...por Nicolás Pérez-Serrano
Sí. Notaba algo. Sabía que eso
respondía a las fechas del momento. No le pasaba a lo largo de las otras
estaciones del año. Cada una imponía su ritmo y sus sensaciones, colores y
hasta olores. Pero, en estos finales del otoño y comienzos del invierno, el
sentimiento difería notablemente. Se sumaban muchos factores. Especialmente las
ausencias, que se hacían casi visibles. Irrumpían con fuerza, como un barrunto
tan pronto se anunciaban las vacaciones escolares. Las iluminaciones de las
calles deberían tener el efecto de disipar las sombras, alejar las nieblas,
deshacer las dudas, mostrar caminos y sendas, jolgoriearlo todo, polinizar con
polvo de felicidad y salud a todo lo viviente...
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