POR FRANCISCO FÉLIX GONZÁLEZ GARCÍA (Francis)
Nicolás, Kolia para los amigos,
empezó a caminar en paralelo conmigo en quinto, cuando los de letras llenábamos
media aula del “A”, y como una especie de élite dejábamos la otra mitad y el
resto de los grupos a los de ciencias; desde entonces siguió el paralelismo: en
la facultad de Derecho de la Complutense, donde destacaba entre los estudiantes
más brillantes, en la abogacía y el mundo de las leyes, donde alcanzó hitos que
muy pocos consiguen: Letrado de las Cortes, Secretario General del Senado,
magnífico abogado; en el Estudiantes, donde compartimos abonos cercanos y sobre
todo emociones, aunque muchas veces fueran las del perdedor (PARÉNTESIS: él,
siempre tan prudente y educado, era la excepción, y jamás increpó a Vicente por
pasarse al enemigo); era un hombre que tenía que haber nacido en el
Renacimiento, de cultura y conocimientos enciclopédicos, y así, todos los años
me escribía una tarjeta de Navidad, que llenaba con su letra pequeña, bonita y
singular, y al leerla me quedaba admirado de como tan breve espacio era a la
vez un compendio de filosofía, una lección de vida, un canto a la amistad, ……
entre otras cosas. Siendo Kolia quien y como era, esta semblanza podría ocupar
folios y folios, pero me parece que lo que procede es resumirlos diciendo quién
era él para mí, y seguramente para la inmensa mayoría de quienes le hemos
conocido: un gran padre y esposo, un hombre de su familia, un jurista
excepcional, un pozo de cultura y conocimientos, un gran compañero y amigo, y
sobre todo una gran buena persona. Descanse en paz.
Una gran perdida
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