18 enero 2020

LA COPIA CUÁNTICA



      Por Kurt Schleicher

 Soy radiólogo y esta profesión ha tenido un impacto impensable en los aspectos sentimentales de mi vida. ¿Qué tendrá que ver lo uno con lo otro? A ver si lo puedo contar, pues no es fácil.
Siempre me ha fascinado la Resonancia Magnética (RMN) y su utilidad para visualizar los tejidos del cuerpo humano, pues ése ha sido el objetivo de que existan estos aparatos en la gran mayoría de los hospitales; un día me pregunté si no podrían valer para otra cosa y de esta idea dio comienzo algo que ha marcado mi vida.

Empecemos por el principio, cuando yo tenía diecisiete años; ya han pasado cuarenta desde entonces.  Éramos un grupo de amigos  -entonces se llamaba “pandilla”- en el que no faltaban chicas de nuestra edad; algunas eran recién llegadas. Un buen día, durante una excursión, estábamos distrayéndonos con un juego de grupo que consistía en cogernos de la mano todos en cadena "chico-chica" formando un círculo y apretar de vez en cuando, estando uno de nosotros en el centro con la misión de descubrir dónde se había producido el apretón o  “chispazo”. Si lo descubría, tenía que indicar dónde había sido y los afectados debían abandonar la cadena. A mi lado tenía una guapa chica, morenilla y de mirada cálida y chispeante, a quien tenía cogida de la mano; cada vez que me enviaba una “señal” con su suave y pequeña mano, yo reaccionaba con un estremecimiento. ¿Sería acaso un nuevo fenómeno eléctrico? Pues no, era más bien magnético, pues empecé a notar una extraña atracción por aquella muchacha, lo que se evidenciaba por mi mirada embobada a la profundidad de sus almendrados ojos; esto hizo que se nos descubriese pronto y tuvimos que salir del juego. Así empezamos a hablar; ella había empezado Biológicas y yo Medicina, y además me había matriculado en Físicas.

Empezamos a salir, primero en grupo y después ya solos. No se me olvidará el primer beso, que si es de un primer amor, resulta inolvidable. Era estupendo, pues todo era muy sencillo, sin compromisos ni promesas. Sólo existía el presente. Seguimos así los años que faltaban para terminar la carrera, aunque empezamos a vernos cada vez menos; los estudios nos obligaban a reducir nuestros encuentros. Ella se decantó por la Antropología y yo me especialicé en Radiología. También es posible que el chispazo original se hubiera ido apagando y que siguiéramos juntos “por costumbre”… y que nos estábamos haciendo mayores. Faltando poco para terminar nuestras carreras, me dije que lo suyo sería casarse, tener hijos y formar una familia, que era lo normal en aquella época; total, como si fuese lo más normal del mundo, un buen día se lo propuse. No podía yo imaginar su reacción, pues agachó su cabecita y después me miró triste con sus preciosos ojos almendrados.
 ─ Me emociona tu petición, pero no puedo aceptar. Me ha salido una beca para dedicarme a buscar fósiles de dinosaurios en Perú y un probable trabajo allí; no puedo desaprovechar esta oportunidad. Me temo que tendremos que esperar…
Aquello me dolió como una patada en el estómago; lo primero que me vino a la mente fue dejarla allí plantada, pero después recapacité dándome cuenta que tenía razón, así que me tragué mi amor propio. Además, yo tenía un problema parecido, pues me había salido una excelente oferta para trabajar de radiólogo en uno de los más avanzados hospitales de Madrid. Por aquél entonces pocas personas sabían qué era eso de la RMN y la radiología era sinónimo de radiografías y ecografías; yo estaba convencido que aquella técnica nos permitiría mejorar mucho la calidad de las imágenes de los tejidos humanos, en especial zonas blandas, no visibles para los rayos X y en aquél hospital se me brindaba la oportunidad de desarrollarla.
Al final, tras el primer disgusto, decidimos separarnos, manteniendo contacto epistolar. Ella se fue al lejano Perú y yo me quedé en Madrid, aunque tuve que viajar con frecuencia al extranjero para empaparme de los últimos avances en la resonancia magnética y conocer de primera mano cómo funcionaba aquello en los hospitales foráneos donde ya lo habían instalado; la verdad es que se estaba imponiendo. Los enormes aparatos, pese a su alto coste, se fueron implantando también en España, empezando por Barcelona y Madrid, así como en mi hospital. Al cabo de poco tiempo, me nombraron jefe del departamento de radiología. Podía estar contento; ¡trabajaba justo en lo que me gustaba; no todo el mundo podía decir lo mismo! Sin embargo, me había olvidado de mí; mis padres habían fallecido, yo me había dedicado en cuerpo y alma a mi profesión, pero cuando recibía alguna carta de Perú a la vez me alegraba pero también sufría cada vez más un sentimiento de angustia y tristeza. Me faltaba ella; nunca había pensado que la necesitaría tanto. ¡Hasta pensé en dejarlo todo y marcharme por sorpresa al Perú!
Al principio nos escribíamos cada semana, después cada mes y al final nos carteábamos sólo en Navidades. Pasados varios años, hasta eso desapareció. Decidí que tenía que quitarme de encima mis soledades investigando más en el fenómeno físico de la resonancia magnética y descubrir para qué otros usos podría servir. Eso me distraería.

A ver si puedo describir en pocas palabras cómo funciona eso de la RMN. Se aprovecha la liberación de energía de núcleos de hidrógeno magnetizados y puestos en línea en la misma dirección del campo magnético aplicado;  cada uno gira sobre un eje  produciendo un momento magnético. La liberación de energía se produce al hacerles volver a su posición de equilibrio por medio de impulsos magnéticos. Se utilizan núcleos de hidrógeno, que son sólo protones; el cuerpo humano  está compuesto de este elemento en su gran parte. Los niveles energéticos originan, convenientemente medidos y reproducidos, imágenes en diferentes tonalidades de grises, según sea la cantidad de energía liberada. Esa es la imagen que obtenemos; el tiempo que tardan los protones en recuperar su equilibrio es una característica diferente para cada tejido humano y así podemos distinguirlos. He de decir que todo esto es mucho más complejo, pues interviene el movimiento de precesión causado por el spin separándolo de la dirección del campo magnético y los impulsos de radiofrecuencia que se emplean para perturbar a los protones y sacarlos de su estado de equilibrio, pero para contarlo todo bien necesitaría toda una especificación y esto ya no sería un cuento…
A mí me traía loco el movimiento aquél de giro de los protones llamado spin, que al aplicarle un campo magnético, podría ser paralelo o anti-paralelo; el primero se podría asimilar para entendernos a un sacacorchos perforando el corcho en el sentido de las agujas de un reloj y el segundo en girar el sacacorchos en sentido contrario, dejando el corcho donde estaba. Y sólo existen estas dos posibilidades. Yo me pregunté qué sucedería en el cuerpo humano si lo magnetizábamos con el spin invertido, igual que si fabricásemos un sacacorchos con el fileteado al revés: girando en el sentido de las agujas del reloj no profundizaría en el corcho, sino que se saldría. Como tenía a mi disposición varios equipos de RMN, estaba en una posición estupenda para investigarlo, pero me lo tomé con calma empleando mis ratos libres, fuera de las horas de oficina. Resultado: que iba a mi casa de solterón sólo para dormir.

Sí, me había vuelto un solitario; las mujeres que fui conociendo, o eran profesionales para calmar mis impulsos físicos o no provocaban mi interés; suerte que internet pudo solucionar parte de esos problemas, pero nunca a plena satisfacción.
Según iban pasando los años no volví a recibir cartas de Perú; empecé a escribir entonces febrilmente, pero no obtenía respuesta alguna. “Claro; se habrá casado o me debe haber olvidado…”, me decía yo.  Y mi desazón empezó a crecer cada vez más.
Ya no me calmaban ni siquiera mis trabajos. Decidí investigar; suponía que sus padres ya habrían fallecido, pero recordé que tenía unas primas. Tras mucho esfuerzo, logré encontrar a una de ellas; ni corto ni perezoso me personé en el domicilio que había averiguado.
Allí me recibió en efecto una señora de mediana edad, a la que recordaba haber visto en alguna ocasión hacía muchos años. Tras la sorpresa inicial al decirle quién era, me invitó a pasar, pues tenía que comunicarme algo.
─ Me temo que tengo malas noticias ─ me dijo insegura y retorciéndose las manos ─ mi prima de Perú, como la conocíamos, ha fallecido en un trágico accidente, tras despeñarse en una zona montañosa muy abrupta haciendo unas excavaciones. De eso hace ya ocho años; no sabe cómo lo siento…
A mí se me vino el mundo encima; casi me desmayé allí mismo. ¡Pobrecilla! ¡Y yo suponiendo que me había olvidado!
Antes de marcharme me dijo la fecha exacta del accidente y dónde estaba enterrada. Mi primer impulso fue viajar hasta allí para ver su tumba, pero luego sentí una enorme furia contra mí mismo; ¡no había sido capaz de buscarla cuando estaba viva! ¿Qué sentido tenía que lo hiciera estando muerta? ¿De qué serviría? No la podría resucitar…

De repente me vino un pensamiento; “nada es imposible”, me dije. Había leído lo suficiente por mi afición a la física teórica como para pergeñar un plan absolutamente fantástico; me había llamado la atención todo aquello del Multiverso, de la Teoría de Cuerdas con sus múltiples dimensiones, la existencia según la Teoría de Historias Múltiples de Richard Feynman de muchos universos como el nuestro y los diferentes destinos asociados a cada una de esas Historias según la Física Cuántica, basada en probabilidades.  Me llamó especialmente la atención la existencia de un Universo Espejo del nuestro, igual que el que conocemos, con las mismas personas y su mismo entorno. ¡Hasta el destino de cada persona sería el mismo, en tanto no sucediera algo externo que lo modificase! Todo aquello sonaba a absurdo, pero los sesudos científicos parecía que se lo tomaban muy en serio.
¿Y si fuera verdad?, me pregunté. “Bueno, aunque lo fuera, a ver cómo puedo yo viajar a ese Universo Espejo…”, me dije. Es inútil, pensé. Además, no se puede viajar en el tiempo hacia atrás, como ya afirmó Stephen Hawking en su Teoría de la Protección Cronológica; si alguien viajase al pasado podría matar a su padre antes de concebirle y no podría haber nacido, lo cual sería absurdo…
Dando vueltas  a todo aquello incluso en sueños, una noche caí en la cuenta que si había varios universos, es verdad que dentro de cada uno no se puede ir al pasado, pero eso no significa que tenga que ser así si nos moviésemos a otro universo diferente, por ejemplo, a ese Universo Espejo donde habría “una copia cuántica” de nosotros mismos; allí debía haber un tiempo diferente, independiente del nuestro. ¡Bien!
En otra de esas noches en vela se me ocurrió otra asociación; se me apareció la imagen del spin y el sacacorchos. ¿Y si fuera capaz de crear en uno de mis equipos de RMN un spin “antisimétrico”, que no existe en este mundo? ¿Y si fuera ésa la llave para acceder al Universo Espejo? ¡Naturalmente! Toda la materia en aquél mundo-espejo debería ser igual al nuestro, sólo que con el spin cambiado; más aún, como ese universo podía estar junto al nuestro pero en otra dimensión, no habría ni que viajar. Tras modificar el spin, automáticamente se debería acceder al otro universo, pues el nuestro me rechazaría de forma inmediata y sería “absorbido” por el otro. Me puse a investigar y desarrollar un método para lograrlo… y al final lo conseguí. Para verificarlo experimentalmente, sólo podría hacerlo conmigo mismo como cobaya, pero para eso me quedaban antes más asuntos por resolver, siendo el fundamental cómo moverme en el tiempo y poder aparecer en una fecha determinada. Tras analizarlo matemáticamente, descubrí que la precisión resultaba muy pobre, pudiendo fallar en meses o  hasta en años. Logré computerizarlo haciendo uso de los microtúbulos del cerebro que están dentro de las redes neuronales, pero la imprecisión temporal parecía ser insalvable. Esto me permitiría, sin embargo, controlar mentalmente el proceso.
Era consciente que existían multitud de incertidumbres, pero ya estaba lanzado y no podía parar. Mi plan era trasladarme a nuestro propio mundo equivalente del Universo Espejo en una fecha anterior al accidente y poder así evitarlo, salvando a mi amada o al menos a su copia cuántica. A efectos prácticos, sería igual que resucitarla. Parecía de locos, pero yo estaba desesperado.

Tras dos años logré desarrollarlo todo, pero faltaba el experimento; tenía que hacerlo y acertar a la primera. ¡Y que funcionase! Decidí darme el margen de varios años hacia atrás para salvar la imprecisión temporal; si llegaba demasiado pronto sería mucho menos arriesgado, pues así siempre podría avisar con antelación. Lo terrible sería que llegase demasiado tarde…
Se me ocurrió proveerme de unos cuantos soles, moneda de aquél país, y de algunos resultados de lotería que localicé en internet; si llegaba antes del sorteo, sería muy probable que tocase el mismo número, salvo incidencias inesperadas. Esto resolvería potenciales problemas de efectivo en aquél otro mundo.
Ya lo tenía todo pensado y planificado, pero era consciente del enorme riesgo ante tal cantidad de incertidumbres, incluso que no funcionase nada en absoluto.

A las 21:30 del día “D” me tumbé en mi equipo del hospital. Tenía que concentrarme en la fecha a la vez que pulsaba el interruptor que ponía en marcha el proceso. Cerré los ojos, a la vez que oía el zumbido cada vez mayor del equipo y recuerdo que me quedé inconsciente.
Abrí los ojos y observé que estaba todo oscuro; seguía tumbado en la misma posición. Al levantarme me di un golpe en la cabeza; con mis ojos ya acostumbrados a la oscuridad vi que me rodeaba una campana. ¡Aquello debía ser un equipo de RMN! Pero, ¿dónde? Yo había dejado la habitación iluminada… Tras incorporarme, busqué medio a tientas un interruptor de luz; descubrí entonces que no era mi equipo; ¡era otro! Desde luego, estaba en un hospital, ¿pero cuál? Procurando no tropezarme con ninguna persona, salí de aquél recinto; en efecto, era un hospital. Me crucé con varias enfermeras y médicos llevando unas batas de color azul claro, no habituales en Madrid. Me dirigí hacia la salida; el reloj de pared indicaba que eran las siete de la mañana, no coincidiendo con la hora de mi reloj, 21:40. ¡Algo había pasado, desde luego! Si estuviera en Perú, deberían ser las tres y media de la tarde… Al salir a la calle, no reconocí nada; de repente vi una caja de aquellas en las que se podían coger periódicos gratis. Con las manos temblorosas, busqué la primera plana. ¡Estaba en Lima! Volviendo la vista atrás, el hospital que había dejado se llamaba San Juan de Lurigancho. ¡Había funcionado! Me sentí exultante y de repente recordé que no había mirado la fecha. Del susto dejé caer el periódico; ¡había retrocedido más de veinte años! ¡Claro, con mi miedo de dejar un margen amplio, me había pasado; faltaban doce años todavía para que sucediese el accidente! Traté de tranquilizarme; mejor así que no al revés… al menos ya no tenía prisa. Viendo los coches, desde luego eran modelos más antiguos.
Del remite de sus cartas tenía su dirección, así que tomé un taxi; me dejó delante de un moderno chalet, no muy grande, en una urbanización de buen aspecto, aunque sin lujos.

Con los latidos del corazón a todo trapo, llamé al timbre; en pocos segundos me reencontraría con “ella”. Era aún muy temprano, por lo que supuse que estaría en casa. En la puerta apareció un hombre de unos treinta y tantos años que me resultaba familiar, dirigiéndose a la de la valla donde yo estaba. Pregunté si ella vivía allí y asintió, abriendo la puerta y acompañándome al interior.
─ ¿Qué desea? ─ me preguntó mirándome de hito en hito.
─ Pues vengo de su tierra natal, de España, por un asunto familiar ─ respondí. Desde luego, yo a aquél tipo lo había visto antes, pero no lograba identificarle. Como estaba muy ansioso por encontrarme con ella, no era capaz de razonar. Pasamos ambos al interior de la casa.
─ ¡Cariño, tienes visita de Madrid! ─ exclamó el otro, provocándome un estremecimiento. “¡Cariño, había dicho! ¿Sería entonces su marido?”, pensé, y se me vino el ánimo al suelo.
La reconocí enseguida, con sus ojos almendrados y todavía con aspecto juvenil. Intenté abrazarla, con un poco de timidez, pero me miraba con gesto espantado.
─ ¿No me has reconocido? ─ exclamé con mis pulsaciones a cien.
─ Tú, tú… él, el… ─ balbució y se desmayó en mis brazos.
El otro se acercó corriendo y quiso que se la traspasara, pero yo no quise, sentándome con ella todavía entre mis brazos en un sofá. En eso apareció un niño de unos tres años, corriendo torpemente hacia su madre.
“¡Mami, mami…!” ─ exclamaba el chavalín, logrando despertarla al cabo de unos segundos.
─ Tráigale un poco de agua, por favor ─ le pedí al otro, sin soltar a mi presa. ¡Después de tantos años sin verla, no tenía ningunas ganas de separarme de ella!
Poco a poco abrió los ojos y yo seguí mis impulsos ante aquella mirada, dándole un dulce y suave beso en los labios. Tras unos segundos que me parecieron eternos, ella me miró con preocupación y se separó de mí, con los ojos muy abiertos.
─ ¿Quién eres? No puede ser que seas tú; te pareces mucho a él…
─ ¿Quién es “él”? ─ respondí, confuso,
En ese momento entraba el otro con el vaso de agua en la mano.
─ Pues él eres tú… pero más joven ─ soltó ella entre balbuceos.
Me volví a mirar al otro, que se había quedado inmóvil con el vaso de agua en la mano y con una expresión de sorpresa.
─ Es verdad que nos parecemos mucho, desde luego, pero todo eso deben ser fantasías ─ afirmó mi “sosias” juvenil ─ A ver, ¿cómo nos conocimos ella y yo?
─ Bueno, ella Y YO ─ remaché mucho el “yo” ─ nos conocimos en la sierra de Madrid dándonos apretones de mano jugando en círculo con nuestros amigos…
Ahora fueron ellos dos los que se quedaron mudos de asombro.
─ Debo explicaros algo ─ dije, pues yo tenía la ventaja de conocer toda la historia ─ y os ruego que tratéis de seguirme en el relato.
─ Yo soy efectivamente “tú” y tú eres “yo”, sólo que veinte años antes de “mi” tiempo ─ afirmé ─ Si tú eres en efecto yo, te habrás empezado a aficionar a la física teórica y me entenderás. Yo soy tu copia cuántica en un mundo idéntico al nuestro en un Universo Espejo de éste, pero en un tiempo diferente, lo cual no ha sido intencionado, hasta cierto punto ─ en ese momento dirigí mi mirada hacia ella con cariño ─ El objetivo que me ha movido ha sido salvarte la vida, pues en “mi mundo” te despeñabas en un risco de una montaña de aquí, en Perú, según pude saber por tu prima, cuando ya habían pasado más de ocho años de ese hecho. Tenía que advertirte o evitarlo, sólo que ahora es posible que ya no suceda, pues mi realidad ya no es la misma que la de aquí, provocada por algún hecho que ha cambiado la línea del devenir.

Me di cuenta que mi otro yo empezaba ya a entender todo aquello; a ella le entró de repente una risa histérica.
─ O sea, que ahora me encuentro de golpe y porrazo con dos maridos, uno joven y otro mayor, y con uno tengo un hijo ─ soltó ella entre carcajadas nerviosas ─ ¿Y ahora, qué hacemos?
Nos miramos los tres en silencio, tras el cual yo inicié una serie de preguntas.
─ ¿Tú eres radiólogo?
─ Sí; trabajo en el hospital de San Juan en Lima…
─ Pero tú deberías estar en el hospital de Madrid, no aquí…
─ Sí, pero tras pasarnos varios años escribiéndonos ─ dijo “mi otro yo” mirando también con cariño a su mujer ─ no resistí seguir viviendo lejos de ella, investigué y pedí plaza en este hospital en Lima para vivir juntos. Así, en un plazo bastante corto, le pedí casarnos y ella aceptó. El resultado ya lo ves, este precioso niño a sus tres añitos.
Me quedé mirando al niño; ¡así que ese era “mi” hijo, sólo que “yo” no era quien lo había concebido! Reflexioné, entre que los dos me miraban todavía con cierto estupor. ¡Cuando yo deseé marcharme a Perú pero no lo hice, se conoce que mi “yo en este mundo” fue capaz de romper el destino decidiendo y tomando acción para encontrarse con su – con nuestra─ amada, rompiendo amarras y hacer realidad su – nuestro − sueño! ¡Ése había sido el punto de deflexión del destino! Se me saltaron las lágrimas; ¡estaba viendo lo que podría haber sido MI futuro y no la triste realidad quedándome en Madrid convirtiéndome en un ser solitario por mi falta de decisión!

Estaba claro; el que sobraba allí era yo. Ni siquiera era mi mundo. Todo el trabajo que me había tomado no había sido necesario, pues otro se me había adelantado; al romper el destino evitó, sin saberlo, la muerte de mi – nuestra − amada, que ahora seguiría viva en cualquier caso.
Miré a mi otro yo − ¿debería decir “me miré”? − y pensé que, siendo él yo, podría ofrecerle mi trabajo de años para que él lo desarrollara en Lima y de paso me podría quedar un breve tiempo allí teniendo cerca a la persona que seguía amando y contemplándola. Total, ¿de qué me quejaba? “Yo” me había casado con ella, éramos felices y habíamos tenido un niño precioso… y sobre todo ella ya no moriría en un accidente.
─ Os dejo estos resultados de lotería, a ver si hay suerte y salen premiados los mismos. Podría resultar un buen regalo de despedida ─ les ofrecí el día que decidí marcharme, con una sonrisa.
Me despedí de ella con un intenso abrazo y un interminable beso que nunca olvidaré. Mi otro yo ni se inmutó; ¿se pueden tener acaso celos de uno mismo? Igualmente, cogí a “mi hijo” en brazos, disfrutando de su contacto. Me había cogido cariño, aunque no llegó a llamarme “papá”. Mejor así, no fuera que soltase en su colegio que “tenía dos papás”…
“Yo” me acompañó al hospital para facilitarme la entrada sin que nadie me viese; a hurtadillas fuimos a donde estaba el mismo equipo con el que había llegado. Antes de tumbarme, nos abrazamos – debo ser la única persona en el mundo que ha podido abrazarse a sí mismo – y ya puse en marcha el proceso que ya conocía.

Todo fue aparentemente bien. Me desperté dentro de mi equipo de RMN en el hospital. No había duda; era el mío en Madrid. Miré la hora: marcaba las 21:35. Me estremecí; ¿no se habría tratado todo de un sueño? 


Kurt Schleicher, 18 de enero de 2020.

11 comentarios:

  1. Entonces, resulta que existe el libre albedrío dentro del universo cuántico y que los humanos podemos modelar nuestro futuro. En ese caso, los universos paralelos no lo serán tanto y tampoco ocurrirá que exista un determinismo físico. Me conforta la conclusión.

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    1. Tanto como modelar el futuro me temo que no. El libre albedrío sirve para tomar una determinada decisión; la gran mayoría no tendrán efecto en el destino, pero alguna sí. Lo que pasa es que de antemano no lo podremos saber... Como haya unas cuantas de estas últimas, en efecto, el universo paralelo ya será menos paralelo a medida que pase el tiempo.
      No sé si eso te sigue confortando...

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    2. Cualquier decisión es optar por uno de los caminos de la encrucijada, y, al final de cada uno de ellos, hay una meta distinta, es decir, un destino distinto. Los universos paralelos divergen.

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    3. Eso es uno de los misterios de la física cuántica; hay quien defiende que por cada decisión se crea un nuevo universo en esa dimensión "inaprehendible". Yo he supuesto que sólo determinadas decisiones llevan a un cambio, pero que nunca podremos saberlo a priori.
      La moraleja del cuento es que debemos saber tomar decisiones y no hacer el avestruz metiendo la cabeza en un agujero; si lo hacemos bien, podemos hasta salvar vidas.

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    4. Quizás sea llevar demasiado lejos el debate, por lo que me disculpo, pero la solución esta de que cada decisión humana –o de cualquier ser vivo– abre un universo paralelo nuevo me parece que contradice el principio de economía de Ockham "non sunt multiplicanda entia sine necessitate" ("no se deben multiplicar los entes sin necesidad"), ya que no hay que postular la existencia de más realidades que las estrictamente necesarias para explicar los hechos y, si con el evidente universo en el que habitamos, que incluye una voluntad probablemente libre, se puede explicar la deriva de las acciones humanas, sobran los indefinidos universos paralelos de la tesis contraria.
      En general, los científicos están de acuerdo sin ambages con Ockham; no obstante, alguno ha podido plantear la indemostrable hipótesis del multiverso para explicar la espinosa cuestión del principio de incertidumbre, que choca de frente con el determinismo de la física clásica, la cual, por cierto, se limita a soslayar el tema del libre albedrío, dejándolo para los metafísicos.
      Dijo el poeta francés Paul Éluard que "hay otros universos, pero están en éste". En mi opinión, no se refería a los múltiples e ignotos universos paralelos, sino a que lo que pasa en este mundo se explica con las cosas de este mundo, y un espíritu lo suficientemente abierto como para admitir la realidad de lo inefable.

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    5. Me parece que la visión del mundo cambia si metemos en el ajo a la Mecánica Cuántica y su Principio de Indeterminación, que ya tiene un siglo de antigüedad. El experimento de la doble rendija que lleva a que un electrón pueda seguir dos caminos distintos y encontrarse a la vez en dos sitios diferentes surge de ahí. Pero es más, el resultado del experimento depende también tanto del observador como de las decisiones que tome en el transcurso del mismo, afectando incluso al comportamiento de las partículas o su onda asociada en un momento anterior (experimento de Young de doble rendija con efecto retardado).
      La explicación de Feynman (1948) es que la partícula toma simultáneamente todos los caminos posibles que llevan del punto inicial al punto final. Reemplazando los caminos por historias surge su Teoría de Historias Múltiples, en la que un suceso no es más que un punto determinado en el espacio-tiempo y que cada suceso evolucionará siguiendo una línea temporal, creando una “historia”, una entre muchas posibles, claro.
      En 1983, Stephen Hawking y James Hartle aplicaron esto a la evolución del universo, que no lo hace siguiendo una sola, sino todas las historias posibles, cada una de ellas con una probabilidad particular. En este escenario cosmológico-cuántico la historia del Universo nunca está determinada con precisión, sino afectada por otras historias posibles con características similares. Su teoría predice que existen fluctuaciones en los fenómenos cosmológicos que conocemos y están comprobados, como el de las ondas gravitatorias y lo que vemos en el fondo cósmico de radiación de microondas. Es curioso que para manejar esto matemáticamente se desarrolló por el propio Feynman la integral de caminos.
      En la actualidad, todo esto es lo que ha llevado a otro científico, Sean Carroll, a afirmar la posibilidad de que haya diferentes versiones de cada uno de nosotros, cada una en su correspondiente universo.
      ¿Conjetura, especulación o realidad? Pues no lo sé, pero al menos para pensar en un cuento sí que sirve…

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  2. Muchas gracias por compartir estos cuentos que demuestran una enorme imaginación y capacidad creativa.

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    1. Gracias a ti. Lo que importa es disfrutar y los cuentos son algo que se mueve entre los límites de la realidad y la ficción, resultando divertidos.

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