knights, descubrí aquellas preciosas chaquetas de los
colleges y universidades americanas que vestían los Knights. Gracias al encargo
de José Ramón a Harge en uno de sus viajes a Usa pude tener una de aquellas
cazadoras.
Cuando en el año 1968 fiché por el Madrisss,
conocí muy bien a Miles Aiken. Él siempre leía con un diccionario y fue una
costumbre que le copié. Uno de mis primeros discos de jazz, gracias al préstamo
de Aiken, fue el Sketches of Spain del Miles Davies Quintet, con su
interpretación a la trompeta del Concierto de Aranjuez. También venía a casa
con su esposa Renée y su hijito Marc, con quien tuve la oportunidad de jugar
siendo ya veterano. Por aquel entonces, en vez de aislarnos bajo nuestros
cascos viendo en nuestra tablet películas o programas grabados, compartíamos,
libros, revistas, y todo el tiempo de viaje eran momentos de convivencia y
aprendizaje.
Comprenderéis ahora por que siempre
fui un integrista convencido.
Ni que decir tiene que hasta el
momento de mi retirada conviví con muchos otros atletas de toda nacionalidad y
condición.
Durante mi segunda presencia en unos
Juegos, se produjo el execrable rapto y matanza posterior de los atletas
israelitas de halterofilia que todos conocéis igualmente.
Aparte de los temas deportivos, para
mi son inolvidables porque supusieron mi primer encuentro, muy doloroso, con el
terrorismo. Los israelitas vivían en un edificio distante de el de la
delegación española unos escasos cien metros. Ni que decir tiene que yo ya era
amigo de muchos de los jugadores de baloncesto, amistad que todavía hoy perdura
y me vanaglorio de seguir manteniendo el contacto con algunos de ellos, así
como de americanos, argentinos, lituanos, rusos y de todas las nacionalidades.
Fue en aquella ocasión que yo vi por
primera ocasión montones de ramos de flores y velones en el portal de nuestros
vecinos hebreos. Todas las delegaciones deportivas los homenajearon tras la
misa que inició la reanudación de los Juegos.
Fue aquella situación un dolorosísimo
e incomprensible encuentro con lo que
después habríamos de vivir en España durante años cargados de plomo.
Con estos dos apuntes intento
transmitiros la capacidad formativa y en valores que el deporte tiene y de los
cuales yo me he favorecido en mi vida y que han supuesto luz y guía de
comportamiento en mis etapas posteriores de la vida.
Punta Umbría Julio de 2021.
Gracias por tu comentario, Vicente. En estos días, parece que vuelve a flotar en el ambiente una especie de repetición del "black power" a cargo de los "black lives matter" y algunos nos preguntamos si, en caso de producirse, los atletas implicados serían expulsados de los Juegos, como lo fueron John Carlos y Tommy Smith, o la respuesta sería "más comprensiva". Desde luego, no voy a entrar en disquisiciones ideológicas, que en aquél caso y en éste son muy diferentes. Cada uno con sus ideas, simplemente siento esa curiosidad.
ResponderEliminarEn el Estudiantes, aprendimos, como dices, a convivir con compañeros y amigos de distintas razas y religiones: recordemos nuestro "Hispano" y sus hermanos Mimoun y luego tantos otros jugadores de color que nos hicieron disfrutar y de los que nombras a varios. Incluso algunos, algo más tarde, se convirtieron en grandes ídolos siempre recordados. Lo más importante: nunca jamás escuché en nuestras canchas expresiones racistas, y mira que éramos faltones. ¿Tal vez el Ramiro como institución educativa tuvo mucho que ver? Francamente, yo creo que sí.
Yo estoy convencido de ello.
EliminarPodemos estar orgullosos de que en nuestro Ramiro no recuerdo haber visto jamás cualquier tipo de discriminación ni por raza ni por religión. Desde luego, por religión doy fe de ello, aunque apareciese en los libros eso de la "herejía protestante"...
ResponderEliminarVicente: Me ha gustado mucho tu escrito. Lo cierto es que los humanos tenemos, defectos y virtudes como personas independientemente del color de la piel y de las creencias religiosas de cada uno; y si no ¿para qué sirve, entre otras cosas, la libertad?. Yo también he tenido relación con mucha gente diferente a mí en esas dos facetas, pero , a mi entender, eso enriquece el carácter y nos hace crecer como seres humanos.
ResponderEliminaryo vivi en mis años 4 a 14, durante vacaciones, cerca de gitanos y en parte jugábamos juntos a veces. No recuerdo ningun rechazo. El rechazo aparece cuando la conducta del otro no la asumes como valida.
ResponderEliminarEl racismo determinado por el color de la piel era, en nuestra niñez, poco menos que anecdótico, pues había muy pocos negros (así los llamábamos entonces), y los que había no constituían, por tanto, una presencia inquietante, sobre todo si además eran altísimos y jugaban al baloncesto. Hoy en día no estoy convencido de que suceda lo mismo. Recordad, si no, el episodio de hace unas pocas semanas, el de no sé cuál pueblo de la costa mediterránea donde un ex militar (así lo definía la prensa pudorosa) pegó cuatro tiros a un inmigrante, creo recordar que magrebí, porque no le gustaba se metiera mano con su chica blanca en la terraza de un bar. El racismo, a mi humiilde juicio, sobreviene cuando 'los otros' son tantos, y tan pobres, que comenzamos a percibirlos como amenaza. Si os fijáis, cuando 'los otros' son del mismo nivel adquisitivo, si no superior, ya nos dan mucho menos miedo, y por tanto mucho menos asco. Todo, al final, desemboca en lo que decían las sagradas escrituras: 'tanto tienes, tanto vales'.
ResponderEliminarSí, Alfonso, pero en nuestra niñez el problema del racismo existía, eso sí, lejos de aquí. En España, ser negro era algo exótico, dejando a un lado "mezclas" como los marroquíes a los que estábamos acostumbrados por razones también históricas (teníamos al lado, por ejemplo, el internado hispano-marroquí) y nadie se hacía cruces por ello.
EliminarPor otra parte, la mitad de las películas que vemos ahora en televisión son americanas; siguiendo la teoría del péndulo, los protagonistas en muchas de ellas son negros y además perfectamente integrados en la sociedad, aparte de ser "los buenos". Creo que eso marca, aunque sea subliminalmente, logrando que se minimice el problema racial. Sin embargo, en los últimos años ha aparecido la problemática de los inmigrantes africanos, provocando como bien dices una sensación de "amenaza" identificada con la pìel negra y el problema renace.