Elena Velilla Cerdán aparte de ser mi sobrina, estudió medicina en la Universidad Autónoma de Madrid, siendo la nº 1 de su promoción. Se especializó en epidemiología en el Hospital del Mar de Barcelona, trabajó un par de años en análisis clínicos de nuevos medicamentos, contratada por el Ministerio de Asuntos Exteriores impulsó los centros rurales de salud en Nicaragua y El Salvador, por último recaló en Kenya con Médicos sin Fronteras. Actualmente es responsable de Médicos sin Fronteras (MSF) en Kenya, Sudán y Somalia.
Mientras hablamos
de LIBERTAD, ESTADO, MERCADO, LIBERALISMO/ANARQUISMO, SOCIALDEMOCRACIA/FASCISMO,
la realidad es esta y otras parecidas:
Medio millón de refugiados
somalíes sobrevive en los campos de Daadab
(Kenia) a la espera de una solución
“Dejé la guerra en Mogadiscio para ir a
Dadaab porque me dijeron que era unlugar seguro, que habría educación para
mis hijos, atención médica, comida y, sobre todo, paz. Mi marido se quedó en
Somalia. Ahora que estoy en Dadaab,mi mayor problema son los bandidos que me
acechan cuando voy a recoger leña, la falta de letrinas en los campos y de
materiales para cobijarnos y dormir. Me gustaría ir a otro país donde criar a
mis hijos con una buena educación”. (Refugiada recién llegada de Mogadiscio
Vive en Ifo 2 con sus cinco hijo)
Dadaab ostenta el desafortunado título de ser el mayor
campo de refugiados del mundo. Sus cinco campos
(Dagahaley, Hagadera, Ifo, Kambios e Ifo 2) albergan a 465.611 refugiados
registrados oficialmente y a decenas de miles más que no han podido
registrarse. Tres cuartos de la población son menores de 12 años, mujeres y ancianos. Diseñados
como una solución temporal para dar refugio a los somalíes que huían de la guerra civil en su
país, los campos de Dadaab suman ya 20 años y se han convertido en residencia permanente de la
mayoría de aquellos que acudieron buscando refugio. Olvidado durante años por la
comunidad internacional y los medios de comunicación, Dadaab gozó
brevemente de la atención pública el verano pasado, cuando miles de niños desnutridos y
refugiados que llegaban extenuados a los campos procedentes de Somalia se convirtieron en noticia
de portada en todo el mundo. Se movilizaron entonces fondos de emergencia, las agencias
de ayuda incrementaron sus esfuerzos y se consiguieron abrir dos nuevos campos. La atención
sobre Dadaab no duró mucho y gran parte de lo conseguido ese breve verano no ha tenido
continuidad. Desde entonces, el conflicto somalí ha rebasado las fronteras hasta llegar a los campos
de Dadaab, que han dejado de serseguros.
Medio millón
de refugiados en Dadaab,
Kenia, necesitan una solución de futuro
El nuevo informe de la organización médico-humanitaria Médicos sin
Fronteras (MSF), ‘Dadaab: un
refugio incierto’, advierte que es solo cuestión de tiempo hasta que
una nueva emergencia vuelva a poner a su medio millón de habitantes al límite
de la supervivencia. Tras más de 20 años de existencia, los campos de Dadaab ya
no son un refugio seguro ni una alternativa viable para los somalíes que siguen
huyendo a oleadas del conflicto en su país.
Un año después de la emergencia nutricional en Somalia que provocó
un nuevo éxodo de refugiados hacia los campos de Dadaab, en Kenia, los niveles de
desnutrición y de mortalidad se han reducido a niveles anteriores a la crisis.
Pero la situación en los campos continúa siendo inaceptable y, de no realizarse
cambios significativos, el círculo vicioso que supone la eclosión de una crisis
sanitaria seguida de un período de relativa calma se reproducirá
indefinidamente, perpetuando una situación de continua alerta humanitaria.
“Dadaab ha dejado de ser un refugio, aun cuando a día de hoy la población se
puede alimentar”, explica Elena Velilla,
representante de MSF en Kenia. “Está claro que el modelo actual de campos no
funciona. ¿Cuántas más crisis nutricionales o epidemias de sarampión se
necesitan antes de que lleguemos a una solución?”.
Los campos ya no son un refugio
Los refugiados, la mayoría niños, ancianos y mujeres, siguen llegando de Dadaab
desde Somalia. Pero en Dadaab ya no encuentran seguridad. En los propios campos
y en su periferia, el pillaje, el crimen y la violencia van en aumento, lo que
afecta a la provisión de servicios y de ayuda, tanto por parte de MSF como de
otras organizaciones.
Desde octubre de 2011, con el secuestro de dos trabajadoras de MSF y otros
incidentes de gravedad, las actividades humanitarias se redujeron en los campos
y se suspendió tanto el registro como el examen médico de los refugiados recién
llegados. Como consecuencia de ello y durante los últimos ocho meses, los
nuevos refugiados han tenido que compartir cobijo con residentes de mayor
antigüedad en unos campos ya saturados, donde se han producido brotes de cólera y de sarampión.
Las alternativas a la existencia de los campos de Dadaab propuestas por MSF
en su informe incluyen el persuadir a la comunidad internacional para que los
refugiados puedan reasentarse en otros países, realojar a los refugiados en
otros campos más seguros y de dimensiones más manejables, y el desarrollo de
mecanismos para que los refugiados puedan ser más autónomos y autogestionarse.
“Un campo de refugiados no es una solución a largo plazo”, dice Elena Velilla. “Miles de personas han
sufrido ya demasiado. En un refugio en condiciones, la salud y la dignidad
deberían estar garantizadas. Si no se toman medidas pronto, los refugiados
somalíes continuarán pagando un precio muy elevado”.
MSF en Dadaab
MSF gestiona un hospital de 300 camas y cuatro centros de salud primaria en el
campo de Dagahaley, uno de los cinco recintos que constituyen el complejo de
Dadaab. Actualmente, la organización trata a más de 850 niños desnutridos en sus
programas nutricionales y realiza 14.000 consultas al mes. El hospital admite a
unos 1.000 pacientes mensuales y, además de servicios básicos y de urgencia,
ofreceatención
obstétrica y quirúrgica,
así como tratamiento del VIH/sida y
la tuberculosis.
En los centros de salud primaria, MSF también lleva a cabo actividades de
atención antenatal, salud mental e
inmunización.
En octubre de 2011, dos trabajadoras de MSF, Montserrat Serra y Blanca
Thiebaut, fueron secuestradas en los campos de Dadaab mientras asistían a la
población somalí refugiada. MSF ha paralizado la apertura de nuevos proyectos
en Somalia, exceptuando los que sean de estricta emergencia, hasta que
Montserrat y Blanca sean liberadas.
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