Creo que hoy, con eso
de que la llave del gobierno italiano está en manos de un cómico, es el momento
apropiado para promocionar el humor. Y si tenemos en cuenta que la prima de
riesgo ésa vuelve a subir sin que tengamos culpa alguna los españolitos por una
vez, mejor será reír para no llorar.
Recordando que hace
nada he visto en el blog una excelente soflama de Jose Manuel Sanz para el
momento de su jubilación, se me ocurre que podríamos también poner en el blog anécdotas que nos hayan
ocurrido en nuestra vida, personal o profesional. Animo a los compis del
Ramiro para que desempolven recuerdos que les hagan sonreír y los compartan con
los demás; al fin y al cabo, el objetivo primordial de este blog , así como de
nuestros encuentros, es pasárnoslo bien.
Ayer salió a colación
en petit committe los malentendidos del uso de la palabra “seis” en alemán, que
se pronuncia igual que sex; seguramente esto habrá dado lugar a muchas
anécdotas.
En cualquier caso,
si alguien piensa que los alemanes siguen siendo ésos de la cabeza cuadrada que
solamente saben avanzar en orden y marcando paso, ya se lo puede ir quitando de
la cabeza. Como decía un artículo que leí hace tiempo: “Los alemanes ya no son
lo que eran”, cosa que en mi experiencia es cierta, para lo bueno y para lo no
tan bueno. Hombre, en el ámbito profesional se siguen hablando –en público- de
usted, aunque sean amigos y los “Herr Doktor” sigan existiendo, pero ya menos.
En cualquier caso,
todas las nacionalidades siguen gozando de una cierta “tarjeta de visita”, de
forma que los chistes de alemanes, franceses, ingleses y españoles continúan
estando en vigor, por mucho que la globalización empequeñezca los estereotipos.
En esta línea, afirmar que los alemanes son “pícaros”, parece un poco fuerte.
Pues no es así, como vais a ver a continuación.
La primera anécdota
a este respective es como sigue:
Año 2004, más o menos, en plena eclosión del A380, por lo
que tenía que asistir con cierta frecuencia a varias reuniones formadas por
alemanes, españoles, ingleses y franceses.
Mi colega alemán tenía una atractiva secretaria, con un físico que me
recordaba a Lilo Pulver (la que bailaba en la mesa de la película de Billy
Wilder “Un, dos, tres”), aunque en más
morenilla y menos alta, simpática a raudales y con la misma mirada chispeante
de la nombrada. Ya podéis imaginar que su estilo era más bien “latino” que
alemán, pero era alemana, alemana. Su jefe además tenía un detalle poco
frecuente con ella, y es que la invitaba a comer con nosotros como uno más,
rompiendo otra lanza referida a la mentalidad supuestamente clasista de los
alemanes, que aquí no se daba, evidentemente. La muchacha sabía estar y
confraternizaba con nosotros, de forma que quitando ciertos “detalles”, parecía
una más. La verdad es que me hice amigo de ella con facilidad, dado que
teníamos en común el “ramalazo latino” y además podría entrarle con confianza,
sin temor de que se tomase a mal algún comentario inocente de segunda
intención.
Durante una de esas
comidas, nos contó un sucedido (ella lo llamaba así y me creo que sea real) en
genérico, aunque yo siempre he sospechado que ella misma podría muy bien haber
sido la protagonista en algún momento de su vida profesional del mismo. Ahí va:
Una reunión de
trabajo con seis asistentes en el despacho de uno de ellos.
El anfitrión llama a su secretaria que, por cierto, está de mojar pan.
- ¿Podría Vd hacerme seis copias de esta hoja para repartirla? Muchas gracias.
La secretaria nota las miradas de todos puestas en sus destacadas redondeces y se queda azorada, prestando poca atención. Desaparece rápidamente con la hoja en la mano y de repente se da cuenta de que no ha estado atenta a lo que le han pedido. Deja pasar algún tiempo por si recupera la memoria, pero nada. Por fin recuerda que le han pedido copias, pero no recuerda cuántas, le pareció que eran seis, pero no estaba segura, así que decide volver a la reunión, tratando de ser discreta.
Entra en la sala, todos pierden la noción de lo que están hablando mirándola, se acerca a su jefe y en voz bajita (pero audible por los demás) le dice:
- Perdón, ¿seguro que quiere Vd seis (= sechs, pronunciado sex)?
El jefe, igualmente en voz bajita, contesta:
- Siii, pero ya ve que ahora no puedo... luego, a la tarde... ¡gracias!
Como chiste es malo, pero como sucedido.... Lo que sí es cierto que la estuve tomando el pelo con el chistecito durante algún tiempo y un día entra en la sala en que estábamos reunidos con unas cuantas copias para repartir, y suelta en voz bien alta para que la oigamos todos:
- Bueno, aqui están las copias que me han pedido, una para cada uno, excepto para Kurt, que quiere “seis”...
La carcajada se oyó hasta en las antípodas. .. Primer ejemplo de picardía y agilidad mental de alemanas…
Vamos a por la segunda anécdota en un
contexto similar, aunque esta vez en España.
En este caso se trata también de una
secretaria, solamente que aquí, siendo alemana de nacionalidad, ya llevaba
muchos años en España y había “asimilado” estupendamente la idiosincrasia
española y por lo que vais a ver a continuación, creo que supera a muchas de
las “indígenas”. Es extremadamente cumplidora, lo que no quita que tenga mucho
desparpajo y que sea también encantadora y muy sensible, hasta el punto que no
se me olvidará que el día que celebramos mi jubilación se me echó a llorar como
una Magdalena en los brazos. Obviamente, somos buenos amigos. Ah, y tiene unos
hermosos ojos azules, como he visto pocos… (si alguien de mi antiguo entorno
lee esto, seguro que ya sabe a quién me refiero, y ella también, claro)
Bueno, al asunto. En uno de los muchos
traslados de despachos, en el piso inferior al mío se hizo efectivo el de un
compañero, de forma que el suyo quedaba justo debajo. Y su secretaria era
entonces la mencionada de los ojillos azules.
Por falta de costumbre y porque la verdad es
que siempre andaba muy liado, me demoré mucho en darle la bienvenida; en algún
momento que me la tropecé en el comedor se me quejó precisamente de eso, de que
no bajaba nunca por allí a verla, así que un día decidí hacerlo.
En plan de guasa, le espeté a modo de disculpa por mi falta de ir a visitarla:
- Si es que estás aquí debajo, y la verdad es que no te siento nada...
Y ella no perdió ni un segundo para replicarme con magnífica ironía, desparpajo y agilidad mental, componiendo un mohín la mar de inocente:
- Pues lo tuyo es peor, estás encima de mí y yo sí que no te siento nada nada...
Ya os podéis imaginar mi reacción; me tuve que agarrar a la pared para no morirme de risa después de aquello. Para que luego digan de las alemanas…
En plan de guasa, le espeté a modo de disculpa por mi falta de ir a visitarla:
- Si es que estás aquí debajo, y la verdad es que no te siento nada...
Y ella no perdió ni un segundo para replicarme con magnífica ironía, desparpajo y agilidad mental, componiendo un mohín la mar de inocente:
- Pues lo tuyo es peor, estás encima de mí y yo sí que no te siento nada nada...
Ya os podéis imaginar mi reacción; me tuve que agarrar a la pared para no morirme de risa después de aquello. Para que luego digan de las alemanas…
Algo que sí continua
siendo intrínseco a la mentalidad alemana es su fervor por hacer las cosas
bien, aunque a veces no les salga del todo. Yo tuve conmigo ocasionalmente a un
pequeño grupo de alemanes, que en cierto momento tuvieron sus momentos bajos
(me refiero no solamente a ellos, sino al trabajo que desarrollaban en
Alemania) y empezaron a tener algo de mala fama, quizás por eso del revanchismo
español y porque todo el mundo contaba que los alemanes nunca se equivocaban y
que lo hacían todo siempre bien. Viendo la situación, un día tomando café, uno
de ellos me soltó con gesto compungido:
-
Créeme, Kurt, a pesar de todo, creo
que somos mejores de lo que parecemos…
La verdad es que lo dijo con todo el alma y no se puede decir más con menos palabras.
En fin, que lo de la
“picardía alemana” es hasta plausible. Que se lo digan si no a Angela Merkel,
aunque desde luego no lo parezca…
Ignoro la razón, pero el humor alemán me hace siempre pensar en aquello que decía Woody Allen, que no podía escuchar 'La Cabalgata de las Walkyrias' sin que le asaltaran unos deseos incontenibles de invadir Polonia...
ResponderEliminarAlfonso
Me da la sensación, Kurt, que "tus alemanas y alemanes", tenían más sentido del humor que los míos..... A lo mejor es que gran parte de los que yo conocí, venían directamente de allí, casi siempre a "medrar"...., cuando no a "auditar", o a "controlar", y con estos ¡mejor no andarse con bromas!
ResponderEliminarEs que "los míos" venían tanto por aquí que se "enviciaron" de las buenas costumbres de estos andurriales castizos... y los de allá - al menos los que no nos conocían- nos tenían una ojeriza que no veas cuando se tenían que poner a nuestras órdenes. Pero todo es entendible; a los españolitos tampoco nos gusta que nos dirija un tío de fuera, aunque sea alemán, con el que siempre nos han unido lazos de simpatía.
EliminarMe da en la nariz que esos tiempos han pasado a la historia y cierta empresa multinacional que yo sé ha puesto la "maquinaria de desbrozar" en marcha y las "épocas de gloria" poco a poco van siendo algo perteneciente al recuerdo. Una pena.
Kurt:¿Tan mal lo hacías con la 'teutona' de la segunda anécdota que "teniéndola debajo" no sentía nada de nada? ¿Por inexperiencia o porque el trabajo te absorbía al 200%? Fuera de bromas, muy buenos los dos sucedidos que relatas.
ResponderEliminarJa, ja, del dicho al hecho hay muchísimo trecho... y no ha lugar. Pero no me negarás que la salida fué genial, señal de ser una persona muy inteligente y de gran agudeza, aparte de encantadora...
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