05 junio 2024

EL VALOR DE LA NORMALIDAD

...POR JOSE MANUEL SANZ

El marketing y antes del marketing los artistas, convencieron al mundo de que sólo la novedad representaba un valor.

La búsqueda de lo original como valor supremo o incluso como lo único valorable ha producido víctimas.

La normalidad es la primera y principal. Es cierto que puede interpretarse de una manera reductiva como “seguir la norma” pero se confundió enseguida lo bien hecho con lo rutinario y se juzgó como de poco interés ese deseo de perfección sobre las cosas o procedimientos conocidos. Los griegos – los clásicos en general- estuvieron siglos tratando de perfeccionar las proporciones, la elegancia, en definitiva la belleza apreciable en sus obras escultóricas y arquitectónicas, madurando y matizando los diferentes estilos (stilo, columna en griego).

La otra víctima paradójicamente, es la originalidad. El volver a los orígenes para encontrar, en la profundidad de los inicios, nuevos contenidos y argumentos se ha venido confundiendo con “ lo nunca visto”, la ocurrencia sin sentido y sin raíces (con la complicidad imprescindible de la desinformación y falta de criterio reinante en la sociedad actual).

No seré yo el que reste valor a la búsqueda legítima de esa originalidad. El arte y la sociedad avanzan así.

Pero sería bueno empezar a saber distinguir lo que tiene sentido y origen, de la boutade y el capricho absurdo que, sin embargo y por desgracia, aparecen en nuestras ciudades y paisajes y se asoman, a veces jaleados, a las páginas de las revistas. Los más grandes artistas, de antes y de ahora, han buscado siempre raíces auténticas en sus propuestas.

El saber hacer y el buen oficio han hecho más ciudad y mejor paisaje – pensemos en los barrios céntricos de las ciudades o en tantos ejemplos del medio rural- que muchas intervenciones “singulares”, casi siempre ligadas a una moda efímera e inconsistente.

Pediría a los que no sean capaces de ofrecer algo nuevo, enraizado y de interés, que hagan como los clásicos, aprendan de lo bien hecho y traten de interpretarlo de la manera más correcta posible. La ciudad y el paisaje se lo agradecerán. Alguien pensará que eso supone otorgar un valor inmerecido a la “copia” pero, como decía Rosalind Krauss, siempre hay algo de copia en la evolución del arte y el “copista” con frecuencia, toma partido por una interpretación, definiendo algo nuevo. Podríamos encontrar el ejemplo en la interpretación musical o en la aparente similitud de tantos paisajes que, no por familiares, son menos bellos.

En mis largos años de profesor de proyectos he intentado desbrozar los buenos caminos y animar a la investigación. He mostrado naturalmente los buenos ejemplos y los extraordinarios como pautas para el bien hacer. Tan solo me arrepiento de no haber mostrado también los malos – prudencia por si alguien conocía a sus autores- y explicar por qué me parecía que lo eran.

2 comentarios:

  1. Gran articulo y asequible para los profanos. Un abrazo J. Manuel.

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  2. Es un tema que para mucho. A mí, por ejemplo, no me gusta nada la fotogenia del deconstructivismo.

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